El siguiente texto apareció en el número de junio de la revista Calle 20. Cuenta la peripecia de Daniel Lavin, un madrileño con ganas de hacer cine que se ha pagado y dirigido su primer largo. Hay un pequeño detalle que lo hace todo más… acrobático: el tío lo ha hecho en la ciudad en la que vive. Tokio. El reportaje, convenientemente maquetado y eso, se puede ver dándole al siguiente link: acrobats.
Un madrileño de 28 años decide ir a Tokio a pasar unos meses. Le gustan el manga y el cine japonés, le atrae la cultura de allí, siente que el viaje puede ser una experiencia decisiva en su vida. En Tokio, una ciudad en continuo movimiento que captura almas inquietas, conoce a una japonesa. Ikuko es amiga de una compañera de hostal. Quedan a tomar unas copas y pasa lo que tiene que pasar. Tres meses después, Daniel vuelve a Madrid con una experiencia decisiva y una futura esposa.
Ikuko y Daniel piensan dónde vivir juntos. Ella tiene trabajo estable en Tokio. Él ha estudiado cine y anda buscándose la vida en el audiovisual español sin mucha suerte. Deciden que será él quien se embarque en la aventura. Decide Daniel que va a aprovechar el impulso para cumplir un sueño. Se planta en Tokio con una cámara de vídeo, un ordenador, poco dinero, ningún conocido en el sector y un objetivo: rodar un largo.
Esta historia no es el argumento de una película. Es la historia del rodaje de una película. Es el relato de una acrobacia. La que ha hecho falta para finalizar Acrobats. «El mayor miedo no era realizar la película en un país y en una lengua diferentes, sino el no realizarla en absoluto». Daniel Lavin habla con Calle 20 desde Tokio y por Skype. Lo hace despacio y con una seguridad en sí mismo que se antoja necesaria para meterse en semejante jaleo. «Si me hubiera quedado en Madrid, a lo mejor habría entrado en el rollo burocrático eterno de buscar una subvención. Preferí hacerlo por mi cuenta, sin medios pero con ilusión».
Calcula que la peli ha costado 12.000 euros, incluyendo la cámara y los micrófonos. Nadie ha cobrado un yen. Se ha rodado en plan guerrillero. Sin permisos. Casi siempre en fin de semana, por eso de que hay que currar para comer. Acrobats es producto de la fe ciega de su director pero también de la del resto de los participantes. De los técnicos, coreanos, americanos, ingleses, un neocelandés y un chino, y de los seis actores, todos japoneses. Por cierto, ¿fe ciega o inconsciencia? «Las dos cosas».
El resultado es sorprendente. Acrobats es un film de autor. Hiperrealismo crudo y minimalismo expresivo rodado cámara al hombro. El retrato de un momento de las vidas de tres funambulistas sin futuro ni presente que hacen equilibrios sin avanzar y sin red. Tres historias que se cruzan, pero poco, de tres personas solas en una ciudad de trece millones de habitantes. «El hecho de que haya muchos exteriores -explica Daniel- acrecienta esa sensación de soledad. En un interior siempre tienes más impresión de estar atrapado, pero en una ciudad como Tokio, un tanto claustrofóbica, se produce el mismo efecto».
Que nadie espere un Lost In Translation o un tercio de Babel. Daniel no ha visto Tokio con los ojos de un gaijin, como se les llama allí a los guiris. «No quería ser el típico occidental, quedarme con los tópicos, sino ser fiel a la historia. Imagínate que yo fuera japonés y rodase en España: huiría de toros y flamenco».
«Daniel ha sido muy valiente», asegura Lara Pérez Takagi, su ayudante de dirección. «Ha estado decidido en todo momento y gracias a esa actitud le hemos seguido hasta el final». Cuando un trapecista con años de carrera se dispone a dar un doble salto mortal, sabe que es la experiencia, más que la suerte, lo que le hará llegar vivo al otro lado. Cuando lo hace uno con pocas horas de vuelo, más le vale contar con la ayuda de los hados para no partirse la crisma. Daniel la tuvo. El destino, o la chiripa, fue lo que le llevó a conocer a Lara. Alguien en la embajada de Japón en Madrid le dio su email mientras preparaba su visado. Ella, hija de español y japonesa, cursa un master en ciencias multimedia en la Universidad Waseda. Ella, que está acabando un documental propio, fue la primera en subirse al trapecio de Daniel. Ella, que habla el idioma del Sol naciente, ha sido fundamental para que el ejercicio haya acabado bien.
En Madrid, Daniel había terminado el guión y trabajado en la preproducción. En Tokio, ya con Lara, encontró al resto del equipo y a los actores. Y aquí vienen las curvas. Una actriz protagonista que se echa para atrás justo antes de empezar a rodar. Y otra, su sustituta, que lo hace en pleno rodaje. Una escena inofensiva para una española pero que a las mujeres japonesas les daba yuyu. «Parece -explica Daniel- que son muy recelosas con el tema del sexo». «En Japón -añade Lara-, muchos actores dejan el rodaje a medias sin razón aparente, sobre todo las actrices. Pierden fácilmente la motivación».
Daniel decidió cambiar el guión. No quitar esa escena pero sí dar protagonismo a otros personajes para no depender de las cosas de las niponas. Convirtió un problema en una solución. Y así, con todo. «Los directores japoneses son muy duros, presionan al actor, imprimen tensión. Es una forma de trabajar muy antigua, casi militar». Habla desde Tokio Jun Matsuo, uno de los protagonistas. «Daniel siempre creaba un ambiente relajado. Supongo que es la actitud española».
El rodaje fue de enero a julio de 2007. El resto del tiempo, hasta ahora, ha sido para la edición, tomas extras y diálogos adicionales. Y para el diseño de sonido y la música. De ello se ha encargado, en Madrid, David G. Llanera, amigo del Instituto de Daniel, parte de grupos como Delco y Starter y con experiencia en cortos. «La comunicación lo es todo y no tener a Daniel al lado ha sido complicado. Es como la diferencia entre hablar con una persona o escribirle una carta. Pero cuando trabajas con alguien que se sacrifica tanto, te quieres subir al carro».
El carro está acabado. Preparado para recorrer festivales y despachos de distribuidoras. Listo para colocar a su autor en la pole position de los nuevos directores españoles. O japoneses. De momento, los tres trailers colgados en Youtube han estado entre los más vistos en Japón. Ha sido fácil. Ha sido difícil. Ha sido posible. Como todas las acrobacias. «Una vez -cuenta Daniel- leí que a Ridley Scott le preguntaban qué consejo daría a la gente que está intentando hacer su primera película. Y él dijo: ‘Simplemente, haz la puta película'». Daniel Lavin ya está empezando a rodar la segunda.
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