Como canta Lidia Damunt, «la Verdad es un periódico de Murcia y nada más». Gracias a una entrada del blog de Silvia, acabo de ver el programa de Samanta Villar dedicado a los porros. Uf. Tengo la sensación de que la periodista (los periodistas) que lo han hecho se la han cogido con papel de fumar y, por eso, han editado esa versión desequilibrada y exagerada del asunto. El cannabis es una sustancia la mar de aceptada en España, a pesar de lo que diga la ley. Por eso es absurdo dedicar 60 minutos de televisión en segundo prime time a retratar a exadictos y freaks en vez de salir a la calle y ponerse a grabar la vida normal del fumador normal. Tan absurdo, que dudo de que haya sido por presión de la cadena y, ni siquiera, de la productora. Más bien, tiene toda la pinta de ser cosa de las ganas de agradar de un director pusilánime o, como ya he dicho, de los propios curritos. Peor para ellos. Hacerlo así sólo resta credibilidad a sus hacedores: plumillas, directores, productora y cadena.
Por suerte, aún se pueden leer por ahí piezas de periodistas honestos y responsables que tratan de que la Verdad salga de la huerta murciana y llegue, por ejemplo, a la percepción pública sobre las manifestaciones contra el G20 en Londres. Todos hemos visto en los informativos las imágenes de los «anarquistas», los «antisistema» o cualquier otro calificativo de redactor de pacotilla rompiendo cristales, colgando muñecos de banqueros y encendiendo fuegos urbanos. Ya lo anticiparon los medios ingleses: llegaban los hunos para hacer temblar los cimientos del sistema. Por lo que se vio, casi lo consiguen. ¿De verdad? Resulta que The Economist, semanario liberal donde los haya, mandó a un periodista al jaleo. El tío, trabajando para quien trabaja, podía haber hecho una crónica desde las mismas puertas del infierno retratando a un montón de bárbaros devorando oficinistas y descuartizando policías. Pero no. El hombre decidió contar lo que vio y lo que vio fue una manifestación pacífica rodeada por un ejército de policías que no dejaban salir a nadie del cordón y algunos pequeños brotes de violencia. Se puede leer pinchando aquí. Yo dejo aquí el párrafo final, en inglés, que no me apetece traducir:
Back in the office, we watch coverage of the day. From their headlines and descriptions, you would think full-scale riots had broken out. There were certainly altercations between the police and small groups of protesters but on the whole, it was fairly peaceful. There were tense moments. Some damage was done. A few people got hurt, but after all the dire warnings of catastrophic lawlessness and turmoil, everything seemed remarkably calm, at least from what we saw. Maybe we missed the mayhem. Or maybe there was none».
Una pena que The Economist no firme la crónica en la Red para dar crédito a su autor. Una pena que haya que rebuscar entre toda la información sobre el tema para encontrar algo así. Una pena que su aproximación a su oficio (y al mío, coño) sea excepcional. Por cierto, hablando del G20 y de verdades, he aquí el comunicado de ATTAC sobre la cumbre, por si alguien quiere saber.
Suena Gil Scot Heron, The Revolution Will Not be Televised.