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Biciosos, un libro de Pedro Bravo

La vida tiene estas cosas. Un día tomas una decisión de volver a usar la bici para moverte por tu ciudad y (no muchos) años más tarde acabas publicando un libro sobre el asunto. En efecto, desde hace semana y pico está en las librerías Biciosos, ¿por qué vamos en bici? y otras preguntas que te haces cuando vas a pedales, que ha tenido a bien publicar (y ha editado estupendamente) la editorial Debate.

Creo que fue hace más o menos doce meses cuando me sentaba con Miguel para hablar de esto. A él le parecía buena idea hacer un libro sobre el uso urbano de la bici y a mí, que le escuchaba, me lo pareció también. Él es un hombre que va en bici y edita libros y yo un tipo que escribe y va en bici. Así que todo cuadraba perfectamente. Sólo quedaba un pequeño problema, ponerse a ello. Como se puede ver por el caso que le hago a este blog, ando liado con millones de cosas. La vida está cara y ganársela dá mucho trabajo. Así que escribir un libro y tener una fecha de entrega era lo mejor que me podía pasar. Esto, que puede sonar a ironía, no lo ha acabado siendo tanto. Me he divertido, he aprendido y he sufrido también, que eso de tener otra cosa más que hacer da mucho estrés, aunque decidas posponerla. Digamos que he pasado un añito agitado, agitador y agitante (si es que esta palabra existe). Pero gracias a eso no sólo he parido este librito del que ahora estoy orgulloso de narices, sino que me he metido en un proceso de conocimiento interior la mar de interesante. Pero como es interior, se queda aquí dentro. Al lado de mis calzoncillos.

Lo mejor de todo es que la bici me ha dado mucho más que este libro. Una decisión como la de volver a coger la bici, en principio poco relevante para grandes transformaciones personales, a mí sí me ha ayudado a transformarme. O a evolucionar, al menos. Ir en bici te acerca a ti mismo, al yo del que uno se va alejando cuando se mete en coches o metros y deja de moverse por sus propios medios. Ir en bici, creo que ya lo he dicho por aquí, me da buen rollo y, esto lo cuento en el libro, me hizo reencontrarme con Noemí. Ir en bici me ha centrado más en lo que quiero ser y no en lo que tengo que hacer y por eso estoy encantado de compartir un par de centenares de páginas con toda persona que lea el libro. Como hace la torta que no escribbo en el blog, creo que hasta se me ha olvidado cómo se hace y siento que me estoy liando y expresando fatal. Pero en el libro no se me dá tan mal, en serio.

Suena Soul Makossa, de Manu Dibango.

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Derecho a ir en bici, Pedro Bravo, www.la.opcionb.com

Hasta ahora, yendo en bici por algunas ciudades españolas como la mía, Madrid, uno se ha podido sentir de muchas maneras: extraño, con miedo, solo, intoxicado, olvidado, despreciado, entretenido, esforzado, agotado… En general: jodido pero contento… Si todo va mal y se aprueba en nuevo Reglamento General de Circulación (RGC) tal y como está redactado en este borrador, hay un sentimiento que predominará sobre cualquier otro en todos los ciclistas que se atrevan a ir en bici por su ciudad. El sentimiento de persecución.

En vez de adaptarse al presente y preparar el futuro, el citado borrador plantea el uso de la bici como una excentricidad en las ciudades. Y, así, margina, arrincona y penaliza a los ciclistas. Más allá de algún momento cómico -«Los ciclistas circularán a la velocidad que les permita mantener el control de la bicicleta, evitando caer de la misma…»-, la cosa no tiene mucha gracia y su inconveniencia ha puesto de acuerdo a todos los ciclistas. Los motivos son, principalmente, éstos:

· «En vías con límite de velocidad igual o inferior a 50 km/h, que dispongan de al menos dos carriles de circulación por sentido, los ciclistas circularán por la calzada y por el carril derecho, favoreciendo el tránsito del resto de vehículos que circulen a mayor velocidad. Podrán circular por los otros carriles cuando vayan acambiar de dirección, o cuando lo precisen. En las que dispongan de un carril de circulación por sentido, los ciclistas circularán preferentemente por la parte derecha del carril en la medida en que su seguridad y la de los otros usuarios lo permitan, favoreciendo el paso a otros vehículos.

· «Los ciclistas, y en su caso los ocupantes, estarán obligados a utilizar cascos de protección homologados o certificados según la legislación vigente. Los ciclistas en competición y los ciclistas profesionales en entrenamiento o en competición, se regirán por sus propias normas».

