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Posts Tagged ‘Capitalismo’

Pueden reformar la Constitución y limitar el techo del déficit, recortar el gasto público, hacer reformas laborales, bajar el IVA de los pisos y hasta, como dice Obama que va a hacer, poner en un brete a los bancos. Nos va a dar igual. Todas estas decisiones, en España y en el resto del mundo antes conocido como civilizado, están encaminadas a seguir a lo que vamos, que es el crecimiento. A lo que vamos pero no llegamos. El otro día Lagarde, la del FMI, decía que había que ir pensando en volver a inyectar pasta a las entidades bancarias porque volvíamos a corer peligro de recesión. Acabo de leer en Time que en EE UU no se ha creado nada de empleo en agosto y que la recesión está al caer. Pues claro.

Es que el estado natural de este mundo es la recesión. No el de ahora, el de hace bastantes años. Pensemos en el crecimiento reciente. En el español, por ejemplo. España iba muy bien, como decía aquél, de cine. Efectivamente, pura ficción. Nuestro milagro económico estaba basado en una burbuja inmobiliaria que construía pisos para que los comprara gente que no iba a habitar en ellos sino tratar de venderlos a otra gente que no los iba a comprar porque no existía. La compra se hacía, además, con un dinero también ficticio, el mismo que servía para comprar los terrenos y el ladrillo y para pagar la construcción de tales casas. Lo mismo en Irlanda o en Islandia o, no nos creamos muy especiales los pequeños, Gran Bretaña, Japón y Estados Unidos. Pero lo de la inmobiliaria es sólo una pequeña parte de la ficción. Una parte muy relacionada con el argumento principal, que eso que se llama tan feamente la «financiarización de la economía».

Resulta que el capitalismo ha dado la vuelta a su calcetín. Si antes las bolsas servían a las empresas para llevar adelante sus proyectos a través de la captación de inversores e inversiones, ahora son las empresas las que están al servicio de las bolsas, las que tienen que cumplir esas falsas espectativas de crecimiento cada trimestre, las que tienen que aumentar la ficción. Luego está todo el rollo de los derivados, la ingeniería financiera, la especulación y la ludopatía, pero eso es complejo de cojones y yo ya voy teniendo ganas de comer algo. Ah, hablando de comida, esta toda esa especulación con alimentos, gente que hace dinero con el hambre de otra gente. Muy mal rollo.

Si todo esto es así, como cree gente con criterio y como creo yo mismo, que si no no me habría tirado todo este ratazo escribiéndolo, ¿qué coño estamos haciendo? Pues vayamos por partes. Los poderes financieros están exprimiendo la esponja hasta sacarle la última gota, quizá sin darse cuenta de que en algún momento ellos también se pueden morir de sed. Todo esto de los mercados, las agencias de calificación y tal sigue en la línea del crecimiento, que viene a significar el enriquecimiento de unos pocos, cada vez menos con cada vez más, y el empobrecimiento de todos los demás. Los poderes políticos, los españoles y el resto, están haciendo el ridículo, ni más ni menos. Demostrando con cada decisión improvisada que obedecen al mandato financiero y haciéndolo de forma torpe y bastante soez, como ha sido todo el temita de la Constitución. Luego está la gente, entendida como la mayoría, que no está haciendo nada. Está contemplando el espectáculo con el rabillo del ojo mientras mantiene su atención en Mourinho o la Esteban, pensando que esto escampará y dejando que las cosas sucedan o las hagan suceder otros, aunque las cosas que suceden tengan pinta de afectarles mucho antes o después. Finalmente está la minoría, los que protestan, hacen ruido, ocupan los espacios públicos y tal. Eso que los medios llaman «los indignados» para reducir, caricaturizar y simplificar. Muchos dicen que esa protesta no es otra cosa que una molestia. Puede, pero es mucho mayor lo que molestan los poderes financieros y políticos, incluso los medios de comunicación. Y, además, hay una diferencia de partida: la protesta es molesta pero busca el bien común, lo que se cree mejor, más justo y necesario, para todos. No creo que financieros, políticos y medios puedan decir lo mismo sin mentir.

