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Archive for enero 2012

Una empresa que, según hemos podido leer hace unos días, trata a sus empleados chinos como esclavos, que paga los impuestos que le da la gana y no los que debería y que, entre otras cosas por esto mismo, tiene beneficios record es, también y recurrentemente, una de las empresas con mayor reputación del mundo, con un fundador recién muerto y ya santificado y unos productos que generan tanta expectación que hasta los mismos esclavos chinos se pegan por ellos. Esta empresa es Apple, claro. Y todo lo que acabo de contar, más que retratar a la marca en cuestión (que cosas así les pasan a casi todas), nos retrata a nosotros como consumidores, como personas. Porque puede que nos conmueva cinco minutos enterarnos de cómo viven los curritos de la fábrica, incluso puede que nos indignemos un rato con lo de los impuestos, pero la satisfacción que nos da la pantalla táctil de nuestro iPhone o la rapidez de nuestro Mac hacen que nos olvidemos de esos pequeños detalles sin importancia en nuestra vida mecánica. Y es que, en el fondo, que no en la forma, somos unos auténticos hijos de la reputa.

Suena New Noise, de Refused, porque ya son Primavera (Sound).

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Por cierto, y sigo con la excusa de lo de Megaupload para hablar de cosas que van más allá, después de ver todo lo que se está escribiendo por ahí y lo que se ha escrito en los comentarios de por aquí, echo algo de menos en casi todos los casos. Muchos siguen en lo de siempre, defendiendo el blanco o el negro y atacando la opinión contraria, hablando sin escuchar. Tratando de resolver un problema sólo a base de llevar razón.

Pero no sólo. Mi entrada del viernes, por ejemplo, ha dado lugar a un debate bastante majo en el que incluso hay quien ha querido subirse a una silla para proclamar discursos como «somos una generación que aún no ha luchado por nada, con el cuello dolorido de mirar al suelo. Ésta debe ser nuestra lucha, nuestro legado a generaciones venideras». En cualquier caso, después de tragar saliva y ponerme la mano en el pecho al leer esta arenga en favor de la cultura libre y de una revolución tecnológica en la que en el fondo estoy de acuerdo, creo que quizá a veces se confunda cultura con entretenimiento y, como Iago, que puede que también haya un lío entre el significado de «libre» y de «gratis»; pero, sobre todo, creo que para que esta revolución sea efectivamente revolucionaria y pueda triunfar hace falta conocer la visión sobre ella de alguien. Incluir a los otros que, en realidad, somos todos.

Pues sí, los creadores pero también los curritos de las industrias correspondientes deberían tener el derecho a decidir si la cultura/entretenimiento que ellos producen quieren que sea difundida gratuitamente. Cierto, el modelo de las industrias culturales y del entretenimiento está viejuno y hay que cambiarlo aunque esas industrias no quieran. Ese modelo, además, está basado en gran parte en explotar tanto a autores como a trabajadores y, cómo no, a consumidores por medio de royalties y salarios escasos para unos y precios abusivos para otros. Los primeros interesados en el cambio de modelo deberían ser esos creadores y trabajadores, aunque muchas veces no lo sean. Son muy pocos los escritores que viven de sus libros, la mayoría de los músicos sobreviven, la gente del cine, en fin… Seguramente, una nueva forma más justa y moderna de distribuir su trabajo no les cambiaría la vida económica pero quizás les diese algo más de dignidad al recuperar el control sobre su propio trabajo. Eso no es moco de pavo y debería ser el camino a seguir. Pero, ¿tienen que ir obligados? ¿El gratis total por imperativo social afecta sólo a la industria o ataca, también, a sus currantes? ¿Puede una revolución popular prescindir del pueblo? (ejem, la última pregunta tiene respuestas varias, unas enterradas en Moscú, otras en Pyongyang…). Porque, y esto es lo paradójico del caso, todos somos creadores. Parte de todo este cambio es que todos aportamos contenidos propios. Todos podemos acabar haciendo algo que genere interés y que se transmita por la Red, por las redes. Y, digo yo, todos deberíamos tener el derecho a decidir cómo queremos que se transmita, gratis, barato, caro, aunque nos podamos equivocar.

Viva la cultura libre y tal. Pero viva también la libertad de cada uno de decidir sobre su obra. No se pueden poner puertas al campo, no, pero sí se puede intentar respetar las lindes de los campos de los vecinos. De eso se trata, como casi siempre, de respeto. O eso creo yo.

Suena Libertad, Kase O Jazz Magnetism.

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Pues yo no lo tengo tan claro. Con todo esto de Megaupload, digo. La gente se ha colocado a un lado y al otro de la raya y (casi) todo el mundo tiene una opinión solidísima al respecto, a favor o en contra del cierre y la detención. Claro que ahora todo el mundo tiene opiniones solidísimas sobre todo todo el rato. Al menos todo el mundo que tiene Twitter, que de eso se trata. Volviendo al tema, yo no lo veo ni blanco ni negro. Y entiendo que no estamos hablando del cierre concreto de esa «megaconspiración», como parece que se calificaba a la cosa desde la fiscalía, lo cual lo hace, junto con la pinta de malo de tebeo que tiene Kim Schmitz, mucho más chanante. Así que como no me aclaro, me voy a hacer una lista con cosas que pienso:

· Sí creo que las leyes SOPA, Sinde y otras que están siendo regadas y están a punto de florecer por todo el mundo son ataques a Internet tal y como lo conocemos y que de ser aplicadas al pie de la letra (que para eso se hacen las leyes), este blog, por ejemplo, estaría denunciado de oficio sólo por los vídeos de YouTube. Y sí me da la sensación de que lo que se nos viene encima es eso, una guerra para acabar con deslices como Wikileaks, las revoluciones árabes, el #15M y #OWS y, en general, con eso de hablar y hacer libremente, a ver qué nos hemos creído (pasen y lean la opinión de uno que sabe más). Los profesores, que se han hartado de que hagamos ruido en clase.

