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Posts Tagged ‘Sangre’

Ayer volví a ver a miles de personas adultas comportándose como fans adolescentes e histéricos.

\La infanta Elena pidiendo fervorosamente la segunda oreja.\

La cosa tendría muchísima gracia si no fuera porque lo que les volvía tan locos, lo que jaleaban, lo que fomentaban, lo que disfrutaban, era esto:

Parando, templando y mandando

A mí eso no me parece torear, a mí eso no me parece parar, templar y mandar, a mí eso no me parece poder a un toro, a mí eso no me produce satisfacción, a mí eso no me emociona. A mí eso me parece tremendismo, a mí eso me parece una locura, a mí eso me parece tirarse a los pitones de un toro, a mí eso me produce desazón, a mí eso me conmociona. A mí no me gusta. Es mi opinión y vale lo mismo que la de cualquiera. Poco.

P.S.: Normalmente, este post se tendría que titular «Observaciones taurómacas (6)» pero, como he dicho, ayer, por mucho que observé, no encontre tauromaquia por ningún lado.

P.S. 2: De todo lo que he visto por la Red, suscribo letra por letra lo que explica Manon (la foto del gladiador que cuelgo, y que cuelga, es suya, claro). También me parece interesante lo que dice Ramón Muñoz. Y, del otro lado, está muy bien escrito lo de Israel Cuchillo.

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Bela Sandor y Suso Garc�a Simón

El boxeo es una de las cosas proscritas por la modernidad. Como los toros. Los correctos no quieren ver golpes y sangre. Como si ambas cosas no formasen parte de la vida. Los que tienen la razón por el mango no pueden ver la nobleza y la pureza de este deporte. Como si los gimnasios fuesen canteras de delincuentes y no lo que son: generadores de sudor y oportunidades, a veces únicas, de salir del arroyo de odio y tedio que encharca los barrios de todo el mundo. Yo estuve el jueves y el viernes en Vigo por eso del Campeonato del Mundo del peso mosca entre Iván Pozo y Omar Narváez. Fui a hacer un reportaje y porque me gusta este deporte. Y vi golpes y sangre. Pero, sobre todo, vi nobleza y pureza.

Omar Narváez escucha los himnos

Estuve encerrado en el vestuario del aspirante gallego esperando el momento de su combate. Estuve en capilla con Iván y con su entrenador, Francisco Amoedo. Y con los otros boxeadores del gimnasio Saudade de Vigo que peleaban en la velada. Con César Martínez, con Suso García Simón, con David Blanco, con Pedro Fernández. Todos eran tíos normales, más o menos simpáticos, más o menos habladores, más o menos listos. Deportistas que sólo se diferencian de ésos que dan patadas a un balón en que tienen la nariz un poco más rota y los ingresos mucho más escasos.

Iván Pozo se levanta de su esquina

Iván perdió. En frente tuvo a un boxeador superior. Omar Nárvaez sacó de la distancia al de Vigo. Le esquivó todos los golpes con una cintura eléctrica. Le dejó vaciarse de fuerza y de moral para aplicarle luego una series largas y rápidas que le llegaban por todo el cuerpo. Omar Narváez es, desde el viernes, trece veces Campeón del Mundo de la WBO con todo merecimiento. Los es desde antes del octavo asalto porque Paco Amoedo tiró la toalla. No tenía sentido que su pupilo siguiese recibiendo para nada. Iván aceptó la derrota con serenidad y analizó lo sucedido ante los periodistas con mucha cabeza.

Todo esto no se deja ver porque algunos han decidido ponerle un velo. Un burka. Resulta que hay unos cuantos que deciden lo que está bien y lo que está mal sin conocer nada ni de lejos. Son ignorantes y eso que muchos son periodistas. Yo también soy periodista, aunque a veces me duele el calificativo. En fin.

El boxeo es una de las cosas proscritas por la modernidad. Como los toros. Que le den por culo a la modernidad.

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