El viernes tenía una conversación familar sobre esto y alguien me decía que así no se iba a conseguir nada. No sé. Lo que es seguro es que haciendo nada no se consigue nada. Uno, como individuo y como parte de un colectivo, tiene que hacer lo que cree que tiene que hacer. En este caso, además, lo que se está haciendo es, me parece a mí, tomar el único camino posible. El del cambio. Pongamos que estamos todo el planeta metidos en el mismo autobús, pongamos que vamos directos a darnos una hostia contra un muro. ¿Que posibilidades hay? Seguir acelerando, frenar o dar un volantazo. Está claro quiénes están acelerando y yo no veo a nadie frenando. Pero sí creo que toda la agitación que se está dando en España y por ahí fuera es ese volantazo, ese giro que no evita la hostia pero que la suaviza, dejando el autobús dirigido hacia su camino.

El capitalismo, con la evolución que ha tenido desde los 80, ha llegado a su fin. No puede crecer más del mismo modo que una persona de 90 años tampoco puede hacerlo. Puede tratar de aliviar sus achaques pero está en fase de decrepitud y condenado a un cercano fin. Y, por favor, cuando digo esto no estoy hablando en ningún momento de volver al comunismo. El capitalismo tal y como lo conocemos está finiquitado porque, entre otras cosas, su propia condición pasa por quitarnos el poder adquisitivo y, por tanto, la capacidad de consumir y de seguir engrasando la máquina. Tampoco van a engrasarla los curritos de los países llamados emergentes, sin derechos, sin sueldos dignos, sin, muchas veces, mínimas libertades individuales. La máquina se está parando. Y hay que cambiarla.

Hay que ponerse a pensar qué nueva máquina queremos, diseñarla y construirla entre todos. Pero, primero, hay que asumir, todos tenemos que asumir, que hasta aquí hemos llegado. Esto se ha acabado. No hay burbujas económicas sino que nuestra forma de economía es una burbuja. No estamos viviendo una crisis, estamos viviendo la realidad. No pasa nada o no pasa mucho. Como dice Porky, pronto volveremos con más diversión.

Suenan Porky y compañía despidiendo el festival de hoy.

La imagen de arriba y el vídeo de abajo corresponden a una marcianada realizada por el tatuador gringo Scott Campbell que he encontrado en Booooooom.


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Queremos cambiar el mundo pero,
¿estamos dispuestos y somos capaces de cambiar nosotros?

A propósito de Somalia, Londres, el #15M, el neoliberalismo, la corrupción, la codicia, la tolerancia, la Naturaleza, los accidentes, la salud, la alimentación, las drogas, la familia, la pareja, los errores… Exigimos responsabilidades, y está muy bien, pero ¿somos conscientes de lo que somos responsables y capaces de aprender de ello? No me contesten ahora, háganlo… después de la visita del Papa.

Suena A Message To You (Rudy), The Specials.

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Antes, para llamar la atención de los dioses cuando la cosa iba mal, sacrificábamos vírgenes. Ahora quemamos coches*.

* Dice Adbusters que en Berlín se producen sacrificios nocturnos -más de 500 carros en llamas en tres años- en protesta contra la gentrificación y la conquista de zonas alternativas por parte del capitalismo de rapiña. El autor del artículo relaciona estas acciones con las protestas en los suburbios de París y Atenas y con el situacionismo y habla del poder simbólico del coche quemado por encima del incoveniente producido al propietario del buga. El que tenga curiosidad, puede ver un Google Map con los sacrificios actualizados al día en esta web.

Suena Light It Up, Blood Red Shoes.

