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Posts Tagged ‘Economía’

Si el que lo lea ha salido a la calle en España en algún momento de los últimos tres años, lo habrá notado. Si ha sido últimamente, lo habrá notado mucho más. La gente no para de lamentarse, de quejarse, de echar pestes. Los políticos, los bancos, los mercados, la familia real, los negocietes, los rescates, la prima de riesgo, los precios, los recortes, los abusos, las subidas, los impuestos… La lista es interminable y sólo hay tregua cuando se habla de fútbol, que es el otro tema de conversación. Nadie está feliz con lo que está viviendo y se respira un clima de pesimismo que se alimenta a sí mismo. Después de un tiempo, el personal ha descubierto que esto a lo que dicen crisis no es un desastre natural sino que hay responsables. Quizá no todos hayamos asumido nuestra más o menos pequeña cuota de responsabilidad pero sí que tenemos claro quiénes son los que tienen la gran parte de la culpa. Los de izquierdas, los de derechas, los que no se definen, los que no admiten definiciones, casi todos estamos de acuerdo: esto tiene que cambiar y hay que cambiar a ésos.

Digo todo esto para recordar al que lo lea que salir a la calle mañana (y pasado y al otro y hasta que esto cambie) es, más que una opción, una cuestión de coherencia personal. Mañana es el día para que las personas que quieren cambiar y que quieren que esto cambie nos encontremos en las calles. Mañana no convoca ninguna organización, no hay ningún signo, sólo habrá gente de todo tipo que tiene algo en común: así no. A pesar de lo que muchos han querido contar y otros tantos han creído entender, el #15M no es una organización, no tiene un cuerpo teórico político, no quiere ser califa en lugar del califa. El #15M, porque de alguna forma hay que llamarlo, es la reunión de personas variopintas que están hasta las narices y que descubren que, juntándose para hacer cosas, forman un poder que puede hacer frente a esos otros poderes que cada vez quieren que seamos menos personas. Es evidente que nada cambiará por el ruido que hagan nuestras quejas en la barra del bar o en Twitter. Es un hecho que lo único que da miedo a los responsables es ver a todos unidos en una protesta común. Por eso, por cierto, amenazan con llenar las calles de policías armados y, seguramente, acabarán pegando palos, a ver si así criminalizan y reducen la protesta. No pasa nada: las calles son nuestras, los policías armados son nuestros y los responsables también son nuestros o, al menos, nosotros hemos dejado que se coloquen ahí. No es cosa de «los indigados», es cosa nuestra. Y sólo nosotros podemos hacer que se muevan. Pero para eso hay que moverse. Mañana, por ejemplo.

Suena Move, de Miles Davis.

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Mi madre estuvo ayer en la manifestación del #15O. Mi madre nunca ha okupado un hotel.

Merlín, el hijo de mi amigo Nacho, también estuvo conmigo ayer en Cibeles. Por eso sé que Merlín no rompió nada en Roma… y eso que es un niño muy revolucionario, que nació el #19J de 2011.

Los medios hablan de decenas de miles de asistentes a las concentraciones en España. Efectivamente, 500.000 manifestantes en Madrid son 50 decenas de miles. Todos los demás en el resto de poblaciones, igual son otras 50 más. Lo que viene a ser un millón de personas, más o menos. Más las de todo el mundo.

Seguramente, buena parte de esas 100 decenas de miles de seres humanos estén bastante indignados. Obviamente, llamar “los indignados”  a un millón de ciudadanos es bastante reduccionista.

Sin duda, desde el #15M no se ha podido percibir ningún cambio a mejor ni en la política ni en la economía y, por tanto, hay quien cuestiona el éxito de las movilizaciones. Sin embargo, es incuestionable el éxito de un movimiento que, con sólo cinco meses de vida y, a diferencia de la política y la economía, sin ningún recurso más que el poder de la gente ha conseguido sacar a la calle a 100 decenas de miles de personas.

