¿Debemos extraer algún mensaje concreto del hecho de que hoy, que empieza la Feria de San Isidro, un diario como El País, donde por cierto escribía (como los ángeles) el añorado Joaquín Vidal, sólo haga mención al asunto en su página de televisión y para vender su burra de Canal + y la única otra noticia con cuernos sea la recogida de 180.000 firmas de una campaña antitaurina en Cataluña?
La foto que ilustra esto es de Manon, cómo no, y retrata a Curro Díaz, uno de los pocos que me apetece ver de todo el cartel de la Feria, que menudo bodrío de rebajas han preparado este año (mira, un tema que podría haber tratado el periódico). Y suenan los Clash porque a su bajista, Paul Simonon, le gustan los toros. Y porque la canción se hace una pregunta muy de aficionado. Y porque me da la gana.
«Ahora quieren rebajarnos el sueldo por la ludopatía de los ejecutivos en bolsa».
Si alguien echó de menos ayer la columna de Enric González en El País (hoy tampoco aparece), esta frase puede tener parte de culpa. Aunque no deberíamos culpar nunca a las palabras. ¿No dice su Libro de Estilo que El País «rechazará cualquier presión de personas, partidos políticos, grupos económicos, religiosos o ideológicos que traten de poner la información al servicio de sus intereses»? Y, ¿no añade que «esta independencia y la no manipulación de las noticias son una garantía para los derechos de los lectores, cuya salvaguardia constituye la razón última del trabajo profesional»? Pues eso.
Ha llegado el momento de responsabilizarnos de nuestra propia vida. Mi recomendación es que cada persona se dedique a trabajar en algo que le apasione, que realmente tenga sentido y que sea verdaderamente útil y necesario para la sociedad. Lo digo porque sólo quienes sean los mejores en su campo de especialización y aporten verdadero valor añadido a sus organizaciones tendrán garantizado un empleo a tiempo completo. Esta nueva filosofía tendrá su eje en el concepto de responsabilidad personal, que comienza con el autoconocimiento y el desarrollo personal y tiene consecuencias sobre la elección de nuestra profesión, nuestro estilo de vida y nuestro consumo.
¿Algún consejo más?
Quien tenga deudas, que las cancele cuanto antes o que las reduzca cuanto pueda, y que no se endeude más. Y antes de comprar cualquier cosa, que cada cuál se pregunte si verdaderamente lo necesita. La crisis de 2010 va a obligarnos a vivir de acuerdo con nuestras necesidades y no nuestros deseos. Dado que vamos a dejar de ir a más para empezar a ir a menos, lo necesario va a volver a ser lo único importante. Conceptos como «utilidad», «eficiencia» y «aprovechamiento» van a ser protagonistas, así como «colectivo», «coordinación», y «colaboración». No va a quedar más remedio que abandonar el individualismo y trabajar conjuntamente para lograr una mayor optimización en la gestión y el uso de los recursos. Como ha ocurrido siempre, este tipo de cambios se producen debido a una necesidad económica».
Como saben, la prensa escrita se ha venido financiando hasta ahora a través de dos fuentes principales, la publicidad y la venta en el quiosco. En ausencia de crisis, la publicidad aporta en torno a la mitad de los ingresos. El resto procede de esos 1,20 euros que cada lector paga cada día por su ejemplar, es decir, menos de lo que cuesta un cruasán. Si este equilibrio entre ingresos directos e ingresos por publicidad se altera, no será sin consecuencias.
En el actual modelo, una caída de la publicidad puede afectar a la viabilidad económica de los medios. Luego la publicidad sigue siendo muy importante. Pero el principal capital de un periódico serán siempre sus lectores. Y no sólo en términos metafóricos. Primero, porque sin lectores no hay publicidad. Y segundo, porque el hecho de que haya lectores que pagan por la información es lo que permite al periódico ser independiente, no sólo frente a los poderes, sino también frente a los anunciantes.
La crisis económica ha provocado una caída de las inversiones en publicidad que está afectando a los contenidos, como ha ocurrido con el Pequeño País. Y eso ocurre al tiempo que la cultura de la gratuidad se extiende de la mano de Internet, lo que puede acabar afectando también a la calidad. ¿De verdad puede alguien creer que una información fiable, independiente y veraz no tiene coste? El periodismo de calidad es cada vez más caro, porque exige escribir desde el lugar de los hechos, investigar y no conformarse con las versiones de parte; exige más tiempo, más recursos y mayor cualificación profesional. Si el lector no paga por la información, ¿quién lo hará?, ¿a cambio de qué?
Un modelo de información totalmente gratuita por Internet supondría un cambio de modelo. El periodismo pasaría a depender totalmente de los anunciantes. El actual equilibrio se invertiría. Si la publicidad se convierte en el principal o el único sostén de la información, los medios pueden perder su independencia. Ahora EL PAÍS puede preservar la suya porque hay suficientes lectores dispuestos a pagar por el diario en el quiosco. No defraudarles es, pues, un imperativo de supervivencia del actual modelo».
