De protestar, de cambiar, de querer, de que te quieran, de pensar, de crear, de hacer, de dejar de hacer, de moverte, de mover, de emprender, de aprender, de apostar, de jugar, de arriesgar, de ganar, de perder, de besar, de follar, de montar, de gritar, de callar, de analizar, de comprender, de entender, de sentir, de escribir, de leer, de que te lean, de pintar, de que te pinten. De vivir.
Después de semana y pico de hablar del mercurio en atunes y peces espadas, de debates sobre si es conveniente el aviso o no, de escuchar a la industria pesquera y a médicos de la Seguridad Social, de hacer polémica rozando el larguero de las cosas, ¿por qué no ha habido nadie que haya explicado por qué los peces están llenos de mercurio y otros metales pesados? ¿Por qué no en vez de dejar de hablar de las consecuencias de los problemas no hablamos sobre el origen de ellos?
Ésta sí es buena: ahora resulta que el tiburón que se zampó a los turistas en el Mar Rojo era un agente del Mossad. No es por dar pistas, pero hay que recordar que Spielberg es judío y lo de las pelis de Tiburón pudo ser un aviso. Por cierto, que los egipcios se podían haber ahorrado la caza de los bichos, que no tienen la culpa de nada más que de tener hambre. Por lo demás, la próxima vez que me cague un pájaro, pensaré que es un decreto ley de Pepín Blanco.
La imagen es de un tiburón oceánico de puntas blancas en las Islas Brothers, en el Mar Rojo. El mismo mar y el mismo tipo de tiburón de la merienda del otro día. La foto es de Álvaro y yo estaba al lado. Como se puede ver, aún conservo los brazos para escribirlo. Álvaro también sigue entero.
El vídeo tiene un mes y ya está visto por ahí pero me lo pasaron ayer y me apetecía compartirlo. Mola ver Madrid tan bien surfeado. Por cierto, las chicas que cabalgan longboards tienen página en Facebook. Yo ya soy fan.
El realizador es Juan Rayos, aquí su Vimeo, aquí su blog. Gracias, Noe.
Ninguna de las diez noticias más leídas en ElMundo.es y ElPais.es tiene que ver con Pakistán. Tampoco se han inundado los informativos con ríos de vídeos solidarios y emotivos. Ni han surgido por generación espontánea acciones de todo tipo y condición destinadas a recaudar dinero para el país. Esta vez no es culpa de los medios sino de todos, del desinterés general ante la noticia. La ONU no sabe qué hacer para conseguir pasta y nadie, ni gobiernos, ni instituciones, ni ONG, ni ciudadanos, parece dispuesto a levantarse de la siesta por cuatro gotas.
Bien, pues sentimos interrumpir las vacaciones del personal pero en Pakistán ya han muerto casi 2.000 personas. Ah, que la cifra de muertos no es muy alta. ¿Qué tal dos millones de personas que se han quedado sin hogar? ¿Nada? Bueno, pues probemos con 3,5 millones de niños en peligro de contraer enfermedades mortales. ¿Tampoco? Vaya, pues nada, supongo que 20 millones de afectados por el asunto será moco de pavo.
Hay varios motivos que pueden tener que ver con este pasotismo generalizado ante una catástrofe de las gordas. Los menciona casi todos David Jiménez, ese estupendo corresponsal que tiene El Mundo en Asia en este artículo llamado La tempestad y la indiferencia. Pueden ser las vacaciones, claro. Aquí no hay nadie y en las playas sólo escandalizan los precios de las paellas del chiringuito. También es verdad que una inundación conmueve menos que un terremoto, por poner el buen ejemplo de Haití. Y que 1.600 son pocos muertos comparados con los cientos de miles del tsunami.
