Son palabras textuales salidas de la boca de un señor con el que me crucé por la calle hace un par de días. El tío se quedó mirando asombrado mi oxidado corcel. Yo iba con la chica con voz de miel, la que me ha descubierto la siguiente canción. Todo esto no es más que una excusa para poner la canción y dedicársela.
Londres está que arde como muchas otras veces ha estado. Londres está que arde y ya estaba tardando. Londres está que arde y el personal (blogueros, periodistas, ingeniosos de bar) tiene dos canciones para la banda sonora y las dos son de los Clash. Londres siempre ha sido un campo de batalla y hasta de experimentación. Al tiempo que Reagan la liaba liberando los mercados y dejando a los ludópatas especular con fuego y sin controles, la Thatcher aplicaba el liberalismo por ahí. Y la cosa coincidía con el punk. Eran otros tiempos, claro, en los que ni a la gente ni a los grupos de música les molestaba hacer política. Salir a la calle, protestar, cantar, romper cosas, si es que era necesario. Hoy estamos más dormidos. Tanto, que en Londres no parece que la cosa sea política. ¿O sí? Mientras me pienso si la desesperación y el hastío pueden considerarse política, aquí van unas canciones para todo aquel que quiera pasar del London Calling y el London’s Burning.
Hay muchas más de aquella época en la que se decían las cosas a ladrillazos (y sin necesidad de Twitter ni Blackberry Messenger, dejémonos de chorradas). Yo acabo con una más moderna.
Yo voy al Cruïlla Barcelona, el 8 y 9 de julio. Y aquí abajo van algunas de las razones. Hay otra, se llama Tute y es un tío muy grande. Y hay una más pero esa me la llevo puesta.
Comparto aquí la vuelta a la acción de una parte de nuestro pasado. Side Effects fue una aventura cojonuda que vivimos Luky, Berni, Nacho, Chiri, Manolo junto con colegas como Fernando, Paco, Gonzalo y muchos otros. Llevábamos tiempo rumiando volver a juntarnos algunos para hacer algo y hace un par de semanas empezamos. Todo lo que está pasando en España ha acabado de cerrar el círculo. Os dejo la canción y un mensajito que hemos escrito para acompañarla.
Hola,
Estamos en #acampadasol, estamos con la #spanishrevolution, gritamos y protestamos como y con todas las personas que están pidiendo y promoviendo un cambio en la Puerta del Sol de Madrid y en el resto de España y el mundo. Y también hacemos música. Hemos hecho esta canción porque nos lo pedía el cuerpo, lo mismo que nos pide estar en las concentraciones. Hemos hecho esta canción porque queremos que las cosas cambien. Hemos hecho esta canción porque nos la ha inspirado el comportamiento de todos los que exigimos una #democraciarealya.
Somos Side Effects, un grupo de música que tuvo su momento a mediados de los 90. Publicamos dos discos, tocamos en salas y festivales por toda España, nos lo pasamos en grande, luego lo dejamos. Después de muchos años sin hacer nada, la semana pasada nos juntamos para hacer un tema. Teníamos un sentimiento de hartazgo, teníamos ganas de hacer ruido, teníamos ganas de protestar. Y dimos con un estribillo. De repente, la vida nos trajo el #15M y todo lo demás: la ilusión, el movimiento, la acción, las pancartas, los carteles, las palabras de Cristina, las fotos de Cristobal… Y la canción.
Por eso, porque esta canción la hemos hecho entre todos, queremos compartirla con todos. No buscamos protagonismo, ni vender discos, ni nada parecido. Sólo queremos contribuir a todo lo que está pasando. Por eso, difundidla y compartidla todo lo que queráis y podáis. Que suene y que se vean las fotos, que quede claro que #nonosvamos.
Antes no era capaz de entender por qué un montón de artistas de música electrónica se tomaban la molestia de coger vuelos, incluso transoceánicos, para presentarse en conciertos y festivales y hacer que tocaban un show que iba, casi todo, bien empaquetado en un DAT (qué tiempos aquellos) y tenían los santos cojones de tirarse una hora u hora y pico rozando los botoncitos de unos aparatos, a veces desconectados, como si con ese disimulo estuviesen creando un espectáculo de música en vivo único e inigualable. Ahora, sigo sin entenderlo.
Por lo demás, he estado este finde en el L.E.V. y puedo decir tres o cuatro cosas: que Gijón sigue siendo una ciudad de puta madre; que la Laboral y el jardín botánico son eso que se llama marcos imcomparables para un festival de este tipo; que hay gente que es capaz de conocer grupos que yo no sé ni pronunciar correctamente y que los tíos (y tías) pueden hasta citar el título de su primer maxi a pesar de llevar varios días sin dormir y con el cerebro bien empapado de sidra y de una mezcla de absolutamente todo lo demás.
A continuación, otras cosas tres o cuatro cosas que me dijeron algo en el L.E.V.
Mañana sábado es REC Madrid, carnaval de electrónica audiovisual. De las muchas cosas que hago en la vida, ésta es una de las que más me gusta. Por varios motivos. Porque lo hago junto a Nacho, un amigo de los que dan sentido a la palabra. Porque también está con nosotros Fernando, otra que tal. Porque hay más personas estupendas trabajando en ello: Javi, Delia, Cristina, Martina, Laura, Mástil, Paco, Maxi… Porque me recuerda a lo que hacíamos hace más de 15 años con los mítiquísimos Side Effects. Porque me divierte, me inquieta, me relaja y me pone nervioso. Porque mola currar para que más de 3.000 personas se lo pasen de puta madre. Porque he conocido a tíos geniales que hacen cosas fantásticas como Addictive TV, Eclectic Method, DJ Food y DK, Cubensis, Servando y muchos más. Porque este año hay un cartel que quita el hipo. Porque es una fiesta del carajo de la vela.