Leyéndolo, se me han ocurrido unas cuantas cuestiones:
¿Debe ser un medio independiente sólo porque tiene lectores que paguen por acceder a su información o debe serlo (o tratar de parecerlo, no seamos ilusos) por definción?
Si, como se interpreta en el texto, los anunciantes pueden influir en las noticias y El País ha tenido anuncios desde el principio de sus tiempos, ¿cuántas noticias hemos leído teñidas del color del que paga y cuántas hemos dejado de leer?
¿Alguien ha dicho que la información de calidad no tenga coste? (Otra cosa es que ese coste lo paguen otros, no el lector; eso es cuestión de cada modelo de negocio).
Partamos de la base que plantea la defensora: el periodismo de calidad es cada vez más caro. Entiendo que eso significa que El País tiene cada vez mayor calidad y que, por eso, ha subido un 20% de precio en menos de un año. Si es así, ¿por qué en el mismo texto se admite que están bajando la paginación y los recursos?
La defensora menciona, por cierto, el nuevo precio del periódico pero no le da importancia. No sé si espera hacerlo en el futuro o si prefiere pasar, pero es un hecho que han subido 20 céntimos en menos de un año. Cierto es que, como dice, sigue siendo más barato que un cruasán. Pero es que el cruasán no lleva publicidad.
La noticia tiene seis días, una eternidad, pero ha pasado un pelín desapercibida: los directivos del diario 20 Minutos se han bajado un 10 % el sueldo. Como ya se ha dicho por aquí, el sector editorial está desmoronándose. Hay E.R.E. en Zeta y en ABC, cierra Metro, El País y El Mundo no están para muchas alegrías, Hachette quería hacer firmar a sus empleados un acuerdo por el que se compromete a no echar a nadie más a cambio de no subir los sueldos (¿?)… La cosa, incluso, se extiende a los digitales, ADN.es in memoriam. La tendencia, dentro de la gran tendencia (la recesión y la crisis del medio como tal), es cerrar. No somos rentables ergo echamos gente. Perdemos mucha pasta ergo cerramos. Estupendo.
Digo yo que uno cuando monta una empresa lo hace porque cree en ello. Porque se compromete a hacerlo. Digo yo que si uno se mete en el lío de contratar a una pila de gente y a sacar adelante una proyecto lo hace con convencimiento y con la idea de seguir adelante a pesar de los pesares. También, sigo diciendo yo, la recesión ésta nos afecta a todos pero se ceba más en los que cobran menos y los periodistas de batalla no solemos estar entre los muy bien asalariados. Y, por último, digo yo que si hay una posibilidad de que esto cambie pasa porque los grandes sueldos y los grandes beneficios se bajen un poquito y no por anular los de los que no cobraban casi (y con esto no digo que los directivos de 20 Minutos ganasen un pastón).
Lo que quiero decir con todo esto que digo es que la bajada de sueldo de los capos de 20 Minutos me parece, si no una buena noticia, una noticia decente. Que no es poco. Demuestra que están dispuestos a luchar por lo que creen, que no se van a rendir ante las circunstancias y que van a asumir su parte para que no la tengan que asumir toda los empleados (que ya la han asumido, ojo: ha habido despidos a cascoporro). Hay que pelear. Hay que lanzar ese mensaje.
Hay dos maneras, o eso parece, de ver lo que ha sucedido estos días con Facebook. Resumen (para los que hayan sufrido una desconexión): la red social de más éxito en el mundo cambia sus condiciones de registro y decide quedarse con todo el material que cada usuario sube, incluso después de que éste se haya dado de baja, y también se queda con el derecho a usarlo como le venga en gana. Se crea, entonces, un movimiento en contra de tal decisión en la Red y Facebook recula y decide decir digo donde dijo Diego. Para unos (El País) es el triunfo de los usuarios sobre la empresa. Para otros (233grados.com), es la lección de una empresa grande que sabe escuchar a sus clientes. Para mí es algo más. Es un ejemplo de lo que debería ser normal y, por desgracia, aún no lo es. No es raro que una empresa se equivoque y haga algo que perjudique a sus clientes. Lo que es menos habitual es que éstos reaccionen y ejerciten su responsabilidad como consumidores protestando. Y aún menos habitual es que la empresa escuche esas protestas y se mueva con presteza para recapacitar. Es el triunfo de la razón. De momento ha sido sólo en las redes sociales. Espero que pronto sea en el resto.
Manrique lee un libro y reconoce errores en la industria discográfica. Lo escribo en presente histórico por la importancia del momento y porque queda más chulo. Pero ocurrió ayer en El País y se puede leer pinchando aquí. Debemos estar en la semana de la contradicción.