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Archive for the ‘Libros’ Category

– (…) ¿Quieres saber la verdad? Las teorías conspirativas son una patraña.

– Claro -dijo Tom asintiendo-. Vale, ¿cuál de ellas?

– No una. Todas. Las inventan las autoridades para esconder lo que ocurre de verdad.

Tom río.

– Ésa es buena.

– No bromeo. La única teoría auténtica es ésta, porque la inventé yo. Cuanto más rara parezca, más probable es que una teoría sea cierta. Sólo suena extraño en el contexto de las mentiras que nos han entrenado para aceptar.

– Me he perdido -dijo Tom.

– Las autoridades controlan toda la información; así pues, también tienen que haber sido ellos los que inventaron las teorías. Planearon todas esas ‘teorías conspirativas’ porque la verdad sería aún peor si la supiéramos. Por ejemplo: conoces la hipótesis de que nunca aterrizamos en la Luna, ¿verdad?

– Vi un programa en televisión. Además, hay una película…

– Cierto. Pero el hecho es que esa idea es en sí misma una teoría conspirativa falsa, inventada para desviar la atención de la auténtica verdad. No hay Luna.

– ¿Perdón?

– No hay Luna. Y tampoco planetas. Todo el mundo se desgañita sobre si fuimos allí o no y así esquivan la auténtica verdad. Que allí… no hay ningún allí. Galileo se drogaba. Así es, amigo. Esta bola de piedra es todo lo que tenemos. El gobierno sabe cosas de los alienígenas y las oculta, ¿verdad? El hecho es que no hay alienígenas porque, véase más arriba, no hay resto del universo. La idea se la inventaron cuando fue evidente que necesitábamos un nuevo horizonte o el martes siguiente nos habríamos matado los unos a los otros».

Sacado de Los muertos solitarios, novela de Michael Marshall que no tiene nada que ver con las teorías de la conspiración aunque un poco sí, por eso que tiene de fantástico. Por cierto, habría que hacer un homenaje a Rodrigo Fresán, que dirige con tanto tino la colección Roja & Negra, de Mondadori, y a mi madre, que me ha regalado esta pieza. Por cierto bis, ¿alguien sabe sus coordenadas? Las de Fresán, no las de mi madre. Por probar con mi opción b.

Suena Space Is The Place, de Sun Ra.

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– Entonces, lo que me estás diciendo es que una de estas dos monedas acierta y la otra es embustera. A pesar de que sabemos que la respuesta está en el futuro. ¿Cómo es que es así? Porque el futuro ya ha sucedido.

– Eso no es verdad.

– Las monedas te contradicen.

(…)

– Si lo pienas bien, lo que me has dicho es como no decir nada.

– Si todos los acontecimientos desde el comienzo hasta el final del mundo estuvieran ya establecidos de antemano, yo no me atrevería a decir que eso no es nada. Lo que hacemos nosotros es viajar a través de esos hechos. Piénsalo.

– Estoy pensando.

– Puede que el futuro sea un lugar donde nunca has estado, como Sidney, Australia. ¿Has estado allí?

– No.

– Exacto -dijo Pierre-. Yo tampoco. Pero no decidimos que no exista sólo porque no hayamos estado nunca. No decimos que sea una gran ciudad o un poblacho a orillas de una carretera y, hasta que no vayamos allí, no será ni una cosa ni la otra.

Es un cacho de La región inmóvil, de Tom Drury (451). El libro es muy bueno. O no. No sé, que hoy no estoy como para presumir de sapiencia. Lo que si sé es que a mí me ha gustado. Bastante. Como siempre, gracias Paloma por la cesión.

Suena That’ll Be The Day, de Buddy Holly.

La imagen es de aquí mismo.

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Juan Pelegrín cumple la norma bressoniana. Captura el instante decisivo y nos lo pone ante los ojos. Pero Juan hace algo más. Consigue lo que temían los indios, o casi. No llega a robar el alma de aquéllos a los que apunta con su objetivo pero sí la toma prestada. Agarra sus almas, sus historias, y nos las pone más allá de los ojos, allí donde nuestra mirada se sienta a entender la vida. Lo acojonante es que el muy cabrón -y aquí ya me dejo de mariconadas líricas, que luego se ríe de mí-, lo hace con personas, animales o cosas. Juan Pelegrín hace una foto a la cara de un toro y es como si escribiese un relato. Es más, es capaz de dibujar un relato encuadrando un dedo y un colgante.

