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Archive for agosto 2009

SPAIN TOURISM

De vuelta al tajo, nos damos de golpe con la ficción. Zapatero que sube unos impuestos y otros no, los del PP que no trajeron trajes, la familia real que se deja barba, los ayuntamientos que siguen despilfarrando nuestro dinero, el padre de la Campanario que dice que la Esteban tiene la nariz comida por la farlopa, la Liga Galáctica que estrena segunda parte (y gol de Toquero), la gripe A que nos devuelve a los tiempos de contar con los dedos, las bolsas que suben porque Francia y Alemania salen de la recesión… Mientras, la realidad sigue agazapada esperando a que nos la comamos con patatas. Que nos aproveche.

Suena el Dúo Dinámico y El Final del Verano… azul. (Ay madre, ¿qué había entre Pancho y Julia?).

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Mientras no se suprima la tiranía y dictadura del dinero y se disponga del mismo libremente como bien universal, como medio e instrumento de intercambio, no habrá progreso posible ni solución a las causas de la crisis y los problemas implícitos con el sistema económico que se trata de sostener a costa del sufrimiento de millones de personas.

El nuevo modelo productivo debe de procurar «la motivación por el progreso del ser humano» como paradigma e ideal, sin la división y exclusión de las personas por cualquier causa, ya sea por discriminación de raza, sexo, clases o castas sociales, creencias, ideas o cualquier otra.

La propia sociedad de consumo y sistema productivo deben ser remplazados por la «motivación de un mundo de abundancia» en armonía y equilibrio con el entorno en que todas las personas puedan acceder y disfrutar activamente de los derechos humanos en libertad y libre elección, sin más condicionante que el conocimiento y la disponibilidad de cada cual con los medios de producción, transformación de la propia naturaleza y los recursos.

Así, las diferencias deben de sobrevenir por la propia naturaleza y el esfuerzo del intelecto, no por las cosas y medios creados por el hombre. Lo creado por el hombre debe estar al servicio del ser humano y no al revés, porque entonces sólo se benefician unos pocos privilegiados a costa de los demás.

Ésta es una carta al director aparecida ayer en el diario El País. Titulada Brotes verdes que no dejan ver el bosque, la firma Juan Bernardo Montesinos Ramírez, de Valencia. Y yo también.

Suena mi preferida de Led Zeppelin, Over The Hills And Far Away.

La foto está sacada de la Wikimedia. Cosas así, también en ¿Y por qué no…?

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¿Por qué las marcas que no son blancas pero que sí son líderes llevan toda la crisis tan brasas, invirtiendo en publicidad de todo tipo para que sepamos lo mucho que molan, lo tanto que invierten en innovación y la cuantísima libertad que da ser consumidor de una marca no blanca pero que sí es líder? ¿No sería mejor que todo ese dinero que invierten las marcas no blancas pero que sí son líderes en publicidad a su favor y contra las marcas blancas que no son líderes lo sumasen a sus presupuestos de innovación (que nunca está de más) o lo restasen de los precios de sus productos? ¿Acaso no saben las marcas blancas pero que sí son líderes que la confianza se gana dando servicio y producto a un precio ajustado (sobre todo en tiempos de crisis) y no comprando espacios publicitarios? ¿No será que las marcas que no son blancas y que además son líderes consideran que el consumo responsable es oxímoron y que la libertad es un ejercicio identificado exclusivamente con un logo?

Suena Hola, mamoncete, de Ilegales.

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«Los locos somos los que nos vivimos, los que no nos atrevemos a llevar una vida conforme a nuestras creencias». Óscar Pérez no ha leído estas palabras de Pablo Ochoa publicadas hoy en El País. Óscar está en una repisa a 6.200 metros, en el Latok II, en Pakistán. Muerto o a la espera de la muerte. Tampoco creo que le hubiesen importado un carajo esas frases después de haber estado colgado de una cuerda toda una noche, después de haberse roto un brazo y una pierna en el peor momento y en el peor lugar, después de diez días knocking on heaven’s door. Pero Pablo Ochoa no hablaba para Óscar sino para los que van a hablar sin esperar a que el cadáver de Óscar sea cubierto por el hielo. Pablo es hermano de Iñaki Ochoa, un montañero muerto en acto de servicio (Annapurna, mayo de 2008). Otro.