Enviar a los ciclistas al lado derecho de la calzada es llevarlos, llevarnos, a la extinción. Allí, cerca de donde se abren las puertas de los coches aparcados sin mirar, de los retrovisores, de los peatones que cruzan la calzada despistados y, sobre todo, a merced de los coches que pasan a nuestra izquierda sin contemplaciones, es donde los ciclistas somos más frágiles. Siempre que alguien me dice que va a empezar a coger la bici le doy un único consejo: vete por el centro del carril, donde te vean y donde puedas ver, donde tengas tiempo de reacción, donde nadie en coche piense que puede adelantarte sin poner en peligro tu integridad, donde tienes derecho porque eres tan ciudadano como el conductor. Si todo va mal y aprueban este borrador de DGC, seguiré dando ese consejo pero será un consejo ilegal.

Ahora, lo del casco. Aquí hay opiniones y estudios que caen para ambos lados. Es difícil convencer a alguien que cree que el Estado debe intervenir en asuntos de libertades individuales por eso de la presunta seguridad o salud pero hay un hecho incontestable. Obligar al uso del casco para la bicicleta en ciudad es señalar tal actividad como un asunto de riesgo que las estadísticas dicen que no es. Por tanto, no es una política que fomente la bicicleta y es la política contraria a la que está adoptando desde Londres a Nueva York, pasando por París. Sólo en Australia e Israel es obligatorio el casco y, ojo al dato, sólo ahí baja el uso de la bici.

Los que estéis leyendo esto y no vayáis en bici podéis pensar que no es cosa vuestra, que no os afecta. No os equivoquéis. Más bicis hacen mejores ciudades. Ciudades más amables y limpias, más seguras y respirables, más cercanas. Y también mejores ciudadanos. Ciudadanos que comparten y saben convivir, que se comunican, que se respetan, que sonríen y disfrutan. Marginar al que va en bici es, ahora mismo, la decisión más estúpida en materia de movilidad que un legislador puede apuntarse. los ejemplos internacionales de antes, hablan.

Pero hay algo más. España no se divide entre ciudadanos que van en bici y ciudadanos que no. Del mismo modo que todos somos siempre peatones, todos podemos ser cuando queramos ciclistas. Y deberíamos tener derecho a ello. El mismo derecho. ¿Por qué yo, si decido coger mi coche, puedo ir por cualquier carril sin que nadie me diga nada y si decido ir en bici tengo que arrimarme a la derecha, donde estoy más indefenso y corro más riesgo? ¿Por dónde voy si, como es lógico, no puedo ir por la acera pero casi no puedo ir por la calzada? ¿Por que pierdo derechos cuando me subo en un vehículo que no contamina y puede difícilmente provocar un accidente mortal?

Siempre he pensado que en España, con tanto debate sobre la bici y tan poco uso de la bici, estábamos escondiendo miedos. Miedo a volver a ser los que fuimos de niños subidos a nuestras bicis, miedo a renunciar a esa presunta comodidad de cuatro ruedas, miedo a la convivencia entre peatones, ciclistas y conductores, miedo, incluso, a adaptarnos a los tiempos. Si todo va mal y aprueban el borrador de RGC, el miedo será finalmente impuesto por ley, extendido y difícilmente reversible.

Parece que quedan nueve días para que eso ocurra o no. Hay tiempo para manifestar nuestro rechazo. Luego, sólo nos quedará la desobediencia y esquivar multas.

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Pues sí, el ciclista también tiene síndrome postvacacional. En este caso, el ciclista, que soy yo, tiene el síndrome postvacacional de todos los demás, de los que han vuelto de vacaciones en manada. Qué bien que se circulaba en julio. Y no veas cómo se iba en agosto, incluso sorteando peregrinos. Madrid en verano es una pista casi libre a la que uno se acostumbra muy rápidamente. Lo malo es que el tiempo tiene la manía de pasar y agosto se convierte en septiembre y, por eso, Madrid vuelve a ser el enjambre de coches del que uno se había conseguido olvidar. Y la verdad es que cuesta hacerse a semejante jaleo. Lo que no sé es si la cosa será recíproca. O sea, yo he notado la vuelta de todos los conductores a su actividad habitual como noté su ausencia pero, ¿notarán los conductores que yo me vaya? Por favor, no me respondan ahora, háganlo… después de mis vacaciones. Hala.

Suena Septiembre, de Los Enemigos (que vuelven).

La foto no fue tomada en agosto ni en una bici, fue en mayo y desde un autobús. Pero a mí me gusta.