Juan Pelegrín, más conocido en la Red como Manon, es fotógrafo de Las Ventas desde hace once años y por eso hay quien puede pensar que lo suyo es la fotografía taurina. Yo, que voy de disidente, estoy de acuerdo en algo: Juan hace las mejores fotos de toros (y alrededores) que he conocido. Pero no creo que sea un fotógrafo taurino. Juan es fotógrafo. Un fotógrafo cojonudo. Un fotoperiodista, en el mejor sentido de la palabra periodista. El que le dan tipos como Ryszard Kapuscinski o Enric González, excelentes relatores de las pequeñas historias de cada uno que conforman la gran historia de todos, tipos cuyo textos me recuerdan a las fotos de Juan por muchos motivos. Por lo que he explicado ya y por esa actitud relajada y un tanto irónica que no significa distancia ni desapasionamiento sino que demuestra inteligencia y coherencia.

Viene todo este rollo a cuento de que se presenta el día 4 su libro, «Un día en Las Ventas». Las fotos son suyas, nos ha jodido mayo; los textos, de Luis Francisco Esplá, por cierto, una de las muchas cosas buenas de la vida en las que coincidimos. Pude ver el libraco antes de ayer y, aparte de llevarme una alegría por la alegría de Juan, me pareció estupendo. Por las fotos, claro, y por cómo estaban elegidas, editadas y compuestas en las páginas, con guiños juanpelegrinescos, fina ironía y coña marinera. Así que ya tengo claro un par de cosas para el martes que viene: que me voy a emborrachar a costa de Juan (y su editorial) y que me voy a dejar 50 euros en este libro del que, ay que joderse, me siento orgulloso.

Todas las fotos son de Juan Pelegrín, claro, salvo que haya birlado las imágenes de alguien y las haya firmado con su nombre, en cuyo caso el lector debería poner en este texto el nombre de ese alguien en lugar del de Juan y a mí me daría un poco igual porque, más allá de ser un buen fotógrafo, a mí lo que me parece es que Juan es un tío muy majo (en realidad todo esto lo digo por el balón de basket que le tengo secuestrado). Una última cosa: si alguien no puede ir al sarao, puede dejarse los euros comprando el libro online.

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Comprendió que el vértigo no es más que la atracción terrestre que se ceba en el corazón del hombre que sigue siendo obstinadamente geotrópico. El alma se inclina perdidamente hacia esos fondos de granito o de arcilla, de sílice o de esquisto, cuya lejanía la enloquece y la atre al mismo tiempo, porque allí presiente la paz de la muerte».

Rescatado de Viernes o los limbos del Pacífico, de Michel Tournier. El libro me pareció bastante coñacete pero me gustó mucho esta definición del vértigo porque retrata buenamente lo que a mí me pasa por épocas y en según qué lugares altos (será que mi alma es exquisita en sus inclinaciones).

Suena The Fall, Dead Beat Descendant.

La foto la hice en el Waimea Canyon (el Gran Cañón del Pacífico para los amigos de la comparación fácil), en la bien bonita isla de Kauai, en Hawai. No es que el lugar me diese mucho vértigo, pero fue por allí donde me encontré con esta definición leyendo este libro (gracias, madre). Eso fue en verano, pero hasta hace poco no he recuperado el libro y, con él, la cita. Que todo hay que explicarlo.

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Hoy, al cabo de miles de años, todos nos comemos al toro. La bestia está dominada y vencida. Y, naturalmente, el toro está en franca decadencia. Se ha logrado todo lo que se podía lograr. El torno no tiene hoy ningún interés. Es una pobre bestia vencida.

No se trata, claro es, de apoderarse del toro para comérselo, sino de apoderarse de él para jugar graciosamente con sus ciegos instintos, produciendo un espectáculo de emoción y belleza. Pero hasta eso se ha conseguido ya de manera tan perfecta que las corridas interesan cada vez menos. (…) En la actualidad, el torero hace lo que le da la gana con el toro. Cada día se ha avanzado un paso. Si un torero, después de unos lances, agarra al toro por el pitón, otro torero viene tras él y lo agarra sin haberlo toreado, cuando el animal, al salir del chiquero, tiene todo su brío. Más tarde viene otro y coge al toro por una oreja y, finalmente, aparece uno que lo sujeta por el morrillo. Ya no falta más que emprenderla a mordiscos con la pobre bestia y comérsela viva. Por este camino, la lidia se convertirá fatalmente en un espectáculo de circo al modo moderno, es decir, desustanciado. Subsiste la belleza de la fiesta; pero el elemento dramático, la emoción, la angustia sublime de la lucha salvaje se ha perdido. Y la fiesta está en decadencia.

(…) El toro es hoy un ser tan cultivado, tan culto en la especialidad a que le consagra el Destino como un profesor de Filosofía en la suya, y se diferencia tanto de la originaria bestia de las marismas del Guadalquivir o de la desaparecida Atlántida como el torero se diferencia del hombre que salía desnudo e inerme a cazar a la fiera para comérsela.

