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Archive for the ‘Periodismo’ Category

transgenicos

¿Se puede publicar un artículo titulado «África se abre poco a poco a los transgénicos» en el periódico presuntamente más prestigioso de España sin incluir en el texto ni un sólo punto de vista contrario a los cultivos genéticamente modificados? Sí se puede porque El País lo ha hecho hoy. ¿Se debe hacer? Pues yo creo que no. A la autora del texto, Lali Cambra, y a los responsables de editarlo les ha importado un carajo esa máxima periodística de tratar por igual las dos caras de una moneda. Incluso se han hecho poco caso a sí mismos, puesto que en el texto sí se admite que «el debate sobre los GM (alimentos genéticamente modificados), como el nuclear, está polarizado». La cosa habla de un congreso sobre los beneficios de los transgénicos celebrado en Uganada el mes pasado (¿?) y las únicas matizaciones a la propaganda pura son las de Kanayo Nwanze, presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Afrícola (IFAD). «Los GM no son la solución a todo», se atreve a decir el hombre y se digna a publicar el periódico.

Si uno teclea la palabra «transgénicos» en Google, se encuentra con 855.000 páginas de referencia. Comprendo que son demasiadas para consultarlas todas. Pero es que la primera es la de Greenpeace, que, obviamente, no está a favor del asunto. La segunda es la de la Wikipedia, que sí lo está pero que incluye parte de la polémica. Y la novena es una noticia de este mes que cuenta que la organización Biowatch logró en Sudáfrica «una victoria judicial que asegura la gratuidad del acceso a la información sobre cultivos transgénicos, aun en contra de la opinión de los organismos públicos y grandes corporaciones». Por cierto, Sudáfrica es el lugar desde donde firma la información de El País la tal Lali Cambra. Pero, ya digo, o no ha googleado o no ha leído entre muchas líneas.

Así, en el texto se dan como buenas afirmaciones que provocarían infartos a ecologistas, comprometidos varios y hasta algún que otro Premio Nobel. Se dice, por ejemplo, que los transgénicos son estupendos contra el cambio climático, que benefician a los pequeños agricultores y que van a ayudar un huevo al desarrollo de África. Justo lo contrario que piensa la gente que piensa lo contrario. Incluso aparece en el texto la corporación Monsanto (para muchos, uno de los grandes demonios del mundo actual) como un benefactor social sin el Mon delante, junto a otra multinacional, BASF, y la familia Gates. Con un par.

Yo no tengo una opinión clara con respecto a los transgénicos -bueno, sí la tengo, pero no viene al caso- pero sí poseo un concepto meridiano de lo que debe ser el periodismo responsable. Y ni de coña se parece a lo que sale hoy en la página 41 del periódico que me ha costado 1,20 euros y cuyos autores y muchos de sus lectores aún consideran el colmo de la ecuanimidad, la veracidad y, uf, qué pereza, el progresismo. Es más, lo de hoy no sólo es contradictorio con su propio Libro de Estilo, sino que se da de morros con noticias recientes del periódico en cuestión. Resulta que ayer mismo, su defensora, Milagros Pérez Oliva, tenía que justificar una información sobre eutanasia en la que se había metido la pata por no consultar otra fuente. Resulta que hoy, en la misma sección de Sociedad donde aparece la noticia transgénica, se recoge (tarde) eso del código ético contra la propaganda ecológica de las marcas de lo que ya se habló por aquí (también con retraso) la semana pasada. Resulta que el viernes pasado sí se publicaba un artículo como es debido sobre lo nuclear, con sus puntos de vista diversos expuestos y discutidos.

Hace poco, en el mismo El País -¿se nota que es el periódico que leo y en el que a veces hasta escribo?, ¿se entiende, por eso, que le dé tanta cera?-, publicaba una columna Miguel Ángel Aguilar que ahora no encuentro en la Red pero que venía a decir que un diario no debe ser abanderado de ningún movimiento, que simplemente debía dar información contrastada, diversa y tal. Pues eso. No creo que lo de hoy sea un maniobra orquestal en la oscuridad de Monsanto. Creo que es un ejercicio de incompetencia. Y eso es lo grave. Los periodistas y los medios cada vez nos lo curramos peor y así no van a mejorar las ventas ni el prestigio ni la inversión publicitaria. Cada vez más, los que formamos la audiencia nos sentimos insultados por los que hacemos la información. Y con este ejemplo de mi esquizofrenia de cada día, me retiro a mis aposentos.

