Tiene su chiste ver a los cantantes y cantantas manifestarse a la puerta de un ministerio exigiendo dignidad y derechos. Tiene su chiste, digo, no porque yo considere que no merecen esa dignidad y esos derechos sino porque creo que se están manifestando en el lugar incorrecto y en el momento inapropiado. No me voy a poner a analizar en profundidad el asunto porque el ordenador se está quedando sin batería y no me apetece enchufarlo. Sólo diré que es el modelo de distribución ha cambiado y que no estaría mal que todos tratásemos de adaptarnos a ello de forma moderadamente beneficiosa para todos y lo menos perjudicial para nadie: autores, músicos, sellos, editoriales, consumidores…
El caso es que los músicos han elegido un momento muy poco oportuno para dar la cara. Con el globo sonda de la ley de economía sostenible recién hinchado y el previsible anuncio de la futura persecución a las descargas, los ánimos internáuticos están calentitos, muy calentitos, y lo de dar la cara se puede convertir en ponerla. Porque, y aquí voy a lo del lugar, por supuesto que los músicos tienen que tener derechos y dignidad pero igual no deberían ir a un ministerio a buscarlos sino a las empresas con las que han firmado sus contratos. Vale, no todas las discográficas son malas, ya lo sé. Pero tampoco son los consumidores los que han estado sisando sistemáticamente royalties a los creadores. Ni los que lo siguen haciendo. Y es que, albricias, las cuatro grandes discográficas se están modernizando y ya se han metido en el accionariado de Spotify. Se llevan un 18% de un pastel que de momento no es rentable pero que promete y los artistas se quedan lo de siempre: las migajas. Hay una noticia reciente que decía que Lady Gaga había cobrado sólo 112 euros por 1 millón de escuchas de una de sus canciones. Uno puede creérselo o no. Pero hay literatura suficiente sobre el asunto como para pensar que si las grandes disqueras consiguen adaptarse al cambio de modelo no van a cambiar su costumbre de dejar muy poquito para ésos que les aportan la materia prima.
Así que cuando ayer se manifestaban Rosario, Chenoa, Aute, Loquillo, el de Mago de Oz y otros, no estaban más que trabajando para las empresas para las que trabajan habitualmente. O, para que lo entiendan más fácilmente, la canción protesta que estuvieron cantando estaba compuesta por EMI, Sony, Warner y Universal. Aunque ellos la interpretasen con mucho sentimiento, que para eso son unos pedazo de artistas.
En fin, no sé por qué todo esto me recuerda al nombre de una marca que primero estuvo relacionada con la producción discográfica, luego con la venta y que hace poco se metió a los directos.
Suena Master Of Puppets pero en versión de Apocalyptica, no vaya ser que Lars me mande a sus abogados.
* La imagen que ilustra todo esto lo ilustra del todo. Me explico. Francis Barraud pintó a su fallecido perro Nipper recordando lo flipado que se quedaba el can con el sonido del fonógrafo. El cuadro gustó al dueño de la Gramophone Company, que le pidió que pintara gramófono en vez de un fonógrafo. Lo hizo y le vendió el cuadro por 100 libras. Derechos de autor incluidos. O sea, que ha sido imagen y nombre de esa poderosísima marca durante más de un siglo por ese precio. Derechos, dignidad…
Buenísimo lo que cuentas hoy. Sobre todo la interesante historia del cuadro y el dato (que cuesta creer, la verdad) de Lady Gaga y sus ingresos por ¡1 millón de descargas legales!
Yo estuve trabajando en un tema relevante de comunicación de «todo ese mundo de la música y el cine» contra el pirateo y te puedo decir que no quiso dar la cara nadie, por eso mismo: porque estaban hartos de que se la rompieran por ese tema, en primer lugar… y, porque, como muy bien saben los cantantes más relevantes, a ellos no les afecta tanto como a sus empresas. Para ellos, la fuente principal de financiación no es ésa.
Por otro lado, he trabajado también con casas discográficas en el último año y todos tienen claro que deben potenciar otros ingresos, antes vistos como «atípicos» (conciertos solidarios, presentaciones, promociones…).
