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Archive for marzo 2010

Llego tarde pero seguro que llego. Las grandes estrellas son, o deberían ser, las que iluminan a otros para que hagan cosas. Como la estrella polar que guiaba a los Reyes Magos, por poner un ejemplo de cabalgata. Así, en términos musicales, una estrella no es Robbie Williams o Lady Gaga o David Bisbal, aunque los conozca todo quisque, sino que estrellas son la Velvet, los Stooges o Alex Chilton. Sé que no se considera excatamente así y que la muerte de Chilton la semana pasada no rascó ningun minuto de tele ni muchas páginas de periódicos (prefiero no imaginar la muerte de Bisbal y la lata que darían), pero ya ves tú lo que me importa.

A Alex Chilton no lo conocía ni el Tato y, sin embargo, todos lo habíamos oído. Porque era de esos que hacen cosas que provocan que otros hagan cosas. No soy, ni muchísimo menos, un chiltonólogo pero escucho muy a menudo#1 y Radio City, los primeros discos de Big Star que tengo en una edición en un solo CD. Musicón que inspiró otras buenas músicas como éstas que vienen. No es que las canciones sean calcos, ni mucho menos, pero uno puede catar el aroma de Chilton al oírlas como los que saben de vino son capaces de pillar el olor de los frutos podridos y de un puro apagado en una copa de vino del Bierzo. O algo así.

Big Star, Ballad Of El Goodo.

Teenage Fanclub, Hang On (de un disco que se llamaba Thirteen, como una canción de Big Star).

Big Star, September Gurls.

The Lemonheads, It’s A Shame About Ray (dios mío, perdóname por comparar a Chilton con este pájaro).

Big Star, When My Baby’s Beside Me.

Wilco, Wilco.


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Me cuesta un poco ver la parte positiva de algunos hechos, no soy como Violaine. Incluso me cuesta ver los propios hechos, de tan poco que los tratan los medios de comunicación. Como casi nadie sabe, se está celebrando en Doha, Qatar, la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES). Quizás alguien se haya enterado porque allí se discutía la conveniencia de prohibir el comercio de aún rojo. Finalmente, ganó la conveniencia de países como Japón y España, dos extremos de ese comercio, y perdió la conveniencia de la naturaleza, en general, y de los atunes, en concreto,  otra especie que se quedará para los documentales por la gula del personal.

Siendo mala esa noticia, lo peor es que no es la única. En lo que llevamos de Convención, ya tenemos una negativa a las restricciones del comercio de coral rojo (se ve que es el color de moda… hasta que lo acabemos) y un no muy grande a la protección del tiburón martillo. Vale, bien, es verdad que los países reunidos en CITES han decidido seguir con la prohibición del comercio de marfil y, por tanto, protegiendo a los elefantes. Mi parte positiva me dice que esa noticia no está mal pero mi parte negativa me acaba revelando la verdad: total, para el caso que se hace…

Con todo, lo más dramático no son las decisiones en sí sino lo poco que nos preocupan estas cosas. Aquí se debate prohibir las corridas de toros en Cataluña. Se anuncia y se moviliza para que se apague la luz una hora el próximo sábado. Se produce indignación sobre un documental pagado con dinero público que denuncia la corrupción urbanística y sus consecuencias medioambientales. Y se hace todo eso con un trozo de atún deshaciéndose entre los molares. Y choteándose del pesado que sugiere que pedir la comida en un restaurante puede ser un acto de responsabilidad o irresponsabilidad como detener u ordenar un vertido de productos tóxicos al mar.

Por eso, uno se acuerda del letrero que daba la malvenida a las puertas del infierno de Dante cuando ve este panorama. Insisto, lo malo no es que los gobiernos del mundo tomen este tipo de decisiones. Lo dramático es que nos la trae flojísima.

Suena Black Math Horseman, Torment Of The Metals.

La imagen es una de las ilustraciones de William Blake a La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Y esta entrada aparece también en ¿Y por qué no…?