Ésta es la verdad. Los toros de lidia son hoy un producto de la civilización, una elaboración industrial estandarizada como los perfumes Coty o los automóviles Ford. Se fabrica el toro tal y como los públicos lo quieren. Merced a una lenta y penosa labor selectiva, los ganaderos han conseguido satisfacer los gustos del público soltando en los ruedos unos toros que son perfectos instrumentos para la lidia. Creo que en la fabricación del toro se ha llegado ya al stradivarius».

* Todo esto y mucho más escribe Manuel Chaves Nogales en boca de Belmonte en la (auto)biografía ‘Juan Belmonte, matador de toros‘, cuya única pega es que se acaba. Todo esto pensaba Belmonte al principio de los 30 del pasado siglo y las cosas, habiendo evolucionado, no han cambiado. Todo esto tiene que ver con la sensación percibida en las entradas de algunos tíos que saben, como éste o aquél, ante toda la cháchara vertida por taurinos y anti y por opinadores que no son ni una cosa ni la otra pero que se se atreven con todo.

Suena un temaco que va siempre en la maleta, Evolution, de Magnum.

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Antes que un blog, La opción b es una novela. Una historia que acabé de escribir hace más de tres años y cuyos derechos de explotación cedí hace dos. RBA ha sido la propietaria de esos derechos tras la firma, claro, de un contrato. En ese papel dice que la editorial tenía un máximo de 24 meses para poner el libro en circulación. No lo ha hecho. Por la crisis, por su propio despiste exitencial o por lo que sea y sin muchas explicaciones, RBA ha dejado pasar el tiempo sin cumplir su parte del contrato. Eso quiere decir que soy libre para hacer lo que me apetezca o lo que pueda con La opción b. Soy libre pero también me tengo que buscar una opción b para La opción b. He movido la cosa por otras editoriales y no he tenido mucho éxito, la verdad. Por otra parte, llevo tiempo dándole vueltas al asunto y cada vez estoy más cerca de la autogestión, autoedición y autodistribución. Aún no sé muy bien cómo pero creo que lo coherente con los tiempos que corren, con mi propia visión de la existencia y hasta con la propia esencia de la historia es pasar a la acción directa.

Se admiten sugerencias.

Suena, como la primera vez, Maneras de vivir, de Leño.

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Un estudio de la Universidad de California, en San Diego, dice que los americanos (los gringos) consumen cada día 3,6 zettabytes de información. O sea, 36 elevado a 21 bytes. O sea, 3,6 millones de millones de gigas. Quiere eso decir que, cada día, un gringo normalito se mete en su melón el equivalente a 16 discos duros de los medianos entre TV, teléfono, radio, ordenador y demás. La ilustración de Rob Vargas que corona estas líneas lo explica bien y, viéndola, uno se da cuenta de cómo sería tal cosa en España. La diferencia sería escasa en horas de tele e incluso en su contenido (Belén Esteban en vez de Oprah) y puede que hubiese aún menos lectura (sí, a pesar del Marca y el Cuore). Lo que sí habría es un gran hueco en el melón del español para a la información capturada en el bar, origen y destino de nuestra sabiduría.

A todo esto, ¿qué hace un gringo con 16 discos duros diarios de información adquirida? Pues lo mismo que un español: respirar, comer, cagar, mear, dormir… y poco más.

Suena You Suffer, de Napalm Death.

Vía Good.

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Toda la chalada aventura del pastor Oskari Huuskonen y su oso Lucifer por tierras  de Finlandia, Rusia y mares e islas diversos, está llena de momentos de lucidez. De hecho, la aventura en sí es es un camino hacia la luz, aunque a otros les parezca una autopista hacia el delirio. Aquí dejo un parlamento de Oskari, luterano hacia el ateísmo, que demuestra que este tío es un ejemplo a seguir:

La conciencia es una voz interna, integrada en la constitución humana, una señal, una sirena que nos impide cometer inquinidades, o avisa de que vamos a cometerlas. Ahí no hace falta la intervención de ninguna divinidad. El sentido del pecado es fruto más de la evolución, como puedan serlo los sentimientos, el sentido común o la tendencia al misticismo. Tú deberías saber -[le dice el pastor a la etóloga de lomo alto a la que se beneficia en la osera durante la hibernación de Lucifer]-, siendo etóloga, que la evolución ha hecho que se desarrollen miles de características refinadísimas que han servido para la protección de las especies y, a raíz de ello, también para la conservación de la vida en general. La conciencia sería la alarma que protege a la humanidad de la autodestrucción».