Pero es que, además, la solidaridad es un ejercicio muy humano y, como tal, caprichoso de narices. Y resulta que Pakistán es, a nuestro occidental entender, un nido de islamistas radicales, cantera de terroristas, fábrica de armas nucleares, cuna de conflictos con la India por un pedazo de tierra… Tengámoslo claro, nuestro despiste, el pasotismo general y algún que otro quesejodan viene también de todas las cosas malas que pensamos que sabemos de Pakistán. Que no es lo mismo ayudar a un negrito que nunca ha tenido nada y que, quizás por eso, no ha hecho nunca nada malo a nadie (Haití) que dar la mano a un hindú que peleó por dejar de serlo y luego se dedicó a recitar el Corán en una madraza hasta que le salieron coches bomba por las orejas (Pakistán).
Lo de Pakistán, como lo del tsunami, es, a decir de muchos científicos y gentes que saben más que yo, una pequeña muestra de lo que se nos viene encima. Desastres naturales que provocan desplazamientos de millones de personas cambiando para siempre las formas de vida no sólo de los epicentros, sino de los lugares de recepción. Nuestra reacción ante estos sucesos también vale de modelo para lo que pasará después. A veces nos sentiremos solidarios pero cada vez menos y no con todo el mundo. La solidaridad tiene derecho de admisión, como las discotecas. Y eso no ayuda a generar distensión.
Por no hablar de lo que pasará si un día nos pasa algo así a nosotros. Imaginemos que se inunda España y hay 20 millones de desplazados que vamos, es un poner, a Marruecos. Y ahí nos quedamos, con la mano en el aire sin que nadie nos la coja porque somos esos blanquitos que con la Biblia en un sobaco y las obras completas de Friedman en la cartera invadimos Afganistán e Irak, cerramos nuestras fronteras a los trabajadores honrados, nos negamos construir mezqu¡tas en la Zona Cero y sopoticientas barrabasadas más que no me caben en ese texto. Ah, que tú no has hecho nada de eso. Pues tampoco los de la foto y otros millones más. Y ahí están. Esperando a que alguien les eche un mano.
El otro día, paseando por la red, me encontré con una bonita lista con los 15 sitios más tóxicos en los que vivir. Son lugares reales donde vive gente de verdad.
Hay un poco de todo. Ríos que se pueden pisar, aire que se puede cortar con un cuchillo, la isla de plástico de la que ya se ha hablado por aquí, Chernobil, bosques de los que ya no queda ni un árbol…
Hay quien sigue sosteniendo eso de que el cambio climático, si es que lo hay, no es cosa del hombre. Pues no sé, no soy científico, pero uno ve estas fotos y se queda con la sensación de que el hombre, entendido como especie, algo está haciendo para ensuciar su casa. Y la de sus descendientes.
Si ejerciésemos el turismo e hiciésemos viajes como se debe, o sea, para descubrir el mundo en que vivimos y las formas de vida que son ajenas a la nuestra, deberíamos incluir cualquiera de estos lugares en nuestras vacaciones de este año.
Desde luego, tendríamos buenas fotos para enseñar a familiares y amigos y, quizás así, nos dejaríamos de coñas a la hora de rechazar esa inofensiva bolsa de plástico o al exigir una política energética seria y responsable a empresas y administraciones.
Aquí sólo he colgado cinco de los 15. Se pueden ver todos en este link. De todos modos, se me ocurren otros sitios tóxicos en los que debe ser difícil respirar sin atragantarse. Por ejemplo, un dos tres responda otra vez: un bono basura, una reunión del G-20, una reunión de consejo de ministros en la que no se aprueba nada sobre las SICAV, el despacho donde se gestiona la solución al vertido de BP, un barco dedicado a cortar aletas de tiburón… ¿Se os ocurre alguno más?
Me cuesta un poco ver la parte positiva de algunos hechos, no soy como Violaine. Incluso me cuesta ver los propios hechos, de tan poco que los tratan los medios de comunicación. Como casi nadie sabe, se está celebrando en Doha, Qatar, la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES). Quizás alguien se haya enterado porque allí se discutía la conveniencia de prohibir el comercio de aún rojo. Finalmente, ganó la conveniencia de países como Japón y España, dos extremos de ese comercio, y perdió la conveniencia de la naturaleza, en general, y de los atunes, en concreto, otra especie que se quedará para los documentales por la gula del personal.
