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Archive for the ‘Política’ Category

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Hoy es el día. El primer martes después del primer lunes de noviembre. Son las elecciones en Babilonia y la mala noticia es que puede salir McCain. La buena es que por fin se va George W. Bush. Si me perdona el lector la cita culta, decía José María García eso de «el tiempo es ese juez insobornable que da y quita razones». Bueno, pues una leche para Supergarcía. Es falso eso de que la Historia pone a cada uno en su sitio. La Historia la escriben los historiadores, los periodistas y, en cualquier caso, los ganadores. Generalmente, suele bastar con morirse para que hablen bien de uno. Y más si ha sido presidente, aunque lo haya sido horrible. Eso es lo que pasó con el malo de Ronald Reagan. El tío que nos empujó a este liberalismo quebrado, el del Irangate, el que financió a la Contra y destrozó su patio trastero centroamericano, el que invadió Granada y creó a ese monstruo llamado Sadam Hussein, el que encendió dos o tres mechas en Oriente Medio… Ese pájaro palmó hace cuatro años y (casi) todo fueron elogios. Como este editorial de El País, por ejemplo. Yo lo flipé entonces.

Y me acordé de los Dead Kennedys. El grupo de Jello Biafra tuvo en Ronald Reagan a su némesis principal. Y lo puso en su sitio en declaraciones, actuaciones y canciones. Como en We’ve Got a Bigger Problem Now, la versión extendida y teñida de jazz de Calfornia Über Alles. Si en ésta se cagaban en la madre del gobernador de California, Jerry Brown, en la que vino después disparaban contra el maldito Ronald Reagan, al que ya habían sufrido también de gobernador en California y al que iban a sufrir como presidente. «Soy el emperador Ronald Reagan, nacido de nuevo con anhelos fascistas y aún así me habéis hecho presidente. Los Derechos Humanos se esfumarán, soy vuestro nuevo Sha, os dirijo a todos vosotros, vais a rezar en las escuelas y me aseguraré de que sean cristianas». Aquí va este pelotazo:

Por supuesto, los Dead Kennedys perdieron. Ese Estado tan democrático se tiró a su yugular de diversas formas. Por ejemplo, les cayó un juicio por distribuir material obsceno. Incluyeron un póster en su disco Frankenchrist lleno de penes y culos. Era una pintura, Penis Landscape, del artista que fue también diseñador de Alien, H. R. Giger. No era muy bonita, la verdad, pero no tan fea como para ser condenados a un año de cárcel. Por cierto, que el juicio fue a partir de la acusación de Tipper Gore y Susan Baker, fundadoras del lobby censor Parents Music Research Center (PMRC), bien apoyadas por sus maridos, los entonces senadores Al Gore y James Baker, otros dos pájaros a los que ni siquiera ha hecho falta morirse para que la Historia les haya dado un Nobel de la Paz y otros parabienes inmerecidos.

Hoy es el primer martes después del primer lunes de noviembre y se pira George W. Bush. El tarado oval, como le llama David, es seguramente el político que más canciones ha inspirado en la historia de la política y de la música. Ya hay un montón de gente que le ha puesto en su sitio. No hace falta esperar al tiempo para juzgarlo. Bush ha sido una pesadilla que los gringos han querido soñar dos veces. Por cierto, ayer oía a Herman Tertsch hacer un panegírico de la Democracia norteamericana, otro tópico mentiroso. Esa Democracia es la que condenó a los Dead Kennedys o boicoteó a las Dixie Chicks por hablar mal de Bush. El sistema que decidió que el tarado texano sería su presidente contando los votos al trasluz sin que a (casi) ningún ciudadano le importase un carajo el pucherazo (doy fe, yo vivía en Miami por entonces). En fin, que el caso es que se pira George W. Bush y espero que la Historia le trate como se merece, incluso cuando se muera. O que se muera pronto, para que no nos olvidemos de todo lo malo que ha hecho.

