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Posts Tagged ‘Coherencia’

Por coherencia. Del que se queja de los bancos  en la barra del bar, del que pone a caldo a los políticos a los postres y de quien abomina de los mercados al salir del curro. Incluso del que critica a “los indignados”. ¿Los indignados? Si todos estamos hablando de lo mismo y tenemos claro y coincidimos en las raíces de los problemas, ¿cuáles son los indignados y cuáles no? Lo coherente es juntarse y expresarse el 15 de octubre. Al final resultará que los indignados somos todos y tendrán que llamarnos los ciudadanos o, mejor, las personas.

Porque no estamos conformes. Y nos negamos a conformarnos.

Porque exigimos responsabilidades. Que todo esto llamado crisis no es un desastre natural, que hay culpables detrás. Personas cuya ambición de riqueza ha pasado por encima de la ley y de muchas otras personas. Que lo paguen.

Porque asumimos nuestra responsabilidad. Porque sabemos que hemos jugado a ese juego, hemos sido codiciosos, egoístas y caprichosos. Lo hemos hecho mal pero queremos hacerlo bien y queremos que nos dejen.

Porque la voz se demuestra gritando. Si no, para qué queremos cuerdas vocales.

Por la ilusión. Vivimos bajo una nube que cubre a la sociedad de tristeza y depresión. Las movilizaciones son alegres, simpáticas, divertidas, se percibe ilusión y es necesaria para todo.

Porque está pasando en todo el mundo. Hay marchas previstas en 662 ciudades de 79 países de todo el mundo. Ya no es en Sol o en la Plaza de Catalunya. Es Nueva York, Londres o Tel Aviv. Y ya sabemos que aquí esas cosas nos impactan.

Porque no queremos más sino mejor. Ni siquiera volver a lo de antes, queremos cambiar. Detrás de todo este movimiento mundial hay insatisfacción por nuestro modo de vida egoísta, consumista y avaro. No queremos más dinero para gastar, queremos más tiempo para vivir. Y queremos vivir mejor, más a gusto con nosotros mismos y con la gente que nos rodea.

Porque ya nos sabemos el camino. Llevamos desde el #15M recorriéndolo convencidos de que es lo que tenemos que hacer, de que es lo que queremos hacer y de que es lo que vamos a seguir haciendo. Nos han ninguneado, nos han insultado, nos han caricaturizado, nos han pegado, nos ha dado igual. Volvemos y volveremos.

Y porque sabemos cómo recorrerlo. Tan importante es el fondo como la forma. Y las movilizaciones son combativas pero respetuosas. Pacíficas, por supuesto, y limpias, ordenadas, tolerantes, diversas. Un ejemplo de lo que somos capaces y de lo que podemos llegar a hacer juntos si nos dan la capacidad.

Por Blanca, Iñaki, Diego, Ainhoa, Juan, Leire y Sol.  Por ellos, que son mis sobrinos, pero también por los hijos, sobrinos y nietos de todos los demás. Porque el presente es muy difícil pero el futuro será imposible si seguimos gobernados por la codicia.

Porque estaremos todos. Los perroflautas, los antisistema, los pancartistas, lo actores, los comunistas, los anarquistas… Y los demás: empresarios, autónomos, parados, profesores, diseñadores, publicitarios, músicos, jubilados, funcionarios, médicos y hasta trabajadores de banca. Los que se empeñan en caricaturizar todo esto sólo se retratan a sí mismos.

Porque no nos queda otra. La ley electoral está hecha para dos y no para todos. La constitución se reforma sin consulta popular para satisfacer a unos mercados insaciables. Los bancos reciben dinero público que no usan para reactivar la economía. La ayuda a Grecia no ayuda a los griegos. Y así todo. Todas las decisiones nos pasan por encima. Ni la política ni el dinero cuentan con nosotros. El bien común no existe, sólo el bien de unos pocos. Lo llaman democracia y no lo es o, al menos, no funciona. Hagamos que cambie.

Porque esto es sólo el principio. Llevamos muchos años de decadencia del sistema y sólo unos meses de movilizaciones. Acabamos de empezar a rascar los cimientos y es el momento más importante, cuando necesitamos todas las manos posibles. Nos quedan muchos años de trabajo, lo mejor es que empecemos cuanto antes y nos vayamos conociendo.

Por ética. Que es lo que hace falta.

Éstas son sólo algunas de las mías. Hay millones de ellas más en cada uno de nosotros. Se trata de juntarlas y de juntarnos. Nada menos. Más info sobre las convocatorias: 15october.net.

Suena Ni hablar, de TDK. Para Magüu, que es un tío grande.

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Hoy he reventado una rueda que acababa de cambiar. Ayer se confirmó el desastre construido después de dos años de trabajo duro. Durante los últimos siete días, familiares y amigos me han dicho cosas bonitas como: «Tú eres el bohemio de la familia» (familiar); «a ti lo que te pasa es que haces las cosas sin pararte a pensar en las consecuencias» (familiar y amiga, que me cae muy bien); «tú que eres un buscavidas» (amiga). Estamos de acuerdo.

