¿Se puede publicar un artículo titulado «África se abre poco a poco a los transgénicos» en el periódico presuntamente más prestigioso de España sin incluir en el texto ni un sólo punto de vista contrario a los cultivos genéticamente modificados? Sí se puede porque El País lo ha hecho hoy. ¿Se debe hacer? Pues yo creo que no. A la autora del texto, Lali Cambra, y a los responsables de editarlo les ha importado un carajo esa máxima periodística de tratar por igual las dos caras de una moneda. Incluso se han hecho poco caso a sí mismos, puesto que en el texto sí se admite que «el debate sobre los GM (alimentos genéticamente modificados), como el nuclear, está polarizado». La cosa habla de un congreso sobre los beneficios de los transgénicos celebrado en Uganada el mes pasado (¿?) y las únicas matizaciones a la propaganda pura son las de Kanayo Nwanze, presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Afrícola (IFAD). «Los GM no son la solución a todo», se atreve a decir el hombre y se digna a publicar el periódico.
Si uno teclea la palabra «transgénicos» en Google, se encuentra con 855.000 páginas de referencia. Comprendo que son demasiadas para consultarlas todas. Pero es que la primera es la de Greenpeace, que, obviamente, no está a favor del asunto. La segunda es la de la Wikipedia, que sí lo está pero que incluye parte de la polémica. Y la novena es una noticia de este mes que cuenta que la organización Biowatch logró en Sudáfrica «una victoria judicial que asegura la gratuidad del acceso a la información sobre cultivos transgénicos, aun en contra de la opinión de los organismos públicos y grandes corporaciones». Por cierto, Sudáfrica es el lugar desde donde firma la información de El País la tal Lali Cambra. Pero, ya digo, o no ha googleado o no ha leído entre muchas líneas.
Así, en el texto se dan como buenas afirmaciones que provocarían infartos a ecologistas, comprometidos varios y hasta algún que otro Premio Nobel. Se dice, por ejemplo, que los transgénicos son estupendos contra el cambio climático, que benefician a los pequeños agricultores y que van a ayudar un huevo al desarrollo de África. Justo lo contrario que piensa la gente que piensa lo contrario. Incluso aparece en el texto la corporación Monsanto (para muchos, uno de los grandes demonios del mundo actual) como un benefactor social sin el Mon delante, junto a otra multinacional, BASF, y la familia Gates. Con un par.
Yo no tengo una opinión clara con respecto a los transgénicos -bueno, sí la tengo, pero no viene al caso- pero sí poseo un concepto meridiano de lo que debe ser el periodismo responsable. Y ni de coña se parece a lo que sale hoy en la página 41 del periódico que me ha costado 1,20 euros y cuyos autores y muchos de sus lectores aún consideran el colmo de la ecuanimidad, la veracidad y, uf, qué pereza, el progresismo. Es más, lo de hoy no sólo es contradictorio con su propio Libro de Estilo, sino que se da de morros con noticias recientes del periódico en cuestión. Resulta que ayer mismo, su defensora, Milagros Pérez Oliva, tenía que justificar una información sobre eutanasia en la que se había metido la pata por no consultar otra fuente. Resulta que hoy, en la misma sección de Sociedad donde aparece la noticia transgénica, se recoge (tarde) eso del código ético contra la propaganda ecológica de las marcas de lo que ya se habló por aquí (también con retraso) la semana pasada. Resulta que el viernes pasado sí se publicaba un artículo como es debido sobre lo nuclear, con sus puntos de vista diversos expuestos y discutidos.
Hace poco, en el mismo El País -¿se nota que es el periódico que leo y en el que a veces hasta escribo?, ¿se entiende, por eso, que le dé tanta cera?-, publicaba una columna Miguel Ángel Aguilar que ahora no encuentro en la Red pero que venía a decir que un diario no debe ser abanderado de ningún movimiento, que simplemente debía dar información contrastada, diversa y tal. Pues eso. No creo que lo de hoy sea un maniobra orquestal en la oscuridad de Monsanto. Creo que es un ejercicio de incompetencia. Y eso es lo grave. Los periodistas y los medios cada vez nos lo curramos peor y así no van a mejorar las ventas ni el prestigio ni la inversión publicitaria. Cada vez más, los que formamos la audiencia nos sentimos insultados por los que hacemos la información. Y con este ejemplo de mi esquizofrenia de cada día, me retiro a mis aposentos.
Suena Fela Kuti, Teacher Don’t Teach Me No Nonsense.