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Archive for the ‘Tierra’ Category

El otro día, paseando por la red, me encontré con una bonita lista con los 15 sitios más tóxicos en los que vivir. Son lugares reales donde vive gente de verdad.

Río Citarum, Indonesia, el más guarro del mundo.

Hay un poco de todo. Ríos que se pueden pisar, aire que se puede cortar con un cuchillo, la isla de plástico de la que ya se ha hablado por aquí, Chernobil, bosques de los que ya no queda ni un árbol…

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Hay quien sigue sosteniendo eso de que el cambio climático, si es que lo hay, no es cosa del hombre. Pues no sé, no soy científico, pero uno ve estas fotos y se queda con la sensación de que el hombre, entendido como especie, algo está haciendo para ensuciar su casa. Y la de sus descendientes.

La India, un destino tan espiritual como para olvidarse de que el río Yamuna, afluente del Ganges, recoge el 58% de la basura de la ciudad de Nueva Delhi.

Si ejerciésemos el turismo e hiciésemos viajes como se debe, o sea, para descubrir el mundo en que vivimos y las formas de vida que son ajenas a la nuestra, deberíamos incluir cualquiera de estos lugares en nuestras vacaciones de este año.

Dzerzhinsk, en Rusia, es un lugar de record Guinness: el de la ciudad más químicamente polucionada del Planeta.

Desde luego, tendríamos buenas fotos para enseñar a familiares y amigos y, quizás así, nos dejaríamos de coñas a la hora de rechazar esa inofensiva bolsa de plástico o al exigir una política energética seria y responsable a empresas y administraciones.

La órbita de la Tierra también está llena de desperdicios. Millones de kilos de restos de la carrera espacial.

Aquí sólo he colgado cinco de los 15. Se pueden ver todos en este link. De todos modos, se me ocurren otros sitios tóxicos en los que debe ser difícil respirar sin atragantarse. Por ejemplo, un dos tres responda otra vez: un bono basura, una reunión del G-20, una reunión de consejo de ministros en la que no se aprueba nada sobre las SICAV, el despacho donde se gestiona la solución al vertido de BP, un barco dedicado a cortar aletas de tiburón… ¿Se os ocurre alguno más?

Suena Holiday In Cambodia, Dead Keneddys.

También en ¿Y por qué no…?

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Comprendió que el vértigo no es más que la atracción terrestre que se ceba en el corazón del hombre que sigue siendo obstinadamente geotrópico. El alma se inclina perdidamente hacia esos fondos de granito o de arcilla, de sílice o de esquisto, cuya lejanía la enloquece y la atre al mismo tiempo, porque allí presiente la paz de la muerte».

Rescatado de Viernes o los limbos del Pacífico, de Michel Tournier. El libro me pareció bastante coñacete pero me gustó mucho esta definición del vértigo porque retrata buenamente lo que a mí me pasa por épocas y en según qué lugares altos (será que mi alma es exquisita en sus inclinaciones).

Suena The Fall, Dead Beat Descendant.

La foto la hice en el Waimea Canyon (el Gran Cañón del Pacífico para los amigos de la comparación fácil), en la bien bonita isla de Kauai, en Hawai. No es que el lugar me diese mucho vértigo, pero fue por allí donde me encontré con esta definición leyendo este libro (gracias, madre). Eso fue en verano, pero hasta hace poco no he recuperado el libro y, con él, la cita. Que todo hay que explicarlo.

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Me cuesta un poco ver la parte positiva de algunos hechos, no soy como Violaine. Incluso me cuesta ver los propios hechos, de tan poco que los tratan los medios de comunicación. Como casi nadie sabe, se está celebrando en Doha, Qatar, la Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres (CITES). Quizás alguien se haya enterado porque allí se discutía la conveniencia de prohibir el comercio de aún rojo. Finalmente, ganó la conveniencia de países como Japón y España, dos extremos de ese comercio, y perdió la conveniencia de la naturaleza, en general, y de los atunes, en concreto,  otra especie que se quedará para los documentales por la gula del personal.

