Ayer fue el Buy Nothing Day (BND) internacional, el día de no comprar nada, un asunto promovido por diversos movimientos sociales de todo el mundo. En Estados Unidos, el BND fue el viernes. Se llama black friday (viernes negro) al primer viernes tras el día de Acción de Gracias. Aunque no es fiesta, muchos gringos tienen el día libre y salen en manada a hacer patinar sus tarjetas de crédito y celebrar como Rockefeller manda el espíritu de la Navidad. Buen día para protestar y sobrevivir, que diría Discharge. En el resto del planeta, la cosa es el sábado. Se trata, claro, de pasar el día sin comprar, sin consumir. Consiste en dar un descanso a este sitio tan gastado en el que (y del que) vivimos y, de paso, reflexionar sobre en qué nos hemos convertido: ¿somos ciudadanos o somos consumidores? No me contesten ahora, háganlo después de la publicidad…
Uno de los principales promotores del asunto BND es la organización/revista/website/fundación/red de origen canadiense Adbusters. Se trata de un medio de comunicación y agitación esencial para enterarse (de verdad) de lo que pasa y pensar en lo que debería estar pasando para que pasara otra cosa. Una gente muy creativa que utiliza los recursos y el lenguaje publicitario para atacar lo que vende la publicidad. El caso es que llevaba un par de días curioseando por su web y me llamaba la atención que al lado del banner sobre la campaña anticonsumista había otro que te vendía unas zapatillas (muy sostenibles pero a 70$) o una camiseta bien chula (y bien anticorporativa pero a 25$). Supongo que nadie es perfecto (aunque la verdad es que el viernes tuvieron la tienda cerrada por eso de ser coherentes o, al menos, parecerlo).
Pero lo más de chiste del día fue esta noticia aparecida en El Mundo. El viernes negro dejó un martir para la causa del capital: un currito de un Wal Mart de Nueva York murió arrollado por 200 consumidores con hambre de ganga y sed de gasto. Mucha campaña de agitación creativa y por mucha pajilla mental de bloguero plasta pero la civilización occidental sigue su curso y lo hace pisoteando a quien se le ponga por delante. Efectivamente, podemos conseguir casi todo lo que nos propongamos. Lo malo es que lo que nos proponemos conseguir es tan sólo un iPhone rebajado.
En 1977, Gran Bretaña puso en el mercado el punk. Una música estrepitosa y una estética afilada más que inspiradas en las salvajadas que cometieron a finales de los 70 grupos como MC5 e Iggy Pop y sus Stooges desde Detroit y, más tarde, los New York Dolls y los Ramones en Nueva York. El punk, ese punk, convirtió el desparrame en una forma de vida y hasta en una manera de hacer política y sacudió los cimientos de la cosa musical para luego dejarla más o menos como estaba.
En 1979, un adolescente volvió de California a su ciudad, Washington DC. Trastocado por el rabioso sonido que carcomía el planeta, montó su primer grupo, The Teen Idles, y, un año después, se juntó con otros amigos bajo el nombre de Minor Threat. Ian MacKaye inició de esa forma una carrera que igual no ha cambiado el curso de la música pero que seguro ha transformado las vidas de muchos músicos y, lo que es más importante, de numerosas personas. Ian se hizo punk pero decidió hacerlo a su manera. Frente al abuso politoxicómano y la revolución de barra de bar, MacKaye fundó sin querer un movimiento poco conocido pero muy influyente. El straight edge proponía olvidarse del alcohol y las drogas y centrar toda la energía en la acción: música, movimiento asociativo, revolución. Por eso, quizás, Ian MacKaye ha tenido tiempo para tener su propio sello, Dischord, aún hoy activo y con una coherencia a prueba de súper ventas, y de militar en bandas como Embrace, Pailhead y, sobre todo, Fugazi. Este último nombre es el que ha hecho famoso a Ian en todo el mundo. Un nombre y un grupo asociados a música intensa pero abstracta, a ruido furioso pero intelectual, a éxito de ventas pero manteniendo los principios: discos a diez dólares, conciertos a cinco y entrevistas sólo para fanzines.