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Si uno quiere poner a prueba su fe en la transformación necesaria no hay nada como darse una vuelta por los Estados Unidos. Yo me he pasado por el estado 50 de la Unión, Hawai, que lo será hasta que Michael (del que escribiré algo en breve) y los suyos no demuestren lo contrario. El lugar es bonito de cojones pero a veces da la sensación de estar en un McDonalds instalado en el paraíso. Eso es Honolulu, eso es Waikiki. Un asentamiento urbano tan excitante y exótico como pueda ser Jersey City pero con mejor clima. Por eso, el censo de pobres y homeless es aún más alto de lo normal en cualquier ciudad gringa. Y, como todo el que haya pasado por alguna debe saber, lo normal en cuanto a número de pobres y homeless en las ciudades yanquis es una cifra muy alta. ¿Paradojas de la economía más potente del mundo? No.

Lo dicho. Hawai está petada de gente que arrastra su casa en un carrito de la compra. Hay gente como Mark, al que conocí en la puerta de una tienda y al que le tuve que comprar una birra para que no le zurrase el guardia jurado del lugar, que viene de mainland (el continente). Yo supongo que por el calorcito pero él, que estaba bastante chalado, todo hay que decirlo, me dijo que para rezar al señor. Por otra parte, están los pobres locales, los hawaianos que llenan los beach parks de la costa Oeste de la isla de Oahu con tiendas de campaña. Un espectáculo que el sistema no puede soportar y que, por eso, hace todo lo posible por evitar. Estando yo por allí, los asentamientos playeros fueron tema de portada del diario local, Honolulu Advertiser, y de una carta al director del mismo medio tan delirante como acojonante. La tipa que la firmaba pedía a sus gobernantes que le impusieran (a ella y a todos sus compañeros pagadores de impuestos) una tarifa por ir a la playa. Así, con su aplastante lógica de consumidora fiel, se daría el resultado deseado: los pobres no podrían pagar por ir o estar en la playa y el resto de los ciudadanos y turistas se quitarían de la retina esa horrorosa visión a cambio, eso sí, de rascarse el bolsillo por disfrutar un bien común. Otra vez.

Al cierre de este jet lag, aún no se ha tomado la medida propuesta por la ciudadana en cuestión pero poco debe quedar. Vuelvo a Madrid y me encuentro (creo que en un link del Facebook de Bárbara, pero la cortesía de cita me la he debido dejar en algún cambio horario) con un artículo de opinión en el New York Times sobre el asunto de la pobreza en los Estados Unidos. Firmado por Barbara Ehrenreich y titulado ¿Es un crimen ser pobre?, cuenta cómo, precisamente ahora que el colapso de la economía está dejando a más gente en la calle, las cosas se están poniendo chungas para la gente que vive en la calle. Los ayuntamientos norteamericanos compiten por sacar la ley más absurda y asquerosa y ponen multas por estar tirado en la acera, prohíben la mendicidad y hasta se atreven a sancionar la indigencia (ay, modelos de pasarela). Y, por cierto, en esa carrera por ser la ciudad más cabrona para con los que no tienen nada, Honolulu está en el octavo puesto, según el informe citado en el artículo, el muy recomendable Home Not Handcuffs. O sea, que la misma estructura económica que deja al personal en la miseria criminaliza a los miserables. ¿Paradoja del sistema? Ni de coña.

En ese país en el que aún se discute la necesidad de una sanidad para todos, en ese lugar en el que el ocio se desperdicia en ir a pasear (y comprar) a un mall, en esa tierra en la que una ciudadana prefiere pedir que le cobren por ir a la playa por no ver a los homeless que habitan en ella en vez de preocuparse por la situación de esos homeless, en los Estados Unidos de América es donde mejor se puede apreciar de qué calaña está hecho esta mierda de sistema en el que vivimos. Nacemos, crecemos y vivimos para alimentar el sistema. Trabajamos para consumir y porque consumimos somos ciudadanos con derechos. Si no consumimos, no contamos. Si no trabajamos, ya sea por enfermedad, porque nos han echado o porque no nos sale de los huevos, lo llevamos claro. El que se sale de la rueda es un proscrito, un delincuente. Lo único que es paradójico en todo esto es que observemos el percal y no encendamos un cóctel molotov.

Suena la banda sonora hawaiana, Somewhere Over de Rainbow, de Israel Kamakawiwo’ole, más conocido como Iz, algo así como el Bob Marley de allá.