Por supuesto, hay un montón de críticas que se pueden hacer al #15M, comunicación, funcionamiento, ciertas actitudes… Por descontado, son muchísimas menos que las que se merecen por eso mismo y por cosas muchísimo más profundas los partidos, los mercados, los bancos, la policía y demás organizaciones de presunto bien.

Es un hecho, que el #15M como tal no ha llevado ninguna propuesta concreta a los órganos de poder. Es una verdad como un templo, en cambio, que no hay nada más poderoso y concreto que la voz de un millón de personas proponiendo un cambio político, económico y moral.

Claramente, no era la misma situación la que originó las primaveras de Túnez o Egipto que la de España y por eso había quien no quería compararlas. Ciertamente, la movilización mundial del #15O demuestra que, aunque pueda haber diversidad de situaciones, existe una ambición de cambio global en millones de personas.

El calendario dice: llevamos cinco agotadores meses en la calle. La intuición dicta: esto acaba de empezar.

Dormíamos. Despertamos.

Suenan Lenine y Maria Bethânia, Nem o Sol, nem a Lua, nem eu.

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Se trata de ocupar el 17 de septiembre Wall Street, uno de los epicentros del problema o «la Gomorra financiera de América», según dice el newsletter de Adbusters por el que me entero. Una mezcla, también según ese comunicado, de lo sucedido en la plaza Tahrir y de las acampadas de aquí. «La belleza de esta nueva fórmula -sigue diciendo el escrito- es su sencillez pragmática: hablamos unos con otros en distintas asambleas físicas y online, apuntamos hacia lo que será nuestra demanda, demanda que despertará nuestra imaginación y que, si se consigue, nos propulsará hacia la democracia radical del futuro… Y entonces salimos a la calle, nos hacemos con una plaza cargada de simbolismo y sentamos nuestros culos hasta que ocurra». Y añade, además, una cita de Raimundo Viejo, profesor de la universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ésta:

El movimiento antiglobalización fue el primer paso. Entonces, nuestro modelo era atacar al sistema como una manada de lobos. Había un macho alfa, un lobo que lideraba la manada, y otros que lo seguían por detrás. Ahora el modelo ha evolucionado. Hoy somos un gran enjambre de gente».

Parece difícil sacar sólo una demanda con la de cosas que hay que exigir (y exigirnos a nosotros mismos también) y quizá el orden de los factores no sea como imagina Adbusters. Incluso puede que Adbusters solo no sea quién para hacer tal movilización. Pero la idea es estupenda. Porque Wall Street es, efectivamente, la madre de todos los comportamientos inmorales de este maravilloso sistema de mierda. Y mola que se extienda todo esto.

Dicho lo cual, me meto en el agua.

Suena Chase The Devil, por Max Romeo.

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Jóvenes antisistema, perroflaútas, marginales… como se ve en la foto, eso éramos los miles de indeseables que estábamos ayer en Sol. Punto y aclaro: de la frase anterior, el único calificativo válido es el de indeseables. Como se está comprobando, ningún partido deseaba esto. Ni PP ni PSOE, ni siquiera ilustres perdedores como IU. Qué putada. Ellos celebrando su fiesta de su democracia y viene toda esta gente a hacer ruido. También se está viendo que los medios de comunicación convencionales no deseaban tal cosa. Han tardado en comunicar el asunto y lo han hecho mal y cada uno según su visión del mundo, muy objetivo todo. Los sindicatos tampoco parecen contentos. Ni, obvio, la patronal, la banca y todos aquellos poderes amantes de lo estático. También hay mucho ciudadano que ha expresado su disidencia: que si los cambios se hacen en las urnas, que si los que allí estábamos trabajábamos en empresas con intereses económicos contra los que protestábamos, que si no hay un mensaje claro…