La verdad es que me quedo pegado a las historias de escaladores. Cuando las leo en la prensa, las veo en Al filo de lo imposible o me aparecen en forma de libro. Quizás sea por el vértigo de ida y vuelta que tengo pero flipo con esas aventuras escritas fuera de los renglones de lo corriente. Aunque la cosa tenga pinta de haberse convertido en un circo para ricos. Aunque ese afán de probar la resistencia humana esté llenando de turistas tóxicos y mierda poco degradable montañas antes libres de pecadores (sé que pagan una tarifa por lo que ensucian pero no sé qué hace un gobierno tan ordenado como el pakistaní con esa pasta). Aunque, y esto quizás no sea muy oportuno decirlo justo hoy, el rescate de esa ambición por la superación, cuando fracasa, cueste una pasta que no siempre asume el seguro. Bueno. Yo sigo asombrándome por la epopeya que puede contar Álvaro Novellón, el compañero de Pérez, y emocionándome al imaginarme las últimas horas que no podrá contar Óscar.

Suerte tienen, de todos modos, los montañeros. Sí, suerte porque pueden vivir y morir como les sale de los cojones sin que nadie quiera prohibírselo. Aún. Caen escaladores en las montañas como caen corredores en encierros o boxeadores en rings, por mencionar sólo dos escenarios que parecen molestar especialmente a esos locos que decía Pablo Ochoa. Locos que no se atreven a vivir sus vidas pero sí se permiten opinar sobre la forma de vivir de otros. Los que suben montañas son hombres (y mujeres) que se sienten vivos cuando lo hacen, aunque hacerlo les acerque peligrosamente a la muerte. Lo mismo que los que se la juegan por una carrera de segundos en la cara de un toro o los que se la parten entre 16 cuerdas. Los hay que viven cuando escriben, cuando cantan, cuando follan ante una cámara o cuando hacen punto de cruz. Cada uno debería dedicarse a lo que le da la vida y todos deberíamos dejar la vida de los demás para… los demás.

Cierro con otra frase de Pablo Ochoa. «Atreverse a vivir una vida concreta, con sus riesgos, no sólo es valiente, sino sabio». Ésos, los que no se atreven a vivir la suya y por eso quieren que vivamos una no-vida como ellos, no sólo son cobardes, también son idiotas.

Suena el I’m Not Like Everybody Else, de The Kinks, nada menos.

En la foto, hecha por Álvaro Novellón, Óscar Pérez, durante su subida al Latok III. La he sacado de desnivel.com.

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Si uno quiere poner a prueba su fe en la transformación necesaria no hay nada como darse una vuelta por los Estados Unidos. Yo me he pasado por el estado 50 de la Unión, Hawai, que lo será hasta que Michael (del que escribiré algo en breve) y los suyos no demuestren lo contrario. El lugar es bonito de cojones pero a veces da la sensación de estar en un McDonalds instalado en el paraíso. Eso es Honolulu, eso es Waikiki. Un asentamiento urbano tan excitante y exótico como pueda ser Jersey City pero con mejor clima. Por eso, el censo de pobres y homeless es aún más alto de lo normal en cualquier ciudad gringa. Y, como todo el que haya pasado por alguna debe saber, lo normal en cuanto a número de pobres y homeless en las ciudades yanquis es una cifra muy alta. ¿Paradojas de la economía más potente del mundo? No.

