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Archive for the ‘Libros’ Category

Pues yo no lo tengo tan claro. Con todo esto de Megaupload, digo. La gente se ha colocado a un lado y al otro de la raya y (casi) todo el mundo tiene una opinión solidísima al respecto, a favor o en contra del cierre y la detención. Claro que ahora todo el mundo tiene opiniones solidísimas sobre todo todo el rato. Al menos todo el mundo que tiene Twitter, que de eso se trata. Volviendo al tema, yo no lo veo ni blanco ni negro. Y entiendo que no estamos hablando del cierre concreto de esa «megaconspiración», como parece que se calificaba a la cosa desde la fiscalía, lo cual lo hace, junto con la pinta de malo de tebeo que tiene Kim Schmitz, mucho más chanante. Así que como no me aclaro, me voy a hacer una lista con cosas que pienso:

· Sí creo que las leyes SOPA, Sinde y otras que están siendo regadas y están a punto de florecer por todo el mundo son ataques a Internet tal y como lo conocemos y que de ser aplicadas al pie de la letra (que para eso se hacen las leyes), este blog, por ejemplo, estaría denunciado de oficio sólo por los vídeos de YouTube. Y sí me da la sensación de que lo que se nos viene encima es eso, una guerra para acabar con deslices como Wikileaks, las revoluciones árabes, el #15M y #OWS y, en general, con eso de hablar y hacer libremente, a ver qué nos hemos creído (pasen y lean la opinión de uno que sabe más). Los profesores, que se han hartado de que hagamos ruido en clase.

· Pero también me parece atroz que, mientras un montón de gente habla de la cultura libre y el fin del copyright, personajes como el dueño de Megaupload, el tal Kim Schmitz (retratado muy bien por Espada aquí), o los de SeriesYonkis, que han sido más listos vendiendo lo suyo un día antes del Megauploadazo, se hayan forrado a costa del trabajo de unos y del esfuerzo de otros por eso de defender a base de descargas la cultura libre y gratuita.

· Tengo clarísimo que el modelo ha sido cambiado por la tecnología y su uso, aunque las industrias culturales no se quieran dar cuenta. Hace años que se veía venir lo de los discos y yo, que estaba por allí como periodista y como discográfica minúscula, tuve mi oportunidad de escribirlo. Hoy está pasando con los libros y a mí, que me pilla como escritor a punto de publicar, me sorprende la pasividad de las editoriales ante el tsunami que tienen encima.

· Creo, además, que ese cambio es bueno. Ejemplo: en España siempre se ha tenido una cultura musical… o ninguna. Desde que la música es gratis, hay muchísima más, los conciertos estuvieron llenos (ya no), los chavales escucharon otras músicas y nunca ha habido tanta variedad y calidad como hay ahora. Ni tan pocas pretensiones de tener un adosado. Lo mismo en audiovisual. Es evidente que tener más fácil acceso a la cultura o al entretenimiento nos hace más cultos, con perdón, además de que nos entretiene. Y eso hace que seamos mejores personas y mejores sociedades. Lo que no quiere decir que todo tenga que ser gratis por imperativo social, supongo.

· Pero también veo mucho argumento barato del otro lado y mucha, muchísima gente que se ha acostumbrado a ver series y películas sin poner un florín y que, cuando toca ponerlo, no lo ponen. Sí, hay mucho y mucha con mucho tiempo libre para verse todos los capítulos de todas las series existentes y encima pensar que por eso es un tío o una tía cultivada. Y mucha gente que se permite poner a caer de un burro a todos los músicos, cienastas y demás diciendo barbaridades como «que vivan de los conciertos». También hay mucho progre 2.0, mucho indignazi que no tiene ni puta idea de lo que siginifica la palabra libertad de expresión aunque la usa a boca llena. Porque muchos de los que defienden Megaupload como parte de su defensa de la libertad de expresión organizaron un boicot contra El Corte Inglés porque vendía un libro que decía cómo curar la homosexualidad. Es decir, se puede cerrar El Corte Inglés si el contenido no nos gusta, pero que a nadie se le ocurra siquiera criticar a Megaupload.

