España es un país maldito, porque la gente no tiene ningún sentido cívico, de pertenecer a una colectividad, para intentar lo mejor para todos. Y no es por deformación del franquismo y de tantos años de dictadura: eso lo llevamos en las entrañas los españoles».
¿Te imaginas que ganas mil millones a la lotería? Nunca he sido capaz de hacerlo, como que esa cifra me pilla lejos. ¿Te imaginas que España gana un Mundial? Pues tampoco, nunca lo he podido visualizar. De Argentina 78 tengo un recuerdo casi fugaz pero en el 82 ya estuve allí, en el campo, incluso. Desde entonces, han pasado todos los mundiales como todos los gordos de la lotería, tocándoles a otros y alejando cada vez más la copa de mi imaginación. Pues ya no. Ya no me lo tengo que imaginar, ahora tengo que hacer el esfuerzo de asumir que es verdad. Que ha ocurrido.
Creo que después de este Mundial, de cómo se ha vivido, no debe hacer falta explicar qué coño es esto. Pero, por si acaso, allá voy con mi versión. Es algo así como lo que le explicaba un curtido Delta Force a un pipiolo ranger en aquélla de Ridley Scott, Black Hawk Down, volviendo a la base tras haber salvado el culo de una ensalada de tiros. «Esto no lo hacemos por la patria ni por la bandera, lo hacemos por el que tenemos al lado». Sin ánimo de comparar el Campeonato del Mundo de Sudáfrica con una invasión de paz en Somalia, el sentimiento es el mismo. El planeta entero se para durante un mes para ver qué pasa finalmente con el balón y lo que ha pasado es que un tal Iniesta lo ha metido en la portería holandesa y, por eso, un país entero está compartiendo una felicidad sana y sincera. De eso se trata. De compartir la alegría.
Hace cuatro años, decidí que mi casa sería sede oficiosa de la FIFA y convoqué a los amigos a ver el Mundial. Caímos, como siempre hasta hace poco, pero insití en la Eurocopa. Y ganamos. Y hemos vuelto a ganar. Han ganado Iniesta, Xavi, Villa, Casillas, Llorente, Javi Martínez (dos del Athletic campeones del Mundo, qué grande)… Hemos ganado Nacho, Magdalena y Lorenzo, Mark, Cristina, Matías y Patu, Berni, Ali, Naiara y Uri, Marga, Joaquín, Javi, Guille, Fredy, Ángel, Juan, Esteban, Carlota y todos los que han pasado por la sede este Mundial. Hemos ganado todos los chalados que luego nos echamos a la calle.
Hace dos años me agarré una cogorza de campeonato (de Europa) y, con una resaca comparable, deseé lo mismo para hoy. Se cumplió. Ahora tenemos una estrella en la camiseta y, modestia aparte, nos queda de puta madre.
Suena The XX, Stars. La canción no es la alegría de la huerta. Yo sí.
Me cuesta un poco ver la parte positiva de algunos hechos, no soy como Violaine. Incluso me cuesta ver los propios hechos, de tan poco que los tratan los medios de comunicación. Como casi nadie sabe, se está celebrando en Doha, Qatar, la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES). Quizás alguien se haya enterado porque allí se discutía la conveniencia de prohibir el comercio de aún rojo. Finalmente, ganó la conveniencia de países como Japón y España, dos extremos de ese comercio, y perdió la conveniencia de la naturaleza, en general, y de los atunes, en concreto, otra especie que se quedará para los documentales por la gula del personal.
Por eso, uno se acuerda del letrero que daba la malvenida a las puertas del infierno de Dante cuando ve este panorama. Insisto, lo malo no es que los gobiernos del mundo tomen este tipo de decisiones. Lo dramático es que nos la trae flojísima.
Uno ha estado unos días fuera y se ha encontrado con España en su estado natural, discutiendo por cosas serias que nos preocupan a todos y que no afectan a nadie. La tele también sigue bien, gracias, pero de todos modos he pensado que igual podrían aceptar algunas ideas para adaptar su programación a los tiempos que corren. Aquí van las mías:
· Liberad a Willy. Al estilo de los realities de aventura, dejamos a Willy Toledo en una isla desierta, a ser posible del Caribe, ejerciendo su derecho a la huelga de hambre. Si quiere seguir con ella, tendrá que pasar pruebas muy duras como estar un par de días sin citar a Celaya o Galeano.