Pero estoy contigo en que la culpa no es más que suya, por no saber adaptarse a los nuevos tiempos. Kodak ha pagado carísima su falta de visión y aceptación de la cámara digital como el presente de las fotos, desde hace ocho años. Su negativa a adaptarse y ver a las nuevas cámaras como el enemigo le ha supuesto unas pérdidas antológicas.
A la industria del entretenimiento les pasa lo mismo, aunque tengan como excusa o consuelo que su problema proviene de una práctica ilegal…
Y cuanto más tarden en asumirlo y moverse en la adaptación, aún más caro lo pagarán…
[…] This post was mentioned on Twitter by Pedro Bravo, Pedro Bravo. Pedro Bravo said: La voz de su amo o por qué los del manifiesto no etienden a los que se manifiestan: http://cort.as/Apm […]
Pedro,
Estoy fuera de España y aunque procuro mantenerme informada de lo que pasa «en casa», no termino de estarlo del todo. Esto del manifiesto me tiene un poco perpleja y no lo entiendo bien.
Que las discográficas se queden con la mayor parte del pastel es un problema que los músicos tienen con sus empresas, pero si el modelo de negocio ha explotado por las costuras y ahora resulta que los derechos de autor no tienen valor eso significa que no se pagan, ni a las discográficas (que quedan así castigadas por avariciosas) ni a los artistas….. ¿qué ganan ellos?
No se. Todo esto me parece muy confuso. Creo que tengo muchos problemas para aceptar que la creación intelectual ya no puede tener precio simplemente porque el supermercado donde se compra ha cambiado. A los usuarios, a los que les gusta la música, les viene bien. ¿A quien le gusta pagar? Pero, ¿es lógico?¿justo? Hay que dejar de pagar a Sabina, Amaral, y también a Saramago, Pérez Reverte, pintores, escultores….
Ana, perdona que me entrometa, pero yo no estoy a favor del pirateo…
De lo que no estoy a favor es de la gestión de este nuevo «entorno» (facilísimo acceso a ese contenido por parte de todo el mundo) por parte de su propietario.
Lo uno (no apoyar al delito) no implica lo otro (apoyar a una industria obtusa e irracional, que quiere anclarse en los 80, negándose a aceptar que estamos… en 2009).
Hace años -varios ya- se publicaron cifras que dividieron a los distribuidores frente a las discográficas, pues la gente ya sabe «el coste intrínseco» de un CD o DVD (céntimos… pocos).
Lejos de bajar el precio (como sería lo lógico, han decidido «tirar por la calle de en medio») ¿Cómo? Enrocándose en su posición y pidiendo muuchaaa pasta al Gobierno. Y una Ley absurda (como la del canon, que legitima al usuario a piratear… porque para eso paga el canon, ¿no?)
Saludos
Ana, en mi opinión, el asunto no es fácil porque estamos viviéndolo en el momento del cambio. Como todos los cambios, por cierto, generan miedos alrededor pero también oportunidades. Que el modelo de negocio se acaba, es un hecho que, como dice Carlos, se veía venir desde hace años (yo, que curraba en periodismo musical y tenía un sello y tal, recuerdo haber escrito algo sobre el tema en el 98, con perdón por la ordinariez autobómbica). Pero también es un hecho que jamás la música ha estado tan al alcance del consumidor y los músicos tan cerca de sus oyentes. Por eso, el negocio del directo se ha ampliado y han ganado muchos con eso. De ese negocio es de donde verdad sacaban pasta antes los músicos, más que de la venta de discos. También sacaban mucha pasta (los superventas) del negocio editorial, cierto. Pero también es cierto que la gestión de ese negocio, la de la SGAE, siempre primó a esos superventas y se olvidó de muchos otros.
En fin, lo que yo quería decir con esto es que me parece que los músicos hacen mal buscando a su enemigo en su público, que creo que estamos ante una oportunidad de generar un modelo más equitativo para todos. O sea, menos beneficioso para la industria y más para los que trabajan en ella y los que la disfrutamos; o sea, mejor repartido.
Y me parece que ni la ley del Gobierno ni lo que proclaman los manifestantes ayuda a ese nuevo planteamiento sino que busca algo imposible: volver al modelo pasado. No se ha visto en todos estos años una iniciativa que proponga algo. Y eso es grave, puesto que estamos hablando de su negocio.