· Claro que argumentos pobres en este tema hay como para colapsar el servidor de Rapidshare. Los de la industria y los autores son hasta divertidos, sobre todo por ver cómo los esclavos defienden al amo y a su modelo de negocio. Sorprende, por el otro lado, que gente con criterio resbale tanto. Wu Ming 2, por ejemplo, en una entrevista en Jot Down sostiene que ellos venden sus libros físicos precisamente por eso, porque son objetos (publicados, por cierto, por un gigante editorial) pero que los dan gratis online porque son narraciones creadas a partir del colectivo, de las experiencias comunes. Una teoría muy bonita si no dijese a continuación que su (estupendo) colectivo de escritores está pensando en formatos que aprovechen todas las posibilidades digitales y que cuando tengan eso listo, sí lo cobrarían; porque el trabajo del programador tiene su precio. Como si fuese distinto el trabajo del programador, como si su conocimiento no viniese de una experiencia colectiva común.

· Creo que el modelo ha cambiado pero lo mismo que la industria no ha sabido acostumbrarse a ello tampoco hemos sido capaces los que consumimos productos culturales, o sea, todos. Porque siempre se dice que lo del pirateo es inevitable porque no hay manera de ver pelis y series pagando. Y si la hay, desde AppleTv a Filmin. Lo mismo con la música. Spotify es el sueño del usuario y resulta que el usuario no está dispuesto a pagar diez miserables euros al mes por tener casi toda la música del mundo.

· Aunque, ¿está cambiando el modelo de verdad? Spotify son los mismos perros con distinto collar, las disqueras al poder y un porcentaje misreable de los beneficios de cada escuha al autor. La misma mierda. Pero eso, al que defiende la cultura libre, la cultura que generalmente producen otros, le tira del nabo.

No sé, me parece todo la mar de complicado y, como se ve, estoy confundido. Me podría tirar un par de horas más expresando mis dudas a todos los respectos pero me apetece irme al cine con la chica que me hace sonreír. Lo único que tengo claro es que, como en la mayoría de los casos, la razón no está ni en uno ni en otro extremo sino en alguna parte entre ambos. El copyright tal y como lo conocemos tiene que cambiar, y mucho. Pero también hay que valorar, volver a valorar, la creación y a los creadores al menos lo mismo que valoramos la tecnología y a los que la programan.

Dicho lo cual, sólo me quedan dos buenos deseos para acabar el texto: al FBI que le den mucho por el culo. Y a Kim Schmitz también.

Suena Walkin’ With Jesus, de Spacemen 3 (buena entrevista con Sonic Boom en el Ruta66).

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No te quedes con las ganas.

De protestar, de cambiar, de querer, de que te quieran, de pensar, de crear, de hacer, de dejar de hacer, de moverte, de mover, de emprender, de aprender, de apostar, de jugar, de arriesgar, de ganar, de perder, de besar, de follar, de montar, de gritar, de callar, de analizar, de comprender, de entender, de sentir, de escribir, de leer, de que te lean, de pintar, de que te pinten. De vivir.

En eso estamos

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ase_elefante

No sé si debajo de los adoquines está la playa pero estoy convencido de que más allá de todas las noticias que llenan los periódicos todos los días está la realidad. Leyendo El País de ayer lo he confirmado. Entre mourinhadas, recortes y rescates y política ficción se escondía la noticia del día. Una noticia muy rara no porque no ocurran cosas así, sino porque no suelen ser noticias a toda página. Si yo fuera director de periódico, la pondría en portada. Será por eso que no lo soy, porque mala leche tengo suficiente…

Es la historia de una mujer que coleccionaba ejemplares en distintos idiomas de El Principito, que supo de una olvidada traducción al dari que se había quedado sin imprimir, que convenció a amigos para financiar una tirada, que soñó con repartirla entre los niños de Badghis, Afganistán, que pensó que lo suyo sería que lo hiciese el Ejército español, que se lo contó a la Ministra con la suerte de que ésta le hizo caso y que, finalmente, consiguió que ese ejército cambiara por un tiempo las balas por cuentos.

La historia sigue. La mujer también se propuso contruir una escuela en la zona y en ello está, tras convencer al gobierno afgano y montar una Fundación. Merece la pena leerla entera, vuelvo a poner el link, aquí. La mujer, por cierto, se llama Fuencisla Gozalo.

