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Posts Tagged ‘Ecología’

cero

Cinco organizaciones ecologistas de las grandes han puesto nota a la política ambiental del Gobierno de Zapatero: suspenso general. Un cero para Zapatero que se resume muy bien en el título del documento que presentaron ayer Greenpeace, WWF, SEO/BirdLife, Ecologistas en Acción y Amigos de la Tierra: Un programa por la Tierra. Un año sin política ambiental. Resulta, además, que el bueno de ZP se comprometió en periodo electoral a tener el asunto del cambio climático como uno de los tres ejes de su política. Ni por ésas. Cero Zapatero.

Claro, que está la excusa de la crisis. Como la cosa está muy chunga, pasamos de pensar en el entorno para centrarnos en nosotros mismos. No le pasa sólo a Zapatero. Le pasa a mucha gente. Nos puede pasar a todos. Ayer, precisamente, hablaba de esto frente a unos botellines y unos torreznos (todo muy sostenible) con Jose y con Luis. Jose decía que era como si el mundo tuviese cáncer y andase más preocupado por una gripe pasajera. Una buena manera de plantearlo. El caso es que no son problemas distintos. No se puede pensar en uno mismo sin pensar en el entorno. No se puede enfrentar uno a la crisis sin reflexionar sobre lo que nos han llevado a ella. Estamos como estamos por esa actitud de buscar el máximo beneficio sin pensar en las consecuencias, el dinero fácil y rápido, la acumulación de riqueza a costa de lo que sea. La codicia.

Hace un mes, Trendwatching.com colgaba uno de sus informes y decía que estábamos llegando a la Generación G. G de generosidad y no de codicia (greed, en inglés). Se trata de olvidar palabras como «acaparar», «poseer», «ganar» y aprender otras como «compartir», «dar», «crear», «colaborar». El informe es la mar de interesante y se puede leer aquí. No creo que Zapatero lo haya leído, que estará muy ocupado el hombre con sus cosas. Pero debería. Igual así se daba cuenta de que no todo en esta vida es ganar unas elecciones y salir sonriente en la foto. De que se trata de comprometerse y cumplir los compromisos. De que la economía no es ajena a la preocupación medioambiental (y viceversa). Y de que es complicado pasar a la historia como un buen presidente quedándose de brazos cruzados a la espera de que le hagan el trabajo Obama y Brown.

B.S.O. Black Flag, Gimme, Gimme, Gimme.

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El suplemento Natura de El Mundo dedicaba su portada el sábado pasado a la teoría del decrecimiento. La cosa plantea la cuestión de si es posible mantener eso que se conoce como desarrollo (o sea, el crecimiento económico, el del PIB) y al tiempo seguir teniendo lo que llamamos vida humana (al menos en su versión más decente). No se trata de una apología de la recesión ni de una lanza rota a destiempo por el Comunismo, sino que se refiere, y cito a Tana Oshima, autora del texto, «a una ausencia de crecimiento económico en favor de un aumento del bienestar, acompañado de una reducción demográfica. El lema es ‘vivir mejor con menos'». Obviamente, es una patada en la boca no sólo del Capitalismo, tal y como se entiende ahora, sino de eso tan gracioso del desarrollo sostenible. El reportaje recoge una especie de mandamientos del asunto establecidos por uno de sus grandes teóricos, el economista francés Serge Latouche. Éstas son sus 8 erres:

– Reevaluar: plantearse los valores vigentes en el modelo actual, como la competitividad.

– Recontextualizar: revisar el concepto de la realidad económica e incluirla en la biosfera.

– Reestructurar: modificar las estructuras y adaptarlas al nuevo modelo de decrecimiento.

– Relocalizar: favorecer la pequeña escala y lo local, tanto en producción como en consumo.

– Redistribuir: hacer más equitativo el acceso a los recursos naturales.

– Reducir: consumir menos y adaptarlo a la capacidad limitada del planeta.

– Reutilizar: aumentar el ciclo de vida útil de los productos, prescindir de la novedad constante.

– Reciclar: no sólo los residuos, sino también las actividades y las ideas».

El reportaje, que en vez de estar en el (pionero y buen) suplemento de ecología de El Mundo debería haber aparecido en sus páginas de economía, es la mar de interesante y se puede leer aquí y aquí. Los hay que pedirán soluciones y propuestas más concretas, pero recoge una muy clara por la que se puede ir empezando: «adoptar voluntariamente un estilo de vida más sencillo». Parece un reto jodido para una civilización (¿?) que ha llegado a un punto en el que términos como «renuncia», «contención», «moderación» o «austeridad» son equivalentes a «tontería». Y no. Tontería es lo que estamos haciendo con la Tierra, con los recursos y con nosotros mismos. Porque el problema va mucho más allá de la ecología. Es un asunto económico, social, político. De todos. Muchos ya lo sabemos. Ahora hay que ver si somos capaces de renunciar a nuestra tele de plasma, nuestro viaje a Perú y nuestro sashimi de atún.