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Haciendo tiempo el otro día en el quiosco de un aeropuerto me topé con la revista inglesa Q. Pasé de comprarla (¿más de siete euros por un especial de 50 páginas dedicado a Oasis?) pero descubrí un grupo con mucha guasa. Se llama MP4 y está formado por parlamentarios británicos. Pete Wishart toca los teclados y es del SNP, el partido nacionalista escocés; Ian Cawsey le da al bajo, canta y es laborista; Greg Knight aporrea la batería y es conservador; y Kevin Brennan es laborista y guitarrista. Su nombre es una gracieta que juega con su número y condición, Members of Parliament, el formato de archivos audiovisuales MP4 y, digo yo, un grupo mítico como MC5, los cinco de Motor City, Detroit. Pero su sonido no se parece a esos macarras, claro. Los chicos de MP4 tienen un disco con cuatro canciones, tres versiones (Beatles, Wilson Pickett y… ¡Steve Earle!) y una propia. Dedican lo que ganan a obras de caridad. Han tocado, emulando a los Fab Four, en el techo de la Casa de los Comunes de Westminster. Y, flipo, han sido la banda elegida por Feargal Sharkey, mítico cantante de los enormes Undertones, para acompañarle en su vuelta a los escenarios, 15 años después, cantando Teenage Kicks. Ah, y uno de ellos, Pete el teclista, puede presumir y presume de ser el único parlamentario que ha aparecido en el programa Top of the Pops (tocó con unos tales Runrig y Big Country). Ya me callo. Dejo que la música hable por sí misma… Juas, juas.

¿Qué miembros de nuestro parlamento podrían formar un grupete? Recuerdo que Hernández Mancha tuvo uno en su juventud, pero el hombre está retirado… ¿Quién se anima a tocar con los Putos Diputados?

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Los muchachos del Wassup, ocho años después…

Gracias, sister.

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Está Al Gore de gira ibérica. Ayer pasó por Bilbao a cobrar una conferencia y hoy llega a Sevilla a repartir doctrina a lo que alguien ha tenido la mala idea de llamar «su ejército verde». No pienso contaminar aquí el mérito del marido de la censora Tipper Gore. Ni tampoco meterme en si se ha forrado o no con su discurso ecologista. Estoy convencido de que el que fue el próximo presidente de los Estados Unidos ha hecho un curro la mar de valioso poniendo en primera plana el asunto del cambio climático. Los gringos (y muchos otros) parecen necesitar de prescriptores no sólo para el consumo, sino también para el pensamiento. Tienen el síndrome Troy McClure. Necesitan que entre un tío en plano y les diga eso de «hola, soy Troy McClure, me conocerán de documentales sobre lo chungo que lo tenemos como…». Lo que hace en dibujos animados ese secundario de Los Simpson lo hace en serio gente como Michael Moore. Y Al Gore. Y si el tío gana pasta con ello, pues muy bien. Mejor que se forre así que fabricando minas. No me voy a meter con él por eso.

Lo que trae a Al Gore a estos párrafos son los Reyes Magos. Sí. Este hombre es como un padre que sostiene la existencia de Melchor y compañía ante un chaval con pelos en el bigote. Desde Una verdad incómoda, Al Gore no se cansa de repetir que es posible frenar el cambio climático sin frenar el desarrollo. Es decir, que los países de chaqueta y corbata pueden seguir teniendo sus crecimientos de entre el 3 y el 5% sin afectar al medio ambiente. Venga ya. Sería preocupante que Al Gore aún creyese en los Reyes Magos. Pero sería peor que no creyese y que pensase que nos puede convencer a los demás de su existencia. Lo mismo con su tesis de sostenibilidad y desarrollo. Si Al Gore piensa de verdad que el Capitalismo es sostenible, malo. Y si no lo piensa pero lo dice y cree que nos vamos a comer la tostada, pues malo también.