Siendo mala esa noticia, lo peor es que no es la única. En lo que llevamos de Convención, ya tenemos una negativa a las restricciones del comercio de coral rojo (se ve que es el color de moda… hasta que lo acabemos) y un no muy grande a la protección del tiburón martillo. Vale, bien, es verdad que los países reunidos en CITES han decidido seguir con la prohibición del comercio de marfil y, por tanto, protegiendo a los elefantes. Mi parte positiva me dice que esa noticia no está mal pero mi parte negativa me acaba revelando la verdad: total, para el caso que se hace…

Con todo, lo más dramático no son las decisiones en sí sino lo poco que nos preocupan estas cosas. Aquí se debate prohibir las corridas de toros en Cataluña. Se anuncia y se moviliza para que se apague la luz una hora el próximo sábado. Se produce indignación sobre un documental pagado con dinero público que denuncia la corrupción urbanística y sus consecuencias medioambientales. Y se hace todo eso con un trozo de atún deshaciéndose entre los molares. Y choteándose del pesado que sugiere que pedir la comida en un restaurante puede ser un acto de responsabilidad o irresponsabilidad como detener u ordenar un vertido de productos tóxicos al mar.

Por eso, uno se acuerda del letrero que daba la malvenida a las puertas del infierno de Dante cuando ve este panorama. Insisto, lo malo no es que los gobiernos del mundo tomen este tipo de decisiones. Lo dramático es que nos la trae flojísima.

Suena Black Math Horseman, Torment Of The Metals.

La imagen es una de las ilustraciones de William Blake a La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Y esta entrada aparece también en ¿Y por qué no…?

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Ayer John Carlin hablaba en El País de el miedo que nos venden, y compramos, en una tribuna llamada La edad del miedo. Citaba sin parar Carlin a John Adams, «profesor emérito de University College London, ha dedicado su vida a estudiar el fenómeno del riesgo y a asesorar a Gobiernos y empresas sobre el tema», y sugería, porque lo sugiere Adams, que nuestra propensión a creernos esos miedos que nos meten en el cuerpo se debe a la prosperidad. El artículo de Carlin hablaba de miedos como el de las vacas locas, los cerdos apestados o las aves griposas. Hablaba del miedo al islamismo radical y del miedo a fumar de forma pasiva, del terror al teléfono mócil y sus conscuencias en la salud y del pavor a tener un vecino pedófilo. Comentaba todo eso pero lo que de verdad le ocupaba unos párrafos era el miedo al cambio climático. Decía Carlin que la cosa se ha convertido en una creencia, una opción de fe. Y, por lo que escribía y citaba del tal Adams, él no cree que exista tal cosa ni que sea provocada por el hombre.

Días antes, en el mismo periódico, también se hablaba del miedo y se relacionaba tal cosa con la ausencia de democracia en muchos países en desarrollo. Decía un estupendo reportaje de Andrea Rizzi que las clases medias están multiplicándose y que, en cambio, no está sucediendo lo mismo con las democracias; que hay más burgueses que nunca pero que a éstos les importan menos sus libertades que sus comodidades. Una excelente foto de cómo están las cosas hoy en día.

Ambos textos enfocan la misma causa a partir de síntomas muy diferentes y, por eso, sugieren distintos tratamientos del mal en cuestión. Sin entrar a discutir las opiniones de Carlin sobre lo del clima y las cosas que dice de Al Gore -como si fuese Al Gore el que se inventó todo esto-, me tiene un poco perplejo que el mismo tío que ha escrito ese cojonudo libro, El factor humano, cuyo tema es la capacidad del hombre de generar cambios, venga a sostener en su texto de ayer que el escepticismo es la mejor receta para superar el miedo y, por tanto, para desenvolverse en estos tiempos. La duda es necesaria pero la duda como forma de vida lleva a la inacción y la inacción lleva al conformismo. Lo mismo que el miedo. Hay que dudar de todo pero luego hay que informarse, reflexionar y actuar en consecuencia. Eso es ser valiente.

Dicho de otro modo: no creerse nada o, mejor dicho, no hacer esos ejercicios de dudar, reflexionar y actuar, es una forma muy fácil pero también muy peligrosa de gestionar los miedos. De disimularlos. Es creerse intocable y convertirse en irresponsable. Como en esa cita tan socorrida de Martin Niemöller (que no de Brecht): «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata, etc». No creerse nada es pensar que las cosas no van con uno, es ponerse las anteojeras. No creerse nada es lo contrario, aunque parezca que no, de dudar de todo.

