
Ayer no pude estar allí. Tenía un compromiso ineludible que debería haber eludido. Ayer no pude estar allí y, sin embargo, estuve porque Íñigo me iba contando por sms lo que pasaba. Lo que pasó, ya se sabe, es que Eolo y Beato permitieron que Esplá tuviera la despedida de Madrid que se merecía. La que tenía que ser. Aunque al principio estaba más jodido que otra cosa por habérmelo perdido, pronto mi sensación fue otra. Me alegraba por Íñigo, que sí estuvo. Por Tom y por Lourdes, buenos amigos de Bambino. Me alegraba por Juan, que tanto le admira. Me alegraba por todos los amigos que tenía en los tendidos, me alegraba por la afición pero, sobre todo, me alegraba por Esplá.
Buena parte de la culpa de que yo sea aficionado la tiene Luis Francisco Esplá. En mi casa no hay ninguna tradición taurómaca. Por ningún lado. A mí me empezaron a gustar los toros de verlos por la tele y de leérselos a Joaquín Vidal. Y me empezaron a llevar a las plazas de pequeño, a veces acompañando a un amigo de mi padre aficionado, la mayoría solo, las corridas de banderilleros. Víctor Mendes, El Soro, Morenito de Maracay. Siempre Esplá. Sin tener ni idea de todo esto, había algo que me decía que Esplá era el modelo. Alguien en quien fijarse. Un hombre al que admirar. Un torero al que ser fiel. Eso he hecho desde entonces.
Todo lo que he aprendido después, mucho o poco, ha tenido a Esplá como una de las referencias esenciales. Otra fue, y sigue siendo, Joaquín Vidal. Son dos nombres para hablar del mismo asunto. Los toros entendidos como historia, tradición, sentimiento, pureza, sentido, gusto, respeto, valor, honradez, hondura, sabiduría, humildad, arte. Ayer no pude estar en Las Ventas pero estuve en los ojos de Íñigo, los aplausos de Lourdes, los olés de Tom y el visor de Juan. Ellos y muchos otros aficionados pueden discutir de unos y otros pero siempre coinciden en el mismo. En Esplá. Porque Esplá representa todo lo que nos gusta. Porque Esplá es la Fiesta.
Ayer, cuando Íñigo me narraba la salida a hombros del maestro, me alegré por Esplá y por los aficionados. Hoy sigo contento pero también un poco triste. Porque igual que el día que murió Joaquín Vidal supe que moría algo de la afición que me lleva a las plazas, hoy hay otro motivo menos para seguir insistiendo en este maravilloso anacronismo. Y en estos tiempos no sobran los motivos. Pero eso es otro asunto. Lo que importa es que ayer Esplá se fue de Madrid como debía. A hombros. Por la Puerta Grande. Porque la vida es justa con quien es justo con la vida. Porque la Fiesta honra a quien honra a la Fiesta. Viva la Fiesta. Viva Esplá.
La foto sólo puede ser de Manon.
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