No tengo ni idea de lo más o menos apropiadas que son las políticas medioambientales de la cadena de distribución gabacha, pero está claro que se han marcado un punto o dos. Mientras Zapatero aún se está planteando eliminar las bolsas para 2010 pero no tiene nada aprobado, Carrefour se adelanta y se queda con toda la atención mediática. Su decisión se ha llevado espacios informativos en todos los medios toda la semana y, además, ha generado el debate público que no han sido capaces de generar ni las administraciones ni las ONG ni los medios. Manda huevos, pero por primera vez se oye hablar en mercados y bares de los plásticos y eso es gracias a una iniciativa de una empresa privada.
Eso sí, en ese debate se aprecia el mal de nuestro tiempo. El andeyocaliente. A la gente parece que le jode la incomodidad o el precio de renunciar al plástico. Porque es mucho más fácil llevar la pasta de dientes en una bolsa que saber que esa bolsa no se desahará en más de 400 años, que la bolsa en cuestión puede matar a una tortuga que la confunda con una medusa o que la bolsa de las narices está hecha con derivados del petróleo y todas las consecuencias que detalles como éstos generan (por ejemplo, y por seguir con lo cómodo y lo incómodo: bañarse entre medusas, tener cada vez menos pescados que llevarse a la mandíbula, seguir dependiendo de una materia prima con más pegas).
Lo fácil, está claro, es que la información nos resbale cuando (creemos) que nos conviene. Como esa noticia que lleva circulando por los medios unos cuantos años y que volvió a salir a flote hace unos días (yo la vi en La Vanguardia el domingo pero no encuentro el link): una isla de residuos plásticos dos veces más grande que Francia que flota en el Pacífico. La sopa de mierda en cuestión fue descubierta en el 97 y, como está lejos de rutas marítimas y en aguas internacionales, nadie se hace responsable de ella. La cosa no es sólo repugnante desde el punto de vista estético, es tóxica de narices para la salud del planeta, que no es otra cosa de nuestra casa. Esto es como barrer y meter lo barrido debajo de la alfombra. No se ve aunque se padezca. Por cierto, no es la única sopa de residuos plásticos que flota por nuestros mares. Y, más por cierto, no es sólo cosa de las bolsas de plástico, sino de las botellas de plástico, los juguetes de plástico, los cepillos de plástico, los teclados de plástico y el casi todo de plástico que consumimos. Pero mejor no pensemos en esto, no vaya a ser muy incómodo.
Pobres cocineros de postín. Nadie se ocupa de ellos, no salen en las noticias, tienen los restaurantes vacíos, deben bajar el precio de sus menús, no les editan libros, ni ponen su cara y su marca para gazpacho en brick. No, en serio. Es una jodienda. Los tíos sólo pueden comprarse un par de relojes de medio kilo al año y ni siquiera tienen para un Aston Martin. Su profesión está devaluada, dejada de la mano de Dios. Jo. Tú. Qué pena.
Dan ganas de darles algo a Adriá, Arzak y, sobre todo, a Arola, que es el que ha hablado con El País. Dan ganas de darle un abrazo por hacérnoslo pasar tan bien con su entrevista. O el tío es un cachondo mental o se tomó una copita de champán de más. Dice Sergi: «Los chefs no tenemos ministerio». Y dice más: «Podríamos estar viviendo un momento de desamortización gastronómica». Y añade: «Es duro decirle a tu hija que no puedes ir a verla bailar en la fiesta de fin de curso del colegio porque tengo que visitar los restaurantes que abro, como éste en Portugal». Y no se calla: «Somos un sector en el que todo el mundo se apoya, pero al que nadie ayuda».
Y digo yo: que es verdad que la gastronomía española representa por ahí fuera al país pero que es mentira que no reciba ayudas. Que el ICEX y otras instituciones se encargan de promover y ayudar a cocineros, denominaciones de origen y marcas españolas por el mundo. Y que, además, no parece muy lógico que haya que contibuir, con dinero de todos, a los negocios que cada uno se monta en el extranjero. Claro que molaría que cada profesión tuviese su Ministerio, más que nada por conocer al ministro de chistes de Lepe. Pero nada. Se ve que en esta vida no se puede tener todo. Y es que no es tendencia.