La realidad es esto. La condición humana no es sólo la guerra, la violencia, el odio, el conflicto y toda esa mierda. También estamos hechos de sueños. Y, lo mejor, también a veces queremos y podemos hacer realidad esos sueños… Vaya, me estoy poniendo cursi. Será que mi condición humana también comprende eso.

El caso es que estamos viviendo cubiertos por una nube de desilusión. Da bastante pena pasearse por los medios y por las caras y conversaciones del personal. Todo es pesimismo. Todo es crisis. Todo es un coñazo. Nada debería ser así. Porque todo puede ser distinto si lo hacemos y lo vivimos de otra forma. Porque un día Antoine de Saint-Exupéry se imaginó al Principito y hoy, Fuencisla mediante, hay unos niños en mitad de una guerra en Persia que ven elefantes tragados por una boa donde los demás sólo ven sombreros. Igual es hora de que releamos El Principito y empecemos a ver las cosas como son. Más allá de las noticias está la realidad. La realidad es una boa que se ha comido un elefante. ¿Y por qué no…?

Suena Neil Young, Only Love Can Break Your Heart.

Para Pepe.

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He descubierto que casi todas las entrevistas están preconcebidas. Saben lo que quieren escribir sobre ti y saben lo que piensan de ti antes de haber hablado contigo, de modo que sólo buscan palabras y ciertos detalles para apoyar lo que ya han decidido escribir».

Lo dice Andy Warhol en Mi filosofía de A a B y de B a A. La filosofía del hombre del pelo blanco es de aquella manera, nada que ver con Heráclito, pero en estas frasecitas hay bastante tino. Leyendo entrevistas y reportajes en periódicos y demás, o viendo o escuchando, da la sensación de que se buscan respuestas que confirmen realidades imaginadas antes (por supuesto, eso no sucede en mis entrevistas y reportajes, qué va). De hecho, también la gente se acerca a las noticias, entrevistas y reportajes con una idea previa del mundo que sólo necesita confirmación; del mismo modo que se compra un periódico o se cambia de canal para leer y oír lo que a uno le hace sentirse en casa.

Así, buena parte de los que se han escandalizado por lo que dijo Pérez Reverte de Moratinos ya pensaba que Pérez Reverte era un gilipollas y cualquier cosa que hubiese dicho o escrito Pérez Reverte sobre cualquier tema le habría parecido una gilipollez. Similar con lo de Dragó. De hecho, Dragó, como Garci, siempre ha sido un comodín. En mis tiempos de guionista, cuando estábamos mal de ingenio y había que meterse con alguien rápido para salvar una línea, Garci y Dragó eran los primeros candidatos. Porque a casi todo el mundo caen mal, porque ese casi todo el mundo quiere reírse de otros al tiempo que refirma su visión de las cosas, o al menos de Garci y Dragó.

A mí Garci, Dragó y Pérez Reverte no me caen ni bien ni mal. Bueno, quizás a veces me caen bien y a veces me caen mal, según lo que digan o hagan. Aunque supongo que eso de mirar las noticias para encontrar lo que busco sí que me sucederá, como a todos. Y es un coñazo. Y es bastante absurdo. Nos escandalizamos con lo que sabemos que nos va a escandalizar no de lo que verdaderamente nos tendríamos que escandalizar. Vemos lo que queremos ver y no lo que realmente hay. Creemos que la verdad es lo que leemos en el periódico, vemos en la tele o nos encontramos por Internet. Pero no. La verdad es que eso no es verdad sino una imagen de la verdad que nos hemos creado. La verdad es todo eso que nos rodea pero que no comprendemos, ni siquiera vemos, porque estamos preocupados por lo que dicen en el periódico, ponen en la tele o aparece en Internet. La verdad, como señalaba Expediente X, está ahí fuera. Pero no salimos a buscarla no vaya a ser que nos lleve la contraria.

Suena Sunday Morning, The Velvet Underground.

La foto de las anteojeras egipciacas ha sido hallada aquí.

