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Posts Tagged ‘Dinero’

«¿Cuánto te ha costado? (…) Uf, qué cara». Las cuitas habituales del asombrado no ciclista -¿no es muy peligroso?, ¡pero con las cuestas que hay!, si es que Madrid no está preparado para ir en bici…- tienen también su sección económica. Es normal que te pregunten por el precio de tu bici y es muy raro que el que lo ha hecho no suspire después y luego diga que le parece carilla. No soy yo nadie para meterme en las economías del personal ni en qué se gasta el dinero pero sí para pararme a hacer un cálculo muy sencillo.

Hay bicis de todo tipo de precios. Uno se puede gastar dos mil euros en un velocípedo que sea lo muy muy y lo más más o puede buscar en el mercado de segunda mano y encontrar un vehículo de dos ruedas en condiciones decentes por 50. Pero pongamos una media de 400 euros. Sumemos a eso unos buenos candados, luces, una puesta a punto: 100 euros más tirando por lo alto. Estamos en 500 euros por bici.

Por lo que veo, un abono anual para la zona A de Madrid sale por 523,60. O sea, que en un año de uso de la bici ganas 23,60 euros. Vale, bien, es cierto que la bici no se usa siempre, que a veces llueve o te da pereza, pero aún así, incluso a corto plazo, el precio es muy conveniente. Claro que hay quien usa el Bonometro, que está a 9.30 eurazos hasta que suba ahora en enero. Eso deja el viaje en transporte público a 0,93 el trayecto y quiere decir que, para llegar a los 500 euros de precio de la bici hay que hacer 537,63 en un año. Nos es descabellado. Dos trayectos al día durante un año cuestan 678,9. Otra vez gana el sillín. Podría hacer los cálculo de usar el coche o los taxis pero mejor me lo ahorro, ¿no?

Luego están todos los rollos de los beneficios para la salud, el medioambiente y el índice de felicidad personal, intangibles que no lo son tanto pero hoy paso de ellos porque estoy más de cifras que de letras.

A mí, insisto, me la sopla en lo que se quiera gastar el dinero la gente y tampoco es mi intención montar una iglesia ciclista ni convencer a nadie -si hablo aquí del asunto es porque soy un tío aburrido y no tengo otros temas de conversación- pero me resulta curioso cómo nos agarramos al precio de las cosas para conformarnos con nuestra pereza. Como individuos y como colectivo. Miren el ejemplo del servicio de alquiler de bicis, que se dice siempre que también es muy caro de implantar. Y va Clemente Álvarez y saca en su blog de El País una estupenda entrada sobre el coste de los sitemas de bici públicos. Y resulta que todo lo contrario.

Pues eso, que ahora tendría que acabar con una conclusión y tal pero me apetece tanto como la mudanza que tengo que hacer, así que lo dejo aquí y me pongo a hacer cajas… O cualquier otra cosa.

Suena Greed, de Fugazi.

 

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La economía nipona vive estancada desde hace casi 20 años, con el riesgo de caer en deflación (caída generalizada de precios). Se han llevado a cabo todas las medidas posibles: rescates bancarios, tipos de interés prácticamente planos, emisiones de cantidades ingentes de deuda pública… Nada funciona. La economía no crece.

Para combatir este riesgo, diversos economistas abogan por elevar el consumo y generar inflación a través de la imposición de tipos de interés negativos. A la gente se la penalizaría por depositar sus ahorros en una entidad financiera, por lo que solo les quedarían dos opciones. Consumir desaforadamente o acumular efectivo. Y para evitar esta segunda se optaría por suprimir el metálico y así operar únicamente con dinero electrónico».

Copiado y pegado de El País, de un reportaje llamado El dinero, de plástico, por favor. Pues nada, que espero que sea verdad que ya nadie lee periódicos, no vaya a ser que a alguien se sienta inspirado.

Suena Agradable sobremesa con una japonesa, de KGB.

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800px-Campo

Mientras no se suprima la tiranía y dictadura del dinero y se disponga del mismo libremente como bien universal, como medio e instrumento de intercambio, no habrá progreso posible ni solución a las causas de la crisis y los problemas implícitos con el sistema económico que se trata de sostener a costa del sufrimiento de millones de personas.

El nuevo modelo productivo debe de procurar «la motivación por el progreso del ser humano» como paradigma e ideal, sin la división y exclusión de las personas por cualquier causa, ya sea por discriminación de raza, sexo, clases o castas sociales, creencias, ideas o cualquier otra.

La propia sociedad de consumo y sistema productivo deben ser remplazados por la «motivación de un mundo de abundancia» en armonía y equilibrio con el entorno en que todas las personas puedan acceder y disfrutar activamente de los derechos humanos en libertad y libre elección, sin más condicionante que el conocimiento y la disponibilidad de cada cual con los medios de producción, transformación de la propia naturaleza y los recursos.

Así, las diferencias deben de sobrevenir por la propia naturaleza y el esfuerzo del intelecto, no por las cosas y medios creados por el hombre. Lo creado por el hombre debe estar al servicio del ser humano y no al revés, porque entonces sólo se benefician unos pocos privilegiados a costa de los demás.

Ésta es una carta al director aparecida ayer en el diario El País. Titulada Brotes verdes que no dejan ver el bosque, la firma Juan Bernardo Montesinos Ramírez, de Valencia. Y yo también.

Suena mi preferida de Led Zeppelin, Over The Hills And Far Away.

La foto está sacada de la Wikimedia. Cosas así, también en ¿Y por qué no…?

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earth

En los remotos e inexplorados confines del arcaico extremo occidental de la espiral de la Galaxia, brilla un pequeño y despreciable sol amarillento.

En su órbita, a una distancia aproximada de ciento cincuenta millones de kilómetros, gira un pequeño planeta totalmente insignificante de color azul verdoso cuyos pobladores, descendientes de los simios, son tan asombrosamente primitivos que aún creen que los relojes de lectura directa son de muy buen gusto.

El planeta tiene, o mejor dicho, tenía el problema siguiente: la mayoría de sus habitantes era infeliz durante casi todo el tiempo. Muchas soluciones se sugirieron para tal problema, pero la mayor parte de ellas se referían principalmente a los movimientos de pequeños trozos de papel verde; cosa extraña, ya que los pequeños trozos de papel verde no eran precisamente quienes se sentían infelices».

Así empieza Guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams. Descacharrante. Tanto, que su lectura impidió mi asistencia a la cabalgata de reyes de Logroño.

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