Tras la que ha liado Santi Santamaría se me ocurren varias cosas:
· No sé si es consciente, pero este cocinero que ha salido en los medios para criticar a todos esos cocineros que salen en los medios ha expresado el sentimiento de la gente que, en general, está bastante harta de cocineros. Será porque no paran de salir en los medios.
· Lo malo no son los Adriá, Arzak y Aduriz. Lo peor son los cientos de imitadores baratos (pero muy caros) que han surgido por todas partes. Siempre pasa lo mismo. En música, por ejemplo. Lo malo no fueron los Smiths. Lo peor fue toda la ristra de grupos repipis, redichos y rimbombantes que nacieron inspirados por las cositas de Morrissey.
· A pesar de llevar relojes más caros que la mayoría, los cocineros han demostrado ser como todos los demás profesionales. Corporativos del copón. Han cerrado filas por eso de defender la-cocina-española. Me juego mi wok a que en el próximo Madrid Fusión a Santamaría le van a hacer el vacío y no le van a dejar probar sus nuevas esferificaciones.
· Digo yo que lo que los cocineros entienden por la-cocina-española es todo el chiringuito que se han montado: venta de libros, anuncios de hornos, cursos, conferencias, caterings y partidos de pinches contra chefs. Ojo, están en su derecho de sacar rentabilidad a la tendencia que han creado. Pero supongo que por mucho que hable Santamaría no está en peligro, como ellos dicen, la cocina española de verdad. No creo que desaparezcan las lentejas, el salmorejo, la merluza a la vasca y el pa amb tomàquet.
· Al final, todo es promoción. Santamaría habla porque quiere salir en la foto. Los otros, que no se cansan de posar para las fotos, responden no vaya a velárseles el negativo. Los que tendrían que reflexionar son los que hacen la foto. Los medios dan demasiada cobertura a las palabras de Santamaría lo mismo que dan demasiada cobertura a los experimentos de nitrógeno de los otros. Lo explicó ayer Enric González muy bien (qué coño muy bien, mucho mejor que yo).
· La pena es que hay tema. Los cocineros se han convertido -porque ellos han querido, ojo- en generadores de corrientes gastronómicas. Por eso, tienen una responsabilidad. Está bien que haya laboratorios como El Bulli, lugares donde comer sea como montar en un Fórmula 1, pero eso no tiene que ser la norma. No es sostenible. Los cocineros estrella deberían ser los primeros en recomendar una cocina hecha con productos de la tierra. No por una cuestión de patriotismo, sino por pura supervivencia. Porque el consumo excesivo nos está dejando sin materias primas. Porque si se sigue sirviendo tataki de atún rojo como si se pudiese sembrar, pronto nos tendremos que conformar con ensalada de medusa. Porque beber en Madrid un agua mineral embotellada en nosequé afluente de un río escandinavo es tan chorra como obsceno. Porque al final las tascas y las casas de comidas van a ser especies en peligro de extinción ante el acoso de los cuatro jinetes de la gastroenteritis: el diseño, lo neoasiático, la caramelización y el lounge.
Algunas de las cosas que dice Santamaría son absolutamente ciertas. Y yo también creo que hay que tomar productos frescos, de la tierra y esas cosas. Pero sinceramente yo tengo la impresión de que Santamaría está haciendo una crítica malintencionada y que responde a esa actitud populista, del típico español campechano que cae bien a la gente, del vecino de enfrente que «se atreve» a decir que el emperador está desnudo. Eso, en general gusta mucho pero Santamaría está jugando un papel que, en mi opinión, es es bastante mezquino.
Argumento: en primer lugar él (yo estuve en la rueda de prensa de presentación del premio y flipé pero los que me rodeaban no, ellos estaban encantados con ese tipo que decía las verdades del barquero) Santamaría habla de que hay que volver a la cocina de la abuela. Vale, ideal, comamos lentejas, torrijas, tortilla de patata estructurada y comida casera en general, nada en contra, pero bueno, si vamos a comer la comida de la abuela, no la paguemos como si estuviéramos degustando algo especial. Si Santi Santamaría tuviera un restaurante de menú (que sería lo lógico ya que él opta por la comida casera, la que se consume a diario y es muy sana) todos de acuerdo, pero en mi opinión cuando se paga un dineral por ir a comer o cenar uno espera algo distinto a lo que tiene en casa. Poniendo un ejemplo políticamente correcto (que a Santamaría, que es muy campechano le encantaría) es como uno/a va de putas/os y le recibe una señora en bata, con patunflas, pasada de peso y con los rulos o un tipo en camiseta medio sucia barrigón y tirado en el sofá bebiendo cerveza. Sí, es todo muy hogareño, pero si uno sale a comer fuera será porque quiere encontrar lo que no le dan en casa, digo yo, llámame antigua.