Seguramente, esas clases medias de las que habla Andrea Rizzi en su reportaje no se quieran creer lo que hacen sus gobiernos dictatoriales, como no se lo quisieron creer las clases medias argentinas o chilenas en su momento. Ésa es su forma de protegerse del miedo a la verdad, que les llevaría a un conflicto ético, porque entonces sí deberían actuar. En nuestro caso, que lo de la democracia lo tenemos más o menos solucionado (muy de aquella manera, pero eso es otro tema), aplicamos esa forma de actuar a otros hechos. Lo del medio ambiente es un ejemplo. Digan lo que digan Carlin, Adams y otros, la forma en que el hombre utiliza los recursos naturales está provocando cambios negativos en el entorno. Podemos hacer que no nos enteramos o creer que porque unos emails dijesen nosequé es todo mentira o media verdad. O podemos actuar al respecto. Y cambiar las cosas.

No es imposible. Nelson Mandela logró un cambio improbable, consiguió reconciliar a un país dividido entre blancos y negros, verdugos y víctimas. Lo hizo sólo una persona, una persona que no tuvo miedo, que dudó, que analizó y que actuó. Lo sé porque se lo he leído a John Carlin.

Suena Tienes miedo, de TDK en versión de Desekilibrio (qué poquito de TDK hay en YouTube, qué pena).

La foto es de aquí. Este texto y otros, en ¿Y por qué no…?

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Iba a escribir algo sobre  el curioso hecho de que El País haya publicado en dos meses sendos reportajes a doble página y en la misma sección sobre eso que disfruta llamando «climagate» en los que los titulares («Incendio en la causa climática» y «Salvemos la libertad científica») causan demasiada desazón para lo poco que rascan luego los textos. Me iba a preguntar si sería casualidad o quizás un redactor jefe un poco negacionista o puede que despiste o tal vez que después de haber entrevistado en la contra a toda la población reclusa de Greenpeace en Copenhague sin hablar casi nada de cambio climático siga perfilando su innovadora postura sobre el tema. Pero todas esas preguntas sin respuesta se han visto interrumpidas por unas mucho más urgentes. ¿No estaré dando demasiado la lata con El País? ¿Podría alguien pensar que estoy obsesionado? ¿No estaré, también, muy pesado con lo del calentamiento global? ¿Podrá alguno elucubrar que paso calor excesivo? ¿A alguien le importan mis obsesiones calenturientas o las contradicciones del periódico global (con o sin calentamiento) en español? ¿No debería terminar de hacer cajas en vez de preguntarme gilipolleces?

Suena un descubrimiento reciente, Black Math Horseman, Tyrant, qué alegría…

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Cuando El País acabe de entrevistar a todos los muchachos de Greenpeace que pasaron por la carcel con ventanas pequeñas en Conpenhague, ¿procederá a invitar a comer en la contra a  los presos de conciencia de Estocolmo y luego seguirá con los comunes de Oslo para acabar con los kíes de Helsinki? ¿No sería más responsable con el asunto del cambio climático, y con su propia condición de medio de comunicación, informar diaria y tenazmente sobre amenazas al entorno como la cagada urbanística que se quiere hacer en El Palmar y el ruido contrario que están generando los ciudadanos? (Y esto es sólo un ejemplo, que hay miles más donde elegir).

Suena San Quentin, de Johnny Cash desde San Quintín.

La foto la he sacado de la página de Facebook que está canalizando la reacción al proyecto de hotelaco.

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Reportaje de la serie Zona Prohibida para la revista GQ. El pasado verano se celebró en Sitges la primera Cumbre Europea de Exopolítica y ahí estuve yo, rodeado de seres humanos venidos de otro planeta mental. Mira que he hecho cosas raritas para Zona Prohibida, pues ninguna tan bizarra y acojonante como ésta.

Estamos en el principio de un cambio que hará de la Tierra un lugar de paz, abundancia y espiritualidad y, lo mismo que hay seres de otros planetas ayudándonos, nuestros descendientes serán embajadores del cambio en otros mundos. De hecho, ya hay terrícolas que han estado de visita en Marte. Claro que también hay un poder que se opone a esa transformación, reptilianos como los Rockefeller o los Bush, descendientes de los reyes de Sumeria y, en realidad, reptiles humanoides y extraterrestres. Sé que es una información que puede convulsionar la mente y el alma del lector. También sé que podrían matarme por revelarla. Da igual. Alguien tiene que hacerlo.

