Corte del director de la entrevista con David Gistau publicada en el número 133 -mayo 2008- de GQ. O sea, la entrevista completa, sin ediciones. David, aparte de gran amigo, tiene en la calle una muy buena novela de la que hablo un poco más al final.
España se divide entre los que están con Rodolfo Chikilicuatre y los que no. Entre los que pillan la broma y los que la reciben indignados y al pie de la letra. Del mismo modo, los hay que se quedan con la labor de columnista a veces airado y siempre sincero y, por eso, molesto, de David Gistau y se pierden al reportero, al cronista, al contador de historias. Después de una primera novela publicada casi en familia, “A que no hay huevos” (Temascinco), se edita ahora “Ruido de fondo” (Ediciones B), la historia de un hombre que se enfrenta a su pasado con el fútbol como escenario. Una buena excusa para poner la grabadora por primera vez entre dos amigos. Por cierto, que quede claro, David está con el Chikilicuatre.
¿Hemos venido a hablar de tu libro o hablamos de fútbol?
Hombre, yo prefiero hablar de fútbol. Sobre todo porque me encantaría que en España se entendiera de una vez que el fútbol, y lo que le rodea, es un gran tema para escribir. El fútbol, como las guerras y las aventuras de antes, es un terreno perfecto para contar historias de hombres. De hombres en primera línea obligados por códigos. Y para un urbanita español del siglo XXI no hay tantas oportunidades de enfrentarse a ese tipo de historias.
Es un buen lugar para acudir a pescar metáforas.
Sí. Es una cursilada recordar eso que dijo Camus, que “todo lo que había aprendido de moral lo había aprendido en un campo de fútbol”, pero es verdad. También es lo que dice un amigo mío que se parece sospechosamente a un personaje del libro, que nació 500 años tarde para vivir ciertas aventuras que eran posibles en la España de antes y que el sucedáneo lo encontró en el fútbol. Y es un poco lo que intento contar en el libro.
Estabas destinado a ser del Atleti pero te hiciste madridista. Me gustaría que contases por qué.
Mi familia era atlética. Cuando yo tenía seis años era del Atleti pero mi padre me llevaba siempre al Bernabéu y no al Calderón. Como en el anuncio, un día le pregunté: “¿Por qué si somos del Atleti sólo venimos al Bernabéu?”. Y él me contestó: “Eres demasiado joven para creer que todo en la vida es sufrimiento”. Mi padre, que ya estaba golpeado, decidió proveerme de un lugar en el que no tuviera que enfrentarme a la dimensión trágica de la vida cuando todo lo demás fallara.
Pero el aficionado del Madrid es un poco como el que se casa con Pamela Anderson y se cabrea cuando se da cuenta de que no siempre está radiante, con las 9 Copas de Europa asomando por el escote.
Sí, en eso se parece también al público de Las Ventas. En el Madrid sólo vale la grandeza. Y, como el público de Las Ventas, el aficionado ha convertido la insatisfacción constante en una forma de pedantería. Sólo te puede satisfacer lo sublime y, por culpa de esa filosofía de fútbol, resulta que no te diviertes nunca. Y es una mala filosofía de vida. Me siento más identificado con la del Atleti, como prefiero ir a una corrida de pueblo que a una en Madrid. Me gustan los pretextos para que todo sea fiesta y en el Bernabéu nada es fiesta.
Por eso te has hecho de Independiente de Avellaneda.
Sí, ja, ja… Gracias a Independiente he recuperado cosas que había perdido en el Bernabéu: la fiesta y los sentimientos intensos. En Argentina, la gente en el fútbol te habla, comparte contigo la comida, es consciente de que estás hermanado en un sentimiento común.
Tu columna sobre sexo en GQ me recuerda a Gago, que, además de ser guapo, pretende que nos creamos que juega bien.
Ja, ja, ya, y yo pretendo que follo bien, ¿no? Es al revés, en la columna yo salgo mal parado. Si hiciéramos un retrato en función de las experiencias sexuales del personaje que lo escribe, el tío es un desgraciado, es un desastre que no comprende a las mujeres. De hecho, mi arma para ligarme a mujeres siempre ha sido… la pena, ja, ja, ja…
De pequeño, ¿qué querías ser? ¿Jugador de fútbol o novelista?