Pues no. Los cambios, históricamente, se provocan en la calle y luego, a veces, suceden en las urnas. Los intereses económicos también pueden cambiar. Y deben, Para hacerse más justos, más responsables, más éticos. Y el mensaje es claro. El cabreo es el mensaje. Todos llevamos años quejándonos. Nos quejamos en el bar, nos quejamos en el curro, nos quejamos en bodas, bautizos y funerales. Nos quejamos con razón pero hasta ahora nos faltaba la oportunidad de pasar a la suiguiente pantalla. De la queja a la protesta. Aquí está esa oportunidad. Ir a Sol o cualquiera de las decenas de acampadas que se están organizando por toda España no es más que manifestar públicamente y en grupo un sentimiento común. No nos gusta el camino que han elegido para llevar la sociedad, no queremos ir por ahí, queremos algo mejor y queremos intervenir para que así sea. Corrupción, recortes sociales, beneficios astronómicos para empresas que despiden a miles, autismo de la clase política, ausencia de una política que fomente de verdad el emprendimiento, salarios miserables, ludopatía de los mercados… ¿Cuántas veces he hablado de todo eso con gente que no es ni marginal, ni perroflaúta, ni necesariamente joven ni presuntamente antisistema? Pues eso. En Sol, como en cualquiera de las acampadas, está el lugar para manifestarse contra todo ello. De eso se trata. Nada más. Nada menos.

Aclaración final: realmente, el caballero de la foto sí es un joven antisistema. Antisistema porque se manifiesta contra un sistema que no considera justo y que no considera suyo, sino cada vez más impuesto. Y joven porque tiene el espíritu de un chaval, paseando por la Puerta del Sol, cantando, gritando y protestando.

Suena My Generation, The Who.

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La política es, dice Wikipedia, «la actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del Estado en beneficio de la sociedad. Es el proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones para la consecución de los objetivos de un grupo». La política  es, según una de las acepciones del Diccionario de la RAE, la «actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo». La política es, pues, cosa de todos. Nosotros somos política, nosotros podemos hacer política. No debemos dejar que la política sea cosa de los políticos porque los políticos han demostrado poco o ningún interés en el «beneficio de la sociedad» o en la «consecución de los objetivos de un grupo». En esta época electoral está más claro que nunca: los partidos nos invitan a participar en la «fiesta de la democracia» con el único interés de ganar las elecciones. No se dan cuenta, o sí pero pasan de todo, de que a nosotros nos da igual quién gane, lo que queremos es ganar todos. Todos juntos, todos a la vez. Que esto no es fútbol, que esto es política.

Lo mismo pasa con la economía. Que es todo aquello que no hacen los economistas ni los accionistas ni todos los que buscan el mayor beneficio en el más corto plazo. El Capital, tal y como está planteado y como bien está quedando demostrado, es un billete de ida a la ruina de casi todos. ¿Y la justicia? Pues no es necesariamente lo que administran los jueces. Y así con todo.

Nosotros somos política, somos economía y somos justicia. Nosotros podemos levantarnos y decir basta. Nosotros podemos ir esta tarde a la Puerto del Sol a mostrar nuestro rechazo a su forma de actuar y a reclamar nuestra política, nuestra economía y nuestra justicia. Nosotros no tenemos por qué ser jóvenes, ni perro flautas, ni punkies, ni altermundistas, ni black blocs ni nada. Nosotros somos todos. Todos los que creemos que nos están llevando por un camino que no es el nuestro, todos los que creemos  que se pueden hacer las cosas de otra manera, todos los que pensamos cosas diversas pero estamos de acuerdo en lo esencial.

Ayer pasé por la acampada en Sol. Vi a gente corriente y muy tranquila, bien organizada y con ganas de provocar cambios. Vi algo absolutamente pacífico pero en absoluto inofensivo. Vi algo que podía ser el principio de algo más gordo. Por eso entiendo que haya habido ese desalojo nocturno. Porque los políticos tienen miedo de la política. Por eso creo que hay que seguir insistiendo, porque ese miedo es señal de que vamos por el buen camino. Pero hay que insistir. Hay que hacerse presente. Hay que manifestarse. La redes sociales están muy bien. Yo me enteré ayer por Twitter del asunto. Pero hay que ir, hay que estar, hay que mostrarse. Los políticos tienen miedo de la calle porque la calle es la realidad. La calle es política, la calle somos nosotros.