Este sistema voraz en el que vivimos, éste que nos empuja a comer sin apetito, comprar sin necesidad y gastar lo que no tenemos, es insostenible por definición. El Capitalismo necesita de consumidores que sigan moviendo los billetes. El consumo se genera a partir de materias primas. Y como las materias primas están en peligro de extinción, la Tierra necesita que le den un descanso para regenerarse un poquito. Pero ese descanso es imposible si se pretende seguir creciendo. Ya somos más de 6.000 millones pisoteando el planeta. Cada vez más hay más gente con cierta capacidad de consumo. Y cada vez habrá menos que consumir. Malas noticias para la Tierra. Malas noticias para el aire. El Capitalismo va a morir de éxito.

Para colmo, la realidad insiste en chafar el discurso de Al Gore. Ahora estamos en crisis camino de recesión. Por una parte, está bien para el Planeta: el consumo se frenará y el crecimiento será una quimera. Por otra, es una putada. ¿Quién coño va a pensar en el carbono cuando está preocupado por su trabajo y su hipoteca? El Gore ha sido rápido en adaptar su charla a la situación y ayer dijo en Bilbao que ambas crisis, la financiera y la climática, son globales y requieren soluciones globales. Y antes de ayer mismo, la UE le dio una bofetada sin querer diciendo que cada país debe arreglárselas y decidir en su lucha contra el cambio climático. O sea, que pasando del tema climático.

Repito: olé los cojones de Al Gore por dedicarse a lo que se dedica. Pero ya va siendo hora de que alguien nos cuente la verdad incómoda de verdad. Así no. Así no llegamos a viejos. Así se acaba la historia. El problema es que eso no lo va a hacer un tío tan metido en el sistema como Gore. Ni ningún otro político de los que dan dinero a los bancos. Ni ningún medio de comunicación de los que viven de la publicidad. Ni ninguna empresa, claro. Eso lo deberíamos decir nosotros pero tampoco. De momento, vivimos demasiado cómodos para verdades incómodas. Y por eso preferimos creer en los Reyes Magos.

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Hace cosa de una semana, el alcalde de aquí de Madrí se sacó una ordenanza de la chistera (que debe venir de chiste) por la que prohibía los hombres anuncio en las calles. Y lo justificaba explicando que tal actividad «ataca la dignidad de la persona». Y un montón de gente se llevó las manos a la cabeza. Le sorprendía a esa gente que Alberto Ruiz Gallardón no preguntase a las personas afectadas si ser un sandwich publicitario les quitaba más dignidad que dinero les aportaba.

Vaya novedad. Que yo sepa, el legislador, Gallardón o no, nunca pregunta al legislado por la ley que le afecta directamente. Simplemente, decide por él. Decide por el hombre anuncio que es más digno quedarse sin curro que llevar dos tablas colgadas de los hombros. Decide por un huevo de gente que fumarse un porro o meterse una raya es tan malo para su salud que merece un arresto y una multa. Decide por todo el mundo el destino de sus impuestos, ya sea para educación, gastos militares o salvar algún banco de la quema. Y últimamente está debatiendo si decidir por un montón de putas que han elegido libremente su actividad que su trabajo es esclavitud, violencia y nosequemás y que por eso hay que perseguirlo.

Así es la democracia. El legislador sólo se interesa por la opinión del legislado una vez cada cuatro años. Y el legislado, entonces, pone la ley en manos y al servicio del legislador. Con dos cojones. No sé, yo creo que así no. Que no cuesta nada intentar hacer las cosas bien: preguntar a los hombres anuncio, a los porreros y a las putas. Informarse y tal. Y creo, además, que a estas alturas tecnológicas se podría lograr fácilmente un sistema en que los ciudadanos pudiésemos participar más en las decisiones. Ser legislados pero un poco legisladores de nosotros mismos (y de los legisladores, tan impunes casi siempre). Pero es que también estoy convencido de que a ellos no les interesa hacer las cosas como es debido ni, desde luego, que participemos más. Los legisladores están bien como están. Y se deben echar una risas muy sonoras cuando oyen ese tópico que dice que «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos» (¿Churchill?). La verdad es que yo también me parto. Me río tanto como me reiría, por ejemplo, si alguien dijese que «Operación Triunfo es el menos malo de los programas de búsqueda de talentos». Me descojono y me acuerdo de una canción.