Por otro lado, suerte tienen los músicos que al menos pueden vivir del directo. ¿Qué pasa con los del cine o los escritores? La cosa está difícil. Pero, ¿crees que está ayanando el terreno la industria musical a esos otros sectores? Yo creo que les está poniendo piedras en el camino y al consumidor en contra. Insisto, me parece que es hora de que haya una reflexión de todos los grupos de interés sobre el nuevo modelo. Y, de paso, sobre el nuevo modelo de copyright, que está también obsoleto.
Y, luego, por aclarar: eso que se llama pirateo (las descargas en redes P2P) no es delito, al menos en España, al menos de momento. Es perfectamente legal como están demostrando las sentencias y sólo es ilegal (y no siempre) si hay un ánimo de lucro por parte de alguien.
En fin, que yo sigo comprando discos, entradas de conciertos, aguantando publi en Spotify, consumiendo música. También sigo escribiendo y hasta haciendo cosas audiovisuales. Quiero decir con esto que soy desde hace más de 20 años un consumidor heavy de la industria cultural, que me ha dado muchas satisfacciones pero creo que se equivoca, o se equivocan algunos, en el enfoque de todo esto.
Chimpón.
Este tema es APASIONANTE. Los cambios son tan rápidos que sería hasta inhumano no aturdirse. Coincido en que buscaron el enemigo en el sitio equivocado y no me extraña que se den palos de ciego porque esto es un mundo nuevo. Pero no lo estoy tanto en que no haya propuestas. El mundo de la música va muy por delante del editorial, del cine y la tv. Lo que no quita que haya muchas contradicciones y mucho por hacer. Entre otras, que la creatividad se pague.
Hace un año entró el ipod en mi vida. Se estrenó con música pirateada. Desde entonces no conoce límites, ni escrúpulos, ni lealtades. Britney Spears, Madeleine Peyroux, Pj Harvey, Mª Dolores Pradera,… Antes consumía bastante pirateo. Ahora consumo muchas canciones. Gracias a Itunes. Gracias a que puedo comprar canciones, una a una. A veces, hasta acabo comprando el álbum entero.
Otra invención es Genius y similares. Gracias a un desconocido al que le gusta la misma canción que a ti descubres una tercera. Un programa analiza las canciones que te gustan y con una fórmula secreta te propone nuevas. Sin entrar en debates sobre el control, la previsibilidad humana, etc, esto es la leche. Mi gasto en música ha crecido en un 500% por culpa de estos inventos.
Me encanta Lady Gaga, es valiente, creativa y divertida. Sus gaga-video son surrealismo puro. ¿112 euros? ummmm, de tonta no tiene un pelo… Unas semanas atrás, un amigo pintor, marchante y anticuario me comentaba contrariado que la familia de un artista que considera brillante se niega a sacar sus obras al mercado con la idea de que si hay pocas en circulación éstas se revalorizarían. Ante mi sorpresa, por su enfado no por la estrategia de la familia del pintor, me explicó: Para que algo se valore primero se tiene que conocer. Cuantas más obras haya en circulación, más personas tendrán la oportunidad de conocer al artista. Vale, ¿pero cuando la exposición empieza a dar dinero?
Paseando hace unos meses por la web de un grupo que me encanta, Beirut, me encontré esta joya: Dos fans brasileñas utilizaron Orkud (una red social muy popular) para unir fans de esta banda que tuvieran la ambición de montar grupos de nivel en brasil. Y la iniciativa acabó en Beirutando project, conciertos simultáneos en siete ciudades del país de bandas brasileñas rindiendo homenaje a este grupo americano. El cantante de Beirut se enteró porque un amigo le envió desde Francia un link. Alucinó. Ni se había planteado que su música pudiera llamar la atención del público sudamericano. Bueno, y una vez descubierto, qué raro. No veo en su planning de conciertos 2010 Brasil…
En fin, que unas veces el público va por delante, otras las empresas, otras, los artistas. Si se descubren nuevas rutas, la única manera de hacer mapas es caminándolas. Y pasa lo que pasa, que a veces te pierdes.