Por eso, hoy martes 17 de mayo, a las 20 horas, otra concentración el a Puerta del Sol

Porque ellos son culpables de todo lo que han hecho, pero nosotros seremos responsables de todo lo que no hagamos.

Suena Susheela Raman, Raise Up.

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La economía nipona vive estancada desde hace casi 20 años, con el riesgo de caer en deflación (caída generalizada de precios). Se han llevado a cabo todas las medidas posibles: rescates bancarios, tipos de interés prácticamente planos, emisiones de cantidades ingentes de deuda pública… Nada funciona. La economía no crece.

Para combatir este riesgo, diversos economistas abogan por elevar el consumo y generar inflación a través de la imposición de tipos de interés negativos. A la gente se la penalizaría por depositar sus ahorros en una entidad financiera, por lo que solo les quedarían dos opciones. Consumir desaforadamente o acumular efectivo. Y para evitar esta segunda se optaría por suprimir el metálico y así operar únicamente con dinero electrónico».

Copiado y pegado de El País, de un reportaje llamado El dinero, de plástico, por favor. Pues nada, que espero que sea verdad que ya nadie lee periódicos, no vaya a ser que a alguien se sienta inspirado.

Suena Agradable sobremesa con una japonesa, de KGB.

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ObamaSuperman

Salir del armario es difícil. La verdad es que yo aún no lo he hecho, así que esta vez no puedo hablar en primera persona. Pero sí por lo que veo por ahí. Barack Obama, por ejemplo. Dicen que el tío acaba de emprender la mayor reforma financiera desde la Gran Depresión. Uh. O sea, que se ha dado cuenta de lo que ha pasado con esto que llaman crisis cuando deberían decir realidad y ha decidido crear consejos reguladores por doquier, dar más poder a la Reserva Federal, fundar una cosa llamada Supervisor Bancario, meter nuevas reglas para las agencias de rating y hasta proteger a los consumidores. Pues muy bien. Lo curioso es que el bueno de Barack se sigue declarando «un firme creyente en el poder del libre mercado como motor de la prosperidad». Ya.

Quiere esto decir que a Obama le siguen gustando las tías pero se ha puesto a vigilar el culito de los mozos, incluso a regularlo. A mí me parece muy bien lo que cada uno haga con su identidad sexual, incluso con la económica. No voy a ser yo el que se dedique al outing financiero. Pero tengo la sensación de que Obama se ha quedado a medio camino de lo que le pedía el cuerpo hacer con la economía por eso del qué dirán. Y eso es una pena, hombre.

Es verdad que declararse en contra del libre mercado está peor visto que decirse heterosexual en el Black&White o gay en la Conferencia Episcopal, pero digo yo que a estas cosas hay que echarles valor; por eso de no engañarse a uno mismo, no confundir a los demás y, sobre todo, cambiar el rumbo de la historia. Que parece que es el momento. Y, por eso, voy y me decido. Salgo del armario. Madre, padre, tío el cura, yo no soy un firme creyente del poder del libre mercado. Creo que el libre mercado se ha confundido con el libertinaje y que, puesto que los que mercadean no han demostrado lo contrario, hay que ponerle puertas y castigar al que las abra sin llave. Nada de comunismo, claro, pero sí bastante de ética, de decencia y de lógica.

Y, ojo, que esto no tiene nada que ver con la libertad. De eso sí que soy un firme creyente, de ese armario sí que no salgo. Pero, puesto que se dice que la libertad de uno termina donde empieza la de los demás, la libertad de los que quieren el libre mercado termina donde empiezan los derechos de los consumidores, de sus trabajadores, de los que pagan impuestos, de los que quieren un medio ambiente entero, de los que exigen no ser pobres a costa de los beneficios de los ricos y muchos etcéteras más. Hala, ya podéis llamarme mariquita.

