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Archive for the ‘Cambio’ Category

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Ayer decía la prensa que los 15 más grandes bancos de todo el mundo se han recuperado de la caída tras la quiebra de Lehman Brothers que retrató el desastre financiero. Se han recuperado en cuanto a su valor en Bolsa pero también han vuelto a costumbres dudosas como los bonus galácticos a directivos y también a declarar beneficios millonarios y a repartir dividendos. Por lo que parece, todo esto del cataclismo económico no ha sido más que una broma para las entidades financieras que lo detonaron. Una broma corta y muy graciosa para ellos. No para el resto, me temo.

Los bancos se han podido recuperar tan rápido, entre otras cosas, por el dinero recibido de los gobiernos. Es decir, por el dinero de losque, en general, no nos hemos recuperado de la crisis ni tiene pinta de que nos vayamos a recuperar en un rato largo. Por el dinero de los que no vemos la gracia al chiste. Precisamente, me contaba un amigo bancario antes de vacaciones que se las iba a tomar a lo bestia porque le esperaba un septiembre jodido. El de recoger los restos de los impagados, los despedidos y demás consecuencias de una crisis que también se ha ido de vacaciones pero que promete venir con fuerza.

A todo esto, las oficinas de un banco, Barclays, llevan desde junio empapeledas con una oferta que parece otro chiste. Dicen que «los brotes azules llegan a tu economía» gracias a su Cuenta Oportunidad. No sé qué tal será la tal cuenta pero, desde luego, no resulta muy oportuna, al menos en la forma de presentarse. Por supuesto, Barclays puede hacer su publicidad de la forma que quiera. El banco inglés se libró por los pelos de ser intervenido por su Gobierno porque encontró 9.200 millones de euros pescando en Qatar y Abu Dabi. Para unos, una forma de conservar su independencia; para otros, una manera de que los directivos conservasen sus bonus. En cualquier caso, lo de los brotes azules es una broma con poca gracia.

La Ministra Salgado, recién nombrada, salió a los micrófonos con eso de que ya se veían los brotes azules en la economía. No se trata de discutir aquí su acierto (la discusión sería muy corta). Pero una cosa es que que los ciudadanos nos choteemos de esa afirmación en un bar y otra es que un banco lo haga en su propaganda. No soy yo de tomarse las cosas muy en serio, ni si quiera las muy serias. Pero el chiste de Barclays me ha parecido un pelín obsceno en estos tiempos. Me ha molestado, vamos. Y no creo yo que el objetivo de la publicidad sea molestar a los potenciales clientes. Pero, claro, qué coño sabré yo de publicidad… Pues, anda, que de banca…

Suena The Clash, Bankrobber.

Esta entrada, también en ¿Y por qué no…?

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Mientras no se suprima la tiranía y dictadura del dinero y se disponga del mismo libremente como bien universal, como medio e instrumento de intercambio, no habrá progreso posible ni solución a las causas de la crisis y los problemas implícitos con el sistema económico que se trata de sostener a costa del sufrimiento de millones de personas.

El nuevo modelo productivo debe de procurar «la motivación por el progreso del ser humano» como paradigma e ideal, sin la división y exclusión de las personas por cualquier causa, ya sea por discriminación de raza, sexo, clases o castas sociales, creencias, ideas o cualquier otra.

La propia sociedad de consumo y sistema productivo deben ser remplazados por la «motivación de un mundo de abundancia» en armonía y equilibrio con el entorno en que todas las personas puedan acceder y disfrutar activamente de los derechos humanos en libertad y libre elección, sin más condicionante que el conocimiento y la disponibilidad de cada cual con los medios de producción, transformación de la propia naturaleza y los recursos.

Así, las diferencias deben de sobrevenir por la propia naturaleza y el esfuerzo del intelecto, no por las cosas y medios creados por el hombre. Lo creado por el hombre debe estar al servicio del ser humano y no al revés, porque entonces sólo se benefician unos pocos privilegiados a costa de los demás.

Ésta es una carta al director aparecida ayer en el diario El País. Titulada Brotes verdes que no dejan ver el bosque, la firma Juan Bernardo Montesinos Ramírez, de Valencia. Y yo también.

Suena mi preferida de Led Zeppelin, Over The Hills And Far Away.