Puede que en algún lugar del discurso de Arola haya una razón. Yo no la he encontrado pero, en cualquier caso, ni ha sabido expresarla ni lo ha hecho en el mejor momento. Ni siquiera en el mejor lugar: el tío habla ante el campo de golf del lujoso Hotel Penha Longa, en Sintra, Portugal, donde inaugura plaza. Mal sitio para quejarse y peor tiempo con el panorama que tenemos, que parece que el tío no ha leído los periódicos los últimos meses y no sabe lo de los millones de parados y tal. O es que igual el Gobierno, después de dar pasta a bancos y fabricantes de coches, tiene que ocuparse de los restaurantes. Que todo puede ser.
A mí me gusta comer y beber bien. Y mucho. Una vez estuve en la mesa de la cocina de La Broche (gracias, padres) y hablé con Arola. Me dijo que él, con el restaurante, no hacía dinero, que si quisiese hacerse rico montaría un asador. Me pareció lógico. Casi había más gente currando en la cocina que comiendo en sala. Por eso Arola, en vez de dedicarse a asar corderos, ha montado nosecuántas paninotecas y sopotocientos restaurantes que llevan su nombre. Los cocineros se han convertido en algo más que empresarios, se han hecho marcas. Y están en su derecho. Pero, y esto no es una opinión sólo mía porque hay cada vez más gente que la comparte, están saturando al personal con su presencia y con manifestaciones como éstas. Y lo peor es que a Arola no le caerán muchas bofetadas por lo que ha dicho, que sólo hay hostias para el que se sale del rebaño corporativo, como Santi Santamaría.
Acabo, que me está entrando hambre y voy a ver si encuentro una tasca abierta. El pobre Arola se queja de que no puede ver bailar a su hija pero no le importó sacarla en un anuncio de hornos. Es muy libre de hacerlo, claro. Como de salir haciendo el gamba en un horrible reality llamado Esta cocina es un infierno. También es libre de lamentarse en la entrevista de que no puede comprarse un Aston Martin: «Yo siempre digo que hay restaurantes asequibles y otros que no lo son. Por ejemplo, a mí me encantaría conducir un Aston Martin, pero no puedo comprarme uno porque no es asequible». Pero, él que sabe de cocina, debería entender que las palabras hay que medirlas como los ingredientes de las recetas. Que si uno se pasa acaba haciendo un discurso intragable que puede sentar malamente a la gente que tiene problemas serios. Claro que siempre podemos acudir al ministerio de ciudadanos hartos de entrevistas chorras para que nos ayude.
Hoy hace un año y un día que nació este blog. Y la verdad es que está encantado de haberse conocido. Yo también estoy encantado de haber conocido al blog, aunque a veces mantenerlo sea un poco condena. Lo normal en estos casos, por lo que he visto por ahí, es dar un montón de datos de visitas y demás y hacer una recopilación de búsquedas bizarras a través de las que ha llegado la gente al lugar. Mis datos no están mal y las búsquedas que acaban aquí son de lo más psicodélicas. Normal, puesto que a veces me dedico a hablar de BDSM, intercambio de parejas, alargamiento de pene y cositas de ésas que no interesan a casi nadie en Internet, qué va. Pero como soy un tío discreto, paso de publicar tales cosas. En cambio, prefiero felicitar al blog y agradecer sus visitas a los lectores. Por cierto, si alguien quiere regalar algo al querubín, que me lo mande a mí y yo se lo hago llegar.
Las crisis sistémicas se caracterizan porque al estallar afectan al propio funcionamiento del sistema y a fin de salir de ellas es preciso sustituir o modificar en profundidad algunos elementos constitutivos del mismo, de forma que se introduzca en él una nueva forma de operar. La crisis de 1929, que condujo a la Gran Depresión, fue de estas características. La crisis ante la que ahora nos hallamos también lo es.
(…) no es posible que se continúen despilfarrando recursos tal como se han estado despilfarrando hasta ahora. Y no es posible, no sólo desde el punto de vista de la ecología, sino por mera eficiencia del propio sistema.