Suena Fela Kuti, Teacher Don’t Teach Me No Nonsense.

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No tengo ni idea de lo que pasa realmente en Irán. No me fío un pelo de la imagen que se ofrece de ese país por parte de los medios de comunicación del lado del mundo sin turbante, éste. Me pasa lo mismo con Venezuela, donde sí he estado y sé que lo que pasa no es lo mismo que lo que nos dicen que pasa. Volviendo a Persia, hoy he leído un par de cosas que enfocan algo mejor, pero, ya digo, sigo sin enterarme del todo. Lo que sí veo clarinete es la actitud con la que observamos aquello desde nuestro sofá occidental. Orgullosos de estar en un grado evolutivo superior, con la condescendencia del que piensa «venga, muchachos, un par de manifestaciones más y llegaréis a tener nuestra preciosa libertad y nuestro bonito comportamiento democrático».

Y aquí es donde flipo en colorines. Yo vivía en Miami cuando Bush hijo ganó de forma bastante chunga las elecciones a Al Gore y no recuerdo manifestaciones multitudinarias para protestar por semejante tongo. También vivía en Madrid cuando Tamayo y Sáez se escondieron nosecuántos días en un picadero para robar unas elecciones que, al repetirse, pusieron a Esperanza Aguirre en la poltrona en la que sigue plantando su ilustre culo. Tampoco recuerdo manifestaciones masivas en aquéllos tiempos no tan lejanos.

Ojalá se arregle lo de Irán. Ojalá salgan de la cárcel los disidentes, dejen de disparar los basiyís y se repitan las elecciones si es que se tienen que repetir. Pero ojalá, también, nosotros aprendamos de ellos a salir a la calle para protestar por todas las tropelías que se cometen (nos cometen) al ámparo de la presunta democracia. Joder, que los de la cinta y las pulseras verdes se están enfrentando a una autoridad divina y por aquí el único ser superior que se ha visto últimamente es Florentino Pérez.

Puede que todas estas letras no fueran más que una excusa para poner la banda sonora de estos días, así que suena otra vez Siniestro Total y su Ayatolah (más una entrevista risible).

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Ayer fue investido Florentino Pérez faraón del Madrí. No es que importe ni medio carajo lo que suceda en semejante organización pero sí me preocupa bastante la actitud de los medios hacia el personaje, su vuelta, su proyecto, su trayectoria anterior. Ya, todos sabemos cómo se las gasta la prensa deportiva, su (ausencia absoluta de) credibilidad y todas sus carencias. Pero es que resulta que la prensa deportiva es propiedad de empresas periodísticas que cuentan con medios presuntamente serios y que presumen de credibilidad e independencia y que, además, esos otros medios «serios» también han usado azúcar y jabón para elaborar la información florentiniana.

La cosa ha sido un asco. Desde las informaciones filtradas por el ratoncito Pérez para derrocar al desastroso Calderón hasta los ataques furibundos a las risibles candidaturas contrarias pasando por lo peor, el alzheimer interesado. La ciencia debería estudiar esta modalidad de desmemoria que afecta a los periodistas deportivos y a sus jefes. A pesar de todo lo que bebo y fumo y de lo poco que duermo, incluso a pesar que no me importa ni un carajo lo que suceda en el Madrí (no sé si esto lo he dicho ya, es que tengo mala memoria), me acuerdo de que Florentino Pérez es el tío que echó a Del Bosque después de ganar nosecuántos titulacos, que contrató a ilustres del banquillo como Queiroz, que dio los mandos del futbolín a los jugadores y no al entrenador de turno, que por eso forzó la dimisión de Camacho, que él mismo, un ser superior, dimitió a mitad de temporada… Vamos, que es el causante de lo que pasa ahora en el equipo de sus amores. Y todo eso lo leí yo en los medios que hoy se han olvidado de ello. Ahora podría hablar de lo que no leí. De las cosas que se saben pero no se publican, de los chanchullos de la ciudad deportiva, de los que se benefició ACS durante su anterior reinado o de que, hablando de reyes, qué coño hacia Juan Carlos en el palco del Bernabéu en esos cuartos de Champions… Pero mejor me callo que viene el inspector.