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Ayer John Carlin hablaba en El País de el miedo que nos venden, y compramos, en una tribuna llamada La edad del miedo. Citaba sin parar Carlin a John Adams, «profesor emérito de University College London, ha dedicado su vida a estudiar el fenómeno del riesgo y a asesorar a Gobiernos y empresas sobre el tema», y sugería, porque lo sugiere Adams, que nuestra propensión a creernos esos miedos que nos meten en el cuerpo se debe a la prosperidad. El artículo de Carlin hablaba de miedos como el de las vacas locas, los cerdos apestados o las aves griposas. Hablaba del miedo al islamismo radical y del miedo a fumar de forma pasiva, del terror al teléfono mócil y sus conscuencias en la salud y del pavor a tener un vecino pedófilo. Comentaba todo eso pero lo que de verdad le ocupaba unos párrafos era el miedo al cambio climático. Decía Carlin que la cosa se ha convertido en una creencia, una opción de fe. Y, por lo que escribía y citaba del tal Adams, él no cree que exista tal cosa ni que sea provocada por el hombre.

Días antes, en el mismo periódico, también se hablaba del miedo y se relacionaba tal cosa con la ausencia de democracia en muchos países en desarrollo. Decía un estupendo reportaje de Andrea Rizzi que las clases medias están multiplicándose y que, en cambio, no está sucediendo lo mismo con las democracias; que hay más burgueses que nunca pero que a éstos les importan menos sus libertades que sus comodidades. Una excelente foto de cómo están las cosas hoy en día.

Ambos textos enfocan la misma causa a partir de síntomas muy diferentes y, por eso, sugieren distintos tratamientos del mal en cuestión. Sin entrar a discutir las opiniones de Carlin sobre lo del clima y las cosas que dice de Al Gore -como si fuese Al Gore el que se inventó todo esto-, me tiene un poco perplejo que el mismo tío que ha escrito ese cojonudo libro, El factor humano, cuyo tema es la capacidad del hombre de generar cambios, venga a sostener en su texto de ayer que el escepticismo es la mejor receta para superar el miedo y, por tanto, para desenvolverse en estos tiempos. La duda es necesaria pero la duda como forma de vida lleva a la inacción y la inacción lleva al conformismo. Lo mismo que el miedo. Hay que dudar de todo pero luego hay que informarse, reflexionar y actuar en consecuencia. Eso es ser valiente.

Dicho de otro modo: no creerse nada o, mejor dicho, no hacer esos ejercicios de dudar, reflexionar y actuar, es una forma muy fácil pero también muy peligrosa de gestionar los miedos. De disimularlos. Es creerse intocable y convertirse en irresponsable. Como en esa cita tan socorrida de Martin Niemöller (que no de Brecht): «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata, etc». No creerse nada es pensar que las cosas no van con uno, es ponerse las anteojeras. No creerse nada es lo contrario, aunque parezca que no, de dudar de todo.

Seguramente, esas clases medias de las que habla Andrea Rizzi en su reportaje no se quieran creer lo que hacen sus gobiernos dictatoriales, como no se lo quisieron creer las clases medias argentinas o chilenas en su momento. Ésa es su forma de protegerse del miedo a la verdad, que les llevaría a un conflicto ético, porque entonces sí deberían actuar. En nuestro caso, que lo de la democracia lo tenemos más o menos solucionado (muy de aquella manera, pero eso es otro tema), aplicamos esa forma de actuar a otros hechos. Lo del medio ambiente es un ejemplo. Digan lo que digan Carlin, Adams y otros, la forma en que el hombre utiliza los recursos naturales está provocando cambios negativos en el entorno. Podemos hacer que no nos enteramos o creer que porque unos emails dijesen nosequé es todo mentira o media verdad. O podemos actuar al respecto. Y cambiar las cosas.

No es imposible. Nelson Mandela logró un cambio improbable, consiguió reconciliar a un país dividido entre blancos y negros, verdugos y víctimas. Lo hizo sólo una persona, una persona que no tuvo miedo, que dudó, que analizó y que actuó. Lo sé porque se lo he leído a John Carlin.

Suena Tienes miedo, de TDK en versión de Desekilibrio (qué poquito de TDK hay en YouTube, qué pena).

La foto es de aquí. Este texto y otros, en ¿Y por qué no…?

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… pero podría ir mejor.

Uno ha estado unos días fuera y se ha encontrado con España en su estado natural, discutiendo por cosas serias que nos preocupan a todos y que no afectan a nadie. La tele también sigue bien, gracias, pero de todos modos he pensado que igual podrían aceptar algunas ideas para adaptar su programación a los tiempos que corren. Aquí van las mías:

· Liberad a Willy. Al estilo de los realities de aventura, dejamos a Willy Toledo en una isla desierta, a ser posible del Caribe, ejerciendo su derecho a la huelga de hambre. Si quiere seguir con ella, tendrá que pasar pruebas muy duras como estar un par de días sin citar a Celaya o Galeano.