La foto está sacada de la Wikimedia. Cosas así, también en ¿Y por qué no…?

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Si uno quiere poner a prueba su fe en la transformación necesaria no hay nada como darse una vuelta por los Estados Unidos. Yo me he pasado por el estado 50 de la Unión, Hawai, que lo será hasta que Michael (del que escribiré algo en breve) y los suyos no demuestren lo contrario. El lugar es bonito de cojones pero a veces da la sensación de estar en un McDonalds instalado en el paraíso. Eso es Honolulu, eso es Waikiki. Un asentamiento urbano tan excitante y exótico como pueda ser Jersey City pero con mejor clima. Por eso, el censo de pobres y homeless es aún más alto de lo normal en cualquier ciudad gringa. Y, como todo el que haya pasado por alguna debe saber, lo normal en cuanto a número de pobres y homeless en las ciudades yanquis es una cifra muy alta. ¿Paradojas de la economía más potente del mundo? No.

Lo dicho. Hawai está petada de gente que arrastra su casa en un carrito de la compra. Hay gente como Mark, al que conocí en la puerta de una tienda y al que le tuve que comprar una birra para que no le zurrase el guardia jurado del lugar, que viene de mainland (el continente). Yo supongo que por el calorcito pero él, que estaba bastante chalado, todo hay que decirlo, me dijo que para rezar al señor. Por otra parte, están los pobres locales, los hawaianos que llenan los beach parks de la costa Oeste de la isla de Oahu con tiendas de campaña. Un espectáculo que el sistema no puede soportar y que, por eso, hace todo lo posible por evitar. Estando yo por allí, los asentamientos playeros fueron tema de portada del diario local, Honolulu Advertiser, y de una carta al director del mismo medio tan delirante como acojonante. La tipa que la firmaba pedía a sus gobernantes que le impusieran (a ella y a todos sus compañeros pagadores de impuestos) una tarifa por ir a la playa. Así, con su aplastante lógica de consumidora fiel, se daría el resultado deseado: los pobres no podrían pagar por ir o estar en la playa y el resto de los ciudadanos y turistas se quitarían de la retina esa horrorosa visión a cambio, eso sí, de rascarse el bolsillo por disfrutar un bien común. Otra vez.

Al cierre de este jet lag, aún no se ha tomado la medida propuesta por la ciudadana en cuestión pero poco debe quedar. Vuelvo a Madrid y me encuentro (creo que en un link del Facebook de Bárbara, pero la cortesía de cita me la he debido dejar en algún cambio horario) con un artículo de opinión en el New York Times sobre el asunto de la pobreza en los Estados Unidos. Firmado por Barbara Ehrenreich y titulado ¿Es un crimen ser pobre?, cuenta cómo, precisamente ahora que el colapso de la economía está dejando a más gente en la calle, las cosas se están poniendo chungas para la gente que vive en la calle. Los ayuntamientos norteamericanos compiten por sacar la ley más absurda y asquerosa y ponen multas por estar tirado en la acera, prohíben la mendicidad y hasta se atreven a sancionar la indigencia (ay, modelos de pasarela). Y, por cierto, en esa carrera por ser la ciudad más cabrona para con los que no tienen nada, Honolulu está en el octavo puesto, según el informe citado en el artículo, el muy recomendable Home Not Handcuffs. O sea, que la misma estructura económica que deja al personal en la miseria criminaliza a los miserables. ¿Paradoja del sistema? Ni de coña.

En ese país en el que aún se discute la necesidad de una sanidad para todos, en ese lugar en el que el ocio se desperdicia en ir a pasear (y comprar) a un mall, en esa tierra en la que una ciudadana prefiere pedir que le cobren por ir a la playa por no ver a los homeless que habitan en ella en vez de preocuparse por la situación de esos homeless, en los Estados Unidos de América es donde mejor se puede apreciar de qué calaña está hecho esta mierda de sistema en el que vivimos. Nacemos, crecemos y vivimos para alimentar el sistema. Trabajamos para consumir y porque consumimos somos ciudadanos con derechos. Si no consumimos, no contamos. Si no trabajamos, ya sea por enfermedad, porque nos han echado o porque no nos sale de los huevos, lo llevamos claro. El que se sale de la rueda es un proscrito, un delincuente. Lo único que es paradójico en todo esto es que observemos el percal y no encendamos un cóctel molotov.