Para el que le interese el asunto, aquí van unos links más:

Wikipedia.

Decrecimiento.info.

Habla Latouche.

Escribe Gustavo Duch Villot.

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Está Al Gore de gira ibérica. Ayer pasó por Bilbao a cobrar una conferencia y hoy llega a Sevilla a repartir doctrina a lo que alguien ha tenido la mala idea de llamar «su ejército verde». No pienso contaminar aquí el mérito del marido de la censora Tipper Gore. Ni tampoco meterme en si se ha forrado o no con su discurso ecologista. Estoy convencido de que el que fue el próximo presidente de los Estados Unidos ha hecho un curro la mar de valioso poniendo en primera plana el asunto del cambio climático. Los gringos (y muchos otros) parecen necesitar de prescriptores no sólo para el consumo, sino también para el pensamiento. Tienen el síndrome Troy McClure. Necesitan que entre un tío en plano y les diga eso de «hola, soy Troy McClure, me conocerán de documentales sobre lo chungo que lo tenemos como…». Lo que hace en dibujos animados ese secundario de Los Simpson lo hace en serio gente como Michael Moore. Y Al Gore. Y si el tío gana pasta con ello, pues muy bien. Mejor que se forre así que fabricando minas. No me voy a meter con él por eso.

Lo que trae a Al Gore a estos párrafos son los Reyes Magos. Sí. Este hombre es como un padre que sostiene la existencia de Melchor y compañía ante un chaval con pelos en el bigote. Desde Una verdad incómoda, Al Gore no se cansa de repetir que es posible frenar el cambio climático sin frenar el desarrollo. Es decir, que los países de chaqueta y corbata pueden seguir teniendo sus crecimientos de entre el 3 y el 5% sin afectar al medio ambiente. Venga ya. Sería preocupante que Al Gore aún creyese en los Reyes Magos. Pero sería peor que no creyese y que pensase que nos puede convencer a los demás de su existencia. Lo mismo con su tesis de sostenibilidad y desarrollo. Si Al Gore piensa de verdad que el Capitalismo es sostenible, malo. Y si no lo piensa pero lo dice y cree que nos vamos a comer la tostada, pues malo también.

Este sistema voraz en el que vivimos, éste que nos empuja a comer sin apetito, comprar sin necesidad y gastar lo que no tenemos, es insostenible por definición. El Capitalismo necesita de consumidores que sigan moviendo los billetes. El consumo se genera a partir de materias primas. Y como las materias primas están en peligro de extinción, la Tierra necesita que le den un descanso para regenerarse un poquito. Pero ese descanso es imposible si se pretende seguir creciendo. Ya somos más de 6.000 millones pisoteando el planeta. Cada vez más hay más gente con cierta capacidad de consumo. Y cada vez habrá menos que consumir. Malas noticias para la Tierra. Malas noticias para el aire. El Capitalismo va a morir de éxito.

Para colmo, la realidad insiste en chafar el discurso de Al Gore. Ahora estamos en crisis camino de recesión. Por una parte, está bien para el Planeta: el consumo se frenará y el crecimiento será una quimera. Por otra, es una putada. ¿Quién coño va a pensar en el carbono cuando está preocupado por su trabajo y su hipoteca? El Gore ha sido rápido en adaptar su charla a la situación y ayer dijo en Bilbao que ambas crisis, la financiera y la climática, son globales y requieren soluciones globales. Y antes de ayer mismo, la UE le dio una bofetada sin querer diciendo que cada país debe arreglárselas y decidir en su lucha contra el cambio climático. O sea, que pasando del tema climático.

Repito: olé los cojones de Al Gore por dedicarse a lo que se dedica. Pero ya va siendo hora de que alguien nos cuente la verdad incómoda de verdad. Así no. Así no llegamos a viejos. Así se acaba la historia. El problema es que eso no lo va a hacer un tío tan metido en el sistema como Gore. Ni ningún otro político de los que dan dinero a los bancos. Ni ningún medio de comunicación de los que viven de la publicidad. Ni ninguna empresa, claro. Eso lo deberíamos decir nosotros pero tampoco. De momento, vivimos demasiado cómodos para verdades incómodas. Y por eso preferimos creer en los Reyes Magos.

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Cerca de un 90% de los grandes peces depredadores -atún, pez espada, bacalao, halibut- ha desaparecido desde mediados del siglo XX. Un estudio publicado hace dos años en Science predice un colapso mundial de los stocks de pescado en 40 años».

Muchos expertos creen que los gobiernos han sido demasiado considerados con la industria de la pesca. La Unión Europea, China, Japón y los Estados Unidos gastan 20 mil millones de dólares anuales en subvencionar una industria de 90 mil millones. El número de barcos pesqueros en el mundo, que Naciones Unidas estima en 1,3 millones, debe reducirse en una tercera parte para llegar a niveles de sostenibilidad (algunas organizaciones elevan la cifra a la mitad)».

