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Posts Tagged ‘Cierre’

¿El periodismo online tiene hora de cierre? Lo digo porque Factual, ese nuevo medio, ofrece a sus fundadores, los que paguen 50 euros por una suscripción anual, la posibilidad de, cuenta la web, «visitar la redacción durante los primeros 100 días desde su salida. Cuando se acerquen las nueve de la noche podrán compartir con el equipo de redacción la incertidumbre del cierre. Será un día intenso, propio de un periódico». Y no lo digo con retintín, es que no lo sé. Por eso pregunto.

Suena Tiptina, por Professor Longhair y The Meters. Una joya.

El del vídeo es Arcadi Espada practicando la pandemia.

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La noticia tiene seis días, una eternidad, pero ha pasado un pelín desapercibida: los directivos del diario 20 Minutos se han bajado un 10 % el sueldo. Como ya se ha dicho por aquí, el sector editorial está desmoronándose. Hay E.R.E. en Zeta y en ABC, cierra Metro, El País y El Mundo no están para muchas alegrías, Hachette quería hacer firmar a sus empleados un acuerdo por el que se compromete a no echar a nadie más a cambio de no subir los sueldos (¿?)… La cosa, incluso, se extiende a los digitales, ADN.es in memoriam. La tendencia, dentro de la gran tendencia (la recesión y la crisis del medio como tal), es cerrar. No somos rentables ergo echamos gente. Perdemos mucha pasta ergo cerramos. Estupendo.

Digo yo que uno cuando monta una empresa lo hace porque cree en ello. Porque se compromete a hacerlo. Digo yo que si uno se mete en el lío de contratar a una pila de gente y a sacar adelante una proyecto lo hace con convencimiento y con la idea de seguir adelante a pesar de los pesares. También, sigo diciendo yo, la recesión ésta nos afecta a todos pero se ceba más en los que cobran menos y los periodistas de batalla no solemos estar entre los muy bien asalariados. Y, por último, digo yo que si hay una posibilidad de que esto cambie pasa porque los grandes sueldos y los grandes beneficios se bajen un poquito y no por anular los de los que no cobraban casi (y con esto no digo que los directivos de 20 Minutos ganasen un pastón).

Lo que quiero decir con todo esto que digo es que la bajada de sueldo de los capos de 20 Minutos me parece, si no una buena noticia, una noticia decente. Que no es poco. Demuestra que están dispuestos a luchar por lo que creen, que no se van a rendir ante las circunstancias y que van a asumir su parte para que no la tengan que asumir toda los empleados (que ya la han asumido, ojo: ha habido despidos a cascoporro). Hay que pelear. Hay que lanzar ese mensaje.

Suena 7 Seconds, We’re Gonna Fight.

En la foto, el gran Jack Dempsey. Encontrada en la Wikimedia.

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Cuando esta mañana mi ordenador se ha encendido con la noticia del cierre de ADN.es, me han venido varias cosas a la cabeza:

1.- Que tenía que llamar a una amiga.

2.- Que tengo una reunión menos para mañana.

3.- Que se ha acabado la Navidad y su resaca y ha vuelto la crisis.

4.- Que el papel lo tiene mal pero que el incendio también quema lo digital.

5.- Qué putada. Me gustaba.

Y ahora, al escribir esto, me viene otra: ya sabes, Marta, ponte jaipel.

Calle 13, Atrévete-te.

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La parca de las revistas de papel no está, ni mucho menos, en crisis y ahora tiene más curro que nunca. Y, como ella, el tío que actualiza esta web. No es nueva pero ahora está como más de moda. Se llama Magazine Death Pool y se dedica a dar noticia de las publicaciones que van muriendo y también de las que les queda un ay. Dice, por ejemplo, que ha pedido el cura Blender, con lo maja que era (perdón, es). Además, tiene un museo de revistas muertas. Sólo le falta prestar un poco de atención a lo que pasa fuera de Obamalandia y del mundo anglo. En cualquier caso, ojo, si usted trabaja en una revista, no entre a mirar. Puede dar mal fario. Recuerdo haber echado un ojo a la cosa hace casi tres años junto a mis compañeros de Maxim, esos Delta Force del periodismo y la cogorza, y recuerdo con más nitidez que poco después nos dieron el finiquito. Quedan ustedes avisados.

Gracias a mi hermano Carlos por el recordatorio.

B.S.O. R.I.P., Enamorado de la muerte.