Suena la banda sonora hawaiana, Somewhere Over de Rainbow, de Israel Kamakawiwo’ole, más conocido como Iz, algo así como el Bob Marley de allá.

La imagen corresponde a la campaña Kick It Over de Adbusters.

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– Si el periódico tuviera estabilidad y reportara unos tremendos beneficios no me importaría que entregaras los dividendos que quisieras. Pero este año no es precisamente el mejor momento para que te aumentes la bonificación. Mi sugerencia es que se reduzcan a la mitad todos los salarios de la dirección.

– La propiedad conlleva una responsabilidad. Como bien señalas, estamos hablando de capitalismo. Los propietarios del SMP quieren obtener beneficios. Pero son las leyes del mercado las que dictan si habrá beneficios o pérdidas. Con tu razonamiento, lo que consigues es que las reglas del capitalismo se apliquen de modo selectivo a los empleados del SMP, pero no a los accionistas ni a ti mismo.

– Creo que no entiendes que, si nuestros accionistas son accionistas, es porque quieren ganar dinero. Se llama capitalismo. Si tu idea es que pierdan dinero, ya no querrán ser accionistas».

Después de haber invadido metros, autobuses y parques de todas las capitales del Reino, ahora se prevé una plaga en las playas de árboles talados a mayor gloria de la memoria de Stieg Larsson y a beneficio de sus polémicos herederos. Entre mucha acción trepidante, tramas de teleserie gringa, personajes que son superhéroes (y superhéroas) y estereotipos (y estereotipas) y nombres suecos imposibles de leer, uno puede encontrar en la trilogía Millennium hasta una reflexión. Es en forma de diálogo entre Erika Berger y su nuevo jefe en el SMP y soluciona de forma simple y certera el problema de los medios de comunicación y de la empresa capitalista en general. Eso sí, el hecho de que este diálogo se produzca de la forma en que se produce y entre la recatora jefe recién fichada por un periódico conservador venido a menos y el capo de los dineros de ese tabloide, demuestra que Larsson no murió de un ataque al corazón sino de un ataque de imaginación.

Suena News Of The World, Wildhearts.

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La historia se sabe. Sudáfrica era un país dividido en el que la división la había hecho la minoría blanca. Un anacronismo vergonzoso que pudo ser porque el mundo andaba preocupado por telones de acero, guerras frías y esas cosas que nos entretuvieron la (larga) posguerra. La historia cambió, también se sabe, gracias a un hombre que supo transformar su rencor en visión de futuro y optó por la reconciliación frente a la venganza. Ese hombre es Nelson Mandela, claro.

Lo que no se conocía tanto es la importancia que tuvo, porque el propio Mandela se la quiso dar, el rugby en todo eso. Lo explica muy bien John Carlin en su libro, El factor humano, que cuenta desde la estancia de Mandela en Robben Island y sus posteriores traslados a otras prisiones hasta su salida, su llegada a la presidencia y la final del Campeonato del Mundo de rugby de 1995 en Johanesburgo. Pero el libro no se titula como se titula por capricho.

Todo este relato real está lleno de ejemplos para guardar. Y todos están protagonizados por el factor humano, por el hombre (y la mujer, aunque aquí hay pocas). Mandela es el principal. El líder inteligente, visionario y tranquilo que guió la evolución. Pero también hay muchos otros. De Botha, el presidente racista que no pudo negarse a aceptar lo inevitable y supo admitir la mejor manera de hacerlo, a Costand Viljoen, estandarte de los afrikaner radicales que reconoció que la paz era mejor para los suyos que la guerra, pasando por Justice Bekebeke, el negro que mató a un policía (negro) pero que acabó libre y celebrando, para su propio asombro, la victoria de sus odiados Springboks ante los All Blacks.

Ahi está. Un hombre que sabe cómo cambiar las cosas y que impulsa a otros a hacerlo. Y esos otros, que son capaces de rectificar y ponerse manos a la obra. Un montón de pequeños cambios individuales que se convierten en un enorme cambio común y que terminan por transformar un país entero de forma pacífica y admirable. No sé, llevo unos meses escuchando a todo tipo de gente que dice que no se puede hacer nada, que no podemos transformar las cosas, que la batalla está perdida. Igual deberían hacer este libro (y otros que cuenten historias similares) obligatorio en las escuelas. O igual sólo haya que esperar a que Clint Eastwood estrene Invictus, la película sobre el libro de Carlin, para que la gente se entere. Se puede.