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El comunismo o, mejor, el leninismo, fue una acción del dadaísmo. Lenin era Dadá. No lo digo yo, lo dice un libro llamado Lenin Dadá, de Dominique Noguez, con en el que me topé hace poco en el IVAM de Valencia. El autor expone -expuso en 1989-, a partir de documentos, referencias orales y una imaginación estimable, que no sólo Lenin estaba allí cuando nació Dadá (viviendo en la misma calle de Zurich del Cabaret Voltaire), sino que el pequeño revolucionario era aficionado a la juerga cabaretera, que intercambiaba autoría de versos con Tristan Tzara y que incluso las sangrientas ejecuciones posrevolucionarias no fueron más que una broma nihilista al más puro estilo dadaísta. ¿Absurdo? Sí, mucho, y por eso, y por cierto, muy Dadá. Pero no tan absurdo como pensar que una estirpe de reptiles humanoides y extraterrestres gobiernan el mundo en la sombra, que los Beatles y el rock en general fueron promocionados por el Club Bilderberg para desestructurar las familias occidentales o que el terremoto de Haití es producto de un invento maligno de la CIA para nosequé tipo de conquista gringa. En cualquier caso, este libro está mucho mejor documentado que todo eso y que cualquier documental de los que se traga el personal por Internet. Y tiene bastante más gracia. Y es mucho más revolucionario.

Suena Cabaret Voltaire, Do The Mussolini.

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… y en mi familia nadie practica el incesto, que yo sepa. En realidad, La novia de papá es la novela que mi hermana Paloma presenta hoy. Podría echar un rato escribiendo sobre lo mucho que ha leído y el impulso escritor que recuerdo en ella desde que (la gente piensa que) tengo uso de razón; podría elucubrar sobre Sol y su influencia en la decisión de echarse al monte; podría escribir un huevo de cosas pero entonces no llegaría a la presentación y han prometido vino. Así que sólo quiero decir que es un gran día. Que la vida ha hecho justicia con Paloma y, sobre todo, Paloma ha hecho justicia con su vida.

Por lo demás, para el que quiera saber cómo es el libro, añadiré, tratando de ser objetivo, que es la hostia.

Suena Iggy Pop, The Passenger.

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La despedirán. Imagínate todo lo que podrá hacer una vez liberada del periódico. Aunque ella es incapaz de imaginar nada: ha odiado el trabajo durante años y, sin embargo, se queda en blanco cada vez que piensa en su futuro fuera de la redacción».

Para abarcar mejor una de las mejores novelas que se han podido -bueno, que yo he podido- leer últimamente es conveniente haber trabajado al menos unos meses en la redacción de un periódico. A ver, basta con saber leer para disfrutar de Los imperfeccionistas, de Tom Rachman, pero lo suyo es conocer el percal para compartirlo con el escritor. Rachman pasó un tiempo en París currando para el International Herald Tribune, suficiente como para empaparse de ese periodismo en peligro de extinción, de sobra para hacer un libro muy fácil de leer pero muy difícil de escribir. Porque ningún retrato realista sobre el periodismo diario puede ser muy dulce pero casi todos podrían  ser demasiado agrios. Y Rachman sabe contenerse sin dejar de transmitir una sensación que un servidor sintió después de casi un año de servir en una redacción de aquéllas: que la vida del periodista de periódico tiene muchas papeletas para terminar por ser una vida miserable. Aunque puede que adictiva.

Se pregunta cuándo puede encontrar tiempo la gente para reflexionar. Pero ella no lo tiene ni para contestar su propia pregunta».

Cada día de un currito de periódico es un sprint. Por eso lo de diarios. Su trabajo se plantea a eso de las once de la mañana y debe estar terminado alrededor de las nueve o doce de la noche, según la edición. Como dice Rachman, no hay tiempo para reflexionar como tampoco lo hay para ir al dentista o acudir a un funeral. Sí hay tiempo para comerse marrones de todos los colores, oxímoron mediante; para pelear, aún sin querer pero siempre con bando asignado, en alguna de las luchas tribales que se dan en toda redacción; para contemplar la decadencia de una profesión que quizá sólo fue ideal en el recuerdo; para hacerlo mal, regular y a veces hasta bien; para admirar cada día el milagro de que todo llegue otra vez listo para el cierre; para hacer los mejores amigos y enemigos; para aprender un huevo de la profesión y otro de la condición humana. Hay tiempo para todo eso y, por eso, no queda tiempo para escapar. Ni para pensar en ello.

Quizás haya acabado como relaciones públicas porque eso es lo que es: carne de relaciones públicas. Una persona afectuosa pero no excepcional. Tal vez haya encontrado el nivel que le corresponde».