· No te rías que es Bosé. Al estilo del mítico programa de Marianico el Corto, el señor Barragán y demás ases del humor, pero con Miguel Bosé. Los concursantes tienen que enfrentarse a las opiniones del cantante sobre temas de rabiosa actualidad (Orlando Zapata, manteros, los toros…) y aguantarse la risa. Las siguientes temporadas se podrían hacer con otros intelectuales como Herman Tertsch o Juan Manuel de Prada.

· Usted tiene una pregunta para mí. Como Tengo una pregunta para usted pero al revés. O sea, va Zapatero (o Rajoy o Gaspar Bin Laden) al plató y se pone a hacer preguntas al público. Seguro que las respuestas son mucho más divertidas y que sube la audiencia, por eso de los insultos.

· 69 segundos. Como el de los 59 pero con diez segundos más para cada orador. A cambio, una vez pasado el tiempo, el micrófono sube, en vez de bajar, hasta trepanar por vía nasal el cerebro del opinante. Que basta ya de decir gilipolleces y a ver si nos ponemos a hacer algo.

Suena Eskorbuto, Maldito país.

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Fuera de foco es la serie de entrevistas que (ya no) hago cada mes para la revista Calle 20. Se trata de presentar y retratar a personajes importantes para la culturilla joven en España. Importantes pero no famosos. Es enfocar a los que suelen estar fuera de los focos. Porque se lo merecen, qué coño. En este caso, la foto estupenda es del estupendo fotero José Morraja. Esta entrevista fue hecha hace un año, antes del Primavera Sound 2009, por eso sale el tío Neil.

“Sólo desconecto de la música con la telebasura”

Como el metal conduce la electricidad, Abel Suárez conduce la música. Lleva 16 años trabajando para la promotora Murmurtown donde, entre otras cosas, contrata para el Primavera Sound. Además, es un clásico de las cabinas de Barcelona, residente y programador del Nitsa y editor musical de la revista Vice.

Di la verdad, hay nombres del cartel del Primavera que os inventáis…

Intentamos que existan antes de contratarlos pero el año pasado All Tomorrow Parties programó un grupo noruego que no conocíamos ni uno.

¿Habéis pensado en dar un premio al que vea todos los conciertos?

Tendría que clonarse. Hay gente que se queja pero es mejor perderte algo porque estás viendo otra cosa interesante que aburrirte.

Ahora que viene Neil Young, ¿los sueños que te quedan por cumplir pasan por la reencarnación?

Sí. Me gustaría ver a los Beatles. Y a los Beach Boys con Brian Wilson, que igual de imposible.

¿Sabe ZP que la los festivales es la única industria que funciona en España?

No creo. De todos modos, puede que otros años pareciese que nos íbamos a las Bahamas de vacaciones pero no. Es un sector duro. Este año han caído casi diez.

Los programadores apoyáis las descargas gratuitas, supongo.

No las voy a defender pero, desde que existen, va más gente a los conciertos. Ahora el cliente ve el cartel y se baja los discos o consulta Internet y así amplía su cultura musical.

¿Debería haber un Día Mundial del Momento en que se Pudo Pinchar Rock en los Garitos?

Una sesión de electrónica sola puede llegar a ser un rollo. Fue un soplo de aire fresco cuando 2 Many DJ’s empezaron a poner rock en discotecas.

¿Qué es lo más raro que has visto en una cabina? ¿Un DJ sobrio?

Lo de la sobriedad, difícil. Lo más raro fue ver cómo Jack Tennis se comió un bocata de Nocilla hecho por su madre a las seis de la mañana en un club de Berlín.

¿Tú opinión sobre los virtuosos de los platos se parece a tu opinión sobre Joe Satriani?

Me gustan casi lo mismo. Los que vienen del hip hop, tipo QBert, me van más, pero Richie Hawtin y compañía no me llaman la atención. La técnica es sólo un 10%.

Lo de tocar los botoncitos todo el rato es disimule, ¿no?

Hay que ecualizar pero también hay mucho de performance. Hay que dar espectáculo.

Frank Zappa dijo eso de “hablar sobre música es como bailar sobre arquitectura”, ¿no te cansas de bailar?

No desconecto, la verdad. Si me voy de fin de semana me llevo el iPod y sigo escuchando música. Si acaso, me pongo un poco de telebasura y con eso si me pierdo.


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