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Posts Tagged ‘Antitaurinos’

Mucha gente me dice que es contradictorio ese rollo ecologista que me traigo con mi afición a los toros. Yo, obviamente, no lo creo. No soy animalista. No pretendo ni soy capaz de imaginar la total liberación animal, la convivencia de seismil y pico millones de personas con el censo al completo de bichos vivientes sin que haya un mordisco o un yugo de por medio. Soy consciente de que el hombre ha hecho su camino, entre otras cosas, a base de someter y utilizar a los animales y no concibo que ahora pueda ser de otra manera. Otra cosa es que ese sometimiento y esa utilización se deba hacer de una forma sostenible y responsable. Somos parte de un ecosistema que contempla nuestro carácter omnívoro pero al que le afectan cada vez más nuestras ansias de consumo desatado. Así pues, creo que el sufrimiento animal, como el humano, es parte de este juego que llamamos vida. Dentro de un orden.

Como trato de ser consecuente, cada vez como menos carne y casi nada de pescado. Tiendo hacia lo vegetal pero sigo siendo aficionado a los toros. No soy el único. Tengo una buena amiga que es prácticamente crudívora y sigue yendo a la plaza. ¿Y qué eso de la afición? Pues, como pasa muchos otros mejores y más sabios aficionados, no lo sé explicar muy bien. La mía, como ya he contado por aquí alguna vez, surge sin antecedentes familiares. Supongo que atraído por ese encontronazo con la vida que es una corrida de toros. Un encuentro a través de la muerte. La segura del toro y la posible del hombre que se enfrenta a él de una forma que, a veces, muy pocas, consigue una plasticidad y una emoción que no encuentro en ningún otro espectáculo. Y mira que voy a espectáculos de todo tipo.

¿Que está mal hacer de la muerte un espectáculo? Puede ser. A mí, en cualquier caso, me parece mucho peor hacer una virtud del ocultamiento de esa muerte. Sometemos a los animales, los hacemos sufrir y los matamos pero, como con casi todo lo feo, está bien mientras no lo veamos. En mi humilde opinión, comerse un huevo frito es una atrocidad kármica mucho más chunga que ir a los toros. Hay mucho más negativo en ese pollo criado y cebado en una jaula que en un toro que vive libremente cuatro o cinco años en el campo para luego pelear durante quince minutos en frente de una cuadrilla y un montón de gente en el tendido. Pero, ¿a que no hay huevos a prohibir los huevos?

Dicho lo cual, a mí en realidad me la trae al pairo, aunque me molesta un poco que haya sido como ha sido, lo que ha pasado en Barcelona. Ya está muy dicho, pero lo cierto es que Cataluña ya no era tierra de toros -la Cataluña de este lado de los Pirineos, que en la otra la afición no para de crecer-. Y también es verdad que en el resto de España, con perdón, la cosa tiene pinta de ir por el mismo camino. Ya sea por la vía legal o por desidia, la Fiesta es algo en peligro de extinción. De hecho, merece extinguirse por cómo se gestiona y por el estado deplorable en que se encuentra. Acabará, como sea, y no pasará nada. La vida seguirá. Eso sí, cada vez más alejada de la muerte y del sufrimiento. Para que sigamos todos encantados de habernos conocido, tan buenos, tan sensibles, tan respetuosos con esos animales a los que seguiremos haciendo sufrir y matando para nuestro propio beneficio y, también, por puro placer. ¿O es que el sashimi de toro es un artículo de primera necesidad? Y un cuerno.

Por supuesto, no he escrito todo este chorizo para convencer a nadie. Lo he hecho porque tenía tiempo libre y me apetecía expresarme. Que para eso tengo blog.

Suena Porom pom pero, de Toreros After Olé (ya no hay antitaurinos como los de antes).

La foto es de Juan Pelegrín, de su libro Un día en Las Ventas. Editado por una editorial catalana, por cierto.

