Uf. Menos mal. La ruleta se paró en negro e impar. Con la que está cayendo, habría sido un desastre lo de McCain. El clima apocalíptico se habría hecho insoportable y la reacción, imposible. Ha ganado Obama y todo el mundo, de Chamberí a Brooklyn, está contento. Yo también me alegro. No sé si el tío podrá hacer todo lo que quiere hacer o querrá hacer todo lo que dice que va a hacer. Tampoco sé si su llegada al trono del Imperio es la confirmación de una oscura profecia que anticipa el fin del mundo. Y qué. La gente está ilusionada. Mi amigo Chicho, que ahora vive en Virginia, me escribe contando que estuvo con 80.000 personas y el mismísimo Barack en Manassas. Y da las gracias a su mujer, Kristen, «por llevarnos a participar de la historia, del futuro y del cambio que ya ha empezado por aqui y que hace que me alegre de tener niños». Y me parece muy bonito.
Pero cuidado con los mesías. Nadie debería apostar sus ilusiones a un hombre dedicado a la política. Que la gente se ilusione al comprobar su capacidad de transformar la realidad. Obama no es el cambio. El cambio es la gente. El cambio lo han provocado ésos que nunca votan y esta vez se han animado. El cambio lo han hecho los que han difundido el mensaje por la Red. El cambio lo han generado los que ya no podían más y se han hecho oír. Igual, salvando muchas distancias, que pasó en España un 14 de marzo de hace cuatro años. Lo malo es que luego nos olvidamos. Lo dejamos todo en manos del líder y sólo nos dedicamos a la queja. Como mucho. Y no.
Dicen que estamos en un momento histórico. Pero no creo que sea porque haya un presidente negro en Estados Unidos. Estamos en un momento histórico porque la civilización que conocemos y hemos creado está bailando en el alambre. Puede caer de un lado y hacerse una pupita irreparable o puede caer del otro, transformarse y sobrevivir de una manera más o menos decente. Y no deberíamos sentarnos a esperar a que un líder, por muy carismático que sea, decida para dónde dar el empujón. Debemos empujar nosotros. Si lo vemos todo negro, empecemos a pintarlo de azul. Si queremos cambiar, cambiemos. Y Obama y todos los demás que están a nuestro servicio, que nos sigan.