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Archive for the ‘Cambio’ Category

el-efecto-carmena

No tengo muchas ganas de escribir, la verdad. Es Nochebuena y estoy leyendo con mucha tranquilidad y bastante emoción el  libro de Roberto Bécares, El efecto Carmena, editado por Libros.com. Como lo cuenta él muy bien, no tiene sentido que le dedique yo mucho más tiempo y sí que recomiende su lectura: lo que viene del 15M al 24M, el municipalismo, las ciudades del cambio, Manuela (vibrante el capítulo en el que narra su decisión de presentarse), la campaña ciudadana Madrid con Manuela…

Sólo he vuelto por aquí para recordar(me) que por fin hemos acabado de demostrarnos que la política no es un desastre natural sino la forma de organizar el bien común en la que nosotros es el único sujeto posible. Seguimos.

Suena el Manuela del incomparable Pedro Perles.

 

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El otro día unos amigos que viven fuera de España me contaron que se enteraron de la muerte de un íntimo a través de un grupo de WhatsApp.

Gente, tenemos que hablar.

Suena Saetas en el aire, de Le Parody.

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fans en www.laopcionb.com

Hoy, que es la jornada esta tonta de reflexión —como si no reflexionásemos todos los días— me he acordado de un momento muy representativo de todo esto de la fiesta de la democracia. El otro día, hace dos semanas, estaba viendo en la tele el programa Ochéntame otra vez, en el que curra un amigo, Luis Felipe. Aquel día estaba dedicado al fenómeno fan de los 80, sacando míticos momentos de Los Pecos, Pedro Marín, Iván y compañía. El caso es que, en plena exaltación del calentador, el grito romanticón y la canción aguda, TVE interrumpió su programación sin avisar para meter a capón lo que en ese momento consideraro necesario.

El motivo fue el inicio de la campaña electoral —como si no estuviésemos en campaña electoral todos los días— que nos ha traído hoy a reflexionar. Y la cosa empezó a tope con una conexión con el discursito torpe de Arias Cañete, al que además le pilló con el pie cambiado el aviso de la conexión en directo. Pero todo daba igual porque sus fans estaban como locos, aplaudiendo, agitando banderas, gritando su nombre y el de su grupo. Luego pasaron a la Valenciano y la cosa fue más o menos igual, con histeria desatada entre sus seguidores. Y luego IU, y lo mismo. O sea, que interrumpían un programa en el que uno veía con asombro pero cierta simpatía a la adolescencia ochentera perder los papeles antes las aflautadas canciones de Los Pecos o las contorsiones de Pedro Marín para conectar en directo con eventos en los que uno podía ver con aún más asombro y algo de asquete a gente no tan joven perdiendo el norte de manera similar ante los candidatos del régimen a las europeas.

Y el caso es que esto no lo entiendo —como si entendiese algo alguna vez—. Puedo comprender que los fans de los 80 perdiesen la chaveta, puedo llegar a empatizar con un sentimiento amoros al ver la melena del rubio de Los Pecos, puedo sentir algo de cariño hacia las caderas de Pedro Marín y hasta puedo ponerme en el lugar de alguien que disfruta como un orgasmo la melodía de Háblame de ti. Pero no me cabe en la cabezota lo de los fans de los partidos. ¿Cómo coño puedes volverte loco ante el porte de Cañete o Valenciano? ¿Cómo cojones explicas que te llene de histeria y satisfacción el discurso de estos dos o de Rosa Díez o de Mas o de Lara? ¿De qué coño te alegras si gana uno de éstos?

Suena Mal español, de Love of Lesbian (creo que la primera suya que me gusta)

 

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cielito

Me tiene un poco perplejo la forma de tratar la noticia del informe sobre cambio climático de la Casa Blanca por parte de los medios de aquí. Básicamente, lo que viene a decir el informe es que la cosa está realmente hecha cisco y que la vida en los Estados Unidos no va a ser lo que era si no se ponen real y seriamente en marcha y ni por esas. Lo cual viene a ser una puesta en marcha en sí misma. El Gobierno de la (ya) segunda potencia del mundo reconoce oficialmente la magnitud del desaguisado y moviliza a sus agencias y ciudadanos a ponerse a arreglarlo. No tengo ni idea de si serán más palabras sin acción o de si realmente supondrá un cambio en la forma de hacer las cosas. Se supone que los segundos mandatos de los presidentes gringos son los que aprovechan para dejar su legado y hacer lo más parecido a la política que realmente quieren y no la que le exigen y pagan los grupos de presión. Por eso, y porque creo que falta nos hace, deseo que esto vaya en serio y tengo cruzados hasta los dedos de los pies.

