Segunda y penúltima de la serie ‘Here comes your MAN’ para la revista Man. Desde ya, legendaria colaboración del más legendario Ricardo Cavolo y de mi menda. En este caso, homenaje a otra leyenda, aunque un poco olvidada, del fútbol europeo: el polaco Lato. Por eso de la Eurocopa que acaba este fin de semana y que se ha jugado en Polonia y Ucrania. Por cierto, aúpa España. Y tal.
El fútbol no es un deporte para calvos. Mira el álbum de cromos de tus sobrinos. Verás que está lleno de pegatinas de tipos de peinado mutante. Unos tienden a la cresta de plastilina, otros a la media melena, todos parecen sacados de un catálogo de Marco Aldany. Vale, todos no. Los hay que ocultan su vergüenza alopécica detrás de un cráneo rasurado. Y luego están los valientes, los que desafían al frío y a la moda mostrando escaso pelo y mucha personalidad. Tipos como Gonzalo Colsa o Gaizka Toquero.
Ambos responden al arquetipo. Sobre todo el dos del Athletic. El futbolista diésel que se pasa el partido corriendo detrás del balón, hace tres faltas y da un pase en profundidad al recogepelotas. Como el amigo del prota que se muere a mitad de la película, así son los calvos de nuestra memoria futbolística. Calderé, Marina, Spasic… Así son porque la memoria es selectiva y las leyendas de Di Stéfano, Bobby Charlton y Zidane censuraron su cuero cabelludo semidesnudo. Así es porque nuestra memoria es muy mala y no se acuerda de Grzegorz Lato.
Lato fue un pilar fundamental en los equipos de chapas de los que crecimos en los 70 y 80. Y de la selecciones polacas que ganaron el oro en las Olimpiadas de Munich 72 y quedaron terceras en los mundiales del 74 y el 82. Bota de oro en Alemania, Lato, un extremo que se hacía los 100 metros en 10,2, le cascó goles decisivos a Suecia, Yugoslavia y Argentina. Y a Brasil. Busca este en YouTube y lo entenderás todo.
Por culpa de la cosa comunista, Gregorio no salió hasta muy tarde de su equipo, el Stal Mielec, con el que ganó dos ligas. Y fue a secundarios: el KSC Lokeren belga, el Atlante mexicano y el Polonia Hamilton de Canadá. Por el camino, pasó de una oferta de Pelé para jugar en el Cosmos de Nueva York. Bien hecho. No conviene estropear las leyendas con gilipolleces.
Me acuerdo ahora de Lato porque tengo simpatía por los jugadores calvos. Porque la Eurocopa se juega en Polonia y Polonia fue el equipazo de Lato, Smolarek y Boniek. Y, sobre todo, porque Lato es un icono de culto de un fútbol que ya es otra cosa.
Jamás se ha jugado como ahora. Por técnica y por táctica, también por resistencia y por potencia. Los equipos no paran de correr y de tocarla, de tirar desmarques, de presionar, de pensar, de hacer pensar. Todo, y es una opinión de uno que no lee el Marca, ocurrió en los 90. El Milan de Sacchi lo convirtió en una obra de ingeniería que se diseña en diferentes estilos. El del Barça y España, el de Alemania, el del portugués o el de mi Athletic.
Pero aún esto es hablar de deporte y el problema es que el fútbol ya no es tal. Es un culebrón, un (mal) negocio, una estafa fiscal, un monotema, una cortina de humo. Una enorme mentira en la que cada día hay que titular con una verdad absoluta. Echo de menos el deporte que practicaba Lato cuando corría la banda derecha. Echo de menos el fútbol que era sólo una cosa más en nuestras vidas, un juego en el que a veces ganaba tu equipo y a veces no pero no siempre ganaban los mismos. Por eso me acuerdo de Lato. Y añoro ese fútbol que no estaba dominado por la codicia y el mercado como echo de menos una realidad que no era la que nos ha dejado el mercado codicioso. Quizás por eso soy calvo.