Ahora que por fin se han acabado los cuatro partidos del Apocalipsis, ¿nos podremos centrar en otras cositas de menor importancia como los casi cinco millones de parados, el libertinaje del mercado, la estulticia de la clase política, el descaro de las eléctricas, la desigualdad y tal? ¿O esperamos al Teresa Herrera para indignarnos por algo serio?
Antes no era capaz de entender por qué un montón de artistas de música electrónica se tomaban la molestia de coger vuelos, incluso transoceánicos, para presentarse en conciertos y festivales y hacer que tocaban un show que iba, casi todo, bien empaquetado en un DAT (qué tiempos aquellos) y tenían los santos cojones de tirarse una hora u hora y pico rozando los botoncitos de unos aparatos, a veces desconectados, como si con ese disimulo estuviesen creando un espectáculo de música en vivo único e inigualable. Ahora, sigo sin entenderlo.
Por lo demás, he estado este finde en el L.E.V. y puedo decir tres o cuatro cosas: que Gijón sigue siendo una ciudad de puta madre; que la Laboral y el jardín botánico son eso que se llama marcos imcomparables para un festival de este tipo; que hay gente que es capaz de conocer grupos que yo no sé ni pronunciar correctamente y que los tíos (y tías) pueden hasta citar el título de su primer maxi a pesar de llevar varios días sin dormir y con el cerebro bien empapado de sidra y de una mezcla de absolutamente todo lo demás.
A continuación, otras cosas tres o cuatro cosas que me dijeron algo en el L.E.V.
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