Pero lo que me maravilla —y a uno algo le puede maravillar para mal o muy mal— es la actitud de los medios de comunicación de aquí. Aparte de los que han ignorado por completo el asunto, buena parte del resto de los que he podido ver lo han tratado con una condescencia que da bastante risa. O miedo. Como si nosotros estuviéramos mejor y lo de las sequías, las tormentas y los aumentos del nivel del mar fuese un problema de los cerdos de allí, que contaminan una barbaridad. Como si nosotros lo tuviésemos todos claro y estuviésemos actuando en consecuencia más allá de repetir eso de las tres erres y apagar la luz una hora en el Día del Planeta. Como si Rajoy, Zapatero o cualquiera de nuestros siempre estupendos gobernantes hubiera dicho o hecho algo al respecto. Como si los medios de comunicación, los mismos que de alguna manera se chotean de la noticia, hubiesen adoptado alguna medida interna para reducir seriamente sus emisiones o tuviesen una línea editorial claramente enfocada a poner luz sobre este asunto que nos está trayendo serios problemas ya mismo, aquí y ahora. Como si fuesen unos absolutos ignorantes de cuál es la realidad que se supone que tienen que retratar. Bueno, esto último es mejor leerlo sin el como, que ya es evidente que no es una hipótesis.

A estas alturas está también claro que el asunto medio ambiental es uno de los grandes asuntos de nuestro tiempo. Ya nos está afectando aunque los medios de comunicación —y, detrás de ellos, los partidos, las empresas y los ciudadanos— sigan sin entenderlo, sin unir los puntos que dibujan el retrato de la realidad. Por supuesto, inundaciones y sequías tenemos en todo el mundo y cada vez más, pero es que uno puede seguir el rastro del problema en noticias de todas las secciones. Desde el vino que ahora se hace en Gran Bretaña a, otra vez, sí, las personas que saltan cada día la valla o cruzan el mar para llegar aquí.

Vivimos un pifostio económico y social bien gordo y es como si el tema del cambio climático hubiese quedado relegado en las reuniones de redacción a lo que viene después del crucigrama. Como si ya no fuese importante. Como si no tuviese todo que ver en el pifostio. Como si no fuese parte de lo mismo. Los medios siguen replicando teletipos de otros medios que replican teletipos de otros medios que replican notas de prensa; siguen viendo la vida pasar antes sus ojos sin contarla lo mismo que la mayoría de nosotros seguimos leyendo, escuchando o viendo por la tele o Internet nuestra vida pasar sin entenderla ni hacer nada por transformarla. Y eso es empeorarla. Unos tienen que llamar a la acción y todos tenemos que actuar. Y luego nos reímos de Obama, si eso.

Suena el Shake Some Action de Flamin’ Groovies.

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africa

Esta semana que acaba de terminar he leído tres cosas que creo que tienen que ver. Hablaba un científico en El País del problema de sobrepoblación, la escasez de recursos y de la necesidad de implantar controles de natalidad. Escribían también en el mismo periódico hace un par de días sobre el envejecimiento de la población en España y lo ilustraban con una bonita foto de un señor sentado en un banco de un parque y dando de comer a un pájaro que tenía en la mano. Y, mientras, como noticia recurrente, las puertas al campo, las fronteras, la valla de Melilla y las pelotas de goma, los barcos de Lampedusa, las devoluciones en caliente…

Cuánto esfuerzo y cuánto dinero invertimos en hacer las cosas mal, cómo nos gusta el absurdo y lo indecente y qué poco nos conmueve el dolor ajeno, aunque esté aquí al lado y llame a nuestra puerta para vivir y trabajar con nosotros. En resumen, qué tontos que somos.

Suena Monkeyflip, de Abbas & Nazizi con Modeselektor.