Es posible que de ahí venga esa soberbia que ducha cada mañana a muchos de los que cruzan la puerta de una redacción. Cierto es que el periodismo de periódico es el más puro de los periodismos (con permisito de las agencias, que a mí siempre me parecieron otra cosa profesional) pero tampoco es para llevarnos el pedestal a las ruedas de prensa. Pedestal que se eleva según sea la tirada e influencia del medio, llegando a dar vértigo mirar o siquiera llamar a según qué plumillas de según qué diarios. Pero que este periodismo sea sin cortar no debería dar licencia para nada. También la infantería es la forma más pura de hacer la guerra pero supongo que uno tiene que acabar un poco agotado de ser carne de cañón.

Sin embargo, esa combinación de televisión, música y helado es lo mejor que conoce».

He aquí la cuestión. O una de ellas. Las jornadas de más de diez horas, las semanas de diez días de curro, los horarios a contrapelo, las comidas de máquina, esa tensión que da sed de cogorza y demás daños colaterales de la profesión no ayudan a mantener una vida social ni personal de teleserie de las de antes. Así no hay forma cuidar una familia en condiciones. Ni un perro. La soledad del corredor de fondo. Una leche. La soledad del redactor de sucesos. O economía. O espectáculos.

Internet es a las noticias -decía- lo que las bocinas de los coches a la música».

Y luego está la visión del mundo tan fenomenal que se tiene. Se supone que el periodismo es una atalaya desde la que otear y contar todo lo que pasa por ahí debajo, un lugar privilegiado para comprender y digerir los hechos relevantes, un… carajo. Por todo lo anterior y por muchas cosas más que ahora ya no me apetece explicar, en un periódico se está demasiado ocupado para entender otra cosa que no sea el Quark (el programa de maquetación, de física no hablamos) ni para contemplar más que el momento de librar. Los periodistas de periódico ven el mundo pasar a toda hostia delante de sus teletipos y bastante hacen con coger al vuelo unas cuantas noticias para meterlas en la primera edición. Tan ocupados están que no han tenido tiempo, sobre todo los jefes, de preocuparse por lo que se les ha venido encima. Y por eso estos tiempos de rabieta.

Los periodistas eran tan susceptibles como los artistas de cabaret y tan tozudos como los maquinistas de una fábrica».

Y, sin embargo, estoy orgulloso de ser uno de ellos. O de haberlo sido. He tenido un montón de trabajos cojonudos por diversos motivos, he vivido unas pocas redacciones mágicas en prensa y televisión y he participado en la creación de proyectos muy chulos. Pero el tatuaje del periódico no se borra. Tom Rachman ha hecho una novela de diez que retrata algunas virtudes y muchas miseria de la profesión periodística. A mí me ha hecho feliz leerla, entre otras cosas, por recordar la redacción de La Razón, que es la mili que hice yo (como colaborador he pasado por casi todos pero eso es otra cosa). Lo que aprendí sobre el oficio, bueno y malo, pero mucho más. Los maratones de curro mano a mano con Pedro cuando sólo hacíamos números cero. Laura. El buen rollo con maquetación y cierre y las ganas de hacer cosas distintas. Los primeros textos de unas buenas amigas y excelentes periodistas, Itzíar, Raquel y Susana. La bofetada que recibí en la cara y en la redacción cortesía de una rubia. Las bofetadas que dimos, en la cara y en la calle, a un lector moreno de Burke.  David. Alguna muerte que me pilló de reenganche y que casi me mata, tipo Kubrick. Las mentiras de algunos. El trabajo en equipo. Las cenas en VIP’s. La borracheras en todas partes. Las resacas de los colaboradores que dolían como propias. La cara que pusieron los jefes cuando dimití. Un montón de gente que ahora no voy a citar porque esto no es la entrega de los Goya… En fin, que Tom Rachman ha escrito el libro que había que escribir sobre todo esto. Yo me voy a tomar algo.

Suena, porque estoy pillado, Eddy Current Supression Ring, Which Way To Go?

La imagen es de aquí.

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Uno de los efectos secundarios agradables de tomar drogas es que una vez que las has tomado accedes, como por arte de magia, al mundo de las drogas. Sales a buscar setas mágicas, te pasas una hora en el campo, comes las pocas que encuentras y de repente, como es natural, están por todas partes suplicándote que las cojas».