Por otra parte, con su mala intención manifiesta, acusa a los «modernos» de usar productos químicos que nos van a matar. Lo primero, en una de sus recetas de repostería él incluye no sé qué producto que es de los que critica (al ser cuestionado sobre el asunto, respondió que ahora ya no lo pondría en la receta porque se ha erigido en defensor de la cocina pura…. en fin, un disparate). Pero lo esencial es que cuando uno va al restaurante de Adriá lo hace una o dos veces en la vida. Es una experiencia que difícilmente se repite básicamente por el precio. I mean, que yo, que soy doña a ver qué conservante tiene este producto y como tenga alguno no lo compro, creo que por una vez que uno tome una dosis homeopática (recordemos que las raciones son infinitesimales) de un poco de química (permitida por los gobiernos, aunque eso tampoco garantiza nada) pues no le va a pasar nada. Si hay algún pervertido que come a diario tortilla desestructurada y humo de granada pues ese ya es otro problema, pero Adriá no lo pretende
REspecto a los imitadores de Adriá y la comparación con los Smiths totalmente de acuerdo, muy acertada
Ojo, que yo no estoy de acuerdo con Santamaría, que creo que es tan responsable como los demás de lo que les acusa. Yo no estuve en la rueda de prensa, ni lo conozco, ni siquiera he comido en su restaurante. Sí he estado en Arzak y he flipado. Y conozco alguno de los restaurantes de los otros y, bueno, hay de todo. Pero estoy de acuerdo contigo en que son experiencias distintas a la comida diaria, más espectaculares. Y ni siquiera me parecen caras para lo que me aportan: si el sitio lo merece, por comida y servicio, hay pocas cosas que disfrute más que una comilona. Otra cosa es todos esos lugares que-pretenden-ser-y-no-son pero te lo cobran igual…
Lo que dudo es que, porque Adriá, Arzak, Aduriz and co hagan lo que hacen, el resto de los cocinillas deban pretender hacer lo mismo (sin los conocimientos ni el presupuesto ni, seguramente, el talento). Lo que me fastidia es que tengamos que tener a un cocinero cada día en cada suplemento suplemento semanal, programa de televisión o anuncio de vitrocerámicas. Lo que me jode es que en Madrí (en Barcelona ni te cuento) vayan cambiando los sitios de toda la vida por lugares fashion donde se maltrata a los seres humanos con la comida, el servicio y el precio. Lo que no creo que sea de recibo es que, porque Adriá sea el mejor del mundo (que debe serlo), tengamos que encumbrar a cada rato a un chaval de 25 años.
Vamos, que, como casi siempre, culpo a los medios de todo esto. Porque les encanta dar bolilla a este tipo de corrientes, no sé si como consecuencia de ese particular chovinismo español que se reduce a: «Como en España, no se vive en ningún sitio» y «como en España no se coma en ninngún lado». Pero también porque lo de la gastronomía y la restauración ya es un campo copado por agencias de RRPP y marketing en las que muchas veces participan periodistas del ramo, saltándose a la torera todos los códigos éticos. Y porque es demasiado fácil olvidarse de la objetividad por una comida de gañote bien regada en vino.
Ah, y lo de los productos químicos, estoy contigo otra vez, me parece una sandez.
Sí, estamos de acuerdo totalmente. Yo tampoco es que adore a Adriá ni nada de eso, pero vamos, que puestos a criticar me parece que hay otros flancos por donde atacar y lo de Santamaría me ha sonado a «como no soy de los guays me voy chivar de que fuman en el recreo», lo cual es comprensible, la inseguridad es muy traicionera pero bonito no está, como decimos en Málaga
[…] A mí me gusta comer y beber bien. Y mucho. Una vez estuve en la mesa de la cocina de La Broche (gracias, padres) y hablé con Arola. Me dijo que él, con el restaurante, no hacía dinero, que si quisiese hacerse rico montaría un asador. Me pareció lógico. Casi había más gente currando en la cocina que comiendo en sala. Por eso Arola, en vez de dedicarse a asar corderos, ha montado nosecuántas paninotecas y sopotocientos restaurantes que llevan su nombre. Los cocineros se han convertido en algo más que empresarios, se han hecho marcas. Y están en su derecho. Pero, y esto no es una opinión personal porque hay cada vez más gente que la comparte, están saturando al personal con su presencia y con manifestaciones como éstas. Y lo peor es que a Arola no le caerán muchas bofetadas por lo que ha dicho, que sólo hay hostias para el que se sale del rebaño corporativo, como Santi Santamaría. […]