Yo asistí a la Cumbre Europea de Exopolítica y sé que es momento para la verdad. Pero, antes, a definir exopolítica: “Una nueva disciplina científica que estudia las relaciones entre las civilizaciones extraterrestres y la humana”, o sea, la política extraterrestre. La reunión de Sitges fue una de las más grandes a nivel (inter)planetario. Los mayores expertos de todo este mundo y puede que de otros, mil asistentes cada uno de los dos días, 70 medios acreditados. Es un tema que no conviene tomarse a broma… A ver si lo consigo.

Siesta en Sitges. El público es variopinto pero no pintoresco. No hay ni doctores Spock ni soldados del Imperio. Hay chicas modernas y señoras que parecen venir del bingo. Hay tipos con aspecto de gurú new age y otros con pinta de funcionarios de Correos. En las primeras charlas, un australiano cataloga de forma académica las fuentes de información extraterrestre, un inglés que ha currado 25 años en su Ministerio de Defensa habla de la desclasificación de archivos OVNI y yo aprovecho para echar unas cabezadas.

Despertar en Sirio. Susi, una asistente, me cuenta que es canalizadora: “Soy como una radio, transmito mensajes desde Sirio”. Sirio es una estrella y por eso me extraño de que nadie pueda transmitir nada desde allí, con el calor que debe hacer en verano. “Es que son seres espirituales, están en otro nivel de evolución”. Aha, ¿y qué se cuentan? “La humanidad tiene que despertar, tenemos una parte divina y ellos nos pueden ayudar a desarrollarla”.

Empanada cósmica. Salgo al hall a digerir lo que acabo de aprender y encuentro un mercadillo. Puedo comprar libros, todos de no ficción: Durmiendo con extraterrestres, Teología cuántica: el retorno de Cristo, El terrorismo internacional: nada es lo que parece, 11M: los perros del infierno… También hay una piedra, Orgonita, que convierte la energía negativa en positiva, minerales variados y nutrialimentos. Uno que dice que ha llegado tarde porque “estaba en clase de meditación” y otra que pregunta si “has tenido contacto con otros seres”. Es la hora del aperitivo y aquí se cuece un guiso que mezcla ciencia ficción, new age, esoterismo, conspiranoia y ecologismo mal entendido. Lo que viene a ser una empanada mental… y espiritual.

Energía libre, criterio volátil. En una de las charlas más esperadas, Brian O’Leary, científico y ex astronauta, habla de la “revolución de la solución energética”, o sea, de fuentes de energía limpias, baratas y descentralizadas que acaben con la tiranía del petróleo. En realidad, habla de asesinatos de investigadores, dice que los ecologistas se oponen a las energías limpias (palabrita) y nos invita a visitarlo en su casa de Ecuador. La gente aplaude sin parar; y no por la invitación, sino por frases como: “La agenda de los Illuminati no muestra el camino que queremos seguir”. Pregunto a dos del público al azar, Gustavo y Antonio. Contestan: “Hemos venido para verle a él y ha estado muy bien”. No me corto, les digo que no ha dicho nada sobre energía libre, que nadie puede saber más de lo que sabía antes. Respuesta: “Tienes razón, nos ha defraudado”. Conclusión: el planeta Criterio aún sigue deshabitado.

Crónica marciana. Robert Dean, Sargento Mayor del ejército gringo durante 27 años, enseña fotos que rescatadas del primer viaje a la Luna en las que se ven claramente (ojo: sarcasmo) tres naves espaciales. También muestra imágenes de ciudades en Marte “del tamaño de Chicago”. Y avisa: “La Tierra ha estado bajo vigilancia durante miles de años pero, tranquilos, no son hostiles”. Arranca ovaciones que ni José Tomás en la Monumental de Ganímedes. De repente, sube un espontáneo. Hecho un flan, se presenta: Henry Deacon. Logra armar una frase: “Bob, gracias, cuando has mostrado las fotos de Marte me he emocionado porque… ¡yo he estado allí!”.

ET soy yo. El mejor gag del día no arranca ni una risa pero sí un montón de aplausos. Bob el Sargento Mayor se anima y entra al quite. “No tengáis miedo, todo va a salir bien. De hecho, en cumbres de este tipo, he comprobado que siempre hay uno o dos de ‘los otros’ entre el público”. Con naturalidad, y sin descojonarse ni un poco, el respetable se mira a ver si cala al visitante. En ese momento descubro la verdad: el extraterrestre soy yo.

