Antes, la afición hablaba bien de los toros cuando los toros eran bravos. Ayer, en el tendido alto del cuatro, el personal aplaudió y elogió a un toro porque era «noble». No sé. Yo es que, cuando pienso en algo noble, pienso en Marichalar o en la Duquesa de Alba…
En Maputo no se hablaba de otra cosa. Los ecos del debate en el Parlament llegaban convertidos en puro ruido a los alrededores de la Monumental. Ahí se ve, en la foto, al Platanito de Mozambique ir corriendo a dar su opinión para la tertulia del Waniku tras haber descargado su lotería y sus cargas móviles. Yo, de corto, salgo toreando mosquitos, que es lo que de verdad embiste por semejante sitio. Por cierto, que esos mosquitos siguen siendo de pura raza anofeles, de los que te pican y te llevan a la enfermería con la malaria puesta; no como los toros de aquí, que no dan sabor ni al caldo. Más por cierto, hay un plan para recuperar la Monumental de Maputo y convertirla en un centro comercial con hotel y tal (sí, como Las Arenas de Barcelona). Mientras, la plaza sigue en estado de ruina, rodeada de chabolas, de charcos y de malaria. Lo digo por si a alguien no le apetece imaginarse el futuro de las plazas de toda España como la cosa de los toros siga así.
Más sobre la Monumental de Maputo aquí y aquí. No mucho, habrá que investigar. Lo que no hay que investigar es por qué ahora mismo están jugando los galácticos en Málaga, Madrid y Sevilla y a mí me la trae al pairo su minuto y resultado.
Suena Negazione, Qualcosa scompare… Sí, tradicional mozambiqueña.
Sobre lo de los toros y el Parlament. Poco que añadir a lo expresado por Martín o Antonio Lorca. Si acaso, preguntarme por qué cuestiona la prensa sobre el tema a Cayetano o a Choperita, que ni se dicen aficionados ni son catalanes ni, que se sepa, se han declarado antitaurinos. También, señalar el renuncio en el que un lector avisado ha pillado a Gómez Pin. Aunque nadie se libra de la paradoja, que en todo esto hay contradicciones a cascoporro. Como ésa de querer prohibir las corridas de toros y no los correbous, como si la pupa a los animales la hiciesen las lenguas que definen las costumbres y no las propias costumbres.
Y recordar una comida que tuve el martes con un amigo y aficionado de los buenos. Luismi y yo sorbíamos una sopa castellana hablando de otra cosa quizás más importante cuando una noticia en una tele nos devolvió a nuestra condición de aficionados. Aficionados pero a qué. Vimos lo del Parlament y nos lo tomamos con indiferencia, sin sentirnos atacados y tratando de repescar las motivaciones que nos llevaban a la plaza. Pocas y relacionadas con la actitud, el recuerdo y la insistencia. Luismi y yo nos sentimos aficionados pero a otra cosa y coincidimos en el diagnóstico: la Fiesta tiene cáncer.
El cáncer es esa enfermedad que ocurre cuando un organismo produce células malignas cuya condición para ser tal cosa es ser absolutamente inútiles. Células vacías de contenido que se reproducen hasta acabar con las células que valen y terminar, poco a poco pero sin pausa, con el organismo que las ha creado. La Fiesta tiene cáncer pero ese cáncer no es provocado por los nacionalismos más o menos bien entendidos, los ecologismos despistados o la indiferencia general. El cáncer de los toros está provocado por células que no aportan nada como Cayetano y Choperita. La cosa está como está por culpa de toreros que no tienen nada que ofrecer y, si lo tienen, no quieren ofrecerlo. Por culpa de ganaderos que insisten en que la genética les ayude a definir su significado de casta. Por culpa de empresarios convencidos de que sopor y aburrimiento son las figuras que les van a dar de comer. Y, también, por culpa de públicos que se lo tragan todo sin decir nada. Lo del Parlament es sólo un síntoma de una enfermedad cuyas causas son internas y necesitan de quimioterapia urgente.
El diagnóstico, ya sé, no es nuevo. Pero voy a acabar con una cita, a ver si así me las doy de intelectual y me invitan a alguna tertulia radiofónica: entre todos la mataron y ella sola se murió.
¿Debemos extraer algún mensaje concreto del hecho de que hoy, que empieza la Feria de San Isidro, un diario como El País, donde por cierto escribía (como los ángeles) el añorado Joaquín Vidal, sólo haga mención al asunto en su página de televisión y para vender su burra de Canal + y la única otra noticia con cuernos sea la recogida de 180.000 firmas de una campaña antitaurina en Cataluña?
La foto que ilustra esto es de Manon, cómo no, y retrata a Curro Díaz, uno de los pocos que me apetece ver de todo el cartel de la Feria, que menudo bodrío de rebajas han preparado este año (mira, un tema que podría haber tratado el periódico). Y suenan los Clash porque a su bajista, Paul Simonon, le gustan los toros. Y porque la canción se hace una pregunta muy de aficionado. Y porque me da la gana.
Si el tablillero de Las Ventas insiste en poner en su tablilla que los animalitos que salen al ruedo no son Valdefresno sino de la ganadería de «Valdefreno», ¿está el tablillero de Las Ventas mandando un mensaje a la afición de Las Ventas diciendo que él también se aburre? ¿O acaso el tablillero de Las Ventas quiere decirle al empresario de Las Ventas que a él tampoco le engaña? En cualquier caso, lo del tablillero fue lo único gracioso ayer en Las Ventas.
(Gracias por la foto y por el quite al único e inigualable Manon).