La Polla Records: El congreso de ratones.

(La foto del madelman anuncio la he pillado un curioso blog dedicado a esos muñecos).

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Madrid, octubre de 2005:

En 1977, Gran Bretaña puso en el mercado el punk. Una música estrepitosa y una estética afilada más que inspiradas en las salvajadas que cometieron a finales de los 70 grupos como MC5 e Iggy Pop y sus Stooges desde Detroit y, más tarde, los New York Dolls y los Ramones en Nueva York. El punk, ese punk, convirtió el desparrame en una forma de vida y hasta en una manera de hacer política y sacudió los cimientos de la cosa musical para luego dejarla más o menos como estaba.

En 1979, un adolescente volvió de California a su ciudad, Washington DC. Trastocado por el rabioso sonido que carcomía el planeta, montó su primer grupo, The Teen Idles, y, un año después, se juntó con otros amigos bajo el nombre de Minor Threat. Ian MacKaye inició de esa forma una carrera que igual no ha cambiado el curso de la música pero que seguro ha transformado las vidas de muchos músicos y, lo que es más importante, de numerosas personas. Ian se hizo punk pero decidió hacerlo a su manera. Frente al abuso politoxicómano y la revolución de barra de bar, MacKaye fundó sin querer un movimiento poco conocido pero muy influyente. El straight edge proponía olvidarse del alcohol y las drogas y centrar toda la energía en la acción: música, movimiento asociativo, revolución. Por eso, quizás, Ian MacKaye ha tenido tiempo para tener su propio sello, Dischord, aún hoy activo y con una coherencia a prueba de súper ventas, y de militar en bandas como Embrace, Pailhead y, sobre todo, Fugazi. Este último nombre es el que ha hecho famoso a Ian en todo el mundo. Un nombre y un grupo asociados a música intensa pero abstracta, a ruido furioso pero intelectual, a éxito de ventas pero manteniendo los principios: discos a diez dólares, conciertos a cinco y entrevistas sólo para fanzines.

En 2005, en la sala Moby Dick de Madrid, Ian MacKaye  presenta Mt. Pleasant Isn’t, la siguiente canción del concierto de su nuevo proyecto, The Evens. «Para mí punk es que estemos todos aquí juntos, punk es poder hacer música y venir a España a compartirla, punk es estar en comunidad». Y, efectivamente, fue punk haber estado allí, aunque pudiera no parecerlo. The Evens son un grupo de dos, Ian tocando una guitarra barítono, de sonido más grave que una semiacústica normal, y Amy Farina, que estuvo en un grupo llamado The Warmers, a las baquetas de una batería casi sin elementos de la que saca ritmos primitivos pero capaces de llenar un anfiteatro romano. Suenan sin pasar por la mesa de mezclas, sólo el ruido que sale del ampli de Ian y de la batería de Amy. Por eso piden a la gente silencio. Y en silencio disfrutamos de un concierto único: punk acústico, canciones que recuerdan a las últimas de Minor Threat y a las primeras de Fugazi, simples y a la vez muy complejas. Intensas. Al acabar, ellos mismos recogen sus cosas, venden discos a pie de escenario y se van. Nosotros también. Salimos de un concierto punk, pero no tenemos ganas de destrozar papeleras, sino de reciclar papel. Ya ves.

