Hace cosa de una semana, el alcalde de aquí de Madrí se sacó una ordenanza de la chistera (que debe venir de chiste) por la que prohibía los hombres anuncio en las calles. Y lo justificaba explicando que tal actividad «ataca la dignidad de la persona». Y un montón de gente se llevó las manos a la cabeza. Le sorprendía a esa gente que Alberto Ruiz Gallardón no preguntase a las personas afectadas si ser un sandwich publicitario les quitaba más dignidad que dinero les aportaba.
Vaya novedad. Que yo sepa, el legislador, Gallardón o no, nunca pregunta al legislado por la ley que le afecta directamente. Simplemente, decide por él. Decide por el hombre anuncio que es más digno quedarse sin curro que llevar dos tablas colgadas de los hombros. Decide por un huevo de gente que fumarse un porro o meterse una raya es tan malo para su salud que merece un arresto y una multa. Decide por todo el mundo el destino de sus impuestos, ya sea para educación, gastos militares o salvar algún banco de la quema. Y últimamente está debatiendo si decidir por un montón de putas que han elegido libremente su actividad que su trabajo es esclavitud, violencia y nosequemás y que por eso hay que perseguirlo.
Así es la democracia. El legislador sólo se interesa por la opinión del legislado una vez cada cuatro años. Y el legislado, entonces, pone la ley en manos y al servicio del legislador. Con dos cojones. No sé, yo creo que así no. Que no cuesta nada intentar hacer las cosas bien: preguntar a los hombres anuncio, a los porreros y a las putas. Informarse y tal. Y creo, además, que a estas alturas tecnológicas se podría lograr fácilmente un sistema en que los ciudadanos pudiésemos participar más en las decisiones. Ser legislados pero un poco legisladores de nosotros mismos (y de los legisladores, tan impunes casi siempre). Pero es que también estoy convencido de que a ellos no les interesa hacer las cosas como es debido ni, desde luego, que participemos más. Los legisladores están bien como están. Y se deben echar una risas muy sonoras cuando oyen ese tópico que dice que «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos» (¿Churchill?). La verdad es que yo también me parto. Me río tanto como me reiría, por ejemplo, si alguien dijese que «Operación Triunfo es el menos malo de los programas de búsqueda de talentos». Me descojono y me acuerdo de una canción.
La Polla Records: El congreso de ratones.
(La foto del madelman anuncio la he pillado un curioso blog dedicado a esos muñecos).
[…] Me entero por El Mundo de que el Ayuntamiento de Zaragoza ha decidido “no contratar espectáculos cómicos o cómico-taurinos en los que participen personas con enanismo y en los que ’se haga mofa’ de esa condición”. La verdad es que no he visto nunca, creo, al Bombero Torero ni nada similar. Tampoco me apetece ponerme a pensar si tales espectáculos viven de reírse de los enanos (con perdón) o son sólo un entretenimiento para niños algo pasado de moda. De lo que estoy completamente convencido es de que el Ayuntamiento de Zaragoza, a partir de ya, va colocar a personas con enanismo en su policía municipal, su servicio de limpieza, sus administraciones, sus ingenierías y hasta de concejales. Es más, creo que Juan Alberto Belloch no se presenta a las siguientes y va ir el primero de la lista uno de los toreros que se ha quedado sin curro en la ciudad. (La foto la he pillado de este blog en el que, por cierto, se habla con cariño y pasión de esos espectáculos. El Ayuntamiento maño, claro, no ha preguntado a gente como él, aunque sea de Estella. Ni, por supuesto, a los enanos que participan en esos espectáculos. Pero los políticos nunca preguntan, ya se sabe). […]