El otro día estaba tomando un helado con mi sobrina Sol y con su madre y mi hermana, Paloma. Sol, que estaba parlanchina, me contaba una historia de una amiga y decía algo sobre «inventarse la verdad». No sé si Sol es consciente, pero creo que en ese momento dio en el clavo sobre el trabajo del escritor, al menos del de ficción.
Escribir una novela es inventarse la verdad.
(Supongo que escribir ensayo será, simplemente, contarla, pero prefiero esperar a que me lo explique Sol).
La vida tiene estas cosas. Un día tomas una decisión de volver a usar la bici para moverte por tu ciudad y (no muchos) años más tarde acabas publicando un libro sobre el asunto. En efecto, desde hace semana y pico está en las librerías Biciosos, ¿por qué vamos en bici? y otras preguntas que te haces cuando vas a pedales, que ha tenido a bien publicar (y ha editado estupendamente) la editorial Debate.
Creo que fue hace más o menos doce meses cuando me sentaba con Miguel para hablar de esto. A él le parecía buena idea hacer un libro sobre el uso urbano de la bici y a mí, que le escuchaba, me lo pareció también. Él es un hombre que va en bici y edita libros y yo un tipo que escribe y va en bici. Así que todo cuadraba perfectamente. Sólo quedaba un pequeño problema, ponerse a ello. Como se puede ver por el caso que le hago a este blog, ando liado con millones de cosas. La vida está cara y ganársela dá mucho trabajo. Así que escribir un libro y tener una fecha de entrega era lo mejor que me podía pasar. Esto, que puede sonar a ironía, no lo ha acabado siendo tanto. Me he divertido, he aprendido y he sufrido también, que eso de tener otra cosa más que hacer da mucho estrés, aunque decidas posponerla. Digamos que he pasado un añito agitado, agitador y agitante (si es que esta palabra existe). Pero gracias a eso no sólo he parido este librito del que ahora estoy orgulloso de narices, sino que me he metido en un proceso de conocimiento interior la mar de interesante. Pero como es interior, se queda aquí dentro. Al lado de mis calzoncillos.
Lo mejor de todo es que la bici me ha dado mucho más que este libro. Una decisión como la de volver a coger la bici, en principio poco relevante para grandes transformaciones personales, a mí sí me ha ayudado a transformarme. O a evolucionar, al menos. Ir en bici te acerca a ti mismo, al yo del que uno se va alejando cuando se mete en coches o metros y deja de moverse por sus propios medios. Ir en bici, creo que ya lo he dicho por aquí, me da buen rollo y, esto lo cuento en el libro, me hizo reencontrarme con Noemí. Ir en bici me ha centrado más en lo que quiero ser y no en lo que tengo que hacer y por eso estoy encantado de compartir un par de centenares de páginas con toda persona que lea el libro. Como hace la torta que no escribbo en el blog, creo que hasta se me ha olvidado cómo se hace y siento que me estoy liando y expresando fatal. Pero en el libro no se me dá tan mal, en serio.