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Posts Tagged ‘Detroit’

Estreno página en la revista Man. Se llama «Here comes your MAN» y, con la excusa de hablar hombres en los que merece la pena fijarse, escribo sobre lo que me da la gana. Lo mejor es que el texto va acompañado de una ilustración del gran Ricardo Cavolo. Por cierto, Ricardo tiene estos días una exposición en Espacio Valverde, se llama «Vida» y es más que recomendable.

Acabo de ver unas fotos de Iggy con un vestido de mujer azul eléctrico y un bolso de Dior en la muñeca. Es una sesión de Mikael Jansson para New York Times de hace un año que alguna caprichosa marea de Internet ha reflotado. La noticia no es tal, en cualquier caso, porque la iguana se ha pasado un cuarto de vida vestido de tía, igual que de hombre. La otra mitad ha estado medio en pelotas pero eso qué más da. La noticia es que al muy cabrón le queda bien el traje.

Es cierto que tiene la piel arrugada como una vieja y que se está quedando un pelín flácido, pero conserva la esencia de algo a punto de extinguirse: el icono rock. La cara y el cuerpo de Iggy Pop en 2012 son una maravillosa y coherente evolución de la cara y el cuerpo de James Newell Osterberg Jr. en 1966, cuando se mudó a Ann Arbor, Michigan, y conoció a los hermanos Asheton. Entonces era un pipiolo con facha de nena y perfil de cuchillada. Un dulce para chicos y chicas. Un caramelo envenenado por un montón de marihuana, bastante speed y una actitud hasta entonces desconocida en un Homo sapiens.

Estados Unidos no era un lugar plácido entre los 60 y 70. Se puede uno leer la trilogía americana de James Ellroy para recordarlo o quizás baste con resumirlo en unas palabras: Vietnam, Kennedy, Nixon, Hoover, Panteras Negras, Cuba, hippies, Muhammad Ali, guerra fría, Luther King… En ese momento y en aquel lugar, los Stooges aparecieron en escena tocando la banda sonora del mito de la caverna de Platón. Iggy cantaba la verdad: No Fun, I Wanna Be Your Dog, Penetration. Iggy se retorcía de verdad, se lanzaba al público de verdad, se hería de verdad y se untaba mantequilla de cacahuete de verdad. Iggy era la verdad y todo lo que vino después no fueron más que sombras proyectadas de esa verdad. Si restásemos la existencia de los Stooges de la historia del rock, los Sex Pistols serían otra banda glam, hardcore definiría sólo un género porno y Kurt Cobain estaría vivito y trabajando en un McDonalds.

Yo lo supe en 1986. Por aquel entonces el punk era mi pastor y nada me faltaba. Escuchaba a Dead Kennedys, Eskorbuto y todos los demás. Un día, me hice con una casete del Raw Power. El tercer disco de los Stooges es, probablemente, el mejor disco con peor sonido de la historia y la culpa es de David Bowie. El tercer disco de los Stooges es la confirmación de que ese grupo había dejado el punk inventado allá por el 73. En cuanto lo escuché, me puse a olfatear a Iggy, pero resultó que incluso él mismo estaba siendo su propia sombra.

Bowie no sólo estropeó la mezcla del Raw Power, también se quedó prendado de Iggy Pop, lo separó de los Stooges, se lo llevó a Berlín y le colocó en fiestas de lo muy muy y lo más más. El vampiro chupó la sangre a la iguana y, desde entonces, éste sólo ha podido hacer un himno (The Passenger) y algunas buenas canciones. Mucho más que suficiente. Notable alto. Está feo eso de exigir a nuestros héroes del rock como si fuesen superhéroes. No se puede cambiar el curso de la música cada viernes, ni desayunar anfetaminas a diario, ni cumplir años sin envejecer. Yo, desde luego, creo que no soy capaz. En cambio, sé que volveré a ver a Iggy y los Stooges ahora que vuelven por aquí. Porque sé que aún queda mucha verdad en esa tía buena de 65. Porque sé, sobre todo, que mi verdad se esconde en los 3.27 segundos de Search and Destroy.

Suena Search and Destroy, Iggy and The Stooges.

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Esto sí que es techno de Detroit (bueno, de Toledo, Ohio, que es donde está la sede de Jeep). Dos semanas de ensayos y siete horas de grabación hasta lograr la toma buena. Obra de un tal Julian Smith que, mientras espera a rodar su primer largo, se gana la vida, dice él, como «director freelance y YouTubeador». ¿Cuál será su epígrafe en el Impuesto de Actividades Económicas?

Vía AudioPorn Central.

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Twitter es la cuestión. El tiempo que dejan libre la gripe porcina y la crisis hay que dedicarlo a hablar (o escribir) de Twitter. El otro día, en una comida, oí que alguien se preguntaba si la marca de microblogging podía llegar a ser «el nuevo Google». Demasiado pacharán. La mayoría de la población sigue llevando una vida más o menos completa sin tener ni idea de qué coño es Twitter. Una noticia reciente decía que el 60% de los que se abren una cuenta la abandonan al rato. No tengo estadísticas pero sospecho que buena parte del 40% que se queda lo hace para preguntarse para qué sirve. Sólo unos pocos adelantados han encontrado alguna utilidad a la cosa. Richie Hawtin es uno de ellos. Cómo no. El DJ y productor canadiense siempre está a la que salta en estos asuntos y ha desarrollado una aplicación que tiwttea los temas que van pasando por su Traktor en sus sesiones. Vamos, que mientras el hombre plástico está poniendo patas arriba un antro en Rotterdam uno puede ir viendo los temas que salen por los altavoces en su pantalla a través de su cuenta de Twitter. No va a acabar con el virus recesivo ni con la economía porcina pero algo es algo.

Aquí dejo el primer cacho de un documental sobre Richie que he encontrado en YouTube. Tiene imágenes y sonidos de los primeros tiempos de Detroit y algunas cosas curiosas más. A mí me ha traído recuerdos divertidos, como cuando coincidí en un hotel de Loja, Granada, con un Hawtin recién llegado, con su pinta de empollón ultratímido. El mismo bandarra que unas horas después reventó a miles de andaluces convocados por Satisfaxion y acostumbrados al breakbeat con una mitiquísima sesión de techno minimal (pero minimal de verdad).

Visto en AudioPorn Central.

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