Ha habido muy pocas, poquísimas voces disidentes. El que más ha dado la cara ha sido un buen amigo: David Gistau. David ha dicho y ha escrito lo que algunos pensamos al respecto y lo que todos los demás deberían pararse a pensar. Puede parecer una tontería, un asunto menor. No lo es. Decir las verdades del nuevo barquero blanco le puede costar a uno el puesto. Escribir lo que Florentino no quiere leer puede ser más peligroso que cuestionar a la propia empresa. No es coña. Y sí es para echarse a temblar. Sigo usando mi marchita memoria y recuerdo que este tío es capo de una empresa a la que también los medios deberían juzgar como se merece y no como le apetece a él, que es ya presidente de un club deportivo que no es de su propiedad ni de sus medios chupópteros sino de sus socios, incluso recuerdo que hace años estuvo en un proyecto político y pienso en lo que pasaría si se metiera otra vez en algo así. Y, repito, me pongo a temblar.

Por suerte, el tal Florentino es el nuevo presidente de un equipo que me la refanfinfla (¿no lo había escrito, verdad?). Por desgracia, la prensa que le baila el agua está últimamente preocupada por su preocupante situación, exigiendo nosequé priviliegios porque se dice garante de la libertad y la independencia y jurando que es imposible la información veraz con otro modelo que no sea el existente. Ya. Pues convendría que predicasen con el ejemplo, que demostrasen el movimiento andando. Vamos, digo yo… Compañeros.

Suena Living Colour, Cult Of Personality.

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Me gusta la entrevista/almuerzo de la contra de El País de hoy. De Carmen Pérez-Lanzac a Pablo Motos. Sospecho que a Motos igual no le ha gustado tanto. Imagino que habrá alguna llamada de queja. Pero retrata al personaje. No conozco personalmente al presentador pero me ha quedado claro que si eres de los que consideras que un tío es guay porque tiene un programa que gusta a grandes y pequeños, un secreto inconfesable para sustituir la traducción simultánea y una productora para gastarse 150.000 euros en traer de Australia un dinosaurio, Pablo Motos te parecerá un tipo de lo más guay. Y si, en cambio, eres de los que creen que un soplapollas es aquél que separa la grasa del jamón ibérico para no probarla porque estropearía su tableta abdominal, que confiesa que su única excentricidad es hacer colección de relojes de 20.000 euros aunque come a diario en un sitio de 70 euros el cubierto (sin vino) y que va varias veces al día al gimnasio desde hace un par de años por una apuesta con una revista y presume de ello haciendo como que no quiere presumir, pues Pablo Motos te parecerá un soplapollas.

De eso tratan las entrevistas. De acercar al lector no sólo las respuestas del entrevistado, sino la percepción del entrevistador sobre el personaje. Recuerdo que ago así pero más bonito dijo García Márquez sobre el género en alguno de sus cursos de periodismo. El problema es que eso ya es la excepción. La mayoría de las entrevistas son promocionales, citas en las que el periodista es el último eslabón de la campaña de marketing de una editorial, discográfica, distribuidora, cadena, equipo de fútbol o lo que toque. Y ahí todos los entrevistados tiene que ser los más listos, los más guapos y los más simpáticos. Y no.

Servidor ha hecho unas cuantas entrevistas. Cuando escribía sobre música en ABC, tenía tres o cuatro por semana, por ejemplo. Entendía a lo que me dedicaba y no trataba de ganar un Pullitzer en cada charla con un grupo. Y a pesar de eso, tuve algún problemilla. Recuerdo una entrevista con Rosario que acabó siendo portada de Blanco y Negro. La hija de Lola me recibió en su casa, muy amable. Acababa de ser madre y de montarse un pifostio de campeonato por eso y por la exclusiva que había vendido a ¡Hola! después de tirarse meses quejándose (con razón) de la persecución de la canalla del corazón. Además, sacaba disco. Parecía, pues, un personaje la mar de interesante. Y, sin embargo, no lo fue. No hubo manera de sacarle una respuesta reflexiva. Todo su discurso era pequeñito, lleno de tópicos y simplón. Así que eso retraté: su amabilidad, mis esfuerzos por conseguir respuestas decentes y sus respuestas.

