Mientras la gente discute de cosas importantes, que si Pérez Reverte es un machista, que si Sánchez Dragó es un pederasta, que si la serie del Príncipe y Leti era una puta mierda…, yo sigo ocupado en lo esencial. Y lo esencial es que el jueves 4 de noviembre toca Bomba Estéreo en Madrid (en una fiesta del Eclecticlub, en Caracol).
El otro día, viendo a Teenage Fanclub en Campohermoso, en el Playmusic, tuve un deja vu. Bueno, en realidad no es exactamente eso pero el nombre me viene al pelo para hacerme el ingenioso y el cultureta musical. El caso es que viendo a esos cinco escoceses cantar y tocar como si estuviesen recién salidos (o entrados) del pub me sentí como si estuviese viendo a Buffalo Springfield o a Crosby, Stills, Nash & Young o al mismísimo tío Neil a secas. Menos country y más pop pero con talento similar para las melodías y las armonías vocales, las guitarras con las justas estridencias y esa pinta de ir tan sólo a pasar un buen rato tocando canciones bonitas. ¿Tan sólo?
Teeenage Fanclub, Neil Jung (por si quedaba alguna duda).
Por cierto, y aquí va la típica apreciación para hacerme el listo, es curioso cómo a medida que crecen los del club de fans adolescente se parecen a los primeros y jóvenes grupos y canciones de Neil Young y cómo cuando eran jóvenes sonaban más al joven Neil crecidito. Será que el canadiense está hecho un chaval. Por cierto también, y aquí va el típico recuerdo personal para hacerme el interesante, creo que es la segunda vez que veo a Teenage Fanclub. La primera, de eso estoy seguro, fue antes del primer concierto de Nirvana en Madrid. Recuerdo que hicieron un ruido bien ruidoso y que le dieron al acople cosa fina. Y que tocaban bastante mejor que Cobain y compañía. Pero eso qué coño importa… Pues eso.
Muy majo el concierto de ayer en la Wurlitzer, con ese cantante luciendo la potencia de su buena mala voz y esa tronca tocando la vuvuzela camuflada en forma de saxo.
Algún día, cuando mis nietos pertenezcan a un grupo de ninjas vestidos de colores para salvar el mundo de un ataque de gominolas sin azúcar, yo les podré contar por qué. Porque yo estuve allí. En el concierto de Peelander Z, un trío de japoneses que no es de Japón sino de alguna ciudad que se parece mucho a Nueva York. Fue hace semana y pico en el Gruta 77 pero yo aún tengo los ojos como escarpias y, como se ve en la foto, los pelos como platos. Aquí van unos vídeos del mejor grupo del universo (paralelo) desde que los Boredoms se pusieron serios.
Mad Tiger.
So Many Mike.
El despiporre (uno de tantos).
La conga.
S.T.E.A.K.
Hubo de todo más: un limbo comunal, un al pasar la barca me dijo el barquero, los del grupo jugando a los bolos (a ser bolos) mientras el público tocaba sus instrumentos y así. Pero que lo cuente Fernando, que también estuvo allí.
Antes, siempre que iba a un festival acababa cerrando todos los escenarios y largándome el último. Ahora, también.
Suenan cosas que fui capaz de ver y oír en el Primavera Sound, el festival que mejor sabe capturar la forma de consumo musical del presente y convertirla en una oferta cojonuda para todos los gustos, aunque con menos rarezas que descubrir en esta ocasión. Además, este año no se les ha acabado la cerveza, y mira que bebimos. Me perdí muchas más y habrá otras de las que no me acuerdo o prefiero no acordarme (como los Pixies Shop Boys).
A la salud de Daniela, Cristobal, Nano, Willy, Iñaki, Jose, Eduardo, Alicia, Freya, Juan, Javi, Juan, Sam, Mónica, Sonia, Coco, Silvia, Gamboa, Susana, Gonzalo y todos los demás. Y a Tania, claro, por hospedarme en silencio. La imagen es de Chus Sánchez, sacada de la web del festival.
No conocía este vídeo. Una (sangrienta) historia animada a partir de portadas más o menos clásicas. Es de Ugly Pictures y tiene, como mi despiste, al menos cuatro años. A estas alturas, con el portadismo primero devaluado por el CD y luego extinguido por el mp3, es como jugar con pinturas rupestres. Pero mola.
Raf Pulido, batera de La banda trapera del río y autor de letras como la que da título a esta entrada o Curriqui de barrio. Como sus colegas de banda Tío Modes y Rockhita, ha muerto de cáncer, que se ve que es la enfermedad más punk. Porque estos tíos, los traperos, vomitaron el punk aquí los primeros. O eso dice gente de la que me fío, que yo no estaba en Cornellá para analizar los tropezones. Eso sí, en cuanto pude me compré una milagrosa reedición de su primer LP y puse a rascar las agujas. Hay que leer a los clásicos.