De vuelta. El otro día escuchaba música mientras hacía algo y sonaba Burning dentro de una recopilación que le hice a mi hermano cuando cumplió cuarenta. Sonaba Esto es un atraco y yo estaba haciendo otra cosa y de repente caí. Habré escuchado miles de veces esta canción pero nunca me había dado cuenta de que es como el modelo de otra que habré escuchado aún más miles de veces. Esto saldrá bien, de Cicatriz. No digo mucho más, que me canso y esto probablemente sólo me interese a mí.
Vuelvo a esto después de tanto tiempo. Resulta que estoy repasándome a los Zeros porque voy a verlos hoy el 29 de septiembre (sí, he estado en la puerta hasta que me he dado cuenta del error) al aniversario del Wurlitzer y me he topado con esta canción.
The Zeros, Cosmetic Couple (y Don’t Push Me Around).
Joder, cómo me suena, he pensado. Claro. El otro día estuve repasando la discografía de Eskorbuto -sí, el resto del mundo estaría escuchando en ese momento a Lady Gaga o a Muse o a Bon Iver, pero yo es que soy más de ser como soy- y ahí estaba la cosa.
Eskorbuto, Dónde está el porvenir.
Puede que sea casualidad o que encontraran un cassette entre sus papelinas pero el caso es que se parecen y el Cosmetic Couple es del 77, unos cinco años antes que la otra. Eso sí, la de Eskorbuto ha quitado todo el pop que había en la de los Zeros, que no era lo mismo la margen izquierda del Nervión que Chula Vista, California.
Dicho lo cual, el otro día trataba de imaginarme a unos Eskorbuto en plena forma en estos tiempos tan tontos. Y no era muy capaz.
Fue el año pasado, hace siglos. En el Experimentaclub. Tocaba E.A.R., o sea, Experimental Audio Research, o sea, Sonic Boom, o sea, Peter Kember, o sea, la mitad de Spacemen 3. Desde que descubrí a los hombres del espacio, he sido seguidor de toda su estela. A Jason Pierce sí le había visto haciendo de Spiritualized, pero me quedaba por ver al (más) raro de la expareja. Fui y flipé. Han pasado muchos meses y muchas cosas. Pero no sé si es que no tengo nada más que decir o que tengo que decirlo. Me da igual. Aquello fue un maravilloso concierto de blues. Sí, Sonic Boom hace blues con sus máquinas y su voz lo mismo que lo hizo Robert Johnson. O folk como el de Bob Dylan. O country como Hank Williams. Sonic Boom canta al señor, eleva oraciones y lamentos, paga sus culpas. No he encontrado un vídeo que retrate lo que vi, pero aquí va lo que va.
El otro día, viendo a Teenage Fanclub en Campohermoso, en el Playmusic, tuve un deja vu. Bueno, en realidad no es exactamente eso pero el nombre me viene al pelo para hacerme el ingenioso y el cultureta musical. El caso es que viendo a esos cinco escoceses cantar y tocar como si estuviesen recién salidos (o entrados) del pub me sentí como si estuviese viendo a Buffalo Springfield o a Crosby, Stills, Nash & Young o al mismísimo tío Neil a secas. Menos country y más pop pero con talento similar para las melodías y las armonías vocales, las guitarras con las justas estridencias y esa pinta de ir tan sólo a pasar un buen rato tocando canciones bonitas. ¿Tan sólo?
Teeenage Fanclub, Neil Jung (por si quedaba alguna duda).
Por cierto, y aquí va la típica apreciación para hacerme el listo, es curioso cómo a medida que crecen los del club de fans adolescente se parecen a los primeros y jóvenes grupos y canciones de Neil Young y cómo cuando eran jóvenes sonaban más al joven Neil crecidito. Será que el canadiense está hecho un chaval. Por cierto también, y aquí va el típico recuerdo personal para hacerme el interesante, creo que es la segunda vez que veo a Teenage Fanclub. La primera, de eso estoy seguro, fue antes del primer concierto de Nirvana en Madrid. Recuerdo que hicieron un ruido bien ruidoso y que le dieron al acople cosa fina. Y que tocaban bastante mejor que Cobain y compañía. Pero eso qué coño importa… Pues eso.
