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Posts Tagged ‘Modernidad’

Hoy, al cabo de miles de años, todos nos comemos al toro. La bestia está dominada y vencida. Y, naturalmente, el toro está en franca decadencia. Se ha logrado todo lo que se podía lograr. El torno no tiene hoy ningún interés. Es una pobre bestia vencida.

No se trata, claro es, de apoderarse del toro para comérselo, sino de apoderarse de él para jugar graciosamente con sus ciegos instintos, produciendo un espectáculo de emoción y belleza. Pero hasta eso se ha conseguido ya de manera tan perfecta que las corridas interesan cada vez menos. (…) En la actualidad, el torero hace lo que le da la gana con el toro. Cada día se ha avanzado un paso. Si un torero, después de unos lances, agarra al toro por el pitón, otro torero viene tras él y lo agarra sin haberlo toreado, cuando el animal, al salir del chiquero, tiene todo su brío. Más tarde viene otro y coge al toro por una oreja y, finalmente, aparece uno que lo sujeta por el morrillo. Ya no falta más que emprenderla a mordiscos con la pobre bestia y comérsela viva. Por este camino, la lidia se convertirá fatalmente en un espectáculo de circo al modo moderno, es decir, desustanciado. Subsiste la belleza de la fiesta; pero el elemento dramático, la emoción, la angustia sublime de la lucha salvaje se ha perdido. Y la fiesta está en decadencia.

(…) El toro es hoy un ser tan cultivado, tan culto en la especialidad a que le consagra el Destino como un profesor de Filosofía en la suya, y se diferencia tanto de la originaria bestia de las marismas del Guadalquivir o de la desaparecida Atlántida como el torero se diferencia del hombre que salía desnudo e inerme a cazar a la fiera para comérsela.

Ésta es la verdad. Los toros de lidia son hoy un producto de la civilización, una elaboración industrial estandarizada como los perfumes Coty o los automóviles Ford. Se fabrica el toro tal y como los públicos lo quieren. Merced a una lenta y penosa labor selectiva, los ganaderos han conseguido satisfacer los gustos del público soltando en los ruedos unos toros que son perfectos instrumentos para la lidia. Creo que en la fabricación del toro se ha llegado ya al stradivarius».

* Todo esto y mucho más escribe Manuel Chaves Nogales en boca de Belmonte en la (auto)biografía ‘Juan Belmonte, matador de toros‘, cuya única pega es que se acaba. Todo esto pensaba Belmonte al principio de los 30 del pasado siglo y las cosas, habiendo evolucionado, no han cambiado. Todo esto tiene que ver con la sensación percibida en las entradas de algunos tíos que saben, como éste o aquél, ante toda la cháchara vertida por taurinos y anti y por opinadores que no son ni una cosa ni la otra pero que se se atreven con todo.

Suena un temaco que va siempre en la maleta, Evolution, de Magnum.

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Bela Sandor y Suso Garc�a Simón

El boxeo es una de las cosas proscritas por la modernidad. Como los toros. Los correctos no quieren ver golpes y sangre. Como si ambas cosas no formasen parte de la vida. Los que tienen la razón por el mango no pueden ver la nobleza y la pureza de este deporte. Como si los gimnasios fuesen canteras de delincuentes y no lo que son: generadores de sudor y oportunidades, a veces únicas, de salir del arroyo de odio y tedio que encharca los barrios de todo el mundo. Yo estuve el jueves y el viernes en Vigo por eso del Campeonato del Mundo del peso mosca entre Iván Pozo y Omar Narváez. Fui a hacer un reportaje y porque me gusta este deporte. Y vi golpes y sangre. Pero, sobre todo, vi nobleza y pureza.

Omar Narváez escucha los himnos

Estuve encerrado en el vestuario del aspirante gallego esperando el momento de su combate. Estuve en capilla con Iván y con su entrenador, Francisco Amoedo. Y con los otros boxeadores del gimnasio Saudade de Vigo que peleaban en la velada. Con César Martínez, con Suso García Simón, con David Blanco, con Pedro Fernández. Todos eran tíos normales, más o menos simpáticos, más o menos habladores, más o menos listos. Deportistas que sólo se diferencian de ésos que dan patadas a un balón en que tienen la nariz un poco más rota y los ingresos mucho más escasos.

Iván Pozo se levanta de su esquina

Iván perdió. En frente tuvo a un boxeador superior. Omar Nárvaez sacó de la distancia al de Vigo. Le esquivó todos los golpes con una cintura eléctrica. Le dejó vaciarse de fuerza y de moral para aplicarle luego una series largas y rápidas que le llegaban por todo el cuerpo. Omar Narváez es, desde el viernes, trece veces Campeón del Mundo de la WBO con todo merecimiento. Los es desde antes del octavo asalto porque Paco Amoedo tiró la toalla. No tenía sentido que su pupilo siguiese recibiendo para nada. Iván aceptó la derrota con serenidad y analizó lo sucedido ante los periodistas con mucha cabeza.

Todo esto no se deja ver porque algunos han decidido ponerle un velo. Un burka. Resulta que hay unos cuantos que deciden lo que está bien y lo que está mal sin conocer nada ni de lejos. Son ignorantes y eso que muchos son periodistas. Yo también soy periodista, aunque a veces me duele el calificativo. En fin.

El boxeo es una de las cosas proscritas por la modernidad. Como los toros. Que le den por culo a la modernidad.

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