Lo dicho. Hawai está petada de gente que arrastra su casa en un carrito de la compra. Hay gente como Mark, al que conocí en la puerta de una tienda y al que le tuve que comprar una birra para que no le zurrase el guardia jurado del lugar, que viene de mainland (el continente). Yo supongo que por el calorcito pero él, que estaba bastante chalado, todo hay que decirlo, me dijo que para rezar al señor. Por otra parte, están los pobres locales, los hawaianos que llenan los beach parks de la costa Oeste de la isla de Oahu con tiendas de campaña. Un espectáculo que el sistema no puede soportar y que, por eso, hace todo lo posible por evitar. Estando yo por allí, los asentamientos playeros fueron tema de portada del diario local, Honolulu Advertiser, y de una carta al director del mismo medio tan delirante como acojonante. La tipa que la firmaba pedía a sus gobernantes que le impusieran (a ella y a todos sus compañeros pagadores de impuestos) una tarifa por ir a la playa. Así, con su aplastante lógica de consumidora fiel, se daría el resultado deseado: los pobres no podrían pagar por ir o estar en la playa y el resto de los ciudadanos y turistas se quitarían de la retina esa horrorosa visión a cambio, eso sí, de rascarse el bolsillo por disfrutar un bien común. Otra vez.

Al cierre de este jet lag, aún no se ha tomado la medida propuesta por la ciudadana en cuestión pero poco debe quedar. Vuelvo a Madrid y me encuentro (creo que en un link del Facebook de Bárbara, pero la cortesía de cita me la he debido dejar en algún cambio horario) con un artículo de opinión en el New York Times sobre el asunto de la pobreza en los Estados Unidos. Firmado por Barbara Ehrenreich y titulado ¿Es un crimen ser pobre?, cuenta cómo, precisamente ahora que el colapso de la economía está dejando a más gente en la calle, las cosas se están poniendo chungas para la gente que vive en la calle. Los ayuntamientos norteamericanos compiten por sacar la ley más absurda y asquerosa y ponen multas por estar tirado en la acera, prohíben la mendicidad y hasta se atreven a sancionar la indigencia (ay, modelos de pasarela). Y, por cierto, en esa carrera por ser la ciudad más cabrona para con los que no tienen nada, Honolulu está en el octavo puesto, según el informe citado en el artículo, el muy recomendable Home Not Handcuffs. O sea, que la misma estructura económica que deja al personal en la miseria criminaliza a los miserables. ¿Paradoja del sistema? Ni de coña.

En ese país en el que aún se discute la necesidad de una sanidad para todos, en ese lugar en el que el ocio se desperdicia en ir a pasear (y comprar) a un mall, en esa tierra en la que una ciudadana prefiere pedir que le cobren por ir a la playa por no ver a los homeless que habitan en ella en vez de preocuparse por la situación de esos homeless, en los Estados Unidos de América es donde mejor se puede apreciar de qué calaña está hecho esta mierda de sistema en el que vivimos. Nacemos, crecemos y vivimos para alimentar el sistema. Trabajamos para consumir y porque consumimos somos ciudadanos con derechos. Si no consumimos, no contamos. Si no trabajamos, ya sea por enfermedad, porque nos han echado o porque no nos sale de los huevos, lo llevamos claro. El que se sale de la rueda es un proscrito, un delincuente. Lo único que es paradójico en todo esto es que observemos el percal y no encendamos un cóctel molotov.

Suena la banda sonora hawaiana, Somewhere Over de Rainbow, de Israel Kamakawiwo’ole, más conocido como Iz, algo así como el Bob Marley de allá.

La imagen corresponde a la campaña Kick It Over de Adbusters.

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Y al Attica, el Specka, el Eclosión, La Industria… De vuelta a aquel verano del 91.

Liaisons Dangereuses, Los niños del parque.

Negrosex, Teknó la drôga.

The Cult, She Sells Sanctuary.

Tribantura, Lack Of Sense.

Time Modem, The Time Of The Gathering.

The Sisters of Mercy, More.

Force Legato, System.

Public Relation, Eighty Eight.

AC/DC, Thunderstruck.

Nitzer Ebb, Join The Chant.

New World, Nuclear Zone.

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