No puedo prometer escribir cosas que se entiendan. Pero sí seguir siendo quien soy.

Suena Si soy así en versión de Malevaje.

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Mucha gente me dice que es contradictorio ese rollo ecologista que me traigo con mi afición a los toros. Yo, obviamente, no lo creo. No soy animalista. No pretendo ni soy capaz de imaginar la total liberación animal, la convivencia de seismil y pico millones de personas con el censo al completo de bichos vivientes sin que haya un mordisco o un yugo de por medio. Soy consciente de que el hombre ha hecho su camino, entre otras cosas, a base de someter y utilizar a los animales y no concibo que ahora pueda ser de otra manera. Otra cosa es que ese sometimiento y esa utilización se deba hacer de una forma sostenible y responsable. Somos parte de un ecosistema que contempla nuestro carácter omnívoro pero al que le afectan cada vez más nuestras ansias de consumo desatado. Así pues, creo que el sufrimiento animal, como el humano, es parte de este juego que llamamos vida. Dentro de un orden.

Como trato de ser consecuente, cada vez como menos carne y casi nada de pescado. Tiendo hacia lo vegetal pero sigo siendo aficionado a los toros. No soy el único. Tengo una buena amiga que es prácticamente crudívora y sigue yendo a la plaza. ¿Y qué eso de la afición? Pues, como pasa muchos otros mejores y más sabios aficionados, no lo sé explicar muy bien. La mía, como ya he contado por aquí alguna vez, surge sin antecedentes familiares. Supongo que atraído por ese encontronazo con la vida que es una corrida de toros. Un encuentro a través de la muerte. La segura del toro y la posible del hombre que se enfrenta a él de una forma que, a veces, muy pocas, consigue una plasticidad y una emoción que no encuentro en ningún otro espectáculo. Y mira que voy a espectáculos de todo tipo.

¿Que está mal hacer de la muerte un espectáculo? Puede ser. A mí, en cualquier caso, me parece mucho peor hacer una virtud del ocultamiento de esa muerte. Sometemos a los animales, los hacemos sufrir y los matamos pero, como con casi todo lo feo, está bien mientras no lo veamos. En mi humilde opinión, comerse un huevo frito es una atrocidad kármica mucho más chunga que ir a los toros. Hay mucho más negativo en ese pollo criado y cebado en una jaula que en un toro que vive libremente cuatro o cinco años en el campo para luego pelear durante quince minutos en frente de una cuadrilla y un montón de gente en el tendido. Pero, ¿a que no hay huevos a prohibir los huevos?

Dicho lo cual, a mí en realidad me la trae al pairo, aunque me molesta un poco que haya sido como ha sido, lo que ha pasado en Barcelona. Ya está muy dicho, pero lo cierto es que Cataluña ya no era tierra de toros -la Cataluña de este lado de los Pirineos, que en la otra la afición no para de crecer-. Y también es verdad que en el resto de España, con perdón, la cosa tiene pinta de ir por el mismo camino. Ya sea por la vía legal o por desidia, la Fiesta es algo en peligro de extinción. De hecho, merece extinguirse por cómo se gestiona y por el estado deplorable en que se encuentra. Acabará, como sea, y no pasará nada. La vida seguirá. Eso sí, cada vez más alejada de la muerte y del sufrimiento. Para que sigamos todos encantados de habernos conocido, tan buenos, tan sensibles, tan respetuosos con esos animales a los que seguiremos haciendo sufrir y matando para nuestro propio beneficio y, también, por puro placer. ¿O es que el sashimi de toro es un artículo de primera necesidad? Y un cuerno.

Por supuesto, no he escrito todo este chorizo para convencer a nadie. Lo he hecho porque tenía tiempo libre y me apetecía expresarme. Que para eso tengo blog.

Suena Porom pom pero, de Toreros After Olé (ya no hay antitaurinos como los de antes).

La foto es de Juan Pelegrín, de su libro Un día en Las Ventas. Editado por una editorial catalana, por cierto.

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Madrid, octubre de 2005:

En 1977, Gran Bretaña puso en el mercado el punk. Una música estrepitosa y una estética afilada más que inspiradas en las salvajadas que cometieron a finales de los 70 grupos como MC5 e Iggy Pop y sus Stooges desde Detroit y, más tarde, los New York Dolls y los Ramones en Nueva York. El punk, ese punk, convirtió el desparrame en una forma de vida y hasta en una manera de hacer política y sacudió los cimientos de la cosa musical para luego dejarla más o menos como estaba.