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Ayer cerró Ragazza. Por exceso de años, testosterona y aficiones macarras, no es la revista que me reserva cada mes mi quiosquero. Y, sin embargo, no es cualquier revista. Por esa redacción han pasado (y empezado) un buen puñado de estupendos currantes del papel: Óscar Becerra, Javier Angulo, Diego Areso son los tres primeros de mi lista de ejemplos. Sandra Sanz, su última directora, también vale. Por eso es un cierre bastante simbólico. Además de la gente que se queda en la calle, son 20 años de cabecera enterrados por una decisión venida de Francia y admitida sin mucho chistar en España. Hachette Filipacchi presume en su página web de ser «el grupo líder en difusión anual de ejemplares en España». Presume también de pertenecer a Internacional Lagardere Active, «número uno en edición de revistas en el mundo». Ese grupo líder ha decidido cerrar la revista Ragazza por «la caída de la publicidad a causa de la crisis finanaciera», según se dice en El Mundo.

No sé. Los medios impresos están sufriendo un par de enormes crisis a la vez: la del papel y la de todo quisque. La inversión publicitaria está desplomándose. La cosa está muy mal. Y encima Ragazza se dirige a un público, chicas jovencitas, que ven las revistas como algo del pasado. Aún así, me parece duro acabar con una marca cincelada durante tantos años y que es la referencia en ese segmento. Sospecho que había formas de salvarla, aunque era más cómodo y fácil cerrarla y echar la culpa a la crisis. Pero es que eso tan fácil y tan cómodo es muy peligroso. Los grupos editoriales viven de hacer revistas (y periódicos), de venderlas y de vender publicidad en ellas. Si se dedican a cerrar todas las que no son rentables ahora que nada es rentable, corren el peligro de quedarse sin actividad. De perder la razón de su existencia. De desvanecerse. Se supone que lo que saben hacer los grupos editoriales son revistas (y periódicos). Se supone.

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La verdad es que yo no lo tengo tan claro, al menos en lo que respecta a los grupos editoriales en España. De un tiempo a esta parte, desde que llegó esto de Internet, los medios impresos han ido perdiendo (aún más) contenido y calidad. Los editores se han asustado ante la competencia de la Red y han reaccionado de la peor forma posible: aligerando los contenidos y renunciando a lo que diferencia el papel de la pantalla. Las revistas y los periódicos pretenden competir dando temas cada vez más superficiales, aceptando las noticias que ofrecen los gabinetes de comunicación en vez de removiendo la realidad. Al miso tiempo, los departamentos comerciales han ido haciéndose con el mando editorial y las cosas se han hecho más pensando en los anunciantes que en los lectores. Y los anunciantes tienden a preferir lo conservador y lo aburrido. La situación en la Prensa daba ya, por eso, bastantes ganas de bostezar. Y entonces llegó la crisis.

Y con la crisis se han tomado un montón de decisiones precipitadas que no van a ayudar a que la gente acuda de repente a los quioscos. Unos acaban con los viajes de la redacción -viajes de prensa en los que el periodismo se acerca a la publicidad pero viajes en cualquier caso- por ahorrarse los taxis al aeropuerto. Otros acortan la jornada para ahorrarse los tickets-restaurant. La mayoría reduce paginación y todos reducen presupuesto. Se deja de pagar o se paga menos a los colaboradores externos, ésos que muchas veces aportan temas e ideas que desde una redacción no se ven. Y, así, se logra la paradoja de que las revistas y los periódicos utilicen como fuente de información casi única y exclusiva aquélla que es su presunta amenaza. Las revistas y los periódicos ofrecen, cobrando, información que cualquiera puede encontrar, gratis, en Internet. Cada vez menos reportajes, gráficos y escritos, vividos y transmitidos por el periodista. Cada vez menos lectura, reflexión y análisis. Cada vez menos periodismo. Más temitas breves y ligeros. Más productos, ya sean restaurantes, patinetes eléctricos o vacaciones de touroperador. Más de lo mismo. Las revistas, así, se alejan de la información y el entretenimiento y se parecen cada mes más a catálogos promocionales multimarca y multisector. Por no hablar de los regalitos con cada número…

Pero es que en España no se lee. Eso es lo que se ha dicho siempre a modo de excusa convertida en axioma. En España no se lee pero hay gente suscrita al New Yorker, al GQ inglés, al Vanity Fair gringo. En España no se lee pero hay cabeceras que han triunfado (Quo, FHM…) dando lectura, cada una a su modo, arriesgando. En España no se lee pero, qué leer en España.

La foto de la pelu es de Paul Almasy, de Corbis. La otra imagen es la penúltima portada de Ragazza. Una menos.

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