En 2005, en la sala Moby Dick de Madrid, Ian MacKaye presenta Mt. Pleasant Isn’t, la siguiente canción del concierto de su nuevo proyecto, The Evens. «Para mí punk es que estemos todos aquí juntos, punk es poder hacer música y venir a España a compartirla, punk es estar en comunidad». Y, efectivamente, fue punk haber estado allí, aunque pudiera no parecerlo. The Evens son un grupo de dos, Ian tocando una guitarra barítono, de sonido más grave que una semiacústica normal, y Amy Farina, que estuvo en un grupo llamado The Warmers, a las baquetas de una batería casi sin elementos de la que saca ritmos primitivos pero capaces de llenar un anfiteatro romano. Suenan sin pasar por la mesa de mezclas, sólo el ruido que sale del ampli de Ian y de la batería de Amy. Por eso piden a la gente silencio. Y en silencio disfrutamos de un concierto único: punk acústico, canciones que recuerdan a las últimas de Minor Threat y a las primeras de Fugazi, simples y a la vez muy complejas. Intensas. Al acabar, ellos mismos recogen sus cosas, venden discos a pie de escenario y se van. Nosotros también. Salimos de un concierto punk, pero no tenemos ganas de destrozar papeleras, sino de reciclar papel. Ya ves.
El mundo, hoy:
Obviamente, este texto es antiguo. Tiene tres años y pico. Los que hacen del concierto de The Evens en Moby Dick. Fue escrito para una revistita que editaba la librería Mairea. Pero nunca fue publicado. Quizás por eso lo saco del cajón. O, más bien, porque me apetece. Porque creo que es el momento. Porque ayer, hablando con Ángel, un amigo metido en lo más profundo de lo financiero, le escuché decir que era el fin. Que el capitalismo, este capitalismo, se había acabado. Y que ojalá fuese para bien y que hubiese un cambio de valores.
El asunto es serio y da para mucho. No sé si me apetece ponerme a pensar y escribir sobre él un sábado lluvioso como hoy. Sólo diré que siento hace tiempo que la sociedad de consumo es un asco. Que vivimos engañados por el brillo de la satisfacción inmediata. Y que nuestra continua búsqueda del placer (o beneficio) a corto plazo sin mirar al largo o el medio no sólo acelera nuestra muerte, sino que hace nuestra vida más vacía. Yo, que no soy muy viejo, aún recuerdo tiempos en los que no todo estaba en venta, la honradez era una virtud y no una estupidez y a la gente se la valoraba por lo que era y no porque lo que cobraba. O quizás no son recuerdos sino enseñanzas de mis padres. Da igual. El caso es que ojalá lleve Ángel razón y vuelvan esos tiempos. O incluso unos mejores. No sé. No lo creo. No parece que los codiciosos hayan aprendido ninguna lección.
Claro que ésos cabrones nunca han escuchado a Minor Threat, ni a Fugazi, ni a The Evens. Si no, seguramente no harían lo que hacen ni se dedicarían a lo que se dedican. Este verano conocí en Jordania a Angelo, un romano romanista que me contó que la izquierda, la verdadera izquierda italiana, ya pasaba de las elecciones y de la gran política. Que ellos en Italia se dedicaban al trabajo comunitario. A ayudar, proteger y desarrollar sus barrios. Eso es lo que lleva años haciendo y cantando Ian MacKaye. Y eso es lo que deberíamos ponernos a hacer todos si queremos sobrevivir con dignidad.
No soy yo de adorar ídolos ni de pedir autógrafos. Pero hay que reconocer la coherencia y el compromiso cuando se ven. Y, últimamente, no son cosas que hayan asomado mucho. Por eso creo que hay que tragarse el orgullo, dejar de ser los más listos y señalar a tipos como Ian MacKaye (o como Angelo). La que hemos liado sólo se soluciona cambiando. Empezando a construir las cosas para que se sostengan; sin pensar en ventas ni rentabilidades; considerando como único beneficio el que hacemos a la comunidad y, por tanto, a nosotros mismos. Repito, ojalá lleve razón mi amigo Ángel y estemos ante un cambio de valores. Tampoco es tan difícil. Basta con observar lo que lleva tiempo haciendo gente como Ian MacKaye y dejar de tener en portada a Pete Doherty.
RT @paistransversal: 🚌"La complejidad [de la movilidad] requiere enfoques ambiciosos en los que hay que incluir a todos los agentes sociale… 3 days ago
RT @eltransito: Me gusta @PedroBravo porque mira las cosas con complejidad y porque gracias a él artículo me he enterado que el gentilicio… 1 week ago