Ojo: este texto también se puede leer en ¿Y por qué no…?

Suena Free Nalson Mandela, de The Special AKA.

La imagen es la usada en la portada del libro, en la que Mandela felicita al capitán springbok, Francois Pienaar, ante un Ellis Park lleno con miles de blancos que una hora antes eran tan racistas como un batallón de las Waffen SS y que en ese momento estaban gritando «¡Nelson! ¡Nelson!». Gracias, Paloma.

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Ni es ya fácil aceptar, en plenas webs sociales, que un político se apalanque cuatro años al frente de un ministerio o una presidencia haciéndolo rematadamente mal, ni puede aceptarse que un intermediario se lucre sin tasa. Nunca como ahora las innovaciones técnicas tuvieron tanto que ver con la comunicación, la información y la reunión interpersonal. La banca omnímoda, el político apalancado, el comerciante abusivo, aparecen hoy ante el cliente, el ciudadano o el consumidor, que lo mismo es, como figuras tan insoportables como mostrencas. ¿No sería ya hora de mandarlos al desván, desacreditarlos y, en efecto, dejarles sin el crédito insoportable que ahora contribuye perniciosamente a la indigencia y el deterioro de las vidas? Muerte, pues, a la muerte que imparte el sistema. Y vida más allá de esta Gran Crisis tan fatídica como irreversible del capitalismo funeral».

Último párrafo de lo de Vicente Verdú en el EPS, hoy.

Suena Motörhead, Killed By Death. Pedazo de vídeo, tú.

La imagen es de Goya, El entierro de la sardina y tal.

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En los debates sobre energía se suele hablar mucho de costes. Los de la esquina de lo nuclear y los combustibles fósiles se escudan detrás de un argumento que era imbatible en los tiempos que acaban de cambiar pero que ya no cuela: son más baratos. Se olvidan de mencionar los costes medioambientales y sociales y lo hacen porque, de momento, ningún Gobierno se los ha añadido (los impuestos son otra cosa). Los de la esquina renovable, quizás un poco acomplejados por su color verde, también se olvidan muchas veces de esos costes que la eólica y la solar no tienen y sólo se defienden de las acusaciones de ser unas energías subvencionadas y, por eso, de coste irreal. Más allá de señalar que lo que sí es irreal es el precio del petróleo (lo es porque responde a un mercado que ahora lo tiene bajo porque no hay más cojones pero que ya está pensando en cuando esté tres veces más caro) y de las centrales (¿quién asume los costes de mantenimiento de la mierda nuclear generada?), hay que decir que la cosa limpia también tiene beneficios económicos.

Leo en Soitu.es un estupendo artículo sobre el impacto de las renovables en la economía. Escrito a partir de un informe de la Comisión Europea, The impact of renewable energy policy on economic growth and employment, y con el objetivo de la Unión de tener el 20% de renovables para 2020 como punto de partida argumental, la cosa explica cómo la inversión en renovables puede aumentar la creación de empleo y activar la economía. No voy a copiar lo que dice el texto porque lo dice muy bien, así que lo linkeo de nuevo: se lee todo aquí. Supongo que Zapatero, Merkel, Brown, Sarkozy, todos lectores habituales de este blog, me harán caso (se harán caso a sí mismos, puesto que es un documento europeo), lo leerán y darán un volantazo a sus políticas económicas y energéticas.

De todos modos, el debate está mal enfocado. Hay que dejar de hablar de lo que cuesta hacer las cosas que hay que hacer y empezar a tener claro que hay que hacer las cosas que hay que hacer cueste lo que cueste.

Ojo: este texto y otros del estilo se pueden leer en ¿Y por qué no…?

Suena Como el agua, de Camarón.

La foto ha sido encontrada en la Wikimedia.