La imagen corresponde a la campaña Kick It Over de Adbusters.

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– Si el periódico tuviera estabilidad y reportara unos tremendos beneficios no me importaría que entregaras los dividendos que quisieras. Pero este año no es precisamente el mejor momento para que te aumentes la bonificación. Mi sugerencia es que se reduzcan a la mitad todos los salarios de la dirección.

– La propiedad conlleva una responsabilidad. Como bien señalas, estamos hablando de capitalismo. Los propietarios del SMP quieren obtener beneficios. Pero son las leyes del mercado las que dictan si habrá beneficios o pérdidas. Con tu razonamiento, lo que consigues es que las reglas del capitalismo se apliquen de modo selectivo a los empleados del SMP, pero no a los accionistas ni a ti mismo.

– Creo que no entiendes que, si nuestros accionistas son accionistas, es porque quieren ganar dinero. Se llama capitalismo. Si tu idea es que pierdan dinero, ya no querrán ser accionistas».

Después de haber invadido metros, autobuses y parques de todas las capitales del Reino, ahora se prevé una plaga en las playas de árboles talados a mayor gloria de la memoria de Stieg Larsson y a beneficio de sus polémicos herederos. Entre mucha acción trepidante, tramas de teleserie gringa, personajes que son superhéroes (y superhéroas) y estereotipos (y estereotipas) y nombres suecos imposibles de leer, uno puede encontrar en la trilogía Millennium hasta una reflexión. Es en forma de diálogo entre Erika Berger y su nuevo jefe en el SMP y soluciona de forma simple y certera el problema de los medios de comunicación y de la empresa capitalista en general. Eso sí, el hecho de que este diálogo se produzca de la forma en que se produce y entre la recatora jefe recién fichada por un periódico conservador venido a menos y el capo de los dineros de ese tabloide, demuestra que Larsson no murió de un ataque al corazón sino de un ataque de imaginación.

Suena News Of The World, Wildhearts.

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Se ve que los milagros tampoco existen en fútbol. He gastado algunos créditos de fe en creer en la victoria de mi equipo. Pero no. Tampoco pasa nada. Estoy acostumbrado. Ayer, en el descanso, me preguntaba Guille: «Oye, y tú, ¿por qué eres del Athletic?». No supe contestar. Menos mal. No creo que la afición a un equipo de fútbol tenga que estar sujeta a la razón. De hecho, el fútbol en general es un asunto bastante poco razonable. Y el Athletic, en concreto y en estos tiempos, una locura. No sé por qué me hice de este equipo, pero me va al pelo (en singular, en mi caso). La opción b y tal.

De muy pequeño tenía el uniforme completo del Atleti. Con el 9. El de Gárate. Un día me fui a dormir y me desperté siendo del Athletic. Antes de las dos Ligas y la Copa de Clemente, Zubi, los Salinas y Sarabia. Mi tío Pedro siempre fue del Athletic. Por mi casa circula un ascendente vasco de boquilla porque, en realidad, es más bien navarro. Mi madre me trajo un día, ya aficionado león, autógrafos de mi equipo firmados en el hotel Mindanao: Endika, De Andrés, Gallego… Hechos que no son razones suficientes para creer en San Mamés. Porque la fe, para serlo, ha de ser irracional. Algunos me dicen que lo hice por llevar la contraria, por joder. Puede que tengan razón. Llevar la contraria es ser una especie en peligro de extinción y no extinguirse. Llevar la contraria mola.

Esto no va de fútbol. Después del partido nos quedamos hablando cuatro amigos sobre el mundo. Todos estábamos de acuerdo en que, tal como vamos, vamos muy mal. Todos estábamos de acuerdo en que el sistema económico no puede seguir basándose en la codicia y la rapiña y en que el sistema político no debe seguir dirigido por políticos vampiros de votos. Todos estábamos de acuerdo en casi todo pero algunos decían que no se podía hacer nada para remediarlo, ni siquiera poniendo a otros como nosotros de acuerdo. Otra vez me tocó llevar la contraria. Mola ser una especie en peligro de extinción y no extinguirse.