En 1979, un adolescente volvió de California a su ciudad, Washington DC. Trastocado por el rabioso sonido que carcomía el planeta, montó su primer grupo, The Teen Idles, y, un año después, se juntó con otros amigos bajo el nombre de Minor Threat. Ian MacKaye inició de esa forma una carrera que igual no ha cambiado el curso de la música pero que seguro ha transformado las vidas de muchos músicos y, lo que es más importante, de numerosas personas. Ian se hizo punk pero decidió hacerlo a su manera. Frente al abuso politoxicómano y la revolución de barra de bar, MacKaye fundó sin querer un movimiento poco conocido pero muy influyente. El straight edge proponía olvidarse del alcohol y las drogas y centrar toda la energía en la acción: música, movimiento asociativo, revolución. Por eso, quizás, Ian MacKaye ha tenido tiempo para tener su propio sello, Dischord, aún hoy activo y con una coherencia a prueba de súper ventas, y de militar en bandas como Embrace, Pailhead y, sobre todo, Fugazi. Este último nombre es el que ha hecho famoso a Ian en todo el mundo. Un nombre y un grupo asociados a música intensa pero abstracta, a ruido furioso pero intelectual, a éxito de ventas pero manteniendo los principios: discos a diez dólares, conciertos a cinco y entrevistas sólo para fanzines.

En 2005, en la sala Moby Dick de Madrid, Ian MacKaye  presenta Mt. Pleasant Isn’t, la siguiente canción del concierto de su nuevo proyecto, The Evens. «Para mí punk es que estemos todos aquí juntos, punk es poder hacer música y venir a España a compartirla, punk es estar en comunidad». Y, efectivamente, fue punk haber estado allí, aunque pudiera no parecerlo. The Evens son un grupo de dos, Ian tocando una guitarra barítono, de sonido más grave que una semiacústica normal, y Amy Farina, que estuvo en un grupo llamado The Warmers, a las baquetas de una batería casi sin elementos de la que saca ritmos primitivos pero capaces de llenar un anfiteatro romano. Suenan sin pasar por la mesa de mezclas, sólo el ruido que sale del ampli de Ian y de la batería de Amy. Por eso piden a la gente silencio. Y en silencio disfrutamos de un concierto único: punk acústico, canciones que recuerdan a las últimas de Minor Threat y a las primeras de Fugazi, simples y a la vez muy complejas. Intensas. Al acabar, ellos mismos recogen sus cosas, venden discos a pie de escenario y se van. Nosotros también. Salimos de un concierto punk, pero no tenemos ganas de destrozar papeleras, sino de reciclar papel. Ya ves.

El mundo, hoy:

Obviamente, este texto es antiguo. Tiene tres años y pico. Los que hacen del concierto de The Evens en Moby Dick. Fue escrito para una revistita que editaba la librería Mairea. Pero nunca fue publicado. Quizás por eso lo saco del cajón. O, más bien, porque me apetece. Porque creo que es el momento. Porque ayer, hablando con Ángel, un amigo metido en lo más profundo de lo financiero, le escuché decir que era el fin. Que el capitalismo, este capitalismo, se había acabado. Y que ojalá fuese para bien y que hubiese un cambio de valores.

El asunto es serio y da para mucho. No sé si me apetece ponerme a pensar y escribir sobre él un sábado lluvioso como hoy. Sólo diré que siento hace tiempo que la sociedad de consumo es un asco. Que vivimos engañados por el brillo de la satisfacción inmediata. Y que nuestra continua búsqueda del placer (o beneficio) a corto plazo sin mirar al largo o el medio no sólo acelera nuestra muerte, sino que hace nuestra vida más vacía. Yo, que no soy muy viejo, aún recuerdo tiempos en los que no todo estaba en venta, la honradez era una virtud y no una estupidez y a la gente se la valoraba por lo que era y no porque lo que cobraba. O quizás no son recuerdos sino enseñanzas de mis padres. Da igual. El caso es que ojalá lleve Ángel razón y vuelvan esos tiempos. O incluso unos mejores. No sé. No lo creo. No parece que los codiciosos hayan aprendido ninguna lección.

Claro que ésos cabrones nunca han escuchado a Minor Threat, ni a Fugazi, ni a The Evens. Si no, seguramente no harían lo que hacen ni se dedicarían a lo que se dedican. Este verano conocí en Jordania a Angelo, un romano romanista que me contó que la izquierda, la verdadera izquierda italiana, ya pasaba de las elecciones y de la gran política. Que ellos en Italia se dedicaban al trabajo comunitario. A ayudar, proteger y desarrollar sus barrios. Eso es lo que lleva años haciendo y cantando Ian MacKaye. Y eso es lo que deberíamos ponernos a hacer todos si queremos sobrevivir con dignidad.

No soy yo de adorar ídolos ni de pedir autógrafos. Pero hay que reconocer la coherencia y el compromiso cuando se ven. Y, últimamente, no son cosas que hayan asomado mucho. Por eso creo que hay que tragarse el orgullo, dejar de ser los más listos y señalar a tipos como Ian MacKaye (o como Angelo). La que hemos liado sólo se soluciona cambiando. Empezando a construir las cosas para que se sostengan; sin pensar en ventas ni rentabilidades; considerando como único beneficio el que hacemos a la comunidad y, por tanto, a nosotros mismos. Repito, ojalá lleve razón mi amigo Ángel y estemos ante un cambio de valores. Tampoco es tan difícil. Basta con observar lo que lleva tiempo haciendo gente como Ian MacKaye y dejar de tener en portada a Pete Doherty.

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