Nada más publicarse la cosa recibí una llamada de Olga, de lo que entonces era Epic. «¿Tienes las cintas?». Me contó que Rosario y Rosa Lagarrigue, en aquel tiempo su manager, estaban que trinaban y querían denunciarme. Pues vaya. Yo tenía las cintas y estaban transcritas casi tal cual así que no me preocupé mucho. Mi jefe de entonces, Tomás Cuesta, mucho menos. No hubo denuncia. No tenía por qué haberla. Donde verdaderamente se gana la vida Rosario es sobre un escenario y en un estudio. La promoción es importante pero su trabajo no es ser una tía reflexiva que epate a sus interlocurres. Mi trabajo, por otro lado, era retratarla como la vi en ese momento. Eso hice.

Del mismo modo, Pablo Motos se gana muy bien la vida haciendo un programa de tele. Sea bueno o malo (a mí no me gusta), lo ve un cojón de gente, así que no debería preocuparse por la imagen que haya dado en esta entrevista. Tiene el jamón ibérico asegurado para mucho tiempo. La que debería estar orgullosa por lo que ha hecho es la periodista. Gracias a ella conocemos un poco mejor a Motos. Y, entre nosotros, un poco soplapollas sí parece.

Suena Obús, Yo sólo lo hago en mi moto.

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Ayer asistí a un acto social que fue todo un retrato de los tiempos que corren. Una marca de ginebra de origen canadiense se presentaba en la ciudad e invitaba a la prensa a una fiestuqui inspirada en los años 50, con gin tonics a tutiplén y mesas de juego: black jack, ruleta y póquer. La gracia del asunto estaba en que los periodistas jugaban al Texas con dólares de mentirijillas pero con un gran premio para el ganador: una página de publicidad para su revista. Muy jevi. Yo llegué allí de rebote y sin saber de qué iba la cosa pero, después de dejarme a cuadros, me contaron algunos compinches que los departamentos comerciales habían obligado a los plumillas a asistir a la cosa y a pelearse a naipe descubierto. Y que, incluso, había quien había contratado los servicios de un tahúr profesional para asegurarse el tesoro. Y aquí es donde me acuerdo, por ejemplo, de esa frase de la jefa de Reporteros Sin Fronteras ya mencionada aquí: «Dejar que la prensa se hunda o se prostituya es permitir que la sociedad pierda un medio esencial para su debida cohesión». También me acuerdo de las empresas periodísticas pidendo ayuda al Gobierno. Y de la APM luchando por mi derecho a un descuento en productos jamoneros. Pero, sobre todo, me acuerdo de esta bonita canción:

Eres una putaIlegales.

La imagen es un cuadro de George de la Tour llamado ‘El tahúr con el as’.

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Hoy hace un año y un día que nació este blog. Y la verdad es que está encantado de haberse conocido. Yo también estoy encantado de haber conocido al blog, aunque a veces mantenerlo sea un poco condena. Lo normal en estos casos, por lo que he visto por ahí, es dar un montón de datos de visitas y demás y hacer una recopilación de búsquedas bizarras a través de las que ha llegado la gente al lugar. Mis datos no están mal y las búsquedas que acaban aquí son de lo más psicodélicas. Normal, puesto que a veces me dedico a hablar de BDSM, intercambio de parejas, alargamiento de pene y cositas de ésas que no interesan a casi nadie en Internet, qué va. Pero como soy un tío discreto, paso de publicar tales cosas. En cambio, prefiero felicitar al blog y agradecer sus visitas a los lectores. Por cierto, si alguien quiere regalar algo al querubín, que me lo mande a mí y yo se lo hago llegar.

Suenan los Ramones cantando el Happy Birthday.

El pastel de cumpleaños, tan bonito, es de aquí.

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Dicen que hoy es el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Supongo que me alegro o hago lo que haya que hacer en estos casos. Anda la cosa revuelta en la Prensa, en cualquier caso. En cuanto a la libertad, no es sólo que haya una periodista iraní condenada a ocho años o que en Cuba no se pueda decir ni mu, es que aquí no estamos para presumir: esta semana El País silenciaba una columna porque había una frase que podía ofender a sus directivos. Paso de insistir en ese tema pero aprovecho la oportunidad para hablar de la Prensa en general.