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El diario Público cabalga de nuevo con su cruzada antitaurina. Hoy dedica portada y sesudos* artículos en el interior contra las malas costumbres españolas**: que si el Toro de Coria, que si el Toro de la Vega, que si las corridas de toros… Servidor es de esos tíos raros que respeta tanto la libertad de cada uno a decir lo que le plazca que me parece estupendo que el señor Jaume Roures y sus secuaces inviertan su tiempo y su dinero en semejante cosa. Están en su derecho de pedir la abolición de todo eso que llaman maltrato animal y hasta de postular el veganismo para todo quisque (no exagero, se puede leer aquí). Del mismo modo, yo estoy en mi derecho de descojonarme vivo de textos como el que sigue y que firma un tal Javier Rada:

¿Qué ocurre en la psique humana cuando uno percibe este tipo de espectáculos, cuando es perseguido por un becerro, cuando ve como ejecutan a un toro?

Todo se encuentra dentro de un proceso de ritualización, un proceso en el que mediante diferentes estímulos se consigue que primen las partes más primitivas del cerebro, y en donde la razón y la lógica, nuestro cerebro más evolucionado, ceden ante a la selva instintiva.

“El ritual incide en la parte del sistema nervioso más animal, relacionado con el sistema límbico. Estos rituales estarían creados para no pensar. Mientras tienen lugar, el cerebro se haya [la falta de ortografía es de Público] hiperactivado, ya sea por la sangre, el peligro físico, el sacrificio, la música o las drogas (como el alcohol). Entonces deja de intervenir la parte del córtex cerebral, relacionada con la razón y la ética”, explica Luis Muiño, psicoterapeuta. Se deja de sentir empatía, la capacidad de ponerse en la piel del otro.

“No es necesario que uno sea violento o que no tenga un código ético. Cualquier persona en esas circunstancias haría lo mismo”, explica. Según Muiño no existe mucha diferencia en la hiperactivación que se produce en estos ritos, y en los utilizados en las guerras y religiones, y hasta en el exótico vudú [el subrayado en negrita es mío]. Los procesos de inmersión en rituales de estas características logran que se merme la escala de valores.

Así, gracias al diario Público, ya entiendo porqué soy capaz de ir a un montón de corridas en las que nunca pasa nada: es que no pienso, me quedo alelado, soy como un haitiano en manos de su hechicero vudú. Por cierto, no me termina de quedar claro si el hechicero es el torero, el ganadero, el empresario o el que dirige los pasodobles. Igual escribo una carta a ver si me lo explican.

(Las fotos son de un tal Patrick Andre Perron, una, y de Temps D’oci la otra).

* Lo de «sesudos» va con todo el retintín del mundo. A ver, uno es pesimista y cree que está más cerca que lejos el fin de la Fiesta, pero esperemos que no sea por campañitas tan poco argumentadas como ésta. No estoy en contra de los antitaurinos ni de que haya un debate al respecto, pero que sea un debate de nivel, porfa. Que la otra parte se intente informar de qué va todo esto y pregunte a la gente que sabe y sabe argumentarlo. No sé, si buscan a un catedrático, que acudan a Victor Gómez Pin, por ejemplo, y luego pregunten al que dice lo del vudú, si quieren. Da la sensación de ser un combate de boxeo de pesos desiguales, no sé, como entre el Tigre de Chamberí y George Foreman… Ay, perdón, que tampoco les gusta el boxeo a los de Público.

** En su afán por tocar la marrana, con perdón, los de Público insisten en asociar «toros» y «España». Como que son dos conceptos que no parecen gustarles. Hombre, cierto es que son dos asuntos impepinablemente ligados por la Historia y tal. Pero si hablan de corridas de toros, hace mucho que ha quedado claro que no son patrimonio español. Me extraña que no se hayan informado, porque siendo un tema de portada… Por cierto, a veces es tan ridículo el antipatriotrerismo como el patrioterismo.

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