La estrella que habla. Steven Greer es director del Disclosure Project, organización cuyo objetivo es, cito a Wikipedia, “desvelar una supuesta conspiración por la que gobierno de los Estados Unidos habría ocultado datos relacionados con la existencia de OVNI”. El ponente postinero presume de contactos habituales no sólo con seres de otras galaxias, sino con algunos de ésta: Clinton y Obama, por ejemplo. Dice: “Los guardianes no van a dejar que esta generación destruya la Biosfera porque este Planeta está destinado a crear una nueva evolución. En 50.000 años -hay que reconocer que el hombre tiene visión de futuro-, nuestros descendientes serán visitantes extraterrestres en otros planetas”. Tras mostrar fotos de naves a las que convoca mediante triángulos de luces, explica sin miedo a la contradicción que los alienígenas no viajan en naves como las imaginamos, que viven muy lejos (por fin un dato fiable) y que por eso usan tecnologías transdimensionales y nos visitan a través de la consciencia. Y pregunta: “De los presentes que han tenido contacto con extraterrestres, ¿cuántos han sido a través de la mente?”. Levantan la mano 30. Flipo. Y entiendo que hay muchas manos bajadas porque sus contactos fueron por otras vías, ya sean tecnológicas, respiratorias o rectales.

La guerra de los mundos. Sin embargo, no hay consenso. Es lo que tiene la (exo)política. En la jornada del sábado, en el turno de debate, interrumpen unos exaltados. Acusan a Steven Greer de haber amenazado de muerte a cinco personas. El líder del lío es Rafa Pal, un sujeto que edita un periódico llamado El Jaque Mate en el que se dicen “verdades” como que lo de los seis millones de judíos asesinados por Hitler es propaganda. La organización manda un email unos días después del follón para aclarar que las amenazas no fueron más que una frase de coña de Mr. Greer. Rafa Pal contesta en su blog acusando a Greer de ser un reptiliano. Exacto, uno de esos reptiles disfrazados de humanos que lo controlan todo desde las sombras. Ay, madre.

En efecto, no es para tomárselo a broma. No es el estilo de esta sección chotearse de las cosas y gentes que retrata. Cierto es que en este texto hay choteos varios. También es verdad que podían haber sido más. El planeta está hecho cisco y hay que hacer algo para cambiarlo, estamos de acuerdo, pero quejarse de que los reptilianos lo tienen todo bajo control o confiar en la ayuda de los sirianos es tan productivo como rezar a San Pancracio. Los exopolíticos presumen de ciencia pero se muestran como una religión. O peor. Ni un solo dato, ni una sola explicación, ni una sola razón. Tienen complejo de chalados, creen que los medios les tratan como chalados. No sé, ¿será porque dicen chaladuras? Es probable que haya vida extraterrestre en el Universo. Incluso que sea inteligente y avanzada. Hasta me puedo llegar a creer que los alien quieran ayudarnos a evolucionar. Lo que no me trago ni harto de pacharán es que se comuniquen con esta gente. Antes se quedan en casa de Carlos Jesús.

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James Hansen es un científico a sueldo de la NASA, investigador en climatología y activista sobre el asunto cambiocmiático desde hace más de 20 años. Hoy lo entrevista The Guardian y lo presenta como «el ciéntifico que convenció al mundo del inminente peligro del calentamiento global». Bien, pues este hombre dice en dicha entrevista una serie de cosas la mar de interesantes. Digamos que da un punto de vista de la Cumbre de Copenague bastante alejado de talantes, diálogos y consensos y tendente hacia el golpe en la mesa. A saber:

· «Preferiría que no hubiera un acuerdo porque eso significaría que la gente lo aceptaría como el buen camino cuando es el camino del desastre». Hansen dice que es mejor que la Cumbre fracase para que se puedan tomar medidas realmente eficaces y urgentes. «La aproximación al tema es tan errónea que es mejor parar y replantear la situación. Si la cosa va a ser como Kioto, nos vamos a tirar años tratando de averiguar qué ha significado».