De Amor en Venecia, muerte en Benarés, de Geoff Dyer. El hombre trata de retratar esa cosa que pasa cuando uno se decide a darse a las drogas una noche y, como por arte de magia, las drogas deciden darse a uno. Puede que no quede muy claro, puede que por la traducción, pero luego lo explica. El protagonista y la moza que se ha ligado en la Bienal de Venecia han pillado un gramo, están en una fiesta en un barco y resulta que todo quisque les invita a líneas discontinuas. Pues eso. Que las drogas llaman a las drogas… ¿O acaso es una metáfora de algo más profundo?

Creemos que la renuncia se produce con mucha ceremonia, de forma definitiva, posiblemente como resultado del desencanto, la ira o la decepción, pero puede producirse gradualmente, tan gradualmente que no parezca una renuncia. El motivo de que no parezca una renuncia es que no lo es. Yo no renuncié al mundo; sólo perdí interés poco a poco por ciertos aspectos de él, me desentendí de él… y esa disminución de interés se vio lentamente correspondida. Así es como funciona. El mundo deja de elegirte; dejas de sentirte elegido por el mundo.

(…)

Pero siempre había algo. Ahora me daba cuenta de que esa cosa era yo mismo. Yo me estorbaba. Estaba delante de mí en la cola. Me hacía esperar a mí mismo. Todo era una suerte de espera. Cuando bebía cerveza estaba esperando a que el vaso estuviera vacío y me lo llenaran y empezara a beber de nuevo. En lugar del subidón de la cocaína, también lo controlaba para ver si el efecto se pasaba, para poder prepararme otra raya, tomar más, empezar a controlar otra vez…».

Del mismo libro que, como su título sugiere, en realidad son dos. O puede que no tanto. Quizás para vivir esa renuncia haya que haber disfrutado la plenitud, esa imagen deformada que pensamos que es la plenitud. Quizás para poder entender la espera y el estorbo desde fuera del yo haya que haber abusado del ego y haber tenido sobredosis de yo. No sé. Quizás porque no puedo. Al protagonista de esta novela se le desvanece el yo en un viaje extendido a Benarés y yo no he pasado por allí. Yo aún no estoy en ese punto, todavía estoy cerca de la postura de mi amigo Javi, que el otro día me decía en una entrevista -porque yo entrevisto a mis amigos- «me fui de viaje a la India, cinco meses, pero no para encontrarme a mí mismo; prefiero tenerme lejos». Aunque, ahora que lo pienso, ¿no consiste en eso?

Suena I Against I, de Bad Brains.

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Antes (hace cinco minutos), Internet era un lugar lleno de contenido copiado y pegado de otras fuentes mejor formadas e informadas como escritores, intelectuales y demás bibliomaniacos. Y el ejemplo más palmario (¿se dice así, Fundéu?) era la Wikipedia. Ahora, desde que parece que han pillado a Houellebecq, resulta que son los escritores e intelectuales los que copian de la Wikipedia para llenar de contenido sus obras. Lo cual, por otra parte, es como muy natural y orgánico, ¿no? El ciclo de la vida en versión cultureta.

Suena I’ll Be Your Mirror, The Velvet Underground.

La imagen es de la Wikipedia, de aquí, y es la segunda que aparece al poner en Google «wiki». Por eso la pongo, claro.

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Me cuenta una amiga que tiene un amigo con una editorial que si quiero publicar con él mi novela tengo que pagar la tirada, que «ellos ahora no publican gratis», que «hasta tienen lista de tarifas». La verdad es que no me he informado más del asunto por aquello de no morirme de la risa y no sé si, además de pagar la edición, se queda con el 90% de los ingresos, si he de pagar un adelanto o alguna letra pequeña más. Pero, en cualquier caso, la cosa es tope graciosa. O sea, que los que escriben son como los que torean, que tienen que poner para salir al ruedo.

Vamos a ver, amigo de mi amiga, ¿no te das cuenta de que la parte menos fácil de publicar un libro es escribirlo y que lo que haces tú es un tema de gestión? Darse de alta como autónomo o como SL o como sea menester, sacar el ISBN, hablar con una imprenta, pactar con una distribuidora, hacer promoción… Qué arte.

Suena The Pretender, Foo Fighters.

La foto la he encontrado aquí.

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