Antes pensaba que no hablaba mucho con mi familia. Ahora creo que lo hago un poco más, incluso por redes sociales: 140 caracteres o así.
Suena Skinned, de No Age.
Posted in Evolución, Familia, Internet, tagged comunicación, Familia, hablar, No Age, redes sociales, Twitter on 4 febrero, 2011| Leave a Comment »
Antes pensaba que no hablaba mucho con mi familia. Ahora creo que lo hago un poco más, incluso por redes sociales: 140 caracteres o así.
Suena Skinned, de No Age.
Posted in Cambio, Citas, Disidencia, Libros, Personajes, Política, tagged amor, Anagrama, Bajo el signo de Marte, Cáncer, cobardía, Familia, Fritz Zorn, Realidad, risa, sufrimiento, Vic Chesnutt, Vida, vitalidad on 30 noviembre, 2009| 1 Comment »
Soy joven, rico y culto; y soy infeliz, neurótico y estoy solo. Provengo de una de las mejores familias de la orilla derecha del lago de Zurich, también llamada la Costa Dorada. He tenido una educación burguesa y me he portado bien toda mi vida. Mi familia es bastante degenerada y probablemente también yo arrastre una notable tara genética y además esté dañado por mi entorno. Por supuesto, también tengo cáncer, cosa que se deduce automáticamente de lo que acabo de decir. Pero con el cáncer existe una doble relación: por una parte es una enfermedad corporal, de la cual probablemente muera en un futuro no muy lejano, pero que quizá pueda llegar a superar y a sobrevivir; por la otra, el cáncer es una enfermedad del alma de la que sólo puedo decir: es una suerte que finalmente haya hecho eclosión. Quiero decir con ello que de todo lo que he recibido de mi familia en el transcurso de mi existencia poco grata, lo más inteligente que hice jamás fue enfermar de cáncer».
A lo largo de las 300 páginas siguientes de Bajo el signo de Marte, Fritz Zorn sigue revolcándose en reflexiones sobre su miserable existencia malgastada dentro de los estrechos márgenes marcados por su familia y la «sociedad burguesa»; una vida sin amor, sin risa, sin sufrimiento visible, sin ningún estímulo. Una vida real, puesto que este tío vivió (o algo parecido) 32 años, hasta poco antes de publicar, en 1976. El libro es un poco repetitivo pero sospecho que todos seríamos un poco repetitivos sufriendo esa neurosis, recordando una vida desperdiciada y muriéndonos de cáncer por todo ello. En cualquier caso, esto no pretende ser una crítica literaria sino subrayar la necesidad de testimonios así. A veces uno tiene la sensación de que vivimos anestesiados, pensando que sólo lo «bonito» es lo real y contemplando todo lo «feo» como un espectáculo que nunca nos salpicará a nosotros. Como diría el pobre Fritz, huimos de lo «complicado», buscamos la «tranquilidad» y, así, dejamos la vida pasar sin siquiera vivirla. Y eso nos pasa (o les pasa, espero) a muchos como individuos pero nos pasa también a todos como colectivo. Y así estamos, dejando que crezca nuestro cáncer.
Si me callo, evito sufrimientos a los que prefieren vivir en un mundo que sea el mejor de los mundos posibles, a todos los que no quieren hablar de las cosas desagradables y que sólo desean reconocer lo que es agradable, a todos aquéllos que rechazan y niegan los problemas de nuestro tiempo en lugar de afrontarlos, a todos los que condenan a la gente que condena lo que existe, aun a la más íntegra, y la tachan de malvada, porque ellos prefieren vivir en una pocilga no criticada antes que en una pocilga donde alguien ose pronunciar la palabra ‘puerco’. Pues es justamente a ésos a los que yo no quiero evitar sufrimientos ni prestarles mi apoyo y con los cuales no quiero declararme solidario, puesto que son ellos los que han hecho de mí lo que soy en este momento».
Gracias, José Manuel.
Suena Vic Chesnutt, Coward.
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