El actual modo de funcionamiento del sistema productivo, desde su mismo origen, fue altamente despilfarrador. Partía de una base errónea, ya que suponía que la cantidad de recursos de los que podía disponer era ilimitada. De todos los recursos, desde el petróleo hasta el uranio, desde el cobre hasta el agua. Por consiguiente, el modo de producción puesto en funcionamiento por nuestro sistema no se paraba a pensar en la eficiencia en el uso de tales recursos. En todo caso, la preocupación era, tan solo, cómo obtener los recursos precisos al más bajo precio posible. Y debido a que durante muchos años el precio de las commodities fue muy reducido, la eficiencia en el uso de los recursos continuó brillando por su ausencia.
(…) El cambio sistémico que traerá la crisis que estamos comenzando a padecer y que se pondrá de manifiesto de forma especialmente dramática a mediados de 2010 nos hará desembocar en una situación en la que, tarde o temprano, el propio sistema comprenderá que los remedios que se han ido estableciendo desde el año 2007 no sirven de nada.
Y cuando por fin llegue ese momento, la salida de la gravísima y terrible situación a la que el mundo se enfrenta tendrá que consistir en la toma de conciencia de algo que deberíamos haber comprendido hace tiempo. A saber: que la eficiencia en el uso de los recursos debe regir de forma prioritaria la toma de decisiones, y que es a través de la mejora continuada de la productividad como se pueden conseguir los cambios necesarios para ver la salida de la crisis.
Dicho así no suena mal: hay que acabar con el despilfarro, tenemos que ser más ecológicos, debemos utilizar los recursos de forma muy productiva. No suena mal, pero todos, Gobiernos, empresas y ciudadanos, debemos comprender y aceptar que para funcionar de ese modo tenemos que aplicar cambios drásticos y profundos, que afectarán muy notablemente a nuestro modo de vida. Y son unos cambios que tendrán que ser, además, permanentes. Introducir esos cambios, teniendo en cuenta que son de gran calibre, no es sencillo para nadie. Ni sencillo ni agradable, sobre todo al principio».
Sonaba en Spotify mientras leía esto Dr. Dog, 100 Years. Una preciosidad.
La foto, de la Wikimedia, es del mirador Collado del Pilón, en Murcia.
Rectifico: las discográficas no sólo se están suicidando, están tratando de matar la música. Leo en el New York Times el caso de Juliet Weybret. La inocente muchacha colgó en diciembre en YouTube un vídeo en el que aparecía cantando su propia versión de Winter Wonderland, un villancico. Pero resulta que los derechos de la cancioncilla en cuestión son de Warner y Warner está negociando con YouTube cuánta pasta quiere por los derechos de sus obras protegidas colgadas en tal sitio. Resultado: la versión fue retirada y la inocente colegiala se ha acojonado y puede que ya nunca más se le ocurra colgar una versión de ninguna canción en ningún lado. O ni cantarla. Hay historias todavía más frustrantes, como la de ese profesor que quería enseñar el lenguaje de los signos con música de Foreigner de fondo. Igual el tipo tiene mal gusto, pero tampoco es motivo para quitarle el vídeo. En el texto de NYT, hay un portavoz de Warner que se defiende diciendo que es la programación de YouTube la que anula cualquier contenido cuyos derechos huelan a Warner, ya sean canciones originales o versiones. También dice el abogado del diablo que tanto la compañía como sus artistas están muy frustrados por la situación. Ya, pobres. En fin, como decía el Chiri en un comentario a la entrada donde contaba otra de discográficas y YouTube, «la música seguirá adelante como sea, aunque sea sólo en forma de carnaval».
* Esta chica, a la que no tengo el gusto de conocer, cuelga en YouTube sus versiones acústicas de Eskorbuto y La Polla Records. No creo que Iosu y Jualma resuciten para reclamarle sus derechos. Ni pienso que lo hiciesen en vida (salvo para pagarse unos chutes). Pero, de todos modos, igual es otro vídeo en peligro de extinción.