Todo esto y mucho más en El mejor amigo del oso, de Arto Paasilinna (con una traducción muy cachonda de Dulce Fernández Anguita, por cierto).

Suena Josh Wink, Higher State Of Consciousnes. Y a batir mandíbulas.

La imagen del oso bailarín es de Hugh Magnum, de la Wikimedia. Gracias, madre.

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La frase del título es una de las que forman Comida de pájaros, segundo libro de Curro Rubira. La frase va acompañada de una ilustración, como se ve en la doble página de arriba, y de muchas otras frases y muchas otras ilustraciones en una obra que, dice Curro, se inspira en Hansel y Gretel. No he visto mucho rastro de ellos pero quizás es que no estaba mirando al suelo, entretenido por los dibujos y textos, por esta especie de evolución ilustrada de los micropoemas de Ajo que es Comida de pájaros.

Puede que un servidor eche de menos un hilo narrativo en todo el asunto (aunque sea fino) y que la cosa no sea brillante siempre (aunque hay quien ha escrito novelas con muchas menos frases atinadas), pero hay dos motivos por los que quería hablar de esto aquí y ahora. El primero es el clásico medalagana. El otro es que Curro ha decidido editarse el librito él mismo y hacerlo de una forma lujosa y nada barata, tener el libro que quería sin esperar decisiones editoriales y «que me quiten lo bailao». Un cuento que aplicarse.

Ah, otra cosa: aprovecho para recomendar el blog de Curro y sus compañeros de JWT Delvico.

Suena el Surfin’ Bird de los Trashmen.

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Fuera de foco es la serie de entrevistas que (ya no) hago cada mes para la revista Calle 20. Se trata de presentar y retratar a personajes importantes para la culturilla joven en España. Importantes pero no famosos. Es enfocar a los que suelen estar fuera de los focos. Porque se lo merecen, qué coño. Salvo que se diga lo contrario, las estupendas fotos son siempre de la estupenda fotera Belén Cerviño.

“Es más fácil trabajar con Goya que con un rapero”

Todos los jardines en los que se ha metido han acabado llenos de flores. Fundó la revista Spiral, Biblia de lo indie; creó el sello Yo Gano/Tú Pierdes, donde debutaron CPV, 7 Notas 7 Colores y La Mala; y abrió la primera galería de street art de Madrid, Subaquatica. Ahora es jefe de producto del Museo del Prado. Nada menos.

¿Qué tomabais en Spiral que todos acabasteis fundado empresas claves en la música española?

Nos lo tomábamos con mucha ilusión. Luego, la disparidad de gustos musicales hizo que nos separásemos para aplicar esa ilusión a nuestros proyectos personales.

¿Has usado alguna técnica de fanzine para algún catálogo del Prado?

Hombre, Spiral nunca fue un fanzine, aunque sí en espíritu. Y de ese espíritu hay algo en el Prado, el de querer difundir un patrimonio y una cultura.

¿Qué ganaste y quién perdió con Yo gano/Tú pierdes?

Espero que ganara la gente que compraba los discos y los grupos que tuvieron la oportunidad de ser publicados. Yo, muchas veces, tuve la sensación de perder el tiempo. Ahora, con perspectiva, ya no lo veo así.

¿Son los raperos tan difíciles de tratar como se pintan?

Sí, y un poquito más. Es mucho más fácil trabajar con artistas muertos como Goya y Velázquez.

Siempre has estado en el origen de asuntos que luego han sido tendencia. ¿El Prado va a ser lo más?

El Prado ya es lo más. Pero el mérito no es mío, claro. A veces es agotador sentir que la gente espera que detectes nuevas tendencias.

Para ir de la oficina del Prado a la de Subaquatica, ¿usas transporte público o vas en tu máquina del tiempo?

El salto en el tiempo es grande en apariencia, pero diminuto para mí. Cuando se gestiona cultura hay que estar abierto a trabajar con propuestas muy dispares.

¿Hay algún límite para el tipo de objetos que se venden en la tienda de un museo?

Nosotros el límite lo marcamos intentando poner en valor la obra y el artista antes que el objeto.

¿Qué pierde y qué gana el street art cuando se mete en una galería?

El arte de la calle no puede estar dentro de un local. En la galería intentamos destacar el talento de esos mismos artistas tanto dentro como fuera.

¿No se domestican esos artistas cuando se meten dentro?

En arte, el contexto lo es casi todo. Los buenos artistas son capaces de tener discursos coherentes en ambos sitios.

En 100 años, ¿Banksy y Suso 33 en el museo del Prado?

Claro, ¿por qué no? Lo que es trasgresor hoy, en un siglo estará más que asumido.

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