Menos del 1% de los océanos tiene una alguna forma de protección mientras que más del 10% de la tierra ha sido apartada del desarrollo. […] Algunos expertos sugieren que hasta el 20% de los océanos necesitará ser protegido de la pesca, un número tan alto que parece políticamente imposible».

Por nuestro papel como consumidores, nosotros no somos menos culpables que los pescadores del estado de los mares. El consumo de pescado se ha doblado desde 1973 y, justo ahora que se conocen mejor sus beneficios para la salud, está claro que tenemos que comer menos pescado y que el pescado que comamos debe ser más pequeño y estar más abajo en la cadena alimenticia, donde los efectos de la pesca son menos negativos. […] Y haríamos bien en en analizar por qué nos parece indignante pensar en un mundo sin lobos o elefantes pero miramos sin hacer nada cómo el atún rojo es pescado hasta casi la extinción».

Éstos son algunos extractos de un reportaje llamado Fin, the last days of fish, escrito por Peter Alsop y publicado en una revista/website/comunidad muy maja llamada Good. Lo que dice no es especialmente derrotista. Es lo que hay. La situación de los mares es alarmante. Alimentarse a base de pescado salvaje a estas alturas de civilización es como si estuviésemos comiendo aún carne sacada de la caza de ciervos, elefantes y, no sé, leones. Aunque los medios no se ocupan mucho del tema y las cuotas de pesca se protegen como si fuesen la reserva de oro de los países, es fácil ver las consecuencias: la sopa de medusas de cada verano, el precio desorbitado del pescado y, si buceas, la ausencia de peces medianos y grandes en mares presuntamente protegido como el Rojo. El problema es que le cuentas todo esto a cualquiera y te escucha con cara de comprenderte mientras piensa en el sashimi de atún rojo que se va a cenar. Que le aproveche. A mí me tira del nabo. Yo no tengo hijos.

La foto de la medusita es mía, pero la cambio por un espeto de sardinas.

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Pasar el último fin de semana de agosto en el campo y leyendo La venganza de la Tierra, de James Lovelock, es una muy mala idea. Le entran a uno ganas de pedir la baja (permanente) por depresión. Lovelock es el creador de la teoría de Gaia, ésa que viene a decir que la atomósfera y la parte superficial de la Tierra forman una especie de organismo que se autorregula para mantenerse con vida y que la intervención del hombre abusando de los recursos y desparramando emisiones de todo tipo provocará una reacción de Gaia (la Tierra) que acabará con la civilización para que el plaenta pueda seguir existiendo tranquilamente.

Lovelock no es pesimista, es lo siguiente. Dice que ya hemos pasado el punto de no retorno, que más nos vale esperar subidas del nivel del mar de más de diez metros y desplazamientos de población del carajo de la vela. Lovelock, además, es un ecologista a su bola. Apoya con todas sus fuerzas de casinonagenario (que son muchas) la energía nuclear como solución inmediata para la reducción de emisiones, pasa de la eólica y la solar y despotrica contra la moda de los alimentos orgánicos. Por ejemplo.

Yo no sé si Lovelock lleva razón, ni si sus teorías y propuestas son verdad de la buena. Yo soy de letras. Desgraciadamente, cada vez estamos más lejos de una verdad absoluta en todos los campos y la ciencia tiene teorías para todos los gustos. Y digo desgraciadamente porque parece que en este asunto haría falta una certeza que nos llevase a la acción inmediata. Siendo un patán como yo, en este libro hay cosas que tal y otras que más bien cual.

En cualquier caso, cito un par de parrafillos que sí que creo son certeros:

Tanto los combustibles fósiles como los biocombustibles son cuantitativamente no renovables cuando se consumen al ritmo excesivo que requiere nuestra civilización hipertrofiada y adicta a la energía. Como siempre, regresamos a la inevitable cuestión de que, para vivir como vivimos, somos demasiados».

Como en todas las crisis, regreso a mi amigo y mentor Crispin Tickell, y encuentro respuesta en forma de un discurso titulado «La Tierra, nuestro destino» […]: «La ideología de la sociedad industrial, basada en el crecimiento económico, niveles de vida cada vez más altos y la fe en que la tecnología lo arreglará todo, es insostenible a largo plazo. Para cambiar nuestras ideas tenemos que trabajar hacia el objetivo de una sociedad humana en la que la población, el uso de los recursos y el medioambiente muestren en términos generales un saneado balance. Sobre todo, tenemos que contemplar la vida con respeto y asombro. Necesitamos un sistema ético en el cual el mundo natural tenga valor no sólo en cuanto útil para el bienestar humano, sino por sí mismo. El universo es algo interno además de externo'».

Vamos, que lo llevamos clarinete.

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