Por eso, uno se acuerda del letrero que daba la malvenida a las puertas del infierno de Dante cuando ve este panorama. Insisto, lo malo no es que los gobiernos del mundo tomen este tipo de decisiones. Lo dramático es que nos la trae flojísima.
Venía esta mañana en un taxi odiando al taxista que anoche me birló el móvil y escuchando con mucho interés a Francino, que estaba murmurando una oda radiofónica a los atuneros. Así, en general. Entrevistando a dos o tres muchachos que iban a partir a «la mar», hablando con el cocinero de uno de los barcos y pidiéndole la receta del marmitako, lamentándose de que estén bajando las capturas. Ay que ver qué mal lo están pasando nuestros pescadores, si es que esta crisis llega hasta el océano.
Claro, con lo que nos ha costado la liberación y toda la chapa que hemos dado en los medios, lo menos es hacer del pesquero un héroe. Pero el caso es que la actualidad es muy caprichosa y ha querido que un par de días antes de esta exaltación de la amistad pescanova pudiésemos leer que se van a recortar las capturas de atún rojo hasta el 40%. Y que eso es poco, que habría que prohibir su pesca si pretendemos que la especie sobreviva. Lo mismo con muchas otras, del tiburón al rape pasando por el langostino. Que barcos como el Alakrana de las narices se lo están llevando todo por delante.
Por supuesto, Francino no ha incluido el detalle en su almibarado ejercicio periodístico pero será porque no ha tenido tiempo de leer los periódicos mientras se escuchaba a sí mismo. De hecho, los mismos y escasos medios de comunicación que dieron la noticia del recorte necesario pero insuficiente de capturas no la han relacionado con todo esto de los atuneros armados hasta los piños, la piratería recíproca, Somalia y tal. Perdón, ¿he escrito medios de comunicación? Quería decir merluzos de comunicación.
A veces parece que las cosas de concienciación medioambiental se perciben como abstractas. A estas alturas, casi todos sabemos que el plástico es malo para la salud del Planeta pero no terminamos de entender por qué. Quizás, me temo, es que no nos interesa mucho entenderlo. Si es así, lo siento, pero voy a concretar y a estropear la digestión de más de uno. Estas (muy desagradables) foto muestran bien claro que el plástico mata. Mata animales. Mata ecosistemas. Mata biodiversidad. Nos mata a todos. Tiro de tópico: una imagen vale más que mil palabras. O, más apropiado, más vale pájaro envenenado por plástico que ciento volando.
Las imágenes son de un fotógrafo llamado Chris Jordan y retratan albatros muertos en las islas Midway. Tal y como se los encontró, sin manipulaciones de ningún tipo. Real como la muerte misma. Las crías son alimentadas por sus papis con lo que éstos piensan que es comida; comida asesina que encuentran flotando cerca de los nidos. Y miles de ellas acaban muriendo de esta forma miserable. Ocurre, como ya he dicho, en las islas Midway, en medio de Pacífico Norte, a tomar viento de las civilizaciones más consumistas. Quiero decir con esto que no es un problema local, que no es que los Midwaianos tiren plástico al mar, sino que es un asunto global: fabricamos con plásticos que luego deshechamos mal y eso, aunque lo hagamos en un pueblo de Zamora, acaba teniendo consecuencias en la otra parte del mundo (por cierto, hoy mismo hay un buen artículo con información sobre reciclaje en El País).
Ninguno de nosotros puede individualmente dejar que esto siga pasando. No podemos evitar de un día para otro que se usen plásticos para todo. Pero sí podemos tratar de consumir menos plástico. Sí podemos tratar de reciclarlo bien. Y si podemos exigir a las empresas y a las administraciones que reduzcan hasta eliminar la fabricación con materiales que se cargan la casa en la que vivimos todos. Podemos, sí. Pero, ¿queremos?