· Pero también me parece atroz que, mientras un montón de gente habla de la cultura libre y el fin del copyright, personajes como el dueño de Megaupload, el tal Kim Schmitz (retratado muy bien por Espada aquí), o los de SeriesYonkis, que han sido más listos vendiendo lo suyo un día antes del Megauploadazo, se hayan forrado a costa del trabajo de unos y del esfuerzo de otros por eso de defender a base de descargas la cultura libre y gratuita.

· Tengo clarísimo que el modelo ha sido cambiado por la tecnología y su uso, aunque las industrias culturales no se quieran dar cuenta. Hace años que se veía venir lo de los discos y yo, que estaba por allí como periodista y como discográfica minúscula, tuve mi oportunidad de escribirlo. Hoy está pasando con los libros y a mí, que me pilla como escritor a punto de publicar, me sorprende la pasividad de las editoriales ante el tsunami que tienen encima.

· Creo, además, que ese cambio es bueno. Ejemplo: en España siempre se ha tenido una cultura musical… o ninguna. Desde que la música es gratis, hay muchísima más, los conciertos estuvieron llenos (ya no), los chavales escucharon otras músicas y nunca ha habido tanta variedad y calidad como hay ahora. Ni tan pocas pretensiones de tener un adosado. Lo mismo en audiovisual. Es evidente que tener más fácil acceso a la cultura o al entretenimiento nos hace más cultos, con perdón, además de que nos entretiene. Y eso hace que seamos mejores personas y mejores sociedades. Lo que no quiere decir que todo tenga que ser gratis por imperativo social, supongo.

· Pero también veo mucho argumento barato del otro lado y mucha, muchísima gente que se ha acostumbrado a ver series y películas sin poner un florín y que, cuando toca ponerlo, no lo ponen. Sí, hay mucho y mucha con mucho tiempo libre para verse todos los capítulos de todas las series existentes y encima pensar que por eso es un tío o una tía cultivada. Y mucha gente que se permite poner a caer de un burro a todos los músicos, cienastas y demás diciendo barbaridades como «que vivan de los conciertos». También hay mucho progre 2.0, mucho indignazi que no tiene ni puta idea de lo que siginifica la palabra libertad de expresión aunque la usa a boca llena. Porque muchos de los que defienden Megaupload como parte de su defensa de la libertad de expresión organizaron un boicot contra El Corte Inglés porque vendía un libro que decía cómo curar la homosexualidad. Es decir, se puede cerrar El Corte Inglés si el contenido no nos gusta, pero que a nadie se le ocurra siquiera criticar a Megaupload.

· Claro que argumentos pobres en este tema hay como para colapsar el servidor de Rapidshare. Los de la industria y los autores son hasta divertidos, sobre todo por ver cómo los esclavos defienden al amo y a su modelo de negocio. Sorprende, por el otro lado, que gente con criterio resbale tanto. Wu Ming 2, por ejemplo, en una entrevista en Jot Down sostiene que ellos venden sus libros físicos precisamente por eso, porque son objetos (publicados, por cierto, por un gigante editorial) pero que los dan gratis online porque son narraciones creadas a partir del colectivo, de las experiencias comunes. Una teoría muy bonita si no dijese a continuación que su (estupendo) colectivo de escritores está pensando en formatos que aprovechen todas las posibilidades digitales y que cuando tengan eso listo, sí lo cobrarían; porque el trabajo del programador tiene su precio. Como si fuese distinto el trabajo del programador, como si su conocimiento no viniese de una experiencia colectiva común.

· Creo que el modelo ha cambiado pero lo mismo que la industria no ha sabido acostumbrarse a ello tampoco hemos sido capaces los que consumimos productos culturales, o sea, todos. Porque siempre se dice que lo del pirateo es inevitable porque no hay manera de ver pelis y series pagando. Y si la hay, desde AppleTv a Filmin. Lo mismo con la música. Spotify es el sueño del usuario y resulta que el usuario no está dispuesto a pagar diez miserables euros al mes por tener casi toda la música del mundo.

· Aunque, ¿está cambiando el modelo de verdad? Spotify son los mismos perros con distinto collar, las disqueras al poder y un porcentaje misreable de los beneficios de cada escuha al autor. La misma mierda. Pero eso, al que defiende la cultura libre, la cultura que generalmente producen otros, le tira del nabo.

No sé, me parece todo la mar de complicado y, como se ve, estoy confundido. Me podría tirar un par de horas más expresando mis dudas a todos los respectos pero me apetece irme al cine con la chica que me hace sonreír. Lo único que tengo claro es que, como en la mayoría de los casos, la razón no está ni en uno ni en otro extremo sino en alguna parte entre ambos. El copyright tal y como lo conocemos tiene que cambiar, y mucho. Pero también hay que valorar, volver a valorar, la creación y a los creadores al menos lo mismo que valoramos la tecnología y a los que la programan.

Dicho lo cual, sólo me quedan dos buenos deseos para acabar el texto: al FBI que le den mucho por el culo. Y a Kim Schmitz también.

Suena Walkin’ With Jesus, de Spacemen 3 (buena entrevista con Sonic Boom en el Ruta66).

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