La razón nos dice que este sistema capitalista y esta democracia no se ocupan de nuestro futuro. Lo razonable, por eso, es cambiarlos. Quizás haya que tener un punto irracional para creer que se puede cambiar de dirección. Pero lo que sería una auténtica locura es no intentarlo. ¿Qué es lo peor que podría suceder? ¿Perder? Tampoco pasa nada. De ahí partimos. Desde la derrota… hasta donde haga falta.

Ah, y… ¡Aúpa Athletic!

Suena Loser, de Beck.

La imagen de Amorebieta después de tragarse una copa de aguarrás es de Marca.

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Habéis acabado con millones de empleos en todo el mundo. Ofrecisteis el sueño de tener una casa a quien no podía pagarla para quitárselo poco después. Tenéis la culpa de que la gente haya cambiado el compromiso por una televisión de plasma de oferta. Pero esto es demasiado. Malditos cabrones, he leído en El Mundo que por vuestra culpa Barrio Sésamo va a echar a parte de su plantilla. Puede que a partir de ahora Epi no tenga un Blas al que provocar insomnio. Igual ya no hay galletas que alimenten a Tricky. Y mucho me temo que Súper Coco va a tener que empeñar el casco, con el bien que le hacía para su estilo de aterrizaje. Hijos de puta, ésta me la vais a pagar.

Suena Johnny Cash & Miss Peggy, Jackson.

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Leí ayer en el suplemento del New York Times que viene los jueves con El País (no hay link porque no lo cuelgan) que la recesión ha hecho caer las operaciones de cirugía estética en Corea del Sur. Decía el texto que las intervenciones subieron con la recuperación de la crisis monetaria de hace una década pero que «en épocas malas la gente suele privarse de lujos como comer fuera, la joyería y la cirugía estética». El entrecomillado encierra palabras de un tal Park Hyoun, cirujano coreano. No sé yo, señor cirujano coreano, si es muy comparable salir a tomar una ración de oreja con entrar al quirófano retocarse las orejas. Pero, en cualquier caso, me alegro de que usted y sus colegas (sospecho que de todo el mundo) lo estén pasando mal. Señal de que vamos por el buen camino.

El uso alegre de la cirugía estética se ha convertido en un buen ejemplo de la aberración capitalista. Que no me veo bien con mi nariz de pimineto rojo, pues ahorro (o, peor, pido un crédito personal) y me pongo la pizpireta nariz con que David Beckham olisquea a su Victoria. Que tengo el culo gordo porque como helado con cuchara sopera mientras veo Los Serrano, pues llamo a mi Corporación Dermoestética y que me lo arregle en dos tajos y sin salir a correr, que se suda mucho. Que mis compañeras de partida de bridge tienen los labios más carnosos que los míos, pues dame bótox que quiero morir. Lo quiero todo y lo quiero ahora y no tengo que currármelo para conseguirlo porque hay un banco que me lo costea. En eso se resume la trampa del capitalismo. De este capitalismo.

¿Qué por qué es una trampa? Porque en apariencia ofrece una vida mejor pero en realidad guarda una existencia de mierda. Porque las cosas se valoran de verdad cuando se obtienen con esfuerzo. Incluso cuando no se pueden obtener de ningún modo. Es importante saber cómo y quién es uno y poder conformarse con lo que uno tiene, sin que eso signifique dejar de luchar por lo que una desea. Pero que los deseos sean humanos, por Tutatis. No una tele de plasma, un coche cada dos años o unas tetas como las de Pamela Anderson.