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transgenicos

¿Se puede publicar un artículo titulado «África se abre poco a poco a los transgénicos» en el periódico presuntamente más prestigioso de España sin incluir en el texto ni un sólo punto de vista contrario a los cultivos genéticamente modificados? Sí se puede porque El País lo ha hecho hoy. ¿Se debe hacer? Pues yo creo que no. A la autora del texto, Lali Cambra, y a los responsables de editarlo les ha importado un carajo esa máxima periodística de tratar por igual las dos caras de una moneda. Incluso se han hecho poco caso a sí mismos, puesto que en el texto sí se admite que «el debate sobre los GM (alimentos genéticamente modificados), como el nuclear, está polarizado». La cosa habla de un congreso sobre los beneficios de los transgénicos celebrado en Uganada el mes pasado (¿?) y las únicas matizaciones a la propaganda pura son las de Kanayo Nwanze, presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Afrícola (IFAD). «Los GM no son la solución a todo», se atreve a decir el hombre y se digna a publicar el periódico.

Si uno teclea la palabra «transgénicos» en Google, se encuentra con 855.000 páginas de referencia. Comprendo que son demasiadas para consultarlas todas. Pero es que la primera es la de Greenpeace, que, obviamente, no está a favor del asunto. La segunda es la de la Wikipedia, que sí lo está pero que incluye parte de la polémica. Y la novena es una noticia de este mes que cuenta que la organización Biowatch logró en Sudáfrica «una victoria judicial que asegura la gratuidad del acceso a la información sobre cultivos transgénicos, aun en contra de la opinión de los organismos públicos y grandes corporaciones». Por cierto, Sudáfrica es el lugar desde donde firma la información de El País la tal Lali Cambra. Pero, ya digo, o no ha googleado o no ha leído entre muchas líneas.

Así, en el texto se dan como buenas afirmaciones que provocarían infartos a ecologistas, comprometidos varios y hasta algún que otro Premio Nobel. Se dice, por ejemplo, que los transgénicos son estupendos contra el cambio climático, que benefician a los pequeños agricultores y que van a ayudar un huevo al desarrollo de África. Justo lo contrario que piensa la gente que piensa lo contrario. Incluso aparece en el texto la corporación Monsanto (para muchos, uno de los grandes demonios del mundo actual) como un benefactor social sin el Mon delante, junto a otra multinacional, BASF, y la familia Gates. Con un par.

Yo no tengo una opinión clara con respecto a los transgénicos -bueno, sí la tengo, pero no viene al caso- pero sí poseo un concepto meridiano de lo que debe ser el periodismo responsable. Y ni de coña se parece a lo que sale hoy en la página 41 del periódico que me ha costado 1,20 euros y cuyos autores y muchos de sus lectores aún consideran el colmo de la ecuanimidad, la veracidad y, uf, qué pereza, el progresismo. Es más, lo de hoy no sólo es contradictorio con su propio Libro de Estilo, sino que se da de morros con noticias recientes del periódico en cuestión. Resulta que ayer mismo, su defensora, Milagros Pérez Oliva, tenía que justificar una información sobre eutanasia en la que se había metido la pata por no consultar otra fuente. Resulta que hoy, en la misma sección de Sociedad donde aparece la noticia transgénica, se recoge (tarde) eso del código ético contra la propaganda ecológica de las marcas de lo que ya se habló por aquí (también con retraso) la semana pasada. Resulta que el viernes pasado sí se publicaba un artículo como es debido sobre lo nuclear, con sus puntos de vista diversos expuestos y discutidos.

Hace poco, en el mismo El País -¿se nota que es el periódico que leo y en el que a veces hasta escribo?, ¿se entiende, por eso, que le dé tanta cera?-, publicaba una columna Miguel Ángel Aguilar que ahora no encuentro en la Red pero que venía a decir que un diario no debe ser abanderado de ningún movimiento, que simplemente debía dar información contrastada, diversa y tal. Pues eso. No creo que lo de hoy sea un maniobra orquestal en la oscuridad de Monsanto. Creo que es un ejercicio de incompetencia. Y eso es lo grave. Los periodistas y los medios cada vez nos lo curramos peor y así no van a mejorar las ventas ni el prestigio ni la inversión publicitaria. Cada vez más, los que formamos la audiencia nos sentimos insultados por los que hacemos la información. Y con este ejemplo de mi esquizofrenia de cada día, me retiro a mis aposentos.

Suena Fela Kuti, Teacher Don’t Teach Me No Nonsense.