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Biciosos, un libro de Pedro Bravo

La vida tiene estas cosas. Un día tomas una decisión de volver a usar la bici para moverte por tu ciudad y (no muchos) años más tarde acabas publicando un libro sobre el asunto. En efecto, desde hace semana y pico está en las librerías Biciosos, ¿por qué vamos en bici? y otras preguntas que te haces cuando vas a pedales, que ha tenido a bien publicar (y ha editado estupendamente) la editorial Debate.

Creo que fue hace más o menos doce meses cuando me sentaba con Miguel para hablar de esto. A él le parecía buena idea hacer un libro sobre el uso urbano de la bici y a mí, que le escuchaba, me lo pareció también. Él es un hombre que va en bici y edita libros y yo un tipo que escribe y va en bici. Así que todo cuadraba perfectamente. Sólo quedaba un pequeño problema, ponerse a ello. Como se puede ver por el caso que le hago a este blog, ando liado con millones de cosas. La vida está cara y ganársela dá mucho trabajo. Así que escribir un libro y tener una fecha de entrega era lo mejor que me podía pasar. Esto, que puede sonar a ironía, no lo ha acabado siendo tanto. Me he divertido, he aprendido y he sufrido también, que eso de tener otra cosa más que hacer da mucho estrés, aunque decidas posponerla. Digamos que he pasado un añito agitado, agitador y agitante (si es que esta palabra existe). Pero gracias a eso no sólo he parido este librito del que ahora estoy orgulloso de narices, sino que me he metido en un proceso de conocimiento interior la mar de interesante. Pero como es interior, se queda aquí dentro. Al lado de mis calzoncillos.

Lo mejor de todo es que la bici me ha dado mucho más que este libro. Una decisión como la de volver a coger la bici, en principio poco relevante para grandes transformaciones personales, a mí sí me ha ayudado a transformarme. O a evolucionar, al menos. Ir en bici te acerca a ti mismo, al yo del que uno se va alejando cuando se mete en coches o metros y deja de moverse por sus propios medios. Ir en bici, creo que ya lo he dicho por aquí, me da buen rollo y, esto lo cuento en el libro, me hizo reencontrarme con Noemí. Ir en bici me ha centrado más en lo que quiero ser y no en lo que tengo que hacer y por eso estoy encantado de compartir un par de centenares de páginas con toda persona que lea el libro. Como hace la torta que no escribbo en el blog, creo que hasta se me ha olvidado cómo se hace y siento que me estoy liando y expresando fatal. Pero en el libro no se me dá tan mal, en serio.

Suena Soul Makossa, de Manu Dibango.

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Tercera y última de la serie ‘Here comes your MAN’ para la revista Man. Desde ya, mítica colaboración del  legendario Ricardo Cavolo y de mi menda. En este caso, el último por el cierre estrepitoso de la revista, se trataba de hablar de los Juegos Olímpicos del año pasado y de más cosas a través de la historia del gran Fosbury. Me había dejado este texto por algún lado pero ayer, al ver las estupenda final del altura del Mundial de atletismo, con Bondarenko y Barshiml volando por Moscú, me acordé de él. Y aquí está.

Fosbury por Ricardo Cavolo, www.laopcionb.comMás rápido, más alto, más fuerte. El lema se repite como un mantra desde que Pierre de Coubertin se inventó el Comité Olímpico Internacional en 1894. El barón le pidió prestada la locución latina citius, altius, fortius a su amigo el dominico Henri Didon, que lo había parido para el frontispicio del Colegio Alberto Magno de París y, desde entonces, ha permanecido como una verdad inalterable en esto del deporte. Pero la única verdad es que las cosas no siempre son como nos dicen que tienen que ser.

Que se lo pregunten a Richard Douglas Fosbury. Nacido en 1947, con 16 años se dio cuenta de que tenía un problema. El muchacho practicaba el salto de altura. Quería ganar pero no era capaz de hacerlo con las técnicas dominantes: el rodillo ventral y el salto a tijera. No era ni el más rápido ni el más fuerte, por eso no podía saltar más alto. Pero quizás sí fuese el más ingenioso. El menos conformista. El más creativo. Por eso se inventó su propio estilo. El Fosbury Flop consistía en ir hacia el listón haciendo una curva y saltar de espaldas, extendiendo el brazo más cercano. No le fue fácil salirse de la norma y el chaval Fosbury se llevó más de una colleja de sus compañeros de pista, un buen montón de broncas de sus profesores y hasta artículos insultantes en la prensa. Pero él insistió. Siguió con su innovador salto y ganó el título universitario en 1968 representando a la Universidad de Oregón, su Estado. Ese mismo año se clasificó primero en las pruebas para llegar a las Olimpiadas.