Los medios de comunicación están en crisis. La caída de la inversión publicitaria los ha dejado temblando. Los medios de comunicación impresos están peor, ya casi ni tiemblan. Se toman en pulso y sienten que les quedan pocos latidos porque el futuro inmediato no pasa por la tinta y porque la crisis de inversión publicitaria no hace más que acelerar ese proceso irreversible. Lo peor es que los que mandan en esos medios están logrando hacer todavía más rápido el destino que quieren evitar. Como ir a merendar al Burger King para bajar el colesterol.

Claro que si uno lee la Prensa puede acabar convencido de que la culpa es sólo de las circunstancias. Por lo que se ve, estas crisis es malísima no sólo porque haya cuatro millones de parados y tal, sino porque amenaza a los medios de comunicación, con lo importantes que son para el mantenimiento de la libertad y la diversidad de opiniones y cual. No digo yo que no, pero para mí que aquí se están confundiendo las cosas. Se confunde la Prensa con las empresas periodísticas y se confunden las circunstancias con el tocino.

Ayer mismo, la presidenta de Reporteros Sin Fronteras España publicaba un artículo en El País en el que conseguía ocupar página y media sin decir casi nada. Trataba María Dolores Masana de defender la importancia de una profesión periodística libre de presiones, de amenazas y, se atrevía a sugerir, de condiciones laborales miserables. Después de un montón de líneas llenas de tópicos y vacías de contenido, acababa así: «La prensa es el baluarte de la democracia (…) En la tarea de defenderla es preciso concienciar a los agentes sociales, a las universidades y otras entidades culturales y, por su especial responsabilidad, a los Gobiernos e instituciones públicas. Porque dejar que la prensa se hunda o se prostituya es permitir que la sociedad pierda un medio esencial para su debida cohesión y conciencia en el ejercicio de sus derechos fundamentales».

Toma ya. O sea, que si la Prensa se hunde la culpa es de los agentes sociales, las universidades, nosecuáles entidades culturales y, sobre todo y por supuesto, del Gobierno. Las empresas periodísticas son víctimas de la situación. Sus pobres dirigentes no han hecho nada para que estén las cosas como están. Total, ellos no son los toman decisiones, los que pagan poco y tarde, los que callan opiniones disidentes, los que, incluso con buena voluntad, se equivocan. Ellos no, por favor, son las circunstancias. No. Que una cosa son las circunstancias y otra es cómo se actúa ante ellas.

Las circunstancias son que el mundo económico está en plena transformación y que, además, alguien hace tiempo inventó una cosa llamada Internet que ha revolucionado la forma de comunicarse. Las reacciones de los mandamases de los medios antes estas dos circunstancias están siendo, en general, desastrosas. Tanto, que se están empezando a parecer mucho a las reacciones de la industria discográfica ante una crisis muy parecida (lo digital frente al soporte, lo gratuito frente al pago). Más tontos los directivos periodísticos por no haberse fijado y aprendido de los errores de los jefes discográficos.

Las circunstancias son las que son. Todos nos tenemos que adaptar a ellas. Las empresas periodísticas también. Si, por lo que sea, tienen que cambiar su modelo de negocio, que traten de hacerlo lo mejor posible y que procuren no lloriquear mucho durante el proceso. Yo soy periodista. Llegué a currar en una revista en la que las páginas se maquetaban a mano y los textos se escribían a máquina, se mandaban a fotocomposición y, tres correcciones después, a fotomecánica. He trabajado en periódicos, revistas, informativos y programas de tele, radio, Internet y lo que haya hecho falta. He aprendido a usar diversos programas informáticos, a manejar cámaras, a editar y un montón de cosas que ahora se me han debido olvidar. Y, como yo, tantos otros. Nunca hemos pedido ayudas al Gobierno. Tampoco nos hemos hundido. Nos hemos adaptado a las circunstancias.

(El Roto lo explica todo mejor y más conciso en esa ilustración sacada de El País de ayer también).

Suena Rollins Band, Low Self Opinion.

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«Ahora quieren rebajarnos el sueldo por la ludopatía de los ejecutivos en bolsa».

Si alguien echó de menos ayer la columna de Enric González en El País (hoy tampoco aparece), esta frase puede tener parte de culpa. Aunque no deberíamos culpar nunca a las palabras. ¿No dice su Libro de Estilo que El País «rechazará cualquier presión de personas, partidos políticos, grupos económicos, religiosos o ideológicos que traten de poner la información al servicio de sus intereses»? Y, ¿no añade que «esta independencia y la no manipulación de las noticias son una garantía para los derechos de los lectores, cuya salvaguardia constituye la razón última del trabajo profesional»? Pues eso.