Sospecho que a partir de ahora vamos a ver más culos flácidos, más caras arrugadas y más orejas de soplillo. Me imagino que incluso habrá una epidemia de puntos de sutura descosidos y bótox derretido. Buenas noticias. No sólo se va a arreglar el desastre visual que suponía ir a una boda y ver a todas esas señoras biónicas estropear el paisaje sino que todo volverá a estar en su sitio. La realidad volverá a ser real. Y es que creo que empiezo a tener claro que todo esto de la crisis, la recesión y tal es lo mejor que le podía pasar a este planeta. Y lo único. Lo que no era normal era lo de estos años: comprar cosas con dinero que no teníamos, cobrar un sueldo por estar y no por ser y llevar la cara de Brad Pitt en vez de la nuestra. Bienvenidos al mundo real. Ya sólo falta que un virus acabe con el Photoshop y seremos todos felices. Porque feos vamos a estar mucho más guapos.

B.S.O. Gaye Bykers On Acid, Hottest Thing.

La ilustración se llama A Grotesque Old Woman, es de Quentin Massys y la he encontrado en la Wikimedia.

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Hoy, 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, contemplo alborozado mientras hago surf en un tsunami de mucosidades cómo la Prensa sigue respetando las tradiciones y lanza un montón de noticias y titulares que sabemos que suenan a cachondeo pero que permitimos por ser hoy 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes.

· Rouco Varela: «Es posible vivir el matrimonio de forma distinta a lo que está de moda» (El Mundo.es, ABC.es y La Razón.es).

· El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pide el cese inmediato de la violencia en Gaza (El Mundo.es)

· El año pasado hubo 1.200 millones de actos de piratería en Internet (El País).

· Zapatero dice que en un año «tocaremos» la recuperación (Público.es y PSOEtv.es).

· John Mickelthwait, editor de The Economist: «El Capitalismo no está en cuestión» (ABC.es).

· Pilar Cristóbal: «La masturbación es buena siempre que no haya sentimiento de culpa» (20 Minutos.es).

Seguramente hay más, pero tengo que sonarme.

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Ayer fue el Buy Nothing Day (BND) internacional, el día de no comprar nada, un asunto promovido por diversos movimientos sociales de todo el mundo. En Estados Unidos, el BND fue el viernes. Se llama black friday (viernes negro) al primer viernes tras el día de Acción de Gracias. Aunque no es fiesta, muchos gringos tienen el día libre y salen en manada a hacer patinar sus tarjetas de crédito y celebrar como Rockefeller manda el espíritu de la Navidad. Buen día para protestar y sobrevivir, que diría Discharge. En el resto del planeta, la cosa es el sábado. Se trata, claro, de pasar el día sin comprar, sin consumir. Consiste en dar un descanso a este sitio tan gastado en el que (y del que) vivimos y, de paso, reflexionar sobre en qué nos hemos convertido: ¿somos ciudadanos o somos consumidores? No me contesten ahora, háganlo después de la publicidad…

Uno de los principales promotores del asunto BND es la organización/revista/website/fundación/red de origen canadiense Adbusters. Se trata de un medio de comunicación y agitación esencial para enterarse (de verdad) de lo que pasa y pensar en lo que debería estar pasando para que pasara otra cosa. Una gente muy creativa que utiliza los recursos y el lenguaje publicitario para atacar lo que vende la publicidad. El caso es que llevaba un par de días curioseando por su web y me llamaba la atención que al lado del banner sobre la campaña anticonsumista había otro que te vendía unas zapatillas (muy sostenibles pero a 70$) o una camiseta bien chula (y bien anticorporativa pero a 25$). Supongo que nadie es perfecto (aunque la verdad es que el viernes tuvieron la tienda cerrada por eso de ser coherentes o, al menos, parecerlo).

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Pero lo más de chiste del día fue esta noticia aparecida en El Mundo. El viernes negro dejó un martir para la causa del capital: un currito de un Wal Mart de Nueva York murió arrollado por 200 consumidores con hambre de ganga y sed de gasto. Mucha campaña de agitación creativa y por mucha pajilla mental de bloguero plasta pero la civilización occidental sigue su curso y lo hace pisoteando a quien se le ponga por delante. Efectivamente, podemos conseguir casi todo lo que nos propongamos. Lo malo es que lo que nos proponemos conseguir es tan sólo un iPhone rebajado.

B.S.O. Minor Threat, Cashing In.

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