México, 1968. Todo el mundo recuerda ese lugar y esa fecha como uno de los momentos míticos del olimpismo. La altura de la capital azteca y el estreno del tartán como material de pista provocaron que Bob Beamon volase a 8,90 metros en salto de longitud. En los 100, Jim Hines bajó por primera vez de los 10 segundos. Las marcas de las pruebas masculinas de 400 y 4×400 permanecieron más de 20 años imbatidas. Pero, con permiso de Tommie Smith y John Carlos, que en el podio de los 200 levantaron su puño enguantado en cuero y bajaron la cabeza al sonar el himno estadounidense en defensa de los derechos de los negros de su país, aquellas fueron las Olimpiadas de Fosbury.

Dick tuvo que aguantar las risas de sus contrincantes y de buena parte del público durante los saltos de calificación. Todos acabaron convencidos al ver cómo iba saltando, ahora sí, más alto hasta llegar a 2,24, marca mundial del año y récord olímpico en ese momento. Fosbury había ganado el oro y, por fin, el respeto de todo el mundo. Su salto fue usado por 28 de 40 participantes en los siguientes Juegos en Munich. Hoy es la norma.

Hay una lección clara en la historia de este hombre ahora que vienen las Olimpiadas de Londres y en un momento en que el deporte es un plato único que se cocina sólo en gimnasios y laboratorios. Pero me parece más importante la moraleja que deja más allá de las pistas. El estilo Fosbury es un ejemplo para la vida en general. No porque tengamos que saltarla de espaldas, sino porque podemos inventarnos la forma de pasar los obstáculos que nos ponen y nos ponemos. Podemos construir la realidad y podemos hacerlo a nuestro modo. Sólo hace falta ser como Fosbury. Sólo es necesario ser creativos y no tener miedo. Más rápido, más alto, más fuerte. Que vayan ellos así por la vida. Algunos preferimos ir de otro modo. Más libres, más honestos, más felices.

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El miedo y las mentiras, Pedro Bravo, www.laopcionb.com

Suena lo que sonaba (en un gran concierto) cuando hice la foto: Psychic Ills, One More Time.

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Derecho a ir en bici, Pedro Bravo, www.la.opcionb.com

Hasta ahora, yendo en bici por algunas ciudades españolas como la mía, Madrid, uno se ha podido sentir de muchas maneras: extraño, con miedo, solo, intoxicado, olvidado, despreciado, entretenido, esforzado, agotado… En general: jodido pero contento… Si todo va mal y se aprueba en nuevo Reglamento General de Circulación (RGC) tal y como está redactado en este borrador, hay un sentimiento que predominará sobre cualquier otro en todos los ciclistas que se atrevan a ir en bici por su ciudad. El sentimiento de persecución.

En vez de adaptarse al presente y preparar el futuro, el citado borrador plantea el uso de la bici como una excentricidad en las ciudades. Y, así, margina, arrincona y penaliza a los ciclistas. Más allá de algún momento cómico -«Los ciclistas circularán a la velocidad que les permita mantener el control de la bicicleta, evitando caer de la misma…»-, la cosa no tiene mucha gracia y su inconveniencia ha puesto de acuerdo a todos los ciclistas. Los motivos son, principalmente, éstos:

· «En vías con límite de velocidad igual o inferior a 50 km/h, que dispongan de al menos dos carriles de circulación por sentido, los ciclistas circularán por la calzada y por el carril derecho, favoreciendo el tránsito del resto de vehículos que circulen a mayor velocidad. Podrán circular por los otros carriles cuando vayan acambiar de dirección, o cuando lo precisen. En las que dispongan de un carril de circulación por sentido, los ciclistas circularán preferentemente por la parte derecha del carril en la medida en que su seguridad y la de los otros usuarios lo permitan, favoreciendo el paso a otros vehículos.

· «Los ciclistas, y en su caso los ocupantes, estarán obligados a utilizar cascos de protección homologados o certificados según la legislación vigente. Los ciclistas en competición y los ciclistas profesionales en entrenamiento o en competición, se regirán por sus propias normas».