El mundo, hoy:

Obviamente, este texto es antiguo. Tiene tres años y pico. Los que hacen del concierto de The Evens en Moby Dick. Fue escrito para una revistita que editaba la librería Mairea. Pero nunca fue publicado. Quizás por eso lo saco del cajón. O, más bien, porque me apetece. Porque creo que es el momento. Porque ayer, hablando con Ángel, un amigo metido en lo más profundo de lo financiero, le escuché decir que era el fin. Que el capitalismo, este capitalismo, se había acabado. Y que ojalá fuese para bien y que hubiese un cambio de valores.

El asunto es serio y da para mucho. No sé si me apetece ponerme a pensar y escribir sobre él un sábado lluvioso como hoy. Sólo diré que siento hace tiempo que la sociedad de consumo es un asco. Que vivimos engañados por el brillo de la satisfacción inmediata. Y que nuestra continua búsqueda del placer (o beneficio) a corto plazo sin mirar al largo o el medio no sólo acelera nuestra muerte, sino que hace nuestra vida más vacía. Yo, que no soy muy viejo, aún recuerdo tiempos en los que no todo estaba en venta, la honradez era una virtud y no una estupidez y a la gente se la valoraba por lo que era y no porque lo que cobraba. O quizás no son recuerdos sino enseñanzas de mis padres. Da igual. El caso es que ojalá lleve Ángel razón y vuelvan esos tiempos. O incluso unos mejores. No sé. No lo creo. No parece que los codiciosos hayan aprendido ninguna lección.

Claro que ésos cabrones nunca han escuchado a Minor Threat, ni a Fugazi, ni a The Evens. Si no, seguramente no harían lo que hacen ni se dedicarían a lo que se dedican. Este verano conocí en Jordania a Angelo, un romano romanista que me contó que la izquierda, la verdadera izquierda italiana, ya pasaba de las elecciones y de la gran política. Que ellos en Italia se dedicaban al trabajo comunitario. A ayudar, proteger y desarrollar sus barrios. Eso es lo que lleva años haciendo y cantando Ian MacKaye. Y eso es lo que deberíamos ponernos a hacer todos si queremos sobrevivir con dignidad.

No soy yo de adorar ídolos ni de pedir autógrafos. Pero hay que reconocer la coherencia y el compromiso cuando se ven. Y, últimamente, no son cosas que hayan asomado mucho. Por eso creo que hay que tragarse el orgullo, dejar de ser los más listos y señalar a tipos como Ian MacKaye (o como Angelo). La que hemos liado sólo se soluciona cambiando. Empezando a construir las cosas para que se sostengan; sin pensar en ventas ni rentabilidades; considerando como único beneficio el que hacemos a la comunidad y, por tanto, a nosotros mismos. Repito, ojalá lleve razón mi amigo Ángel y estemos ante un cambio de valores. Tampoco es tan difícil. Basta con observar lo que lleva tiempo haciendo gente como Ian MacKaye y dejar de tener en portada a Pete Doherty.

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Gracias a mi hermano Carlos me entero de una divertida iniciativa de The Economist. En realidad, algo que los ciudadanos del mundo llevamos décadas pidiendo a gritos: votar en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América. El diario ofrece en su versión online la posibilidad de votar republicano o demócrata a cualquiera que se pase por allí. Sólo hay que registrarse, como para echar la papeleta en los EE UU pero más fácil y rápido. Pero incluso sin hacerlo, se ve una página con información sobre los dos candidatos, John McCain y Barack Obama (los recuerdo por si alguien ha estado un año sabático en la parra), links a noticias sobre sus opiniones en temas claves y un mapa con los resultados actualizados de esta curiosa experiencia democrática. Por lo que se ve, salvo Eslovaquia, que es de McCain, el Planeta está con el candidato negro. Hay países a los que le va la marcha, como Colombia y Bulgaria, y aún dudan, pero lo que es el resto, todos a saco con el de Yes We Can. Miratupordónde.

Se puede acceder al asunto en cuestión pinchando sobre esta frase subrayada.

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