Llego tarde pero seguro que llego. Las grandes estrellas son, o deberían ser, las que iluminan a otros para que hagan cosas. Como la estrella polar que guiaba a los Reyes Magos, por poner un ejemplo de cabalgata. Así, en términos musicales, una estrella no es Robbie Williams o Lady Gaga o David Bisbal, aunque los conozca todo quisque, sino que estrellas son la Velvet, los Stooges o Alex Chilton. Sé que no se considera excatamente así y que la muerte de Chilton la semana pasada no rascó ningun minuto de tele ni muchas páginas de periódicos (prefiero no imaginar la muerte de Bisbal y la lata que darían), pero ya ves tú lo que me importa.
A Alex Chilton no lo conocía ni el Tato y, sin embargo, todos lo habíamos oído. Porque era de esos que hacen cosas que provocan que otros hagan cosas. No soy, ni muchísimo menos, un chiltonólogo pero escucho muy a menudo#1 y Radio City, los primeros discos de Big Star que tengo en una edición en un solo CD. Musicón que inspiró otras buenas músicas como éstas que vienen. No es que las canciones sean calcos, ni mucho menos, pero uno puede catar el aroma de Chilton al oírlas como los que saben de vino son capaces de pillar el olor de los frutos podridos y de un puro apagado en una copa de vino del Bierzo. O algo así.
Aprovecho la visita del viejo y pobre lama (al que voy a ver con todo lo mejor) y lo emparento con un tipo que ya ha salido por aquí. A mí, Lambchop a veces me sabe también a Leonard Cohen. Por ese cantar de Kurt Wagner que no es tal sino un recitado armonioso y por ese ahorro de notas que termina siendo toda una inversión en canciones mecedora.
Hoy hace un año y un día que nació este blog. Y la verdad es que está encantado de haberse conocido. Yo también estoy encantado de haber conocido al blog, aunque a veces mantenerlo sea un poco condena. Lo normal en estos casos, por lo que he visto por ahí, es dar un montón de datos de visitas y demás y hacer una recopilación de búsquedas bizarras a través de las que ha llegado la gente al lugar. Mis datos no están mal y las búsquedas que acaban aquí son de lo más psicodélicas. Normal, puesto que a veces me dedico a hablar de BDSM, intercambio de parejas, alargamiento de pene y cositas de ésas que no interesan a casi nadie en Internet, qué va. Pero como soy un tío discreto, paso de publicar tales cosas. En cambio, prefiero felicitar al blog y agradecer sus visitas a los lectores. Por cierto, si alguien quiere regalar algo al querubín, que me lo mande a mí y yo se lo hago llegar.
Quizás es que he pasado este año encerrado en un agujero insonorizado o puede que sólo haya estado despistado. El caso es que no me he enterado de la existencia de Buraka Som Sistema hasta hace un par de días, que se lo leí al siempre recomendable Pablo Gil en su desde aquí recomendado Radar. Ahora que salgo de mi inopia, me entero de que son de un suburbio de Lisboa, que lo que hacen se llama kuduro, que viene de Angola, que han sido amadrinados por M.I.A. y que han tocado este año en el Sónar (insisto: ¿dónde coño estaban mis orejas en junio?). Pero como estoy escribiendo de música y lo he dejado todo bien linkeadito, paro y dejo que los chicos se presenten a sí mismos.
Uf… El caso es que escuchando esto le viene a uno en seguida una referencia: el favela funk o baile funk que peta desde hace años en los barrios chungos brasileños y que, también en parte gracias a M.I.A. y a su ex, DJ Diplo, ha sonado en los antros pijos del centro del mundo.
Toda esta cadena de sonidos similares paridos en distintas partes del mundo me da que pensar (lo justo). Y pienso que la música que pone a bailar a la gente de los barrios, de Río a Luanda, tiene una manía común por los breaks acelerados, los ruidos ácidos y las alusiones al sexo más guarrindongo. Supongo que un intelectual diría que en esos espacios exteriores, donde hay poco que rascar, la muchachada se conforma con un hedonismo que les aleje de una realidad bastante fea y les acerque al objetivo de todo menda en esta vida: follar. Pero como yo no soy un intelectual, a mí sólo se me ocurre decir: wegue, wegue.