Suena uno de los clásicos absurdos de Siniestro Total, ¿Qué tal, homosexual?

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Leo en el mismo periódico dos noticias que no tienen nada que ver pero que me hablan de lo mismo. La portada de El País dice que la crisis financiera se agrava, que Bruselas piensa en eliminar los bancos dañados como si fuesen virus informáticos y que lo de Madoff tiene más pinta de regla que de excepción. Treinta y tres páginas más allá, el mismo periódico titula que «La Antártida se resquebraja en miles de icebergs», que el hielo del Polo Sur se funde más rápido de lo previsto.

Aunque lo del hielo derretido no sea digno de portada, parece que la cosa se va a convertir en hábito y nos va a tocar adaptarnos a ello y, por tanto, cambiar de vida. Porque si sube el nivel del mar y por eso hay movimientos de población o si cambia el régimen de lluvias y por eso hay cosechas que van y vienen, por poner dos ejemplos, vamos a tener que ponernos en marcha para gestionar nuevas experiencias vitales. O no. Igual decidimos subirnos a uno de esos trozos de hielo y esperar a que se derrita con el índice y el pulgar apretando los orificios nasales para que no nos entre agua al hundirnos.

Lo mismo pasa con la crisis financiera que, por cierto, es mucho más que financiera. El sistema se resquebraja y sus cimientos se funden mucho más rápido de lo previsto. Y nosotros podemos esperar su hundimiento apretándonos la nariz, esta vez por protegernos de los malos olores. O podemos, también, tratar de adaptarnos a ello. Comprender que la sociedad ya nunca va a ser como la hemos conocido y buscar nuevas maneras de gestionarla.

Claro que, para eso, es necesario que haya líderes que tomen decisiones y yo últimamente no he visto ninguno. En España, la analogía que me pilla más a mano, el Estado da pasta a los bancos sin quedarse a cambio con acciones mientras que las empresas financian a un buen montón de Ayuntamientos por la vía del impago público y el asunto de cobrar en cualquier curro se ve impedido por una morosidad que se contagia sin que el poder trate de buscar una vacuna. Y luego dicen que el caos sólo campa por Somalia.

Este castillo de naipes se está cayendo porque las cartas no estaban bien colocadas. Necesitamos un nuevo tipo de construcción para nuestra sociedad. Si esperamos a los que hemos colocado como croupiers, lo llevamos claro. Necesitamos arquitectos, aparejadores albañiles, fontaneros, electricistas… ¿Quién dice que no hay trabajo? Queda todo por hacer. Hagámoslo.

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¿Alguien sabe cuáles eran los planes b, c y d? Es más, ¿alguién cree que alguna vez hubo un plan a? ¿A alguien le importa?

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botellon

Sacó el Economist hace un par de días un informe sobre la cosa económica en España, el crecimiento exitoso de las últimas décadas, el parón de ahora, los méritos de Zapatero, sus deméritos, sus retos y su mala política (y diplomacia) exterior. El texto se llama After the fiesta, es bastante certero y equilibrado y se puede leer pinchando aquí. Está en inglés, eso sí, por esa manía que tienen allí de escribir en su idioma. Yo, de todo el parrafeo, me quedo con esto:

La clave estará en si el presidente da los pasos necesarios para hacer la recesión tan corta y suave como sea posible. Esto incluye reformas estructurales, especialmente en el mercado de trabajo, para arreglar la creciente pérdida de competitividad española. El país ya no es un lugar barato para hacer negocio y sus trabajadores no son especialmente productivos».

Coño, los del Economist se han dado cuenta de que los trabajadores españoles no somos especialmente productivos. Me pregunto por qué será. A ver si alguien que pase por aquí me puede ayudar.

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