
«Por último, el corazón»
Margaret Atwood
Salamandra, 2016
Dice Margaret Atwood que no le gusta que le digan que hace ciencia ficción porque no escribe sobre naves espaciales y tiene razón. Prefiere llamarlo «ficción especulativa». La canadiense, comprometida y consciente, acostumbra a hacer relatos distópicos que son además denuncias que calan hasta los huesos. Algo le ha debido pasar durante la escritura de este libro, como si la hubiera poseído el espíritu de Homer Simpson.
Con la realidad tan chunga y por eso inspiradora que tenemos, Atwood ha elegido un punto de partida argumental un poco pse: en un contexto de crisis morrocotuda muy parecido a éste, una empresa privada ofrece a la pobre gente una estancia en una ciudad modelo que combina vivir un mes en una casa y un mes en la cárcel. Uno tiene la sensación todo el rato de que con esto Philip K. Dick casi ni se se hacía uno de sus relatos del montón.
De hecho, me quedo con ganas de leer más sobre ese país en crisis por el que pasa a toda leche sin dejar un retrato ni esbozado para entrar en seguida en ese Proyecto Positrón que también se explica regular. En realidad, todo sucede a toda leche, es una de esas novelas en la que pasan muchas cosas pero no pasa gran cosa.
Todo, los personajes, los conflictos, las situaciones, es muy ligerito, como si la autora hubiese dado por buena cada primera ocurrencia sin analizar bien si de verdad valía o no.
He leído por ahí que es «una comedia de enredos con un humor disparatado». Pues yo no la he pillado. Sí me ha parecido una comedia romántica, pero de un romanticismo un poco visto, con unos personajes femeninos sorprendentemente difuminados y que se comportan como si el libro lo hubiese escrito un hombre con un palillo en la boca.
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