· «Esto se parece al asunto de la esclavitud al que se enfrentó Abraham Lincoln o el del nazismo al que se enfrentó Winston Churchill. Es el típico asunto que no se soluciona adquiriendo compromisos. No puedes decir ‘vamos a reducir la esclavitud, vamos a buscar un compromiso y reducirla un 40%’. No tenemos un líder capaz de agarrar el asunto por los cuernos y decir lo que es necesario decir y, así, seguimos como si nada».

· Sobre el mercado de CO2, la compra-venta de emisiones y tal, Hansen dice que «es como la venta de indulgencias de la Iglesia Católica en la Edad Media. Los obispos ingresaban dinero y los pecadores obtenían el perdón, todo el mundo quedadba contento a pesar de lo absurdo del acuerdo. Lo mismo pasa ahora. Tenemos los países desarrollados que quieren seguir más o menos como están y tenemos los países en vías de desarrollo, que quieren dinero y lo consiguen mediante las compensaciones».

· Dicho todo esto, Hansen no se declara pesimismta: «Puede que hayamos conseguido un aumento del nivel del mar de un metro pero eso no significa que haya que rendirse. Porque si nos rendimos el aumento puede ser de dos metros. Por eso no me gusta cuando la gente habla de que es demasiado tarde. En ese caso, ¿qué hacemos, abandonamos el planeta? Hay que minimizar el daño».

Suena Stop, de Jane’s Addiction.

La imagen es de la Wikimedia y entradas como ésta se encuentran por el miso precio en ¿Y por qué no…?

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Venía esta mañana en un taxi odiando al taxista que anoche me birló el móvil y escuchando con mucho interés a Francino, que estaba murmurando una oda radiofónica a los atuneros. Así, en general. Entrevistando a dos o tres muchachos que iban a partir a «la mar», hablando con el cocinero de uno de los barcos y pidiéndole la receta del marmitako, lamentándose de que estén bajando las capturas. Ay que ver qué mal lo están pasando nuestros pescadores, si es que esta crisis llega hasta el océano.

Claro, con lo que nos ha costado la liberación y toda la chapa que hemos dado en los medios, lo menos es hacer del pesquero un héroe. Pero el caso es que la actualidad es muy caprichosa y ha querido que un par de días antes de esta exaltación de la amistad pescanova pudiésemos leer que se van a recortar las capturas de atún rojo hasta el 40%. Y que eso es poco, que habría que prohibir su pesca si pretendemos que la especie sobreviva. Lo mismo con muchas otras, del tiburón al rape pasando por el langostino. Que barcos como el Alakrana de las narices se lo están llevando todo por delante.

Por supuesto, Francino no ha incluido el detalle en su almibarado ejercicio periodístico pero será porque no ha tenido tiempo de leer los periódicos mientras se escuchaba a sí mismo. De hecho, los mismos y escasos medios de comunicación que dieron la noticia del recorte necesario pero insuficiente de capturas no la han relacionado con todo esto de los atuneros armados hasta los piños, la piratería recíproca, Somalia y tal. Perdón, ¿he escrito medios de comunicación? Quería decir merluzos de comunicación.

Suena Fisherman Song en Barrio Sésamo.

La imagen es de El Roto, uno que sí relaciona, en El País de hoy.

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Las alegres y combativas gentes de Adbusters llaman a la huelga general. A la huelga general mundial. Quieren que sea el próximo 27 de noviembre -bueno, 28 si no eres americano-. La cosa es, pretende ser, una transformación de su campaña Buy Nothing Day, o sea, un día de no comprar nada pero a lo bestia: proponen apagar los móviles y los ordenadores, aparcar los coches y los bonobuses, no consumir abolutamente nada más que lo necesario (no, ese helado de chocolate no es necesario). «Sólo hay una manera -dicen- de evitar el colapso de este experimento nuestro en el Planeta Tierra: tenemos que consumir menos. (…) Hacemos un llamamiento para una abstinencia tipo Ramadán. Desde el amanecer al atardecer, nos abstenemos no sólo de las compras navideñas, sino de todas las tentaciones de nuestros modos de vida en nuestros cinco (¿?) planetas».

Pues nada, aquí dejo esto. ¿Que si sirve para algo? Pues supongo que no para mucho. Pero estoy seguro de que es más útil que no hacer nada o que seguir haciendo lo de siempre.

Suena Rachid Taha, Ecoute moi camarade.

 

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