Novelista, nunca. Supongo que por encima de todo quería ser futbolista y, luego, aventurero, como el Corto Maltés.
¿Qué futbolista?
Pues uno de los que está en la cueva metido, un portero de discoteca adaptado al fútbol. Como Rattín, el argentino que daba miedo hasta al árbitro, porque habilidad no he tenido nunca, ja, ja…
¿Cuándo te das cuenta de que sí quieres ser novelista?
Me doy cuenta, leyendo a Graham Greene, de que es un pretexto estupendo para llevar una vida errante y aventurera, siempre que de cada episodio de ella saques un libro. Puedes estar loco, ser inestable, pero si esa patología tiene un pretexto literario, no te van a encerrar en un manicomio. Al contrario, te van a dar la mejor mesa en un restaurante. Al descubrir esa forma de vida, me cuadró todo lo que quería ser. El complejo de Peter Pan justificado por la literatura. Y es también cuando me cuadra el periodismo. No el de columna, obviamente, pero sí el de reportajes.
Claro, porque cuando yo te conocí, hace más de 15 años, lo que no querías ser era columnista.
Pero aún defiendo mi dimensión de cronista y reportero y, por suerte, mi director también apuesta por ello, con lo que ahora soy un poco híbrido. No he dejado ni voy a dejar de hacer crónicas, de viajar, de hacer reportajes, con lo cual siempre voy a estar a salvo del tedio con frac y barriga de ser opinador.
¿Dónde hay más puñaladas? ¿En un fondo sur o en el periodismo?
La diferencia es que en las bandas callejeras todo es muy frontal y obvio, nadie es intrigante ni subterráneo. Y en el periodismo todo se vuelve más cobarde, más mezquino. En estos ambientes, que se pretenden más sofisticados, se considera que cuanto más retorcido y mezquino eres, más listo pareces. Y eso termina haciendo que sea imposible encontrar nada parecido a la nobleza, mientras que en la calle todo es noble, aunque sea primitivo. Nada es retorcido, las cosas terminan sucediendo de una forma hermosamente simple. A mí no me ha pasado nunca en un ambiente de fútbol algo que sí me ha pasado en un ambiente periodístico, que es estar sentado a la mesa con un amigo y no fiarte de él, porque crees que te está escondiendo algo.
¿Sabe el director de GQ que ha inspirado a un personaje de tu novela o se va a enterar por esta entrevista?
(Risas) No, aún no se ha enterado… (Más risas) A ver cómo lo explico, el director de GQ, además de ser un tío que me cae muy bien, inspira remotamente un personaje de la novela porque me servía como contrapunto, como ejemplo de la forma de vida a la que el protagonista quiere llegar pero no sabe cómo. Muestra al protagonista cuál puede ser su futuro. Pero, en cualquier caso, espero que Javier no se lo tome a mal, porque hay mucho sentido del humor y todos los personajes salen muy mal parados.
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De qué va «Ruido de fondo»
Eduardo es un periodista de éxito. Con un presente acomodado y un futuro brillante. Pero también con un pasado de fondo sur con el que se reencuentra de sangrienta casualidad. Con un muerto de por medio, tendrá que decidir qué es traicionarse más a sí mismo: vender a sus camaradas de entonces o negarse a ser la persona que ha hecho de sí mismo tras dejarles atrás. David Gistau retrata de forma certera dos mundos antagónicos pero igual de peligrosos, el de los engolados círculos periodísticos y el de las tardes de fútbol entendidas como desembarcos en Omaha Beach. Y reflexiona, de paso, sobre la imposibilidad de renunciar a lo que uno ha sido para ser lo que uno quiere ser.
[…] después del primer lunes de noviembre y se pira George W. Bush. El tarado oval, como le llama David, es seguramente el político que más canciones ha inspirado en la historia de la política y de la […]
saludos pedro y porsupuesto dale mis saludos a david he leido la entrevista muy al estilo de como es david de lo poco que le conozco pero lo transparente que es cuando charla con alguien (entre ellos yo ) .ya nos vermos….en el bar……