· No te rías que es Bosé. Al estilo del mítico programa de Marianico el Corto, el señor Barragán y demás ases del humor, pero con Miguel Bosé. Los concursantes tienen que enfrentarse a las opiniones del cantante sobre temas de rabiosa actualidad (Orlando Zapata, manteros, los toros…) y aguantarse la risa. Las siguientes temporadas se podrían hacer con otros intelectuales como Herman Tertsch o Juan Manuel de Prada.
· Usted tiene una pregunta para mí. Como Tengo una pregunta para usted pero al revés. O sea, va Zapatero (o Rajoy o Gaspar Bin Laden) al plató y se pone a hacer preguntas al público. Seguro que las respuestas son mucho más divertidas y que sube la audiencia, por eso de los insultos.
· 69 segundos. Como el de los 59 pero con diez segundos más para cada orador. A cambio, una vez pasado el tiempo, el micrófono sube, en vez de bajar, hasta trepanar por vía nasal el cerebro del opinante. Que basta ya de decir gilipolleces y a ver si nos ponemos a hacer algo.
… que todo el tiempo y el papel que están gastando los medios en decir si Cospedal ha dicho tal y Barreda ha dicho cual sobre el almacén nuclear lo invirtiesen en informar de forma seria y responsable sobre la energía nuclear. Sería la polla que el «debate político» fuese realmente un debate y se ocupase de la política y estuviésemos viviendo un diálogo entre nuestros representantes (y, sería de coña, nosotros los representados) sobre la conveniencia y necesidad (o no) de lo nuclear. Sería la hostia que, antes de empezar a hablar de medio ambiente, nos quitasemos de encima toda la contaminación que emiten los intereses de partido, los apriorismos y simplificaciones y la tendencia a informar sólo de lo que dicen los políticos y no de lo que pasa o de lo que debería pasar. Sería la leche pero no sería España.
… lo que hace falta es más papel para la investigación. Más inversión en innovación para que la sociedad se construya pensando en el futuro sostenible (el único posible). Hace falta eso y una piedra para los políticos.
Suelen ser curiosos son los cuadros estadísticos semanales que publica The Economist pero el de esta semana tiene guasa. Se trata de medir la confianza, admiración, respeto y orgullo de los ciudadanos por sus naciones. Son 33 países y una valoración sobre 100. Australia es la primera con cerca de 90. Vale. Canadá, no se sabe cuál de las dos, va inmediatamente después. Bueno. Singapur, tan chiquitín, es quinto. Mira. Pero es que España está bien arriba, la novena, casi como Francia y dos puestos por delante de Estados Unidos. Anda. No sabía yo que íbamos tan bien de confianza, admiración, respeto y orgullo por nuestro país. ¿O es que la encuesta era sólo sobre gastronomía?
Suena una canción llena de confianza, admiración, respeto y orgullo por España: Maldito país, de Eskorbuto.
Sacó el Economist hace un par de días un informe sobre la cosa económica en España, el crecimiento exitoso de las últimas décadas, el parón de ahora, los méritos de Zapatero, sus deméritos, sus retos y su mala política (y diplomacia) exterior. El texto se llama After the fiesta, es bastante certero y equilibrado y se puede leer pinchando aquí. Está en inglés, eso sí, por esa manía que tienen allí de escribir en su idioma. Yo, de todo el parrafeo, me quedo con esto:
La clave estará en si el presidente da los pasos necesarios para hacer la recesión tan corta y suave como sea posible. Esto incluye reformas estructurales, especialmente en el mercado de trabajo, para arreglar la creciente pérdida de competitividad española. El país ya no es un lugar barato para hacer negocio y sus trabajadores no son especialmente productivos».
Coño, los del Economist se han dado cuenta de que los trabajadores españoles no somos especialmente productivos. Me pregunto por qué será. A ver si alguien que pase por aquí me puede ayudar.