Ayer asistí al que podría ser el concierto del año si no fuese por éste. Fucked Up es un grupo de Toronto que está dando vidilla a la música hardcore. Rabia, intensidad, peligro y, uh, canciones. En directo, son un puñetazo. O una paliza. Y el principal responsable es el cantante, Pink Eyes, un gordo que ha llegado a un estado del alma que envidio: no tiene complejo alguno. Le tira del nabo enseñar su peludo pecho y su enorme panza. Le importa un pimiento hacer el ridículo jugueteando con el micro y con su cable. No le preocupa que le veamos en calzones y refrescando con agua mineral su agitada entrepierna. El tío baja a cantar entre el público, se lleva el micro hasta la cabina del DJ, se restriega por el suelo y tiene fuerza para acabar el concierto con el Blitzkrieg Bop y el Breed. Con su presencia y la pericia de sus compañeros hubo gasolina de sobra para armar un pogo de los de antes y poner la Wurlitzer a temblar.
Fucked Up, Soulside.
El caso es que a mí estos gañanes de Toronto me recuerdan a otros de Portland, favoritos de mis tiempos imperdibles. Poison Idea era un grupo de glotones, devoradores de hamburguesas y drogas, cabrones peligrosos que hacían una música agresiva y directa como una raya de speed. Y la comparación no es sólo porque el tal Pink Eyes esté gordo como un trullo, como lo estaban Jerry A, Pig Champion y compañía -en Revólver anunciaron su concierto como si de un mercado de ganado se tratase: «700 kilos de carne sobre el escenario»; no faltó ni uno-, es que la voz y el sonido se dan un aire. Y mola. Eso sí, Poison Idea, ya lo he dicho, eran excesivos, amantes de la politoxicomanía recreativa. Fucked Up, en cambio, tienden al straight edge y a Pink Eyes no le importa contar que llegaron tarde al concierto porque dejaron la ropa en la lavandería del hotel de Barcelona y se la trajeron tarde o que acaba de ver la ecografía de su futuro hijo y «qué mono, parece un mango». Bastante poco punk.
Poison Idea, Punish Me.
Recuerdo, por cierto, que en el concierto de Poison Idea en Revólver, allá por el 92 ó el 93, la gente tenía miedo de ponerse en las primeras filas porque habíamos oído que los gordos acostumbraban a tirarse sobre el público. Recuerdo que, igual que ayer me batí el cobre en el pogo, en aquél me tiré del escenario al ritmo del Kick Out The Jams. Recuerdo, además, que entonces, como ayer, fui muy bien acompañado. Y no quiero dejar de recordar que yo descubrí a Poison Idea porque mis padres me trajeron, allá por el 86, uno de sus discos de un viaje que hicieron a Alemania. Éste con esta portada tan maja:
Sé que que es como mezclar la velocidad con el tocino. O las anfetas con las chuletas de cordero, en este caso. Pero desde que conozco a Lambchop hay algo que me suena familiar en la voz de Kurt Wagner, su capo cantante. Al principio creía que era ese recitado a lo Leonard Cohen. Pero no. La voz del muchacho de las gafas de pasta y la gorra de camionero a mí me parece la misma que la del tío de las muletas y la pinta de bitter. Sí, a quien pueda interesar, a mí el sonido de las tripas de Kurt Wagner me suena al de los huevos de Ian Dury. Y, para demostrarlo, he aquí dos botones. Un clásico de Lambchop y el segundo más escuchado de Ian Dury and the Blockheads (pasando, en este caso, del Sex & Drug & Rock&Roll).
Lambchop: Is A Woman.
Ian Dury and the Blockheads: Hit Me With Your Rythm Stick.
Claro, no tiene nada que ver una música con la otra. Pero, ¿qué pasaría si hiciésemos un ejercicio de música ficción? ¿Y si sacásemos a Ian Dury de su tumba y lo metiésemos, en un universo paralelo, a cantar con Spain? No, no con todo el país, sino con el grupo que armó en los 90 el hijo del gran Charlie Haden: Josh Haden. Pues que sonaría bastante como Lambchop. Bueno, igual es sólo mi opinión. Pero me gusta.