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Posts Tagged ‘Energía’

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En los debates sobre energía se suele hablar mucho de costes. Los de la esquina de lo nuclear y los combustibles fósiles se escudan detrás de un argumento que era imbatible en los tiempos que acaban de cambiar pero que ya no cuela: son más baratos. Se olvidan de mencionar los costes medioambientales y sociales y lo hacen porque, de momento, ningún Gobierno se los ha añadido (los impuestos son otra cosa). Los de la esquina renovable, quizás un poco acomplejados por su color verde, también se olvidan muchas veces de esos costes que la eólica y la solar no tienen y sólo se defienden de las acusaciones de ser unas energías subvencionadas y, por eso, de coste irreal. Más allá de señalar que lo que sí es irreal es el precio del petróleo (lo es porque responde a un mercado que ahora lo tiene bajo porque no hay más cojones pero que ya está pensando en cuando esté tres veces más caro) y de las centrales (¿quién asume los costes de mantenimiento de la mierda nuclear generada?), hay que decir que la cosa limpia también tiene beneficios económicos.

Leo en Soitu.es un estupendo artículo sobre el impacto de las renovables en la economía. Escrito a partir de un informe de la Comisión Europea, The impact of renewable energy policy on economic growth and employment, y con el objetivo de la Unión de tener el 20% de renovables para 2020 como punto de partida argumental, la cosa explica cómo la inversión en renovables puede aumentar la creación de empleo y activar la economía. No voy a copiar lo que dice el texto porque lo dice muy bien, así que lo linkeo de nuevo: se lee todo aquí. Supongo que Zapatero, Merkel, Brown, Sarkozy, todos lectores habituales de este blog, me harán caso (se harán caso a sí mismos, puesto que es un documento europeo), lo leerán y darán un volantazo a sus políticas económicas y energéticas.

De todos modos, el debate está mal enfocado. Hay que dejar de hablar de lo que cuesta hacer las cosas que hay que hacer y empezar a tener claro que hay que hacer las cosas que hay que hacer cueste lo que cueste.

Ojo: este texto y otros del estilo se pueden leer en ¿Y por qué no…?

Suena Como el agua, de Camarón.

La foto ha sido encontrada en la Wikimedia.

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Pasar el último fin de semana de agosto en el campo y leyendo La venganza de la Tierra, de James Lovelock, es una muy mala idea. Le entran a uno ganas de pedir la baja (permanente) por depresión. Lovelock es el creador de la teoría de Gaia, ésa que viene a decir que la atomósfera y la parte superficial de la Tierra forman una especie de organismo que se autorregula para mantenerse con vida y que la intervención del hombre abusando de los recursos y desparramando emisiones de todo tipo provocará una reacción de Gaia (la Tierra) que acabará con la civilización para que el plaenta pueda seguir existiendo tranquilamente.

Lovelock no es pesimista, es lo siguiente. Dice que ya hemos pasado el punto de no retorno, que más nos vale esperar subidas del nivel del mar de más de diez metros y desplazamientos de población del carajo de la vela. Lovelock, además, es un ecologista a su bola. Apoya con todas sus fuerzas de casinonagenario (que son muchas) la energía nuclear como solución inmediata para la reducción de emisiones, pasa de la eólica y la solar y despotrica contra la moda de los alimentos orgánicos. Por ejemplo.

Yo no sé si Lovelock lleva razón, ni si sus teorías y propuestas son verdad de la buena. Yo soy de letras. Desgraciadamente, cada vez estamos más lejos de una verdad absoluta en todos los campos y la ciencia tiene teorías para todos los gustos. Y digo desgraciadamente porque parece que en este asunto haría falta una certeza que nos llevase a la acción inmediata. Siendo un patán como yo, en este libro hay cosas que tal y otras que más bien cual.

En cualquier caso, cito un par de parrafillos que sí que creo son certeros:

Tanto los combustibles fósiles como los biocombustibles son cuantitativamente no renovables cuando se consumen al ritmo excesivo que requiere nuestra civilización hipertrofiada y adicta a la energía. Como siempre, regresamos a la inevitable cuestión de que, para vivir como vivimos, somos demasiados».

Como en todas las crisis, regreso a mi amigo y mentor Crispin Tickell, y encuentro respuesta en forma de un discurso titulado «La Tierra, nuestro destino» […]: «La ideología de la sociedad industrial, basada en el crecimiento económico, niveles de vida cada vez más altos y la fe en que la tecnología lo arreglará todo, es insostenible a largo plazo. Para cambiar nuestras ideas tenemos que trabajar hacia el objetivo de una sociedad humana en la que la población, el uso de los recursos y el medioambiente muestren en términos generales un saneado balance. Sobre todo, tenemos que contemplar la vida con respeto y asombro. Necesitamos un sistema ético en el cual el mundo natural tenga valor no sólo en cuanto útil para el bienestar humano, sino por sí mismo. El universo es algo interno además de externo'».

Vamos, que lo llevamos clarinete.

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