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No tengo ni idea de lo que pasa realmente en Irán. No me fío un pelo de la imagen que se ofrece de ese país por parte de los medios de comunicación del lado del mundo sin turbante, éste. Me pasa lo mismo con Venezuela, donde sí he estado y sé que lo que pasa no es lo mismo que lo que nos dicen que pasa. Volviendo a Persia, hoy he leído un par de cosas que enfocan algo mejor, pero, ya digo, sigo sin enterarme del todo. Lo que sí veo clarinete es la actitud con la que observamos aquello desde nuestro sofá occidental. Orgullosos de estar en un grado evolutivo superior, con la condescendencia del que piensa «venga, muchachos, un par de manifestaciones más y llegaréis a tener nuestra preciosa libertad y nuestro bonito comportamiento democrático».

Y aquí es donde flipo en colorines. Yo vivía en Miami cuando Bush hijo ganó de forma bastante chunga las elecciones a Al Gore y no recuerdo manifestaciones multitudinarias para protestar por semejante tongo. También vivía en Madrid cuando Tamayo y Sáez se escondieron nosecuántos días en un picadero para robar unas elecciones que, al repetirse, pusieron a Esperanza Aguirre en la poltrona en la que sigue plantando su ilustre culo. Tampoco recuerdo manifestaciones masivas en aquéllos tiempos no tan lejanos.

Ojalá se arregle lo de Irán. Ojalá salgan de la cárcel los disidentes, dejen de disparar los basiyís y se repitan las elecciones si es que se tienen que repetir. Pero ojalá, también, nosotros aprendamos de ellos a salir a la calle para protestar por todas las tropelías que se cometen (nos cometen) al ámparo de la presunta democracia. Joder, que los de la cinta y las pulseras verdes se están enfrentando a una autoridad divina y por aquí el único ser superior que se ha visto últimamente es Florentino Pérez.

Puede que todas estas letras no fueran más que una excusa para poner la banda sonora de estos días, así que suena otra vez Siniestro Total y su Ayatolah (más una entrevista risible).

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Al Gobierno de Zapatero le han puesto las notas de fin de curso y ha vuelto a suspender. Esta vez no han sido las organizaciones ecologistas, que ya se sabe que son examinadores exigentes. No. Esta vez ha sido el Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) el que, después de ver hacia dónde vamos en este tema, ha dicho que si es que vamos a algún sitio, vamos muy despacio. Demasiado. Copiopego el artículo de El Mundo: «Ni en consumo energético, ni en transporte ni en residuos ni en preservación de los espacios naturales nuestro país alcanza la media comunitaria, según el IV informe del Observatorio de la Sostenibilidad de España (OSE)». Más: «Así es cuando analiza el uso del agua y su regeneración. España sólo se consigue depurar el 78% de sus aguas residuales, aunque hay proyectos para llegar a una cifra de hasta el 93%, más en consonancia con los datos de los países vecinos. En energía seguimos siendo un país altamente dependiente. Importamos un 81% de la energía que consumimos. «Tenemos un consumo energético insostenible», señaló Luis Jiménez. Según los datos aportados, se sigue incrementando el consumo, pese a los avances realizados en eficiencia energética». Por resumir, que la cosa está toda mal salvo en renovables, por eso de la eólica.

Curiosamente, hace unos días mi padre me sopló  otra noticia que dice: El Gobierno impulsa un código de buenas prácticas en la publicidad ecológica. Se trata de un código de autorregulación de buenas prácticas en eso de la propaganda con motivos medioambientales. Es un trabajo del Ministerio de Medio Ambiente con la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial (Autocontrol) y ya hay empresas como Cepsa, Repsol, Acciona,  Endesa, Kia, Chrysler, Citroën, Peugeot y Renault que se han apuntado al asunto. La cuestión es: ¿se apuntará el propio Gobierno al código en cuestión? ¿Dejará de vendernos la burra de su preocupación por la sostenibilidad medioambiental mientras la preocupación no sea real o, por fin, se preocupará de la cosa?

Preguntas que de momento son retóricas. Digo de momento porque en el pasado festival Emisión Cero, Fernando Moraleda dijo en un aparte que Zapatero y sus muchachos preparaban un plan de economía sostenible. Fumando espero.

Ojo: este texto y otros del estilo se pueden leer también en ¿Y por qué no…?

Suena Public Enemy, Don’t Beleive The Hype.

La foto ha sido encontrada en la Wikimedia.

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