Leo en Expansión (qué cosas leo): Zara vende 40.000 prendas en La Habana. En un pequeño comercio llamado Moda y Punto se puede encontrar ropa tarada o que no ha encontrado comprador ni en rebajas. Y la oferta está siendo un exitazo. En un día, la tienda ha facturado 5.000 dólares. ¿Quién dijo que a Cuba le faltaba algo? Se ve que cuando por este lado se nos agotan las existencias de consumidores, siempre hay un país comunista al que colocarle el stock
Las grandes corporaciones se han dado cuenta de la que está cayendo, han asumido su responsabilidad y están cambiando sus comportamientos. Basta echar una visual a la noticia de lo que está haciendo Citigroup. Se puede leer aquí o aquí. Pero para el que sea perezoso con el ratón, lo resumo: está comprando y acumulando petróleo al precio (barato) de hoy para venderlo (caro) mañana. En el mercado de futuros, parece, el barril de Brent para enero de 2010 está ya a 58,97 $, un 25% más caro que el de ahora (y lo que podrá subir). La pobre Citigroup, que lo está pasando mal por la crisis, no es la única empresa que hace estas cosas tan bonitas por todos nosotros. También compañías concienciadas como Shell y BP se están dedicando a acumular combustible fósil para sacarse una lana cuando sea menester. Qué bien.
Ah, por cierto. Esto que hacen estas empresas tan simpáticas tiene nombre. Y no, no es solidaridad. Ni comercio justo. Se llama contango y su significado se explica, por ejemplo, aquí.
Para estas empresas, este vídeo con una canción también muy bonita: Necrosis en la poya de Esplendor Geométrico. Por cierto, en directo el 15 y 16 en Barcelona y Madrid y en entrevista en Música en la mochila.
Diez millones de canciones de los trece millones disponibles a la venta en Internet no encontraron nunca un mísero comprador. Sólo 173.000 álbumes del 1.230.000 a disposición de los clientes fueron adquiridos. El 80% de todos los beneficios llega de sólo 52.000 canciones. Son datos de este 2008 servidos el otro día por The Guardian y que he encontrado gracias a un comentario en Jenesaispop. El estudio ha sido realizado por dos curritos de la MCPS-PRS Alliance (algo así como la unión de la SGAE y la AIE pero en Gran Bretaña) y, según The Guardian, viene a demostrar dos cosas: la ley de un tal Sturgeon, «el 90% de todo es una mierda», y que la teoría de La Larga Cola -que dice que la suma de las pequeñas ventas de muchos productos puede superar las ventas de unos pocos grandes éxitos- falla más que una escopeta de feria.
Para mí, en cambio, estos datos demuestran otras cosas:
a) Que hay demasiadas canciones. Que se hace mucha música. Que sobra stock.
b) Que menos mal que nos hemos pasado al digital porque, si no, el mundo estaría lleno de la basura dejada por los discos y canciones huérfanas y sus correspondientes cintas de grabación.
c) Que es posible que los estudios patrocinados por la MCPS-PRS Alliance tengan un sesgo para justificar su reparto del dinero de los derechos de autor (no como aquí, que la SGAE lo hace muy bien… Fin del paréntesis sarcástico).
d) Que, en cualquier caso, los hábitos de consumo de música se han transformado de forma irreversible por mucho que las discográficas y muchos cantantes y compositores se empeñen en defender un modelo de negocio que ya era trasnochado cuando lo practicaba Sam Phillips allá por los 50.
e) Que se desconoce si los gobiernos del mundo están pensando en apoyar económicamente a los autores de esos diez millones de tonadas sin vender como están empezando a hacer con los fabricantes de los coches que no han salido del concesionario.
Si alguien pensaba que no quedaba humano sobre el Planeta que no conociese Burger King, ése alguien no es Burger King. Por eso, y por hacer una campaña de publicidad, la empresa se ha marcado un documentalito llamado Whopper Virgins en el que llevan de colonización el Whopper a remotas tierras tailandesas, groenlandesas y rumanas. La idea y realización es de la agencia Crispin Porter&Bogusky, experta en virales, y trata de dar a probar la hamburguesa en cuestión a gentes que jamas han visto una. Y grabar su reacción. Y tal. Es ingenioso el asunto, aunque a mí hace muchos años que los productos de Burger King me revuelven el estómago. Delicado que es uno.
La web de la cosa se encuentra pinchando aquí. Yo cuelgo el vídeo vía Youtube para el que se quiera ahorrar un click y aprovecho para agradecer el soplo a mi buen amigo Nano.