Ayer volví a ver a miles de personas adultas comportándose como fans adolescentes e histéricos.
La cosa tendría muchísima gracia si no fuera porque lo que les volvía tan locos, lo que jaleaban, lo que fomentaban, lo que disfrutaban, era esto:
A mí eso no me parece torear, a mí eso no me parece parar, templar y mandar, a mí eso no me parece poder a un toro, a mí eso no me produce satisfacción, a mí eso no me emociona. A mí eso me parece tremendismo, a mí eso me parece una locura, a mí eso me parece tirarse a los pitones de un toro, a mí eso me produce desazón, a mí eso me conmociona. A mí no me gusta. Es mi opinión y vale lo mismo que la de cualquiera. Poco.
P.S.: Normalmente, este post se tendría que titular «Observaciones taurómacas (6)» pero, como he dicho, ayer, por mucho que observé, no encontre tauromaquia por ningún lado.
P.S. 2: De todo lo que he visto por la Red, suscribo letra por letra lo que explica Manon (la foto del gladiador que cuelgo, y que cuelga, es suya, claro). También me parece interesante lo que dice Ramón Muñoz. Y, del otro lado, está muy bien escrito lo de Israel Cuchillo.