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Dentro de dos días, el 4 de agosto, se cumplirá un mes del inicio de Cycle Me Home, la aventura de Levi. Un estudiante húngaro de Erasmus en Madrid que, al acabar su semestre y tras enamorarse de una bici, decidió hacer el camino de vuelta a Budapest pedaleando y siendo grabado por unos colegas de estudios (de cine) de allí y de aquí con la idea de hacer un documental. Levi y compañía acaban de dejar Venecia y tienen previsto llegar a su destino el día 10, a tiempo para el festival Sziget (pedazo de cartel, por cierto). Levi salió de Madrid desde el campeonato de mensajeros y la idea era que se fuese sumando gente de todos los países a su ruta. Sospecho que soñaba con montar un lío más gordo, generar movimiento alrededor de la bici y tal. No sé si ha sido así. Qué más da. Lo chulo es que él y sus amigos tuvieron la idea, la están llevando a cabo y los vídeos que van colgando están quedando la mar de majos (abajo pongo los dos últimos). Y lo acojonante es que Levi va con una bici de piñón fijo. Casi 3.000 kilómetros sin parar de dar pedales. Grande.

Su web: www.cyclemehome.com

Su Facebook: www.facebook.com/cyclemehome

Suena algo que sonará en el Sziget: Mariachi el Bronx haciendo el I Would Die 4U de Prince (que también toca allá).

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Es curioso, se dice que Madrid es una de las ciudades más perras para ir en bici. Te dicen, cuando dices que vas en bici por Madrid, que es muy peligroso, que los conductores no respetan a los ciclistas, que no hay carriles bicis… Y seguramente tengan razón. Pero el caso es que te vas a otro lugar, mucho más preparado para la cosa del pedal, y te sientes tan torpe como la primera vez que lo hiciste sin ruedines. Toronto es una ciudad muy maja. Con gente de todos los colores, bastante buen rollo en el ambiente y perritos calientes bien ricos. Toronto es, además, una ciudad bien acogedora para el ciclista. Carriles bici en buena parte de las calles, respeto de los coches al pedaleador, un servicio de alquiler de bicis y mogollón de gente subida al sillín todo el rato. Vale. Pues yo también me he tirado todo el día subido al sillín y, aunque he sobrevivido sin mayores problemas, he estado torpón e inseguro.

Y me he puesto a pensar en los motivos y he sacado algunos. Que no iba en mi montura habitual, que no conocía las costumbres de los conductores, que en el fondo me gusta que me lo pongan difícil… Y la verdad es que ahora que lo pienso sin dar pedales a la vez, no lo tengo tan claro. He usado dos bicis. Una híbrida con millones de marchas, amortiguador delantero y, oh, frenos y uno de los armatostes que te alquilan en la calle bajo el nombre de Bixi, con cestita de palo, tres posibilidades de cambio y una postura como de ciclomotor. Cualquiera de las dos sería elegida por cualquier otro ser humano mil veces antes que mi Raleigh, un hierro a piñón fijo, sin posibilidad de cambiar de desarrollo ni de frenar con otra cosa que no sea el contrapedal. Lo de los conductores ya lo he dicho, son muy civilizados, aunque la costumbre obliga a ir a un lado de la calzada y no por el centro, como suelo hacer en Madrid. En cuanto a lo de que me lo pongan difícil, pues es una mentira como un templo, que soy el pequeño de la familia.

Así que este texto tiene toda la pinta de ir a la deriva, sin conclusión a la vista. Vaya decepción para el que haya llegado hasta aquí, con lo largo que me está quedando. Pero no, que viene el giro de última hora. Todo esto me vale para hacer una declaración de amor. Echo de menos a mi chica. Con mi bici, Toronto sería otra cosa. Una pista. Nena, sé que me estás leyendo, vente para acá y vamos a cabalgarnos esta ciudad de arriba a abajo, por delante y por detrás.

Suena, ya que me he vuelto completamente loco, un descubrimiento reciente cortesía de otra locura maravillosa (a la que aplico, por cierto, la metáfora), The Wave Pictures, I Love You Like a Madman.

La foto de arriba es de mi primer polvo de hoy, una Diamond Back (como mi otra chavala pero mucho más fea) de paseíllo que posa en una de las playas de las guapísimas Toronto Islands. La otra es la imagen de las bicis de Bixi, ciclomotores sin motor poco más o menos.

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