Visto en el Twitter de Juan Varela.

Suenan Neil Young, Bruce Springsteen, John Fogerty, R.E.M. y todo quisque cantando eso de Keep On Rockin’ In The Free World.

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Crisis, nervios, egos, censura: hoy no se ha publicado la columna de Enric González en El País».

Visto en el Twitter de Gumersindo Lafuente.

Suena Albert Pla, El lado más bestia de la vida.


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Hoy en El País, la defensora del lector, Milagros Pérez Oliva, da la cara ante las cartas de aquéllos a los que ha fastidiado la desaparición del Pequeño País. Y, sin mucha necesidad, aprovecha para meterse en un jardín (de infancia, supongo).

Como saben, la prensa escrita se ha venido financiando hasta ahora a través de dos fuentes principales, la publicidad y la venta en el quiosco. En ausencia de crisis, la publicidad aporta en torno a la mitad de los ingresos. El resto procede de esos 1,20 euros que cada lector paga cada día por su ejemplar, es decir, menos de lo que cuesta un cruasán. Si este equilibrio entre ingresos directos e ingresos por publicidad se altera, no será sin consecuencias.

En el actual modelo, una caída de la publicidad puede afectar a la viabilidad económica de los medios. Luego la publicidad sigue siendo muy importante. Pero el principal capital de un periódico serán siempre sus lectores. Y no sólo en términos metafóricos. Primero, porque sin lectores no hay publicidad. Y segundo, porque el hecho de que haya lectores que pagan por la información es lo que permite al periódico ser independiente, no sólo frente a los poderes, sino también frente a los anunciantes.

La crisis económica ha provocado una caída de las inversiones en publicidad que está afectando a los contenidos, como ha ocurrido con el Pequeño País. Y eso ocurre al tiempo que la cultura de la gratuidad se extiende de la mano de Internet, lo que puede acabar afectando también a la calidad. ¿De verdad puede alguien creer que una información fiable, independiente y veraz no tiene coste? El periodismo de calidad es cada vez más caro, porque exige escribir desde el lugar de los hechos, investigar y no conformarse con las versiones de parte; exige más tiempo, más recursos y mayor cualificación profesional. Si el lector no paga por la información, ¿quién lo hará?, ¿a cambio de qué?

Un modelo de información totalmente gratuita por Internet supondría un cambio de modelo. El periodismo pasaría a depender totalmente de los anunciantes. El actual equilibrio se invertiría. Si la publicidad se convierte en el principal o el único sostén de la información, los medios pueden perder su independencia. Ahora EL PAÍS puede preservar la suya porque hay suficientes lectores dispuestos a pagar por el diario en el quiosco. No defraudarles es, pues, un imperativo de supervivencia del actual modelo».

Leyéndolo, se me han ocurrido unas cuantas cuestiones:

¿Debe ser un medio independiente sólo porque tiene lectores que paguen por acceder a su información o debe serlo (o tratar de parecerlo, no seamos ilusos) por definción?

Si, como se interpreta en el texto, los anunciantes pueden influir en las noticias y El País ha tenido anuncios desde el principio de sus tiempos, ¿cuántas noticias hemos leído teñidas del color del que paga y cuántas hemos dejado de leer?

¿Alguien ha dicho que la información de calidad no tenga coste? (Otra cosa es que ese coste lo paguen otros, no el lector; eso es cuestión de cada modelo de negocio).

Partamos de la base que plantea la defensora: el periodismo de calidad es cada vez más caro. Entiendo que eso significa que El País tiene cada vez mayor calidad y que, por eso, ha subido un 20% de precio en menos de un año. Si es así, ¿por qué en el mismo texto se admite que están bajando la paginación y los recursos?

La defensora menciona, por cierto, el nuevo precio del periódico pero no le da importancia. No sé si espera hacerlo en el futuro o si prefiere pasar, pero es un hecho que han subido 20 céntimos en menos de un año. Cierto es que, como dice, sigue siendo más barato que un cruasán. Pero es que el cruasán no lleva publicidad.

Suena esa cojoversión de Marianne Faithfull del Salvation de Black Rebel Motorcycle Club.

La foto es de aquí, creo.

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