Enviar a los ciclistas al lado derecho de la calzada es llevarlos, llevarnos, a la extinción. Allí, cerca de donde se abren las puertas de los coches aparcados sin mirar, de los retrovisores, de los peatones que cruzan la calzada despistados y, sobre todo, a merced de los coches que pasan a nuestra izquierda sin contemplaciones, es donde los ciclistas somos más frágiles. Siempre que alguien me dice que va a empezar a coger la bici le doy un único consejo: vete por el centro del carril, donde te vean y donde puedas ver, donde tengas tiempo de reacción, donde nadie en coche piense que puede adelantarte sin poner en peligro tu integridad, donde tienes derecho porque eres tan ciudadano como el conductor. Si todo va mal y aprueban este borrador de DGC, seguiré dando ese consejo pero será un consejo ilegal.

Ahora, lo del casco. Aquí hay opiniones y estudios que caen para ambos lados. Es difícil convencer a alguien que cree que el Estado debe intervenir en asuntos de libertades individuales por eso de la presunta seguridad o salud pero hay un hecho incontestable. Obligar al uso del casco para la bicicleta en ciudad es señalar tal actividad como un asunto de riesgo que las estadísticas dicen que no es. Por tanto, no es una política que fomente la bicicleta y es la política contraria a la que está adoptando desde Londres a Nueva York, pasando por París. Sólo en Australia e Israel es obligatorio el casco y, ojo al dato, sólo ahí baja el uso de la bici.

Los que estéis leyendo esto y no vayáis en bici podéis pensar que no es cosa vuestra, que no os afecta. No os equivoquéis. Más bicis hacen mejores ciudades. Ciudades más amables y limpias, más seguras y respirables, más cercanas. Y también mejores ciudadanos. Ciudadanos que comparten y saben convivir, que se comunican, que se respetan, que sonríen y disfrutan. Marginar al que va en bici es, ahora mismo, la decisión más estúpida en materia de movilidad que un legislador puede apuntarse. los ejemplos internacionales de antes, hablan.

Pero hay algo más. España no se divide entre ciudadanos que van en bici y ciudadanos que no. Del mismo modo que todos somos siempre peatones, todos podemos ser cuando queramos ciclistas. Y deberíamos tener derecho a ello. El mismo derecho. ¿Por qué yo, si decido coger mi coche, puedo ir por cualquier carril sin que nadie me diga nada y si decido ir en bici tengo que arrimarme a la derecha, donde estoy más indefenso y corro más riesgo? ¿Por dónde voy si, como es lógico, no puedo ir por la acera pero casi no puedo ir por la calzada? ¿Por que pierdo derechos cuando me subo en un vehículo que no contamina y puede difícilmente provocar un accidente mortal?

Siempre he pensado que en España, con tanto debate sobre la bici y tan poco uso de la bici, estábamos escondiendo miedos. Miedo a volver a ser los que fuimos de niños subidos a nuestras bicis, miedo a renunciar a esa presunta comodidad de cuatro ruedas, miedo a la convivencia entre peatones, ciclistas y conductores, miedo, incluso, a adaptarnos a los tiempos. Si todo va mal y aprueban el borrador de RGC, el miedo será finalmente impuesto por ley, extendido y difícilmente reversible.

Parece que quedan nueve días para que eso ocurra o no. Hay tiempo para manifestar nuestro rechazo. Luego, sólo nos quedará la desobediencia y esquivar multas.

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eleternauta

«Al reconocer la encrucijada, el hombre común (…) reaccionará a la altura de las circunstancias, irá más allá de sí mismo, se aventurará, convirtiéndose -en ese momento- en lo que no sabía o no se atrevía ser. La Aventura no es un pasatiempo ni una fuente de adrenalina sino es el lugar donde el hombre se encuentra o reconoce su destino, donde la vida es lo que se supone que debería ser. Es el habitat del Héroe, su condición de posibilidad».

Lo dice todo, sobre este año y sobre los que vienen, el prólogo del libro que ando leyendo. El eternauta es un cómic argentino de finales de los 50, con guión de H.G. Oesterheld y dibujos de Solano López. El prólogo –últimamente me gustan mucho los prólogos– es de Juan Sasturain.

Suena Héroes, en la versión de Parálisis Permanente.

 

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