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Dentro de dos días, el 4 de agosto, se cumplirá un mes del inicio de Cycle Me Home, la aventura de Levi. Un estudiante húngaro de Erasmus en Madrid que, al acabar su semestre y tras enamorarse de una bici, decidió hacer el camino de vuelta a Budapest pedaleando y siendo grabado por unos colegas de estudios (de cine) de allí y de aquí con la idea de hacer un documental. Levi y compañía acaban de dejar Venecia y tienen previsto llegar a su destino el día 10, a tiempo para el festival Sziget (pedazo de cartel, por cierto). Levi salió de Madrid desde el campeonato de mensajeros y la idea era que se fuese sumando gente de todos los países a su ruta. Sospecho que soñaba con montar un lío más gordo, generar movimiento alrededor de la bici y tal. No sé si ha sido así. Qué más da. Lo chulo es que él y sus amigos tuvieron la idea, la están llevando a cabo y los vídeos que van colgando están quedando la mar de majos (abajo pongo los dos últimos). Y lo acojonante es que Levi va con una bici de piñón fijo. Casi 3.000 kilómetros sin parar de dar pedales. Grande.

Su web: www.cyclemehome.com

Su Facebook: www.facebook.com/cyclemehome

Suena algo que sonará en el Sziget: Mariachi el Bronx haciendo el I Would Die 4U de Prince (que también toca allá).

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El jueves pasado estuve en la Bicicrítica. Por fin. Como he dicho antes por aquí, he ido bastante en bici por Madrí toda la vida y desde hace más de un año no me bajo. Pero, por lo que sea, no había montado nunca en estas quedadas de último jueves de mes. La cosa, para el que no lo sepa, es juntar una masa crítica de ciclistas para reivindicar su uso en la ciudad, caiga quien caiga y se pare el tráfico que se pare. El caso es que estuve el jueves pasado, con Manu y David Dale Pedales. Y me pareció bien y, también, me pareció mal. Estupendo lo de que el grupo acoja a gente a la que de otro modo le daría miedo ir en bici, fenomenal lo de reivindicar la lógica de la movilidad a pedales frente a la sinrazón del automóvil, genial lo del rollo festivo, la música y las pistolas de agua, muy colorido el tema con los mensajeros llegados de toda Europa para el campeonato EMC2011 del pasado finde…

Pero un poco de mal rollo la actitud beligerante de bastante ciclista ante el conductor y el peatón. Creo yo que de lo que se trata aquí es de que aprendamos a convivir unos con otros, que compartamos ese espacio que es de todos y que llamamos ciudad. Y espero que ese mal rollo no lo paguemos otro día cualquiera de los que vamos sobre sillín, a ver si se va a crear lo contrario que se busca y vamos a terminar de caer fatal a todo quisque los de las bicis. Algo así cuenta esta entrada de Muévete en bici por Madrid que me ha pasado por Twitter Lucía. Dicho lo cual, me acabo de dar cuenta de que me estoy convirtiendo en un moderado. Con lo que yo he sido.

Suena La cumbia de la bicicleta, de David Aguilar.

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Es fácil. Me gustan las bicis. Me gustan las chicas. Me gustan mucho las chicas en bici. Esta de abajo también.

Este bonito vídeo de la moza refréscando su pedalada es de la revista Jacques Magazine, una versión actual de las clásicas revistas eróticas que recomienda vivamente el compañero Javi que para estas cosas tiene buen tino. Gracias.

Suena, porque también está lleno de lindas mujeres, Serpiente negra, de Guadalupe Plata.

 

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Es curioso, se dice que Madrid es una de las ciudades más perras para ir en bici. Te dicen, cuando dices que vas en bici por Madrid, que es muy peligroso, que los conductores no respetan a los ciclistas, que no hay carriles bicis… Y seguramente tengan razón. Pero el caso es que te vas a otro lugar, mucho más preparado para la cosa del pedal, y te sientes tan torpe como la primera vez que lo hiciste sin ruedines. Toronto es una ciudad muy maja. Con gente de todos los colores, bastante buen rollo en el ambiente y perritos calientes bien ricos. Toronto es, además, una ciudad bien acogedora para el ciclista. Carriles bici en buena parte de las calles, respeto de los coches al pedaleador, un servicio de alquiler de bicis y mogollón de gente subida al sillín todo el rato. Vale. Pues yo también me he tirado todo el día subido al sillín y, aunque he sobrevivido sin mayores problemas, he estado torpón e inseguro.

