Llego tarde pero seguro que llego. Las grandes estrellas son, o deberían ser, las que iluminan a otros para que hagan cosas. Como la estrella polar que guiaba a los Reyes Magos, por poner un ejemplo de cabalgata. Así, en términos musicales, una estrella no es Robbie Williams o Lady Gaga o David Bisbal, aunque los conozca todo quisque, sino que estrellas son la Velvet, los Stooges o Alex Chilton. Sé que no se considera excatamente así y que la muerte de Chilton la semana pasada no rascó ningun minuto de tele ni muchas páginas de periódicos (prefiero no imaginar la muerte de Bisbal y la lata que darían), pero ya ves tú lo que me importa.
A Alex Chilton no lo conocía ni el Tato y, sin embargo, todos lo habíamos oído. Porque era de esos que hacen cosas que provocan que otros hagan cosas. No soy, ni muchísimo menos, un chiltonólogo pero escucho muy a menudo#1 y Radio City, los primeros discos de Big Star que tengo en una edición en un solo CD. Musicón que inspiró otras buenas músicas como éstas que vienen. No es que las canciones sean calcos, ni mucho menos, pero uno puede catar el aroma de Chilton al oírlas como los que saben de vino son capaces de pillar el olor de los frutos podridos y de un puro apagado en una copa de vino del Bierzo. O algo así.
Big Star, Ballad Of El Goodo.
Teenage Fanclub, Hang On (de un disco que se llamaba Thirteen, como una canción de Big Star).
Big Star, September Gurls.
The Lemonheads, It’s A Shame About Ray (dios mío, perdóname por comparar a Chilton con este pájaro).
Big Star, When My Baby’s Beside Me.
Wilco, Wilco.
Deja una respuesta