Fue el año pasado, hace siglos. En el Experimentaclub. Tocaba E.A.R., o sea, Experimental Audio Research, o sea, Sonic Boom, o sea, Peter Kember, o sea, la mitad de Spacemen 3. Desde que descubrí a los hombres del espacio, he sido seguidor de toda su estela. A Jason Pierce sí le había visto haciendo de Spiritualized, pero me quedaba por ver al (más) raro de la expareja. Fui y flipé. Han pasado muchos meses y muchas cosas. Pero no sé si es que no tengo nada más que decir o que tengo que decirlo. Me da igual. Aquello fue un maravilloso concierto de blues. Sí, Sonic Boom hace blues con sus máquinas y su voz lo mismo que lo hizo Robert Johnson. O folk como el de Bob Dylan. O country como Hank Williams. Sonic Boom canta al señor, eleva oraciones y lamentos, paga sus culpas. No he encontrado un vídeo que retrate lo que vi, pero aquí va lo que va.
Voy a salir del armario. La relación más larga que he tenido en mi vida no ha sido con una mujer. Desde hace más de veinte años, cada mes convivo con alguien. Con algo. Voy a salir del quiosco. Desde hace más de veinte años, cada primeros de mes me acerco a tal sitio para comprar una revista. Ruta 66. El Ruta, para los amigos. La revista que cumple 25 años este mes que acaba ya y lo celebera con un especial al que queda poco a la venta.
Tengo un hermano mayor. De pequeño, escuchaba sus discos. Él me enseñaba lo que molaba oír. Pero llegó un momento en que, para esto de la música, el hermano mayor se me quedó pequeño (ya me entiendes, broder). Y entonces me encontré con el Ruta. Yo salía de un talibanismo punk y hardcore que, ya se ve por aquí, aún no se me ha quitado del todo. Y los del Ruta eran ayatolas del rockandroll. Tal para cual. Desde entonces, Unidos, como la canción de Parálisis. Salvo las temporadas que he vivido fuera y, algún periodo algo demasiado borroso, lo he comprado todos los meses y lo sigo haciendo. Y guardo los números, aunque no sé muy bien dónde, por eso de las mudanzas y mutaciones.
A ver, seguramente la revista tiene más defectos que virtudes. Recuerdo como hace cinco años o así, cuando me la veía Diego en la redacción de Maxim, se descojonaba por su diseño. También está su cerrilismo. Su alergia a los grupos que alcanzan el éxito, aunque antes fuesen amados. Sus faltas de ortografía recurrentes -don Jaime, don Ignacio, compañía: absorber se escribe con b, con dos-. Y algunos más. ¿Y? Se supone que las relaciones duraderas se establecen a partir de la aceptación de cada uno como es, con sus cosas malas y sus cosas buenas. O eso me han contado.
Como dice Pablo Carrero en el especial de este mes, yo con el Ruta practico algo parecido al coleccionismo. No importó que hace tiempo cambiase un poco, páginas a color incluidas, ni que, cada vez más, se perciba que los escribidores saben menos de lo que escriben que los que escribían antes. Yo soy de los del Ruta, por parafrasear eso que le dejo dicho Luis Mario Quintana a Kike Túrmix en la revista: «O eres de los de Louie Louie o eres de los otros».
De hecho, una alegría que me dio la vida, o que me di yo mismo, fue unir dos manías como el Ruta y Neil Young. Cuando hace un par de años me fui a París a ver al tío Neil, me ofrecí al Ruta para hacer la crítica de la cosa. No los conocía de nada, más allá de un par de cartas al director que escribí (y me publicaron). El caso es que la publiqué. Y fue, ya digo, una alegría que no se ha repetido ni tiene pinta.
En realidad, todas estas letras no cuentan ni la mitad de lo que cuenta la música. Aquí sólo hay unas pocas canciones y grupos: coincidencias, descubrimientos, obsesiones… Son éstas, escogidas de forma caprichosa y a toda leche, y miles de ellas más. Por ellas, larga vida al Ruta 66.
Conozco a un tío que es capaz de hacer el trabajo que deberían estar haciendo un par o tres de industrias. Juntas. Programador web y de aplicaciones, desarrolador, diseñador, editor de vídeo, guitarrista, tablista, productor, DJ… Duque es una persona y no un barrio de Silicon Valley. Duque es un crack que este viernes presenta en el Café La Palma de Madrí el primer disco con realidad aumentada del mundo. Repito: mientras la industria del disco sigue tratando de vender CD al mismo precio con un miserable videoclip como extra y la tecnológica se decide a dar utilidad a la realidad aumentada, Eduardo Duque, de nombre musical Latrama, ha hecho esto:
El disco se llama Love and Projects y, además de la realidad aumentada, tiene un porrón de canciones propias y remezclas de otros, todas buenas. Latrama, por cierto, es parte de Chandra Sound System, otra panda de personajes ejemplares.
Dicho lo cual, y por si no hubiese quedado claro, afirmo que Duque es amigo. Pero que conste que no he escrito todo esto por hacerle un favor a él, sino por hacérselo a los que estén leyendendo esto. Merece la pena seguirle la pista.