Uno lee noticias como ésta que recoge hoy El País y se le vienen muchas imágenes cómicas a la cabeza. A saber: las grandes petroleras del mundo están metidas en una carrera a codazos por explotar yacimientos de petróleo y gas en el Ártico a los que ahora se puede acceder debido al calentamiento provocado, entre otras cosas, por la quema de combustibles fósiles como el petróleo y el gas por parte de las grandes petroleras. O sea, que ya es primavera en la costa oeste de Groenlandia por cortesía de una civilización basada en el uso de los hidrocarburos y a esta civilización no se le ocurre otra cosa que, en vez de cambiar de energía, ir a ver si acaba: a) con los pocos hidrocarburos que quedan y b) con el frío que pueda quedar allá. Pues vaya civilización, ¿no’
Y decía lo de las imágenes cómicas al principio porque es como un gol en propia meta decisivo y torpe, como un tiro en el pie de un pistolero en prácticas o como una bomba marca ACME preparada por el Coyote para atrapar al Correcaminos que acaba estallándole en los morros. Todo muy gracioso si no eres el equipo perdedor, el pistolero en prácticas o el Coyote. Que es lo que somos nosotros.
Suena Esta noche me voy a bailar, de Los Coyotes(¡sin entrada en la Wikipedia!).
La imagen la he encontrado aquí pero los derechos deben ser de allí. Y la entrada también se puede leer acá.
Ninguna de las diez noticias más leídas en ElMundo.es y ElPais.es tiene que ver con Pakistán. Tampoco se han inundado los informativos con ríos de vídeos solidarios y emotivos. Ni han surgido por generación espontánea acciones de todo tipo y condición destinadas a recaudar dinero para el país. Esta vez no es culpa de los medios sino de todos, del desinterés general ante la noticia. La ONU no sabe qué hacer para conseguir pasta y nadie, ni gobiernos, ni instituciones, ni ONG, ni ciudadanos, parece dispuesto a levantarse de la siesta por cuatro gotas.
Bien, pues sentimos interrumpir las vacaciones del personal pero en Pakistán ya han muerto casi 2.000 personas. Ah, que la cifra de muertos no es muy alta. ¿Qué tal dos millones de personas que se han quedado sin hogar? ¿Nada? Bueno, pues probemos con 3,5 millones de niños en peligro de contraer enfermedades mortales. ¿Tampoco? Vaya, pues nada, supongo que 20 millones de afectados por el asunto será moco de pavo.
Hay varios motivos que pueden tener que ver con este pasotismo generalizado ante una catástrofe de las gordas. Los menciona casi todos David Jiménez, ese estupendo corresponsal que tiene El Mundo en Asia en este artículo llamado La tempestad y la indiferencia. Pueden ser las vacaciones, claro. Aquí no hay nadie y en las playas sólo escandalizan los precios de las paellas del chiringuito. También es verdad que una inundación conmueve menos que un terremoto, por poner el buen ejemplo de Haití. Y que 1.600 son pocos muertos comparados con los cientos de miles del tsunami.
Pero es que, además, la solidaridad es un ejercicio muy humano y, como tal, caprichoso de narices. Y resulta que Pakistán es, a nuestro occidental entender, un nido de islamistas radicales, cantera de terroristas, fábrica de armas nucleares, cuna de conflictos con la India por un pedazo de tierra… Tengámoslo claro, nuestro despiste, el pasotismo general y algún que otro quesejodan viene también de todas las cosas malas que pensamos que sabemos de Pakistán. Que no es lo mismo ayudar a un negrito que nunca ha tenido nada y que, quizás por eso, no ha hecho nunca nada malo a nadie (Haití) que dar la mano a un hindú que peleó por dejar de serlo y luego se dedicó a recitar el Corán en una madraza hasta que le salieron coches bomba por las orejas (Pakistán).
Lo de Pakistán, como lo del tsunami, es, a decir de muchos científicos y gentes que saben más que yo, una pequeña muestra de lo que se nos viene encima. Desastres naturales que provocan desplazamientos de millones de personas cambiando para siempre las formas de vida no sólo de los epicentros, sino de los lugares de recepción. Nuestra reacción ante estos sucesos también vale de modelo para lo que pasará después. A veces nos sentiremos solidarios pero cada vez menos y no con todo el mundo. La solidaridad tiene derecho de admisión, como las discotecas. Y eso no ayuda a generar distensión.
Por no hablar de lo que pasará si un día nos pasa algo así a nosotros. Imaginemos que se inunda España y hay 20 millones de desplazados que vamos, es un poner, a Marruecos. Y ahí nos quedamos, con la mano en el aire sin que nadie nos la coja porque somos esos blanquitos que con la Biblia en un sobaco y las obras completas de Friedman en la cartera invadimos Afganistán e Irak, cerramos nuestras fronteras a los trabajadores honrados, nos negamos construir mezqu¡tas en la Zona Cero y sopoticientas barrabasadas más que no me caben en ese texto. Ah, que tú no has hecho nada de eso. Pues tampoco los de la foto y otros millones más. Y ahí están. Esperando a que alguien les eche un mano.
El otro día, viendo a Teenage Fanclub en Campohermoso, en el Playmusic, tuve un deja vu. Bueno, en realidad no es exactamente eso pero el nombre me viene al pelo para hacerme el ingenioso y el cultureta musical. El caso es que viendo a esos cinco escoceses cantar y tocar como si estuviesen recién salidos (o entrados) del pub me sentí como si estuviese viendo a Buffalo Springfield o a Crosby, Stills, Nash & Young o al mismísimo tío Neil a secas. Menos country y más pop pero con talento similar para las melodías y las armonías vocales, las guitarras con las justas estridencias y esa pinta de ir tan sólo a pasar un buen rato tocando canciones bonitas. ¿Tan sólo?
Teeenage Fanclub, Neil Jung (por si quedaba alguna duda).
Por cierto, y aquí va la típica apreciación para hacerme el listo, es curioso cómo a medida que crecen los del club de fans adolescente se parecen a los primeros y jóvenes grupos y canciones de Neil Young y cómo cuando eran jóvenes sonaban más al joven Neil crecidito. Será que el canadiense está hecho un chaval. Por cierto también, y aquí va el típico recuerdo personal para hacerme el interesante, creo que es la segunda vez que veo a Teenage Fanclub. La primera, de eso estoy seguro, fue antes del primer concierto de Nirvana en Madrid. Recuerdo que hicieron un ruido bien ruidoso y que le dieron al acople cosa fina. Y que tocaban bastante mejor que Cobain y compañía. Pero eso qué coño importa… Pues eso.
Antes, los medios presuntamente progresistas y pacifistas habrían tratado como a un personaje valiente y respetable a un tipo que, también presuntamente, ha tenido los santos cojones de desobedecer toda la cadena de mando del ejército norteamericano para filtrar unos documentos que indican la mierda que se está haciendo en Afganistán no por hacerse famosete sino con un interés bastante razonable: «Espero que haya una gran discusión mundial, debates, reformas. Si no es así, estamos condenados como especie». Ahora lo tratan como a un chalado.