Una empresa que, según hemos podido leer hace unos días, trata a sus empleados chinos como esclavos, que paga los impuestos que le da la gana y no los que debería y que, entre otras cosas por esto mismo, tiene beneficios record es, también y recurrentemente, una de las empresas con mayor reputación del mundo, con un fundador recién muerto y ya santificado y unos productos que generan tanta expectación que hasta los mismos esclavos chinos se pegan por ellos. Esta empresa es Apple, claro. Y todo lo que acabo de contar, más que retratar a la marca en cuestión (que cosas así les pasan a casi todas), nos retrata a nosotros como consumidores, como personas. Porque puede que nos conmueva cinco minutos enterarnos de cómo viven los curritos de la fábrica, incluso puede que nos indignemos un rato con lo de los impuestos, pero la satisfacción que nos da la pantalla táctil de nuestro iPhone o la rapidez de nuestro Mac hacen que nos olvidemos de esos pequeños detalles sin importancia en nuestra vida mecánica. Y es que, en el fondo, que no en la forma, somos unos auténticos hijos de la reputa.
Suena New Noise, de Refused, porque ya son Primavera (Sound).
Deja una respuesta