Y me he puesto a pensar en los motivos y he sacado algunos. Que no iba en mi montura habitual, que no conocía las costumbres de los conductores, que en el fondo me gusta que me lo pongan difícil… Y la verdad es que ahora que lo pienso sin dar pedales a la vez, no lo tengo tan claro. He usado dos bicis. Una híbrida con millones de marchas, amortiguador delantero y, oh, frenos y uno de los armatostes que te alquilan en la calle bajo el nombre de Bixi, con cestita de palo, tres posibilidades de cambio y una postura como de ciclomotor. Cualquiera de las dos sería elegida por cualquier otro ser humano mil veces antes que mi Raleigh, un hierro a piñón fijo, sin posibilidad de cambiar de desarrollo ni de frenar con otra cosa que no sea el contrapedal. Lo de los conductores ya lo he dicho, son muy civilizados, aunque la costumbre obliga a ir a un lado de la calzada y no por el centro, como suelo hacer en Madrid. En cuanto a lo de que me lo pongan difícil, pues es una mentira como un templo, que soy el pequeño de la familia.

Así que este texto tiene toda la pinta de ir a la deriva, sin conclusión a la vista. Vaya decepción para el que haya llegado hasta aquí, con lo largo que me está quedando. Pero no, que viene el giro de última hora. Todo esto me vale para hacer una declaración de amor. Echo de menos a mi chica. Con mi bici, Toronto sería otra cosa. Una pista. Nena, sé que me estás leyendo, vente para acá y vamos a cabalgarnos esta ciudad de arriba a abajo, por delante y por detrás.

Suena, ya que me he vuelto completamente loco, un descubrimiento reciente cortesía de otra locura maravillosa (a la que aplico, por cierto, la metáfora), The Wave Pictures, I Love You Like a Madman.

La foto de arriba es de mi primer polvo de hoy, una Diamond Back (como mi otra chavala pero mucho más fea) de paseíllo que posa en una de las playas de las guapísimas Toronto Islands. La otra es la imagen de las bicis de Bixi, ciclomotores sin motor poco más o menos.

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Hace casi un año que he vuelto a moverme en bici por Madrí. Más allá de solución a la movilidad,  aporte contra la polución, ahorro en bonobús y beneficios para la salud, lo que me sube a los pedales cada día es algo muy simple: me hace feliz. Si leyesen esto un sueco, un holandés o un sevillano, se descojonarían. La bici es el único transporte urbano privado con futuro. Pero los familiares y amigos aún miran con cara de asombro, como si les acabase de decir que me muevo en submarino por Chamberí, y sueltan cosas como: «Pero, ¿no es peligroso?», «¿y las cuestas?», «¿llevas casco?», «¿se puede ir borracho o te quitan puntos?»… Llevo tiempo pensando en escribir sobre la bici y ahora que lo que no tengo es mucho tiempo, lo hago. No para exactamente contestar a esas preguntas sino porque me sale de las narices. Pero, ojo, igual se cuela alguna respuesta.

Ayer iba por Concha Espina. Por la acera, porque pensaba que me evitaba el rollo de subir la cuesta a ritmo de piñón fijo por la calzada aguantando a los coches, porque iba en plan tranquilo y porque hay sitio. No contaba con que, al adelantar a un hombre elegantemente vestido, ha salido de su boca un lapo que, creo, sólo ha pasado rozando el dobladillo de mi vaquero. «Perdón», ha dicho el hombre. Y yo, que soy un ciclista de bien, lo he perdonado. Pero mejor no olvidarlo. Anotado queda otro peligro para el ciclista. La saliva sobrante.

Suena, claro, Escupe, de Cicatriz.

La foto es de Cris y el pedal es de mi nueva vieja bici, una preciosa chavala preparada por David Dale Pedales.

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Se ve que a la gente le parece que la boina está pasada de moda salvo la que está causada por la contaminación. Se ve que la culpa es siempre del gobierno y que la responsabilidad es algo que exigimos a nuestros hijos pero no a nosotros mismos. Se ve que es más limpio cagarse en un alcalde que cagarse encima. Se ve que las señales de la gastroenteritis y las gripes, los vómitos, diarreas, mocos y esputos, son combustible para los vehículos ahora que la gasolina está cara. Se ve que nos molesta el humo en los bares pero no en la calle. Se ve que coger el coche es una necesidad de esas primarias, como mear o follar, que hay que hacer todos los días y de forma casi inconsciente. Se ve que ir en bici por la ciudad es muy peligroso porque la ciudad está llena de coches conducidos por gente que piensa que ir en bici es muy peligroso. Se ve que correr fuera del gimnasio es de cobardes y andar, de pobres. Se ve que si los españoles tienen que elegir entre respirar y conducir, lo tienen claro. ¿Se ve? Yo no veo nada más que gente que se queja. Y eso también contamina.

Suena, en bici, Goat Hurt, de No Age.

La imagen es de aquí.

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